México - La cultura del terror en las maquilas
La cultura del terror en las maquilas: persecución sindical de Lexmark en Ciudad Juárez
Eliana Gilet
desInfomémonos, 13-1-2016
Hace más de tres meses, los trabajadores
de la planta maquiladora de la rama de la electrónica que la multinacional
Lexmark tiene instalada en Ciudad Juárez, estado de Chihuahua, habían ganado
una batalla que puede parecer chiquita: un aumento de sueldo de seis pesos. De
114 que ganaban la hora, la multinacional había accedido a ajustárselo a 120.
Sí, conviene sacar cuentas: el sueldo
base que recibe un trabajador de línea oscila entre los 500 y los 700 pesos, si
corre con la suerte de que le habiliten hacer horas extra.
Como a la empresa, por un motivo nunca
revelado, le pareció que los seis pesos más para cada trabajador no
correspondían, se retractó en otorgar el aumento ya pautado. La indignación
entre los explotados trabajadores corrió más rápido que la cinta a la que están
pegados para la tarea: vamos a parar, se dijeron. Y pararon nomás.
La confianza que dan las medidas les dio
alas para reforzar la idea de sindicalizarse. Tal vez con una organización de
los trabajadores de la planta, estos atropellos no sigan ocurriendo, o puedan
pelearse cuando ocurran.
El problema fue cuando se enfrentaron al
registro del sindicato en la Junta Local de Conciliación y Arbitraje. Les
rechazaron el registro, pero sí tomaron nota de las 70 personas que se habían
presentado a fundar el sindicato independiente de trabajadores de Lexmark. Sí
los hay “blancos o charros” , agrupaciones creadas a impulso de los patrones, a
las que históricamente también se les ha llamado “rompehuelgas”, “esquiroles”,
“carneros” u otros epítetos de similar cariño.
“Lo que la Junta Local de Conciliación y
Arbitraje tiene que hacer es meramente declarativo cuando se solicita el
registro de un sindicato. El patrón tampoco tiene nada que decir en esa
decisión, pero ya ves que en 50 años no han habilitado la formación de ningún
sindicato independiente. Sí lo han hecho para los que se integran a la
Confederación de Trabajadores de México (CTM) o a la CROC (Conferación
Revolucionaria de Obreros y Campesinos). También se abstiene de dirimir un
conflicto, si el que lo solicita es el trabajador”, contó una de las
trabajadoras desde el plantón del Ángel de la Independencia.
Nótese el detalle en femenino: en la
maquila, la mano de obra está fuertemente feminizada. No cualquier mujer:
madres solteras y trabajadoras pueblan las líneas de ensamblaje.
¿Eso hace que la relación con los
patrones sea más difícil? “Hay mucho hostigamiento sexual en la industria. Lo
más común es que los jefes de línea y los supervisores exijan favores sexuales
para cosas tan básicas como darte horas extra para hacer. El salario base nunca
alcanza y ellos condicionan el tiempo extraordinario a lo que las trabajadoras
acepten darles.”
De una u otra manera, la Lexmark accedió
a esa lista de 70 personas que quieren sindicalizarse. Entre octubre y
diciembre de 2015 los despidieron a todos.
Los trabajadores despedidos instalaron
un plantón afuera de la fábrica, en conjunto con trabajadores de otras tres
fábricas de la zona que vivieron procesos similares. Aunque la rotación de
trabajadores en el rubro es alta, las chicas de la línea de ensamblaje saben
bien lo que es una “limpia” y más saben sobre las “listas negras” que circulan
entre los patrones.
“No fuimos las únicas despedidas.
También echaron a otras 14 personas a quienes amenazaron con que no cobrarían
su liquidación si se sumaban al plantón que teníamos en la puerta de la
fábrica.”
Con estas cosas encima llegaron a la
Ciudad de México: el 7 y el 8 de enero hubo un paro técnico de 700 trabajadores
(trabajan 3 mil personas en dos turnos) en el turno de la tarde, requiriendo
los 6 pesos de aumento. Seis pesos.
Para cuando llegó el tiempo de las
acciones previstas para el 9, 10 y el 11, el patrón estaba preparado: “Metió
agentes de seguridad pública, de la policía estatal y la municipal, hasta
guardias privados con perros, los metió adentro de la fábrica, amenazando a la
gente que o regresaban a su trabajo o iban a terminar como los que estaban
afuera. La gente quedó intimidada. Se vive y se trabaja en una cultura del
terror dentro de las maquilas.”
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