México - Recaptura del “Chapo” Guzmán

Posted by Correo Semanal on domingo, enero 17, 2016

Claroscuros de la operación “misión cumplida”

El viernes 8, en la cuenta oficial de la presidencia de la república, Enrique Peña Nieto anunció la recaptura del enemigo público número 1 de México. Con un lenguaje de comandante en jefe, el mandatario twiteó en su cuenta @EPN: “Misión cumplida: lo tenemos. Quiero informar a los mexicanos que Joaquín Guzmán Loera ha sido detenido”. Comenzaban a plantearse algunas dudas.
Carlos Fazio, desde México
Brecha, Montevideo, 15-1-2016

A diferencia del 22 de febrero de 2014, cuando The New York Times y la agencia AP difundieron la imagen de la segunda captura de Joaquín el “Chapo” Guzmán en un hotel de Mazatlán, Sinaloa, ahora, a seis meses de que el capo del cártel de Sinaloa se escapara del penal de máxima seguridad del Altiplano, Peña Nieto, al igual que cuando George W Bush lanzara su “misión cumplida” en Irak en 2003, y cuando Obama anunciara al mundo que la Cia había encontrado y dado muerte a Osama bin Laden en 2011, quiso ser él, personalmente, quien diera la noticia sobre la reaprehensión del mítico traficante de drogas. Dieciséis minutos después el Chapo se posicionó como tendencia en las redes sociales y en menos de una hora ese twit presidencial había rebasado las 70 mil repeticiones.
El nuevo show mediático había comenzado también en los telenoticieros, sin más datos que los suministrados con cuentagotas por voceros de la Secretaría de Marina −que inicialmente habían presentado la información como un hecho aislado, resultado de una “denuncia ciudadana anónima” sobre la presencia de hombres armados en una vivienda de Los Mochis, Sinaloa−, y dos fotografías filtradas donde se veía a un Guzmán de rostro pensativo en el interior de un auto y otra donde aparecía esposado en camisilla y sentado en la cama de un motel.
La noticia como espectáculo tendría nuevamente a Peña Nieto como fuente principal hacia las 16 horas, cuando pronunció un discurso con datos vagos sobre el suceso, pero en el cual repitió varias veces la frase “fortaleza de las instituciones” mexicanas. El tono triunfalista fue reforzado por el secretario de la seguridad interior, Miguel Ángel Osorio Chong, quien presentó la recaptura como un logro de “todo” el gabinete de seguridad, resultado de un “operativo coordinado”, y evitó toda referencia a cualquier colaboración de Estados Unidos.
Esa noche el gabinete de seguridad nacional se reunió para presentar al recapturado. Guzmán Loera bajó de un camión blindado, para que tres militares lo subieran a un helicóptero de esa misma arma que lo regresaría al penal del Altiplano, del que se había escapado por un túnel y en una moto en julio pasado. “No existe delincuente que esté fuera del alcance del Estado mexicano”, aseveró Osorio.
A esas alturas resultaba obvio que el discurso presidencial y los mensajes de sus secretarios de Estado respondían de manera indirecta a un inusual −por virulento− editorial de The New York Times, con aseveraciones difíciles de refutar, publicado el lunes 4 y que fue prácticamente silenciado en la gran prensa mexicana. En él se descalificaba al gobierno de Peña Nieto por “eludir a toda costa la rendición de cuentas” y haber dejado impunes a los responsables de la segunda fuga del Chapo. En el texto, titulado “Las respuestas que Peña Nieto no le da a México”, el diario aducía que el gobierno no había dado una “explicación convincente de lo sucedido” ni despedido al miembro del gabinete responsable de la fuga (Osorio Chong). Pero también puso como ejemplos de la “sistemática” estrategia para minimizar escándalos, “la terca resistencia” de Peña Nieto a transparentar lo sucedido en torno a la famosa “casa blanca” adquirida de manera poco clara por su esposa Angélica Rivera y el expediente de Iguala/Ayotzinapa, donde fueron detenidos y desaparecidos 43 estudiantes. Sobre este último caso, el Times insistió en la necesidad de que Peña reconozca que su “verdad histórica” fracasó y abogó para que permitiera al Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos entrevistar a los militares que estuvieron en los escenarios de los crímenes en Iguala la noche del 26 de setiembre de 2014.
Fue en ese contexto que en su mensaje del viernes 8 Peña Nieto insistió que la recaptura del Chapo “habría de suceder”, exhortó a los mexicanos a “confiar en nuestras instituciones” y aseguró que 98 de los 122 delincuentes más buscados “ya no representan una amenaza para el pueblo mexicano”.
Telecomedia
El fin de semana, mediante filtraciones a periodistas escogidos, el gobierno comenzó a posicionar en los medios escritos algunos “detalles” de la Operación Cisne Negro, llevada a cabo por un grupo de elite de la Marina, y determinadas matrices de opinión con eje en los “errores” cometidos por Guzmán Loera en función de su vanidad y egolatría.
