Brasilia/Pretoria - Corrupción ida y vuelta

Posted by Correo Semanal on sábado, abril 09, 2016


Claude Gabriel
ENSEMBLE!, París, 25-3-2016

Traducción: Faustino Eguberri – Viento Sur

De un lado, un PT fundado en 1980. Del otro, una coalición formada por el ANC (Congreso Nacional Africano) fundado en 1912 y, digamos, “refundado” en 1955 alrededor de la Carta de Libertad como nuevo programa y del Partido Comunista creado en 1921, estalinista de pies a cabeza. De un lado una llegada al poder de forma electoral en el plano nacional (elección de Lula como presidente en 2002), pero tras victorias locales y regionales en los años precedentes. Del otro, una muy larga lucha de liberación que desembocará en largas negociaciones, la puesta en pie del principio “una persona, un voto” y un gobierno ANC en 1994. En los dos casos, por el contrario, hay algo en común: direcciones políticas que se reclaman del progresismo y del pueblo. En los dos casos se apoyan en poderosas organizaciones sindicales, la CUT en Brasil y el COSATU (Congreso de Sindicatos Sudafricanos) en África del Sur.
Más interesante aún es que en los años 1980 y 1990, esos dos movimientos representaron los grandes movimientos populares (junto a Solidarnosc en Polonia), mientras que la situación en los países más industrializados se degradaba rápidamente. En África del Sur, a comienzos de los años 1980, las direcciones del joven movimiento sindical independiente tomaban a menudo al PT como ejemplo cuando querían oponerse al reflejo pavloviano del partido comunista de ser el único representante posible del proletariado. Hoy aún, el sindicato de la metalurgia NUMSA (Unión de Trabajadores Sudafricanos del Metal) alido del COSATU, dice que querría construir un nuevo PT en relación con el viejo ejemplo brasileño. Sin embargo, casi simultáneamente, los dos regímenes se han visto seriamente debilitados por escándalos de corrupción. El asunto Petrobras para el PT (corruptelas y demás historias), chalets de lujo y compromiso con un grupo familiar en el caso de la ANC. Contraste entre las cantidades enormes de dinero que se mueven en estos tejemanejes y la situación de grave crisis económica en los dos países. Pero también similitud de las políticas neoliberales. Sin olvidar las dos copas del mundo de fútbol y sus extras económicos manejados a escondidas. Y, muy naturalmente, la apertura de un espacio nuevo para las campañas revanchistas de la derecha.
Si el asunto brasileño es muy conocido, el caso de Jacob Zuma, presidente de África del Sur lo es menos. Apenas llegado al poder, éste hizo reformas en una de sus propiedades que superaban en mucho algunos arreglos de seguridad (15 millones de euros en particular para una piscina que no “sería”, en teoría, más que un depósito de seguridad en caso de incendio (sic). Luego apareció la familia Gupta, de origen indio y gran inversor en África del Sur. El hecho de que los ministros fueran nombrados por los Gupta se ha ido filtrando poco a poco. Muy recientemente, el viceministro de finanzas ha revelado que la familia Gupta le propuso directamente convertirse en ministro de finanzas. Propuesta que rechazó, ilustrando de paso el debilitamiento de Zuma incluso en el seno de su equipo. Ahora bien, un control así sobre el presidente es comprendido bien como fruto de un intercambio de favores financieros, bien como una influencia de tipo gurú. Zuma está ya al borde de la dimisión. Y más globalmente, la gente está exasperada por la generalización de la corrupción en las esferas del poder y se ha puesto en pie el año pasado una campaña sobre este tema paralelamente a la de los liberales “Zuma must fall”.
¿No hay que sacar las lecciones de tales convergencias? La situación mundial no ayuda evidentemente a la movilización vigilante de las masas. Es el punto muerto subrayado por la revolución permanente. Los límites políticos del entorno, la posibilidad o no de transcrecer deciden también sobre las trayectorias. Pero no solo hay eso. Si se admite inteligentemente que una transición postcapitalista es un largo período de compromisos, de idas y venidas, de dudas, de pragmatismo, entonces se admite que el mercado, sus mecanismos, sus recuperaciones de acumulación no desaparecen en un día. Y con ellos los riesgos de corrupción, pues para el capital, esta última forma parte de las reglas de la oferta y de la demanda. Todo esto da una importancia considerable al derecho, a la ley, a las instituciones, a las prácticas de delegación de poder. Una conmoción que pone bajo presión a las leyes persistentes del mercado y también a las personas que tienen responsabilidades públicas, sociales o científicas. Transparencia, control, verificación, forman por tanto parte de la lucha contra la burocracia. El viejo combate de los trotskistas que seguirá siendo durante mucho tiempo una necesidad universal. La cuestión burocrática y la prevaricación van muy por delante del ritmo de la transición postmercado. Este desequilibrio actúa como una fuerza de resorte contra toda progresión del proceso económico de ruptura, transformándose los campeones populares de ayer en amigos de las artimañas.
¿Hay entonces que defender con uñas y dientes a quienes se han beneficiado de esta corrupción con el pretexto de que la derecha está al acecho? No creo. En un período de gran renovación y de refundación, bailar sobre este hilo es muy peligroso. La izquierda no se refundará más que elaborando también las primeras medidas de salvaguardia sobre estas cuestiones y mostrándose intransigente desde ya.