Grecia - La Huelga General del 4 de febrero y el nuevo contexto político
Charles-André Udry - Antonis Ntavanellos
A l´encontre
Traducción de Viento Sur
El pasado 4 de febrero, la huelga
general en Grecia, fue la más importante de las que se conoce desde finales de
2011. Su primera característica es que hubo huelgas y movilizaciones en todas
las ciudades y pueblos, grandes y pequeños. Se contabilizaron 111
manifestaciones. En islas como Rodas, Corintia y otras más pequeñas, las
movilizaciones tuvieron una dimensión desconocida hasta ahora: el activismo
radical de los agricultores. No se pudo inaugurar la tradicional feria en
Salónica. La policía se vio desbordada y el espacio de la feria fue ocupado por
campesinos encolerizados. Según diversos reportajes, incluso la propia policía
no se veía muy motivada.
En general, y según el instituto de
estudios sindicales, el índice de participación en la huelga propiamente dicha
se situó entre el 50 y el 55% en el sector de la enseñanza y en la función
pública local, cifra que es necesario comparar con el 10 y el 15% de la huelga
de enero. En Atenas, la manifestación reunió entre 60 000 y 80 000 personas.
Como es habitual, Pame, la organización de masas del KKE (PC), se manifestó
aparte, reuniendo cerca de 20 000 personas. La composición de la movilización,
los sectores que participaron en él, muestra la emergencia de un bloque social
que se opone a las medidas gubernamentales. Las fuerzas de la derecha harán
todo lo posible por quebrar esta dinámica. Pero para sectores enteros de la
sociedad, lo que está en juego es su supervivencia. La determinación de los
agricultores, o de quienes ven que sus pensiones se pueden reducir de 1000 a
600 euros, es cada vez más firme.
Es cierto que el futuro de estas
movilizaciones no se parece a las de 2011 que tenían en perspectiva un gobierno
de izquierdas. Y es ahí donde convergen la cuestión social y la política; es
decir, la puesta en pie de un programa de transición creíble a partir de las
necesidades sociales, que las haga converger en términos de derechos y de
expresión política, lo que, necesariamente, pasa por su carácter negativo. Es
decir, por plantearse como objetivo el derrocar al gobierno Tsipras2 [el
segundo gobierno de Tsipras, formado en julio de 2015 tras la expulsión del
gobierno de quienes votaron en contra del rescate, ndr] que aparece como la
mediación para implantar el Tercer Memorándum. A menudo, los partidarios de la
autonomía de lo social no comprenden esta fase negativa, que forma parte
integral de la lucha de clases, en la que la construcción de un bloque social
(con una militancia arraigada en una experiencia nueva, porque el contexto
político y sus características en términos de temporalidad y en la
configuración de lo fundamental de las fuerzas actuales, más allá de la inercia
histórica, es nuevo) se basa en iniciativas políticas de organizaciones que
entran en sintonía con las distintas pulsiones que existen en una sociedad
brutalizada. La intervención en torno a ellas puede, al menos de forma parcial,
permitir su amalgama y hacerlas converger para poner en cuestión, en el fondo,
las leyes y decretos que, tanto de hecho como en su desarrollo, son fruto del
Tercer Memorándum. Esto conlleva una desestabilización directa de los pilotos
"nacionales" e "internacionales" del ajuste del memorándum.
Según una reciente encuesta, Tsipras se sitúa en el 15% de intención de voto,
lo que muestra su debilitamiento.
A esto se le añaden los debates
estratégicos sobre "¿qué hacer hacia delante?"para bloquear la
aplicación del memorándum y, a través de estas resistencias, elaborar un plan
de urgencia que defina las líneas fuertes que se integren en una perspectiva
global. Una perspectiva determinada por una crisis institucional y económica
europea y una situación de guerra. Un término y una realidad que tienen una
resonancia particular en Grecia, no solo bajo el impacto de la tragedia de una
crisis como la del derecho a la vida de la gente refugiada sino, también, del
papel de Grecia en el dispositivo de la OTAN y de sus alianzas con el Estado
sionista, promovido por el ministro de defensa, Kammenos, por no citar la
historia, que aún está presente en la memoria, de los conflictos sociales de
una dureza extrema que han forjado el presente reciente del país.
La construcción y el desarrollo de la
Unidad Popular (UP) pasan, a la vez, por la integración de esas experiencias de
lucha, su participación en la reflexión sobre las mismas (desde las asambleas
preparatorias de la movilización a las del balance, analizando la situación y
señalando los desafíos futuros) y los debates y diálogos internos necesarios
para la reconstrucción de una representación de los objetivos políticos que
vayan más allá del derrocamiento del gobierno Tsipras2. Lo que conduce al
inicio de la desintegración de los fundamentos institucionales europeos.
