Jodidos resultados…
La crisis que comienza llega con su lote de ineptos comentarios de
"experto" y, peor aún, otra dosis de remedios de caballo, los
mismos que mataron toda esperanza de recuperación económica. Esta vez de la
mano del BCE, el banco central europeo. Luis Casado intenta aclarar el
panorama...
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Jodidos resultados…
Escribe Luis Casado
¿Te gustó la subida de tasas de la
FED? Vas a adorar la bajada de tasas del BCE.
Frente a la serie interminable de
crisis y pánicos, los economistas no pierden ni su cara de sable, ni su arrogancia
de “expertos”. Si el Gosplan – el famoso Gosudárstvenny Komitet po
Planírovaniyu – le achacaba los fracasos de la economía soviética a una
insuficiente socialización, los economistas de hoy culpan de todos sus
fracasos a una insuficiente liberalización de la economía capitalista.
La participación del Estado en la
economía fue condenada al ostracismo por vía Constitucional, con el loable
propósito de dejarle el campo libre a los genios de la libre empresa
cartelizada, coludida, dizque auto-regulada, y a la especulación
desenfrenada.
De poco sirvió que Keynes
demostrase, allá por los años 1930, que las crisis y las recesiones suelen
tener como origen una demanda insuficiente. O si la quieres jugar experto, un
desequilibrio entre la capacidad de producción y el volumen de la demanda.
Keynes –que no tenía ni un pelo de
socialista– sostenía que cuando la demanda agregada de las empresas, del
Estado y de los hogares es insuficiente, lo aconsejable es incrementar la
demanda distribuyendo salarios y generando demanda desde el Estado. Gastar para
ser ricos era el lema. Gastar ANTES de ser ricos. Así contribuyó a sacar al
planeta del desastre de la Gran Recesión.
La doxa contemporánea afirma
exactamente lo contrario. De ahí los recortes presupuestarios, la contracción
del gasto público, la reducción de salarios y pensiones, el desempleo
creciente, la precarización del personal, generando nuevas crisis cuando las
precedentes aún no han desaparecido.
La demanda debe venir, siempre, del
sector privado. Punto. El sector privado debe invertir, y para facilitarle la
tarea los gobiernos se ponen a su servicio, le crean condiciones
inmejorables, eliminan toda legislación laboral protectora de la mano de obra
asalariada, reducen los impuestos, incentivan la elusión y el fraude fiscal,
en otras palabras organizan la Pensión Soto.
En ese empeño, los gobiernos
dimiten hasta de sus prerrogativas más elementales. Quien gobierna, en
realidad, son los grandes capitales, las multinacionales, la comunidad
financiera. Los políticos consagran lo mejor de su tiempo a ofrecerles
“confianza”, estirando de paso la poruña para recoger el precio de su
obsecuencia.
Aún así, pasamos de una crisis a la
otra, la inversión no llega, la ley de la oferta y la demanda funciona pero
al revés, y hacia el frente sólo vemos incertidumbre, noche negra, confusión,
más precariedad, más pobreza, más indigencia y su corolario: más
concentración de la riqueza en manos de un puñado de privilegiados.
Para salir del marasmo, la FED, el
banco central del imperio, le ofreció “incentivos” a la inversión privada
bajando las tasas de interés durante más de una década y manteniéndolas en
cero durante seis años. Paralelamente, la FED creó montañas de dinero
ficticio, para ponerlo a disposición de la banca, que debía prestárselo al
sector privado para que este invirtiese. Los resultados están a la vista.
Billones de dólares generosamente surgidos de la nada aceleraron la
especulación financiera, crearon burbujas hasta en China, y trajeron consigo
nuevas crisis.
Confrontado a una interminable
recesión, ¿qué hizo Japón? Crear moneda ex nihilo, ofrecérselo a la banca
japonesa, que a su vez lo utilizó para especular, y Japón sigue sumido en una
crisis más larga que los culebrones turcos: más de treinta años y contando…
El Banco Central Europeo, agobiado
por la crisis de la deuda soberana, por una recesión que cobra visos de
depresión, por decenas de millones de parados que no encuentran empleo, por
el hundimiento de las economías de los países que componen la Unión Europea,
no encuentra nada mejor que crear moneda de la nada, bajar las tasas de
interés, ofrecerle aún más “incentivos” a la banca privada, mientras consagra
la austeridad para los Estados y los hogares.
