El despliegue internacional del nuevo imperialismo chino
Pierre Rousset
Europe solidaire
Traducción de Viento Sur
El despliegue internacional del nuevo
imperialismo chino ha sido muy rápido estos últimos años en todas las
vertientes: económica, diplomática, militar, influencia regional o global… Es
cierto que en muchos terrenos partía de un nivel muy bajo y que dicho
despliegue es bastante desigual. El camino hacia la consolidación de su
posición en el mundo sigue estando sembrado de escollos, desde la respuesta de
Washington hasta las fragilidades internas y el riesgo de crisis de liderazgo.
La condición de superpotencia única de EE UU no está en tela de juicio, pero
sobre el terreno, la iniciativa la tiene a menudo Pekín, no en vano ha pasado a
ser la segunda potencia mundial. No es poca cosa.
Ruptura con el pasado
Como en muchos otros ámbitos, la
política exterior del Partido Comunista Chino (PCC) marca una ruptura radical
con el pasado: el régimen hace gala ahora de una ambición planetaria de gran
potencia y de un expansionismo declarado, en contraste con la postura
“estratégica” ante todo defensiva de la época maoísta. Tras la proclamación de
la República Popular en octubre de 1949, la dirección maoísta quería
consagrarse a la consolidación del nuevo régimen y a la reconstrucción de un
país devastado por la guerra. No le resultó fácil, pues tuvo que intervenir en
defensa propia en la guerra de Corea (1950-1953), donde forzó al ejército de EE
UU a retirarse más allá del paralelo 38º. Con el fin de “contener y rechazar” la
revolución china, Washington estableció un “cordón de seguridad” más vasto
incluso que el de la frontera oriental de Europa. Este dispositivo sigue
existiendo hoy en gran parte, con las bases estadounidenses existentes en Corea
del Sur, Japón (Okinawa), Filipinas (donde goza de un “derecho de visita
permanente” en los puertos del archipiélago), la VII flota en el mar de China…
El régimen del Kuomingtang en Taiwán era
entonces miembro del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas como único
representante de toda China. EE UU tomó el relevo de Francia en Vietnam, apoyó
el golpe de Estado de Suharto en Indonesia y el baño de sangre anticomunista
que siguió (1965). Favoreció la contrainsurgencia en Malasia y después en
Filipinas y Tailandia. Pekín respondió ayudando a Vietnam en la guerra contra
la ocupación francesa, prestando un apoyo comedido a las guerrillas maoístas en
la región (Tailandia, Malasia), y sobre todo lanzando una vasta operación de
“desaislamiento diplomático”, encabezada por Zhu Enlai como figura de proa. La
República Popular participará en la conferencia de Bandung, en Indonesia
(1955), que impulsó del Movimiento de los Países No Alineados. El perfil
político que presentó era modesto. Los dirigentes chinos pidieron disculpas por
los males causados en el pasado por el régimen dinástico a los pueblos de la
región. El discurso era muy diferente del que prevalece hoy, caracterizado por
una retórica nacionalista de gran potencia que se reivindica de la grandeza
pretérita del Imperio del Centro y repite hasta la saciedad que China “no
cederá ni un centímetro del territorio sagrado del país”. Cosa que conociendo
la historia es, como señala Au Loong-Yu, un sinsentido. En efecto, “el PCC ha
negociado en muchas ocasiones las fronteras con sus vecinos durante sus casi
siete décadas en el poder. ¿Ha afirmado siempre que le pertenecen en su
totalidad los territorios heredados de la dinastía Qing o de la República de
China? Claro que no. Sin duda no fue el caso con respecto al acuerdo con Corea
del Norte, suscrito después de la fundación de la República Popular/1.”