De ahí la importancia de la convergencia
práctica de la izquierda radical griega -en particular de la UP y sus
componentes- con fuerzas análogas, por no decir similares, dispuestas a
participar activamente en los conflictos sociales y políticos que están a la
orden del día, en numerosos países de Europa. No se trata de debates
académicos, sino de la confluencia de praxis reflexivas de actores colectivos y
organizados -para retomar un término a la moda y a menudo sesgado porque
neutraliza el punto de vista político-ideológico. Un reencuentro que camine
hacia una actividad que dé sentido a la acción y a la representación que pueden
darse "los de abajo" en sus luchas para un futuro diferente. No se trata
de la repetición de un "horizonte de espera" formula que se hizo
famosa en los años 1990.
Es a través de esos pasos, que se
presentan como retos permanentes, como se puede ir forjando una conciencia de
clase, que también se forja en el enfrentamiento con la clase dominante y sus
expresiones políticas y gubernamentales, así como con su programa y sus
proyectos. Poniendo a la cabeza de Nueva Democracia (ND) a Kyriakos Kotsotakis
(elegido presidente de ND el 10 de enero de 2016), las clases dominantes griegas
tratan de responder a la crisis abierta de liderazgo que padecen desde
2011-2012. El futuro del gobierno Tsipras2 está en gran parte determinado por
la recomposición de los liderazgos políticos de las clases y fracciones de las
clases dominantes en liza; una recomposición que se realizará bajo el fuego de
batallas multiformes. (C.-A. Udry)
De las elecciones del 20 de septiembre a
la huelga del 4 de febrero
Antonis Ntavanellos
En las elecciones del 20 de septiembre
de 2015, la plana mayor de Tsipras -con la generosa ayuda de los acreedores y
la clase dominante del país, que carecía de "líder"- logró el éxito
de sus sueños: la exclusión del parlamento de la UP, la supervivencia electoral
de ANEL (Griegos independientes, cuya figura pública es Panos Jammenos, ministro
de Defensa), la entrada en el parlamento de los "tontos útiles" de
Vassilis Lecentis (Unión de centristas), la fragmentación de la cólera social
contra el tercer memorándum y la casi extinción de la dinámica socio-política
del NO que se expresó en el referéndum del 5 de julio de 2015, que se traduce
en la abstención… En aquel momento, muchos análisis contemplaban a Tsipras como
"hegemon" (una especie de soberano dominante) y a Syriza como un
partido con futuro.
Éramos pocos quienes insistíamos -sobre
todo y para bien: la dirección de la UP- sobre algunos elementos de
inestabilidad en la situación política general:
1. Que las elecciones del 20 de
septiembre fueron una usurpación. Usurpación favorecida por un elemento clave:
no estaban definidas las medidas concretas del Tercer Memorándum y no se podían
evaluar su efectos.
2. Que la promesa de un programa
paralelo gestionado por el Gobierno Syriza-ANEL (para contrarrestar los efectos
del Memorándum realizada por Tsipras durante la campaña) suscitaba tanto la
desorientación como ilusiones; más aún debido al recrudecimiento de las
condiciones de vida cotidianas.
3. Que la aversión del electorado hacia
Nueva Democracia actuaba a favor de Maximou (residencia gubernamental).
Sin embargo, este panorama iba a cambiar
en los próximos meses y asistiríamos a una nueva ola de descontento social en
cuanto se presentaran las primeras medidas reales recogidas en el acuerdo del
13 de julio firmado en Bruselas por Tsipras y Euclide Tsakalotos, actual
ministro de finanzas. Entre ellas, la contrareforma de la Seguridad Social, que
aparecía como la más importante.
En base a ello consideramos que
entrábamos en un período marcado por la inestabilidad política y enfocamos y
planificamos nuestra intervención política con la orientación de consolidar la
perspectiva de luchas sociales y políticas que no tardarían en llegar.
Se trataba de una previsión, a la
izquierda de Syriza, que iba a contracorriente de la representación
mayoritaria. Pero cuando apenas han transcurrido cinco meses, en febrero, esta
apreciación se ha visto confirmada bastante más de lo que apuntaban nuestras
previsiones.
