Estado Español - La economía de la desigualdad
Fuente: Nuevo Claridad
Escrito por Redacción
lunes, 12 de noviembre de 2007
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Malas perspectivas para el crecimiento económico
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A primeros de septiembre, el presidente Zapatero declaraba que la economía española juega en la «Champions League de las economías mundiales», es «la que más partidos gana, la que más goles ha metido y la menos goleada». El presidente hacía esas declaraciones en respuesta al temor suscitado por el efecto de la crisis de las hipotecas «subprime» en la economía española. Sus palabras recuerdan demasiado al «España va bien» de otros tiempos, y no cuadran en boca de un presidente «socialista» cuando la realidad de la mayoría de las familias trabajadoras está muy alejada de ese entusiasmo y hay suficientes motivos para temer un empeoramiento de su situación en los próximos años.
No cabe duda de que el Estado español ha escalado posiciones en el ranking económico mundial pero eso no se ha traducido de la misma manera para las distintas clases sociales de nuestra sociedad. Mientras un sector se ha enriquecido a marchas forzadas, la situación de los trabajadores ha evolucionado de forma diferente.
Todavía hay clases
El profesor Vicenç Navarro explicaba en un interesante artículo(1) que España es el único país de los 27 que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que durante el periodo 1995-2005 ha sufrido un descenso del salario promedio. «Mientras en el conjunto de estos países los salarios tenían un crecimiento anual del 1,8%… en España descendieron una media anual del -0,5%». Señalaba que el 70% de los puestos de trabajo que se creaban en España eran empleos con salarios bajos, y eso propiciaba que a pesar de que el número de trabajadores era mayor que nunca —han pasado de representar el 48% de la población de entre 15 y 64 años en 1995 al 63% en 2005—, su participación en la renta nacional se reducía.No es ninguna casualidad que CCOO de Madrid haya denunciado en un informe que algo más del 50% de los trabajadores de la Comunidad gana menos de 1.000 euros al mes(2), cuando el alquiler medio en la misma supera esa cifra. Lo cual, por cierto, pone en entredicho la propia política sindical de acuerdos practicada estos años pasados que ha sido incapaz de evitar ese proceso.
«En realidad, —proseguía Navarro— la exuberancia de los beneficios empresariales se basa, en gran parte, en la gran moderación salarial». Y esa es la otra cara de la moneda. Entre 1999 y 2006, las empresas españolas han incrementado sus ganancias netas en un 73%, doblando la media de la UE-15, a la par que los costes laborales crecían un 3,7%, cinco veces menos que en la UE-15 con un 18,2%.
Las grandes empresas españolas —buena parte de ellas antiguas empresas públicas privatizadas como Telefónica o las eléctricas, con enormes ganancias— se han convertido en multinacionales que exprimen a los trabajadores de aquí y a los de otros países en provecho de una minoría cada vez más rica. Esa enorme concentración de riqueza y capital se traduce en que diez familias históricas y cerca de una veintena de empresarios adinerados tienen bajo su mando a 19 de las 35 mayores empresas cotizadas en España(3). Y se trata de un proceso que va a más, porque en sólo un año se han hecho con el poder de cuatro nuevas compañías. Muchas veces criticamos, con razón, los desmesurados salarios de los cargos públicos, pero olvidamos que ellos solo son un pálido reflejo de la realidad social. Sólo los dos principales directivos empresariales ganan más que todo el Parlamento junto.
La desigualdad es consustancial al sistema y va a más. La vieja «ley general de la acumulación capitalista» que señalaba la tendencia histórica a concentrar la riqueza en un extremo de la sociedad y la miseria en el otro, tan denostada, sigue siendo una realidad tozuda.
Las perspectivas
Si un auge de más de 14 años consecutivos nos ha traído hasta este panorama social y económico, ¿qué sucederá si vienen las vacas flacas? Durante estos años, una parte de la clase obrera ha podido mejorar sus ingresos, pues aunque se llevaba una menor porción de la tarta, ésta era más grande. ¿Qué ocurrirá si la tarta crece menos o se reduce? ¿Y si los empresarios, además, tratan de recortar la porción que se les da a los trabajadores para seguir aumentando sus ganancias?
La crisis de las «subprime» ha precipitado un proceso que ya venía gestándose de antes. Uno de los principales motores del crecimiento económico español ha sido el auge especulativo de la vivienda. Antes de que estallara la crisis financiera norteamericana, la construcción ya estaba mostrando síntomas claros de que perdía fuelle. Los pisos no podían subir indefinidamente, pues tarde o temprano los precios se tornarían inasequibles. La subida de los tipos que es el resultado del propio proceso de auge —a más demanda de dinero, más suben sus «precios», los tipos—, sólo ha sido el remate final del auge y el anuncio de su fin.