El conflicto chino-soviético surgió a
comienzos de la década de 1960. En la guerra fronteriza entre China e India
(1963), Moscú apoyó a Nueva Delhi. Stalin negoció un acuerdo nuclear con EE UU
sin incluir a China en las conversaciones. La dirección china operó entonces un
giro radical en materia de política internacional: la URSS pasó a ser el
“enemigo principal”. En 1969 tuvieron lugar enfrentamientos armados entre los
dos países junto al río fronterizo Usuri. La dirección china estableció
entonces relaciones con Washington. A partir de 1971, Pekín sustituyó a Taiwán
en el Consejo de Seguridad de la ONU. El año siguiente, Nixon viajó a Pekín, en
plena escalada militar en Indochina; el PCC “aconsejó” entonces a los
vietnamitas que no buscaran la victoria, sino un acuerdo de partición análogo
al de Corea o Alemania. Más tarde se formó una alianza ideológicamente contra
natura entre los Jemeres Rojos en Camboya, China y EE UU, que daría pie a la
guerra chino-vietnamita en 1978-1979. Ese último año, China y EE UU anunciaron
el restablecimiento de relaciones diplomáticas oficiales.
Treinta años después de acceder al
poder, Deng Xiaoping, verdadero renacido, pudo preparar las “reformas” que
conducirán al restablecimiento del capitalismo en China. Por entonces, el país
ya tenía los atributos de gran potencia: poseedor oficial de la bomba atómica,
es miembro permanente del Consejo de Seguridad con derecho de veto. Pekín tiene
también una obsesión, que marca la continuidad con la época maoísta: evitar
todo aislamiento. Esto puede sonar extraño cuando se trata de un
país-continente del tamaño de China, pero lo cierto es que su frontera
terrestre puede verse bloqueada por una alianza ruso-india, al igual que su
acceso al océano por un rosario de archipiélagos en una zona marítima bajo
hegemonía de EE UU.
La rápida inserción de China en la
economía mundial no estaba exenta de peligros. Las condiciones de admisión del
Fondo Monetario Internacional (FMI) son particularmente favorables a las
multinacionales y el régimen tenía que recuperar el control de la economía, a
comienzos de la década de 2000, para evitar una neocolonización interna del
país. Las relaciones con EE UU seguían siendo tensas, como demuestra el
bombardeo en 1999 de la embajada china en Belgrado, durante la crisis
yugoslava. Como nueva potencia capitalista, China se enfrenta a la disyuntiva
de acceder al rango de imperialismo o de recaer en una condición subalterna,
que podría poner en entredicho incluso su unidad (otra obsesión del régimen
chino desde 1949, no en vano el país ha conocido el desmembramiento a causa de
las concesiones al imperialismo tras las guerras del opio y durante el
posterior reinado de los señores de la guerra).
La nueva doctrina militar
Toda gran potencia ha de ser una
potencia militar, y en especial ha de serlo todo nuevo imperialismo. Necesita
poder proteger por sí mismo sus intereses en el mundo, en particular las vías
de comunicación. Así, la doctrina militar china ha cambiado profundamente. Bajo
Mao, la clave era el ejército de tierra, combinado con la inmensidad del
territorio: quien invadiera China, se perdería en el camino. Bajo Xi Jinping,
actual presidente y hombre fuerte del régimen, la clave es la marina, que
permite proyectar su poderío mucho más allá de las fronteras.
En el plano militar, el juego de ajedrez
interimperialista tiene lugar en gran parte en los océanos. La nueva doctrina
china se oficializó con la publicación, el 26 de mayo de 2015, de un Libro
Blanco dedicado por primera vez a la estrategia militar y según el cual “la
seguridad de los intereses de ultramar [de China] en la energía y los recursos,
de las vías marítimas estratégicas, así como de las instituciones, del personal
y de los activos presentes en el extranjero, es objeto de gran preocupación.
[…] con la expansión de los intereses nacionales chinos, la seguridad nacional
se ha vuelto más vulnerable a los tumultos regionales e internacionales, el
terrorismo, la piratería, las catástrofes naturales y las grandes epidemias.”
Para un experto del SIPRI/2, “los negocios marítimos en la región y la
protección de los intereses extrarregionales de una China globalizada se
combinan en la construcción de la potencia naval china. […] El cambio de tono
salta a la vista con respecto al último Libro Blanco, que ponía el acento en la
cooperación internacional del Ejército Popular de Liberación en el seno de
misiones multilaterales/3.”
