Colombia - El ejército recluta jóvenes ilegalmente
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Las batidas
El ejército recluta jóvenes ilegalmente
Cientos de colombianos apenas mayores de
18 años han sido obligados ilegalmente a incorporarse a las fuerzas armadas
desde 2006. En su gran mayoría son pobres y sirven en las zonas mineras, para
proteger intereses de las trasnacionales del sector.
Iván M García, desde Bogotá
Brecha, Montevideo, 3-6-2016
El reclutamiento de Óscar fue cuestión
de horas. “Salí del metro y dos soldados me pidieron la libreta militar. Yo
tenía 18 años justos y no la había tramitado. Así que me llevaron a la IV
Brigada y por la noche ya estaba camino a Puerto Berrío (Antioquia, noroeste de
Colombia), que en esa época era una zona bien caliente”, cuenta este joven
nacido y criado en el humilde barrio de El Socorro, en la Comuna 13 de
Medellín.
El reclutamiento de Óscar fue tan rápido
como ilegal. La ley 48 de 1993 establece que el servicio militar es obligatorio
y que todo varón debe tener definida su situación militar a los 18 años. Esto
es, disponer de una cartilla militar y que ésta señale si ha cumplido la
prestación, si está exento o en proceso de incorporarse a filas. “Pero esa
misma ley señala también cómo debe ser el reclutamiento. Primero hay que citar
al joven en el distrito militar correspondiente. Segundo, someterlo a exámenes
físicos y psicológicos, para ver si es apto. Y por último, fijar otra fecha
para que, tras sorteo, le otorguen un destino donde prestar el servicio”,
aclara Érika Gómez, abogada del Comité Permanente de Derechos Humanos (Cpdh).
Los militares pueden verificar la
información sobre la cartilla de cualquier joven con una simple llamada por
teléfono o radio. “Bajo ningún concepto lo pueden llevar detenido a un cuartel.
Eso es ilegal, tal y como lo establece la sentencia C-879 de 2011 de la Corte
Constitucional”, añade. La letrada asegura que la naturaleza ilegal de este
tipo de reclutamiento –“batidas ilegales”, las llama– impide conocer cuántas se
llevan a cabo cada año y a cuántos jóvenes afecta. Sin embargo, el estudio del
Cpdh “Batidas militares y servicio militar obligatorio en Colombia: entre la
conciencia y el modelo de desarrollo” revela que entre 2006, cuando se detectó
el primer caso, y 2015 se han producido 182 batidas. El número de afectados
superaría con creces el millar de personas. “A los que estábamos en la IV
Brigada nos hicieron unos exámenes muy rápidos. Nos analizaron los ojos y medio
lo miraban a uno y ya. Nos preguntaron si habíamos pasado tal o cual enfermedad
y listo. Se creían lo que uno les decía. Hasta a un epiléptico se llevaron”,
explica Óscar, mientras despacha una malteada en la cafetería de la biblioteca
San Javier, de la Comuna 13. “Luego nos metieron en un camión como si fuéramos
ganado, nos dieron un par de sandwichitos y no paramos hasta llegar a Puerto
Berrío. Casi 24 horas de viaje. Y sólo cuando llegamos me dejaron llamar a mi
familia”, lamenta.
El informe del Cpdh precisa que impedir
a los reclutados comunicarse con sus familias durante las primeras horas de
detención es una de las faltas que más se repiten en estos episodios.
Otra de ellas es que los camiones en los
que se los transporta “por lo general (…) carecen de identificación, sin placas
traseras o laterales, o con placas que son ocultadas con plásticos”.
En Colombia son los pobres los que ponen
la carne de cañón. Las batidas ilegales se dan mayormente en las ciudades de
Bogotá y Medellín; y casi exclusivamente en los barrios más desfavorecidos.
Así, el informe señala que de los siete estratos (del 0 al 6) que diferencian a
las clases sociales en Colombia, la mayoría de los jóvenes afectados por las
batidas ilegales pertenecen al 1 y al 2. Junto al 0, los más pobres: la
proporción mayor de soldados reclutados ilegalmente pertenecen al estrato 2, un
60,44 por ciento, frente al 0,06 por ciento del estrato 6, según el informe del
Cpdh.
“Puerto Berrío era zona roja. Teníamos
un entrenamiento de tres meses y luego te mandaban al batallón antiguerrilla
del Putumayo. Aunque a algunos compañeros los enviaron incluso antes de
terminar”, revela Óscar. “Durante esos meses te enseñaban a marchar, a
disparar, te preparaban físicamente. También a tener mente fría para poder
eliminar a un enemigo. Nos ponían a cazar y matar animales. Terneros, cabras…
Para asimilar mejor la muerte de otra persona, para que fuera más fácil
aniquilar a otra persona”, relata el joven.