La plana mayor de Tsipras se encuentra
ante el grave riesgo de una crisis incontrolable, de un hundimiento real. El
debate abierto sobre "la ampliación" del bloque parlamentario/1 que
sostiene al gobierno con la participación de Leventis, de To-Potami (El rio) e,
incluso, del PASOK; el debate abierto sobre una ampliación mayor que integraría
a Nueva Democracia en una fórmula de gobierno de unidad nacional o, incluso, la
posibilidad de nuevas elecciones (¡las cuartas en menos de 12 meses!) demuestra
la gravedad de esta inestabilidad. Como ha recordado Zoe Konstantopoulou
(expresidenta del Parlamento), Tsipras mismo había defendido que medidas tales
como la contrareforma de la Seguridad Social de Giorgios Katrougkalos (Ministro
de trabajo, de la solidaridad y de la Seguridad Social) no podrían ser
impuestas mas que a través de un gobierno de unidad nacional o de una
dictadura/2… Un partido como Syriza, a pesar de su transformación neoliberal,
no puede llevar a cabo de forma "normal" y continua una restricción
tan reaccionaria de los derechos democráticos y sociales y, más en concreto, de
la Seguridad Social. Estas medidas no pueden sino alimentar la crisis entre
quienes continúan en Syriza, incluso entre las y los electos a nivel municipal,
regional o nacional.
El movimiento
En el trasfondo de la crisis
gubernamental se encuentra la expresión inmediata de un movimiento de masas en
defensa de la Seguridad Social. Los recientes admiradores de Tassos Giannitsis
(a la cabeza de Hellenic Petroleum Co SA, de diciembre de 2009 a noviembre de
2011, después ministro del interior del llamado gobierno técnico de Lucas
Papademos del 11 de noviembre 2011 al 18 mayo de 2012) no deberían olvidar su
precipitado fin, ni el de Kostas Simitis/3 que se ha retirado (incluso como
diputado del Pireo) tras haber sido, hasta ahora, el líder todopoderoso de la
"modernización"…
La masiva participación en las
manifestaciones (de entrada, de profesiones liberales -abocados,
investigadores, científicos, médicos, etc.-, después de empleados de las
administraciones, de los puertos, aeropuertos, banca, justicia…, las escuelas
que tenían prevista la movilización para el 3 de febrero) sitúan al gobierno
ante un panorama de riesgo, dado que el movimiento en defensa de la Seguridad
Social y el cargarse el plan de Katrougkalo entra en el terreno de lo posible.
Los lacayos del sistema presentan
"análisis" que subestiman la importancia de estas movilizaciones. El
"automatismo social" es decir, la desconexión entre el movimiento
social y sus repercusiones y expresiones políticas conoce de nuevo días de
gloria y esta vez está impulsado por corrientes de "izquierda".
Nos dicen que los trabajadores
independientes, que los empleados de las administraciones y los agricultores no
constituyen grupos homogéneos y, por lo tanto, están sometidos a un tipo de
fragmentación automática propio de fuerzas centrípetas incontrolables.
Sabemos, desde siempre, que existen
abogados, ingenieros y agricultores ricos. También sabemos que existen
direcciones político-sindicales que apoyaron el SI en el referéndum del 5 de
julio de 2015 y que actualmente aceptan el Tercer Memorándum; pero están
obligadas a participar en las manifestaciones y buscar la posibilidad y la
forma de llegar a un acuerdo con Katrougkalos para reducir el cabreo de la base
social de sus propias organizaciones.
Esta constatación da pie a nuevas tareas
para la izquierda radical, que tiene que mermar la influencia de estas
direcciones adaptacionistas, cooptadas por el poder bajo diversas formas. La
Unidad Popular trabaja en esa dirección. Pero ello no cambia en nada el hecho
de que la movilización de los llamados trabajadores independientes y de los
agricultores tiene una importancia decisiva. En el movimiento de masas real
jamás ha existido la pureza química…
El segundo argumento tiene que ver con
la supuesta no-participación, en las movilizaciones, de las y los asalariados.
Estas líneas están escritas antes de la huelga general del 4 de febrero y
desconocemos aún la amplitud de la respuesta que dará la clase obrera a estos
disecadores de cadáveres. Pero la atmósfera política previa a la huelga es
evidente: la conjunción en la calle de los trabajadores y trabajadoras con los
agricultores y los profesionales liberales o los empleados y empleadas de las
administraciones públicas hará aumentar la presión sobre el gobierno a un nivel
que tiene todos los rasgos de convertirse en una pesadilla. Y, evidentemente,
nadie tiene el derecho de subestimar la importancia de las resistencias obreras
anteriores aunque fueran de menos envergadura: las iniciativas de ADEDY (sector
público) y algunos sindicatos sectoriales que abrieron la vía para que ahora se
transforme en una especie de gran boulevard. La fuerza del movimiento de base
es el factor en el que tendríamos que fijar toda nuestra atención.
La política
En estas condiciones el gobierno tiene
un problema adicional. Los acreedores -que tienen sus propios problemas en el
contexto de la prolongación de la crisis internacional- no conceden ningún
"alivio". Las directivas que vienen de Europa exigen que el programa
se aplique; es decir, exigen que el apoyo político al gobierno se amplíe. Solo
que, en esta ocasión, resulta bastante improbable que den su visto bueno a
nuevos movimientos tácticos (nuevas elecciones a corto plazo), que conlleven el
riesgo de retrasar la aplicación del memorándum e incrementen los factores de
inestabilidad más allá de las fronteras griegas.