La dirección china ya no oculta sus
ambiciones: el pasado 3 de septiembre, con motivo del aniversario de la
capitulación de Japón en 1945, el régimen organizó un insólito gran desfile
militar, al estilo soviético o francés, para hacer una demostración de fuerza,
lo que provocó la inquietud entre sus vecinos. La reconversión de las fuerzas
armadas chinas llevará su tiempo. No ha concluido ni mucho menos, pero los
avances son notables. China ha pasado a ser la segunda potencia militar del
mundo (aunque muy por detrás de EE UU/4). Posee ya un portaaviones comprado a
Rusia y está construyendo otro más, lo que le permitirá asegurar la continuidad
del servicio y además enviar uno a un teatro de operaciones exterior y mantener
el otro en sus aguas territoriales. China no domina todavía el sistema de
catapulta y utiliza la técnica del puente inclinado. En cambio, está
desarrollando un programa de misiles balísticos antinavío de categoría única en
el mundo: el DF-21 D (por dongfeng, o “viento del este”).
El talón de Aquiles chino, tanto
respecto al material como a las tropas, es que no han sido probados en
conflictos reales. China carece de experiencia bélica desde la invasión en
Vietnam en 1978-1979. Por parte china todavía se aplicó entonces una estrategia
“a la antigua”, por oleadas de asalto masivas. Las tropas chinas participan
actualmente en numerosas intervenciones de la ONU, particularmente en África,
donde pueden acumular cierta experiencia. Actúan en operaciones conjuntas
contra la piratería y están adquiriendo cierta independencia operativa,
llevando a cabo especialmente importantes operaciones de evacuación de sus
nacionales en Libia (2011) y Yemen (2015). Sus navíos de guerra patrullan en el
golfo de Adén y a lo largo de las costas orientales de África.
La decisión de implantar en Yibuti una
primera base militar en el extranjero ya se ha tomado y han comenzado las
obras. “El presidente Ismaíl Omar Guelleh parece dispuesto a hacer todas las
concesiones que hagan falta para complacer a su homólogo chino. […] De fuentes
no oficiales se avanza la cifra de 10 000 militares chinos desplegados en
Yibuti, frente a los 4 000 de EE UU. Estos últimos han sido conminados por el
gobierno yibutí a que abandonen la base secundaria de Obock para concentrarse
en la de Camp Lemonnier, a fin de hacer sitio para los chinos. […] Pekín y
Yibuti están a punto de sellar una alianza estratégica importante que hará de
este pequeño Estado, enclavado en un extremo del Cuerno de África, la etapa
obligada de China en su famosa nueva ’ruta de la seda’, que comunica China con
África pasando por el golfo Pérsico/5.”
Walvis Bay representa otro proyecto, tal
vez el más avanzado en la región; se trata de la construcción de un puerto
chino en la costa de Namibia, desde el que también es posible controlar las
principales rutas del comercio internacional/6. China ya cuenta sobre el
terreno con un sistema de seguimiento por satélite, ¡y no es el único! Pekín
tiene en estudio la creación de 18 bases militares en el extranjero, y no solo
en África/7. La globalización de enclaves extraterritorializados bajo control
chino se lleva a cabo de diversas formas. La Patagonia constituye un ejemplo interesante.
Pekín necesita estaciones de vigilancia en el hemisferio sur y, con este fin,
ha concluido un acuerdo con Buenos Aires. La agencia china de lanzamiento y
control de satélites ha construido una en la provincia patagónica de Neuquen.
El centro ha sido cedido al operador chino –que de hecho resulta ser el
ejército– por un periodo de 50 años. Es de suponer que no se limitará a
desarrollar allí su programa de exploración lunar. Más en general, Pekín
multiplica los acuerdos que autorizan a sus fuerzas a utilizar las
instalaciones portuarias en un número creciente de países, y compra además un
número creciente de puertos en todo el mundo, siendo la última adquisición la
del Pireo en Grecia.
Dentro y fuera de los organismos
internacionales
China se ha convertido en un agente
diplomático de primer orden, como ilustraron las recientes negociaciones
climáticas o las que tienen lugar en estos momentos en Afganistán. Siendo la
segunda economía más grande del mundo, su peso no cesa de aumentar en el seno
de los organismos internacionales. Se ha adherido al Centro de Desarrollo de la
OCDE, y su moneda, el yuan (renminbi), forma parte de la cesta de divisas que
componen el sistema de derechos especiales de giro del Fondo Monetario
Internacional. Al mismo tiempo, Pekín despliega sus propias instituciones
financieras internacionales. Numerosos países avanzados y emergentes (Francia,
Reino Unido, Rusia, Brasil, Dinamarca, etc.) se han unido, para disgusto de EE
UU, al Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (Asian Infrastructure
Investment Bank, AIIB) desde su inauguración en 2014. Se trata explícitamente
de una alternativa al Banco Asiático de Desarrollo, controlado por Japón y EE
UU, y un desafío lanzado al sistema financiero creado tras la segunda guerra
mundial.