Óscar no terminó los tres meses de
entrenamiento militar. Una hospitalización por paludismo, primero, y las
gestiones de su familia desde Medellín, después, con el apoyo de varias
organizaciones de derechos humanos, pusieron punto final al mal sueño del
chico.“Demostraron que el procedimiento no fue el legal y todo se acabó”, dice.
“Lo más efectivo es optar por el hábeas
corpus”, señala Diego Quiroga, portavoz de Acción Colectiva de Objetores y
Objetoras de Conciencia de Bogotá (Acooc), una figura jurídica que obliga a los
jueces a tomar una resolución en 36 horas tras la denuncia de una detención
ilegal. Normalmente el fallo es a favor del joven detenido. Quiroga también
denuncia “la corrupción” que enturbia el reclutamiento militar en Colombia.
“Los días del sorteo de destino se reúne a los jóvenes y a sus familias en
polideportivos o lugares similares para ir dando a conocer donde irá cada cual.
Ahí uno ve a los mandos militares repartiendo tarjetas por si alguna familia
puede pagar una cuota de compensación y evitar así que su hijo cumpla con el servicio.”
Asegurar el capital extranjero
Las batidas ilegales han ido en aumento
desde 2006. De un solo caso en ese año se pasó a 58 en 2014 y a 71 en 2015.
“Despierta preocupación que se lleven a estos jóvenes a los llamados batallones
mineros, energéticos y viales, que cuidan explotaciones petroleras y minerales.
Lugares complicados porque son objetivos de los ataques de la insurgencia”,
apunta Quiroga.
El reporte del Cpdh atribuye el
incremento de las batidas a las cuotas mínimas de reclutas que el Ejército debe
incorporar cada año, por un lado. Y, por otro, al rumbo que está tomando el
país respecto del capital extranjero bajo la actual presidencia de Juan Manuel
Santos. “La transformación del sistema económico (…) conlleva un aumento de las
necesidades de defensa, como vía para garantizar el nuevo modelo económico
extractivista, donde la inversión extranjera es fundamental”, señala el
informe.
Así, el documento asegura que a partir
de 1998 se observa una “clara simetría” entre las operaciones del Ejército colombiano
y la actividad en las zonas de extracción y producción minero-energética.
A pequeña escala, la Defensoría del
Pueblo achaca a dinámicas internas que el Ejército siga creyéndose con derecho
a optar por las batidas ilegales a la hora de engrosar sus filas.
“Los mandos que gestionan el
reclutamiento son de alta rotación. Suelen ser oficiales que vienen de primera
línea del frente. Acceden a este cargo durante un año a modo de descanso,
alejados de las zonas calientes”, explica el defensor delegado en asuntos
constitucionales y legales Luis Manuel Castro. “Lo que finalmente ocurre es que
terminan por ejercer ese cargo con la misma mentalidad que traen de las zonas
rojas, donde hay enfrentamientos continuamente”, añade.
Castro asegura también que la Procuraduría
no está investigando las denuncias que la Defensoría y las Ong han hecho sobre
este asunto. “Hay una especie de tolerancia a lo que hace el Ejército. Hemos
enviado tres quejas y nada de nada”, dice.
Por su parte, el Ejército no había
reconocido abiertamente la existencia de estas batidas hasta hace unas pocas
semanas, cuando anunció que las combatiría. En este sentido, el portavoz del
Ministerio de Defensa de Colombia, Juan Carlos Sierra, detallaba por correo
electrónico que “los casos de no inscripción de un joven para definir su
situación militar implican que la persona solamente es compelida de manera
momentánea mientras se verifica su situación y se inscribe. La inscripción se
realiza de manera inmediata e in situ. No puede realizarse ningún otro
procedimiento tendiente a su incorporación ni conducirlo a unidad militar
alguna”.
Desde el Ministerio de Defensa aseguran
también que se han puesto en marcha mecanismos para dar seguimiento y derivar a
las autoridades competentes las denuncias de batidas ilegales que reciban de
los ciudadanos.
Sin embargo, tanto Érika Gómez, la
letrada del Cpdh, como Diego Quiroga, de Acooc, aseguran que lejos de ponerse
punto final a las batidas éstas continúan de un modo más disimulado. “En lugar
de llevarse a veinte chicos en un camión, se llevan a cuatro o cinco”, afirma
Gómez. “O los citan en el distrito militar y de ahí los conducen directamente
para el destacamento”, apunta Quiroga.
Sin ir más lejos, Brecha fue testigo
hace unas semanas de cómo varios soldados solicitaban sus cartillas a jóvenes
que salían de la estación de metro de Ayurá, en Medellín. Sea como fuere, más
allá del reclutamiento ilegal, según el defensor delegado Luis Manuel Castro la
discusión tendría que ser otra: “El problema aquí debería ser la eliminación
del servicio militar obligatorio, ya que caminamos hacia la paz”.
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