Basta un dato, el pasado año los constructores y promotores acabaron 600.000 viviendas, pero sólo vendieron 400.000. Este año está programado construir otras 850.0004. Habrá pues una inevitable disminución de la actividad constructora de viviendas —como ha pasado en Estados Unidos— con la cadena de repercusiones que tiene en el resto de la economía y en el empleo. Fincas Corral, una de las mayores inmobiliarias españolas, cerró en agosto 180 de sus 350 oficinas. El grupo Llanera, una gran inmobiliaria y constructora, presentó suspensión de pagos de seis de sus empresas a principios de octubre.
El crédito, que hasta ahora había sido un acicate para el crecimiento de la economía, está transformándose en un lastre. Los tipos y las condiciones para los créditos son más altos y duras, y cuesta más devolverlos —tanto para empresas, como para las familias—. Eso afectará en mayor o menor medida a una economía altamente endeudada como la española.
La deuda de las empresas no financieras a finales de 2006 alcanzó la suma de 3.397.600 millones de euros, el 539% del PIB. El endeudamiento de las familias, en 2006 ha sido de 831.850 millones de euros, con un aumento del 171% sobre 1996, que en relación con su renta disponible bruta representaba en 2006 el 133% y en 1996 el 76%5.
Por último, la economía española hoy es mucho más dependiente que nunca de la marcha de la economía internacional, como la propia crisis de las «subprime» ha puesto en evidencia. Cualquier reducción significativa del flujo de capital hacia España pondría en serios apuros a una economía con un fuerte endeudamiento exterior (de algo más del 8% del PIB).
Así que motivos para preocuparse hay unos cuantos. La cuestión no es si la economía irá peor o no en los próximos años, sino cuanto empeorará y qué consecuencias sociales tendrá.
Dinero público
Los años de auge económico parece que van a dar paso a una época de crecimientos más modestos y, tarde o temprano, de nuevas recesiones. Aunque para este año se espera un crecimiento de en torno al 4%, las perspectivas para 2008 ya se están revisando a la baja, con cifras que bailan entre el 2 y 3% según la entidad. La crisis del año 2000 —la de las punto.com— afectó a la economía española provocando una desaceleración de la que se recuperó, sin llegar a entrar en recesión, gracias al auge de la especulación inmobiliaria. ¿Qué puede jugar hoy ese papel?
Las grandes empresas del ramo están pidiendo que el Estado invierta más dinero en planes de vivienda protegida y en infraestructuras de transportes. Si durante años se abandonó la inversión pública en vivienda facilitando el auge de los pisos privados, ahora que el mismo ha terminado sí quieren que la Administración les transfiera dinero a cambio de hacer vivienda protegido. Ya veremos a qué precio y en qué condiciones, pero que no quepa ninguna duda de que les seguirán dando abundantes beneficios y seguirá sin resolverse el acceso a la vivienda para millones de personas. Muchas veces se ha acusado a la burguesía de ser dogmática —por sus postulados «neoliberales» que rechazaban el intervencionismo estatal— olvidando una de las nociones más elementales del marxismo, el carácter de clase del Estado. Ayer no convenía a las grandes empresas que éste promoviese vivienda pública y hoy sí.
Esto significa que ya podemos prepararnos para un recorte del gasto social y que muchos de los recursos financieros vayan a echar una mano a las grandes empresas en apuros. Viçens Navarro, en el artículo que aludíamos al principio, señalaba que el ministro de Economía y Hacienda del Gobierno español, Solbes, «saludaba el gran crecimiento de salarios bajos, añadía que la política de la cual él estaba más orgulloso es precisamente «la de no haber aumentado el gasto público». Y ello en el país de la UE-15 que tiene un gasto público menor (España, 38% del PIB; UE-15, 47,4%; Suecia, 56,5%)». Si en pleno auge tenemos estos datos, ¿qué pasará en los próximos años? Pues que las desigualdades tenderán a crecer más… si la clase obrera no lo impide.
Fuentes
1.- El País, 11 de septiembre de 2007.
2.- «Desigualdades y bajos salarios en Madrid» ver en www.ccoomadrid.es
3.- Público, 5 de octubre de 2007.
4.- artículo de José Barea en Cinco Días, del 4 de agost de 2007(www.cincodias.es).
5.- Íbidem
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