La dirección china ha puesto en marcha
dos grandes proyectos, concretamente dos “nuevas rutas de la seda”, una
terrestre en dirección a Asia Central (antiguas repúblicas musulmanas de la
URSS) y otra marítima en dirección a África. Además de transporte de
mercancías, se trata de constituir verdaderos pasillos de inversión, con el
punto de mira puesto especialmente en Kazajstán, es decir, en la zona de
influencia tradicional de Rusia, donde se ha abierto un nuevo frente de la
batalla de la energía (petróleo, gas…), y el golfo Pérsico.
China ha forzado la entrada en los
clubes tradicionalmente controlados por algunos imperialismos tradicionales o
Rusia, como el de la energía nuclear, la aviación civil y militar, la venta de
armamentos, el espacio. Después de haber hecho alunizar una sonda en diciembre
de 2013 y desembarcado un robot de exploración, Pekín ha anunciado ahora el
proyecto inédito de situar un dispositivo en la cara oculta de la Luna. Se ha
impuesto en la producción de paneles fotovoltaicos y, al igual que Brasil, en
el sector agroalimentario (con el WH Group). Multiplica la adquisición de
empresas en Europa a través de su “brazo armado” en este terreno, la ChemChina:
“El depredador chino, ChemChina, que pesaba 39 000 millones de dólares en 2014,
no se encuentra en su fase de pruebas. Su director general, Ren Jianxi, miembro
destacado del PCC, resulta ser un maestro en el arte de adquirir empresas
europeas. En Francia, para empezar, ya compró en 2006 la sociedad Adisseo,
dedicada a la alimentación animal, filial de Rhône-Poulenc, y más tarde el
sector de la silicona de Rhodia. Más espectacular fue el rescate de la italiana
Pirelli, y estratégica la toma de control del fabricante de maquinaria
KraussMaffei, uno de los símbolos de la industria alemana, además de la
participación en la sociedad de negocios suiza Mercuria. Con Syngenta,
ChemChina espera completar una impresionante panoplia de trofeos/8.”
ChemChina también actúa, evidentemente,
fuera de Europa, como en Israel, donde ha puesto pie en una empresa
especializada en la industria agroquímica. En América Latina, Pekín negocia
bilateralmente con cada país, a menudo con éxito, imponiendo unas condiciones
muy favorables para ella (aunque no tanto como en África). Todavía quedan
regiones en las que Pekín solo avanza sus peones con suma prudencia, empezando
por Oriente Medio. El presidente Xi Jinping acaba de visitar –en un viaje que
ha sido declarado estrictamente de negocios– países como Egipto, Irán, Arabia
Saudí, etc. Se trata de reforzar la presencia china en países que están en
conflicto entre sí, en un terreno geopolítico de guerra inestable donde China
no puede, hoy por hoy, jugar fuerte. Las relaciones con Rusia también son
complejas, entre la alianza frente a EE UU y la rivalidad, así como con India,
gendarme de Asia del Sur. La penetración china es particularmente intensa en su
zona de influencia inmediata, el sudeste asiático. Sin embargo, allí es donde
toma forma la contraofensiva de Washington, incluso en el terreno militar.
La contraofensiva de EEUU
Por primera vez desde 2012, el pasado 26
de octubre unos buques de guerra de EE UU penetraron en el archipiélago de las
Spratley, invadiendo la zona de las doce millas marinas alrededor de los
islotes creados por China. Este archipiélago lo reivindican, en su totalidad o
en parte, Filipinas, Malasia, Vietnam, Brunei y China. Aplicando la política de
hechos consumados, esta última ha construido, a partir de 2014, unas islas
artificiales con ayuda de unas embarcaciones que bombean sedimentos. Ahora está
creando en ellas diversas instalaciones y pistas de aterrizaje, al igual que en
otros “puntos calientes” del espacio marítimo que se extiende del sudeste al
nordeste de Asia.