El sábado 9, The New York Times destapó una entrevista que Sean Penn le hizo a El Chapo en la clandestinidad en octubre para la revista Rolling Stone, gracias a la mediación de la actriz Kate del Castillo, donde el traficante alardeaba de poseer submarinos, barcos, aviones y camiones; vender “más heroína, metanfetaminas, cocaína y marihuana que nadie en el mundo”; expresaba su deseo de vivir en familia y morir de causas naturales, y donde se autodefinía: “no soy una monja, pero tampoco violento, sólo me defiendo”.
El domingo 10, la prensa mundial recogió la foto de Sean Penn y Guzmán dándose la mano en una zona montañosa del territorio mexicano, en lo que sería el inicio, aquí, de una nueva temporada de la telecomedia del traficante transformado en mito por la revista Forbes en 2011 (al incluirlo en la lista de megamillonarios del orbe), que adquiría ahora ribetes cinematográficos al incorporar a la trama, en papeles secundarios, a un actor y productor disidente de Hollywood y a Kate del Castillo, protagonista de la exitosa serie de televisión sobre narcos La reina del sur, basada en la novela del español Arturo Pérez-Reverte.
Paralelamente, ese domingo y el lunes 11 el periódico El Universal, con base en “reportes de inteligencia”, presentó una serie de fotos donde Del Castillo y Penn aparecían acompañados de abogados del narcotraficante en distintas ciudades y en un par de aeropuertos mexicanos. Es decir, un día después de la recaptura de Guzmán, el sábado, el diario había tenido “acceso” al expediente de la Procuraduría General de la República y se comenzaba a construir la nueva narrativa oficial que identificaba a la actriz como “socia” y “jefa de un plan fílmico del Chapo”, y quien junto con Penn, habían sido espiados por los servicios de inteligencia y constituido, en la práctica, los eslabones clave que arrojaron “pistas sólidas” que permitieron aprehender al delincuente. Desde allí, los principales medios locales comenzarían una campaña de estigmatización y criminalización de ambos.
El mérito era atribuido a “personal de inteligencia” mexicano. En particular, al Centro de Investigación y Seguridad Nacional, dependiente de Osorio Chong.
Por vía paralela, el operativo de propaganda “misión cumplida”, con énfasis en la “coordinación federal”, comenzaría a exhibir algunas grietas. El lunes 11 la Secretaría de Marina −el organismo de seguridad mexicano predilecto del Pentágono− entregó al consorcio Televisa un video de 17 minutos que presuntamente daba cuenta del momento en que, en un mar de tiros, un comando tomó por asalto la casa donde se había escondido Guzmán. En medio del fragor de la batalla se puede observar a un hombre sin uniforme, armamento ni protección parado, calmadamente, detrás de una puerta. Su actitud ha generado especulaciones y comentarios diversos.
En forma adicional, el jefe del operativo, denominado por un columnista como el “comandante Águila”, recreó con el periodista de Televisa Carlos Loret de Mola la presunta acción comando. Observando el video, donde aparentemente resulta un marino herido antes de entrar a la vivienda, no se entiende cómo el cinturón de seguridad más cercano al Chapo, con una Barret .50 y un lanzacohetes Rpg, no pudieron generar más bajas a sus oponentes.
Las notas sobre el “sangriento enfrentamiento” (a consecuencia del cual murieron seis escoltas de Guzmán Loera) reproducen el mismo patrón de las fuerzas armadas desde la guerra de Felipe Calderón en 2007: la eficacia de los buenos versus la impericia de los malos.
Para colmo, el Chapo se vuelve a fugar por un túnel que daba al drenaje con su principal lugarteniente, y son detenidos después de salir por una alcantarilla por dos policías federales… sin un solo disparo. Una trama que se parece más a la historia de la soldado Jessica Lynch que convulsionó a la sociedad estadounidense en 2005, cuando después de ser capturada, torturada y violada por los esbirros de Sadam Hussein fue rescatada por Fuerzas Especiales, en lo que a la postre resultó ser un montaje inventado por un gabinete de comunicación, The Rendon Group, promocionado en artículos falseados de los diarios The New York Times y The Washington Post.
La idea acerca de que puede tratarse de otra entrega pactada es rechazada por los medios progubernamentales. Pero la homo-sintonización del mensaje sobre el gran triunfo de Peña Nieto no explica por qué, con tan buenos servicios de inteligencia, no se aprovecha para desmantelar la multimillonaria y trasnacional red financiera del cártel de Sinaloa siguiendo el clásico follow the money (la ruta del dinero).
Más allá de las teorías conspirativas, existen suficientes indicios que permiten hacer un símil entre el Chapo Guzmán y Al Qaeda/Osama bin Laden: el enemigo público número uno de México y Estados Unidos siempre aparece en el escenario en momentos de crisis. Queda la interrogante de por qué no lo mataron. Tal vez, como se especula en las redes sociales, porque la telenovela debe continuar. El Chapo empezó su película filmando la parte final. La última escena será la bendición del papa Francisco a México dentro de pocos días. ¿Será?