Las medidas del BCE, “de una
amplitud más que masiva”, incluyen la baja de la tasa de interés de 0,05% a
un… 0,00%, no sé si ves “la amplitud más que masiva”. Si las empresas no
invierten porque el precio del dinero es de un 0,05% ANUAL… ¿tú crees que se
precipitarán a pedir créditos al cero por ciento?
La banca privada recoge billones de
euros del BCE y rehúsa darle créditos a quién los necesita: la pequeña y
mediana empresa. Por eso no encuentra otra solución que depositarlos,
¿dónde?, en el mismo BCE que se los ha prestado.
El BCE inventa pues un recurso genial:
en vez de pagarle intereses al dinero que le depositan, cobra por guardarlo.
“La amplitud más que masiva” de sus medidas va hasta cobrar un 0,4% por el
dinero que le llega. Paga “una tasa negativa”, como dicen los “expertos”,
para que la liquidez de la banca no duerma (sic).
Y ni aún así: los bancos privados
pagan por el dinero que depositan, en vez de meterlo en la economía real.
Alemania y Francia cobran por los
créditos que le piden a los mercados financieros. Como lo lees. No sólo no
pagan intereses, sino que devuelven menos de lo que les prestan. Los
“intereses negativos”, genialidad financiera que conviene no perder de vista.
El BCE propone pagarle un bono a
los bancos que prestan plata. O sea pagarles por hacer su trabajo, que
consiste en ganar plata acordando créditos. No te sorprendas: los genios de
los gobiernos chilenos hacen lo mismo con el Transantiago. Pagan más de lo
que debiesen, en la esperanza de ver transformarse el sapo en príncipe azul.
Mejor aún. Hasta ahora el BCE
inventaba 60 mil millones de euros mensuales, para liberar a la banca privada
de los créditos acordados y sus eventuales riesgos. Ahora inventará 20 mil
millones de euros más para comprarle a la empresa privada los riesgos en que
ha incurrido para hacer su trabajo.
¿Capital de trabajo? Ya no es
necesario: paga el BCE. El empresario ya no es “un amante del riesgo”, sino
un ternero amorrado a la teta del BCE.
Curiosamente, el BCE, tan inventivo
y capaz de tomar medidas “de una amplitud más que masiva”, tiene prohibido
prestarle a los Estados. Y desde luego a los hogares.
Mario Draghi, presidente del BCE y
ex esbirro de Goldman Sachs, se pavonea: “esto demuestra que nos quedan
municiones”, declara. Uno se pregunta cuales. Porque llegados a este punto
sólo faltaría que vivamos todos sin trabajar gracias al dinero que el BCE
inventa de la nada.
Los “traders”, tan imbéciles como
de costumbre (no lo digo yo, lo dice Alain Minc, un eminente neoliberal),
saludaron las medidas “de una amplitud más que masiva” con una subida general
de las Bolsas un día, y una bajada general al día siguiente.
Como quiera que sea no se han
creado nuevos empleos, la inversión productiva sigue en la lista de los
desaparecidos en combate, la economía en recesión y, horror de los horrores,
la inflación no viene. Como en el chiste del gorila, no escribe ni manda
fotos.
Porque esa es la última perla: como
dice Mario Draghi, “hay que estimular la inflación”. Comprenda quién pueda.
Se han pasado 40 años luchando contra la inflación (que según nuestros
“doctores en economía” daña a quienes viven de un salario modesto), y ahora
sólo sueñan con verla crecer.
Los analistas se dividen entre los
que desconfían de las medidas “de una amplitud más que masiva”, y los que
piensan que son inútiles. Puede que sea porque hace 40 años que estamos en lo
mismo, y cada día que pasa vemos los resultados.
Jodidos resultados…
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