Después de haberse visto sorprendido por
las iniciativas chinas, Washington parece, sin embargo, decidido a empezar a
reaccionar. Lo que está en juego no es poca cosa: este corredor marítimo es uno
de los más concurridos del mundo, utilizado en particular para el transporte de
petróleo de Oriente Medio a Japón. Pekín reivindica su soberanía sobre lo
esencial de esta zona estratégica, considerada por los demás países un espacio
de libre circulación internacional, marítima y aérea. El imperialismo
estadounidense tiene que reafirmar su presencia, visto que sus dos aliados más
cercanos de la región se hallan en primera línea de conflictos territoriales
agudos.
Es el caso de Japón -cuyo primer
ministro, Shinzo Abe, está acelerando la militarización- y de Filipinas, que
fue una de las pocas colonias directas de EE UU (las clases dominantes de estos
dos países mantienen lazos muy estrechos). Las principales bases militares de
EE UU se hallan actualmente en Japón (Okinawa) y Corea del Sur. Pekín está
cotejando ahora a este último país, donde su influencia económica va en
aumento. Prueba de ello fue la presencia en Pekín de la presidenta surcoreana,
Park Geun-hie, con motivo del gran desfile militar del 3 de septiembre, cuando
Tokio, Washington, la mayoría de las capitales europeas y buena parte de los
países del sudeste asiático no se mostraron entusiasmados, dejaron de acudir o
estuvieron ostensiblemente “subrepresentados”.
Washington viene anunciando desde hace
varios años que su “centro de atención” pasaría a ser la zona Asia-Pacífico.
Claro que del dicho al hecho hay un gran trecho, no en vano también ha de
mantener desplegadas parte de sus fuerzas en Oriente Medio, donde están
atascadas, y en África. De todos modos, su presencia se impone en citas
políticas como la cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático
(ASEAN) y la del foro anual de la Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC).
Es probable que entremos en una nueva etapa de la confrontación entre China y
EE UU.
La crisis del mundo chino
Pekín ha sufrido recientemente una serie
de reveses políticos, particularmente en el mundo chino. La reciente derrota
del Kuomingtang en la elección presidencial de Taiwán y la victoria de una
independentista, Tsai Ing-wen, constituyen un verdadero desaire, por mucho que
esta última no vaya a modificar el estatuto formal del Estado insular. Frente a
la ofensiva del PCC, la oposición democrática de Hongkong no se doblega.
Además, en la población de esta antigua colonia británica cunden sentimientos
xenófobos contra los “migrantes” venidos de la China continental. A fuerza de
autoritarismo, el régimen acaba minando uno de sus principios fundamentales, a
saber, la existencia de “una sola China”.
A estos reveses se añade la crisis
económica y financiera de la China continental, que puede mermar los fondos
disponibles para financiar las ambiciones imperialistas del PCC, aunque
probablemente no la alterará. Al contrario, el nacionalismo de gran potencia
sigue siendo el principal fundamento ideológico del poder y el enemigo exterior
la mejor distracción de las dificultades interiores. La acusación de
actividades que atentan contra la seguridad nacional comporta además una las
principales justificaciones de una represión que no deja de agravarse.
Notas
1/ Au Loong-yu, El PC Chino, Japón y el
mar del Sur de China: http://www.vientosur.info/?article9486
2/ SIPRI : Stockolm International Peace
Research Institute (Instituto Internacional de Investigación para la Paz,
Estocolmo).
3/ Brice Pedroletti, Le Monde,
28/5/2015. Disponible en ESSF, Djibouti, capitale de la Chinafrique – Une
alliance stratégique majeure:http://www.europe-solidaire.org/spi...
5/ Sébastien Le Belzic, Le Monde,
25/1/2016. Disponible en ESSF, Djibouti, capitale de la Chinafrique – Une
alliance stratégique majeure:
6/ Sébastien Le Belzic, Le Monde,
6/4/2015. Disponible en ESSF, Afrique, Moyen-Orient : les projets de bases
militaires chinoises:http://www.europe-solidaire.org/spi...
7/ Op. cit.
8/ Véase Laurence Girard, Le Monde.
Disponible en ESSF, Acquisitions chinoises en Europe: ChemChina prêt à s’offrir
le géant suisse des pesticides Syngenta
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