Tsipras admite que busca un
"consenso nacional". La posibilidad de ampliar el gobierno
permaneciendo como primer ministro exige encontrar aliados más allá de
Leventis, To Potami y el PASOK, que les gustaría aceptar jugar ese papel pero
que no permiten dar la imagen de una ampliación política seria. Y el escenario
de una verdadera unidad nacional, con la participación de Nueva Democracia,
plantea la cuestión de descartar a Tsipras y su papel como símbolo de un
período.
¿Existen en Syriza fuerzas que a favor
esta eventualidad y que se propongan como alternativa parcial a Tsipras?
Estos impasses nos llevan, de nuevo, a la
posibilidad de nuevas elecciones. En el pasado, Alexis Tsipras reprochó al ala
izquierda de su partido que buscara "escaparse". (referencia a los
debates y enfrentamientos en Syriza, tanto en relación a las votaciones en el
Parlamento -dado el rechazo de las y los electos de Syriza al acuerdo del 13 de
julio, por una parte, y sobre las modalidades y la fecha de las elecciones, por
otra). Ahora es probable que tenga necesidad de elecciones para escapar a un
desplome vergonzoso. Pero esta vez, esa táctica no va a resultar fácil: no
contará ni con el consenso de los acreedores, ni con la cooperación de las
estructuras del aparato gubernamental y de los sectores dominantes. Además, la
victoria de Syriza en unas elecciones está lejos de estar garantizada.
Las condiciones cambian rápidamente. En
este contexto, la izquierda radical tiene que intervenir y participar con todas
sus fuerzas para que las luchas salgan victoriosas y derrotar la
contrarreforma. Para echar por tierra el Tercer Memorándum y convertir en papel
mojado el acuerdo del 13 de julio en Bruselas. Se trata de defender los
derechos sociales, los del proletariado en un sentido amplio y los de sus
aliados (desde los agricultores hasta los sectores de las clases intermedias)
trasladando la factura al conjunto de los ricos y dominantes.
Notas de Redacción de A l’Encontre
1/ La dirección de Syriza gubernamental
ha organizado reuniones con parlamentarios de Syriza para lanzarles este
mensaje: si votáis contra las leyes que derivan del III Memorándum, tendréis
que renunciar a vuestro escaño y trasmitírselo a otro a cambio de recibir una
indemnización.
2/ En una entrevista publicada en el
diario económico francés La Tribune, el 20 de enero, Giorgios Katrougkgalos
afirma: "El Memorándum nos obliga a efectuar economías del orden del 1%
del PIB; es decir, 1,7 mil millones de euros. Actualmente nos faltan 600
millones para alcanzar este objetivo. Estamos planteando a los acreedores que
acepten financiarlos mediante el incremento de las cotizaciones salariales a la
patronal para evitar una nueva reducción de pensiones. La patronal griega
aceptó esta idea, porque comprende que un recorte de las pensiones tendría una
efecto recesivo sobre la economía. El 52% de las familias griegas reciben
ayudas por parte de las y los pensionistas y la pensión media ya se vio
reducida en un 40%. No hay más margen de maniobra para nuevos recortes."
Sin embargo, las medidas propuestas por la neo-Troika imponen recortes que van
más allá de esos objetivos.
3/ Kostas Simitis, tras su derrota
electoral en 2004, continuó como diputado y miembro de la Comisión de defensa y
de asuntos extranjeros en el Parlamento. En 2007 fue reelegido y se enfrentó a
su sucesor a la cabeza del Pasok, Georges Papandreu. En junio de 2008, fue
excluido del grupo parlamentario del Pasok tras haberse opuesto a la propuesta
de Papandreu de someter a referéndum popular el Tratado de Lisboa. Kostas
Simitis trabajó en la elaboración de ese Tratado en el célebre Grupo Amato,
cuyo nombre viene de Giuliano Amato, antiguo vice-presidente de la Convención
europea. En ese grupo, se encontraban personalidades políticas como Michel
Bernier, exministro de exteriores y después comisario europeo, Jean-Luc
Dehaene, antiguo primer ministrobelgha, Otto Schily, con una extraña trayectoria
y que fue ministro del interior en Alemania, el poco más tarde famoso Dominique
Strauss-Kahn y Antonio Vitorino, antiguo comisairo europeo de Portugal. La
referencia a Kostas Simitis noe lleva al debate sobre la estructura y el
contenido de los tratados referentes a la construcción de la Unión europea y de
su moneda.
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