Chile - Agustín Edwards Eastman, dueño del diario El Mercurio
13 de
Abril 2015
Uno de los hombres más
poderosos de Chile es Agustín Edwards Eastman, dueño del diario El Mercurio.
Promotor del golpe militar contra Salvador Allende en 1973, ha logrado que los
gobiernos posdictatoriales le den cobijo. El periodista Víctor Herrero redactó
la biografía del potentado, un ejercicio que de hecho explica los entresijos de
la derecha en uno de los países más boyantes de América Latina y sirve para
asomarse a la injerencia que Estados Unidos ha tenido en la región.
Francisco Marín
Castro @amigopancho·
VALPARAÍSO.- “El Mercurio es el
mayor partido de la derecha chilena. Es la caja de resonancia donde se
defienden los derechos permanentes de la clase alta, de lo que antiguamente
llamábamos ‘la oligarquía’”, sostiene el
periodista Víctor Herrero, autor de Agustín Edwards Eastman. Una biografía
desclasificada del dueño de El Mercurio (Debate, 2014).
En entrevista fundamenta: “Ésta es una familia que lleva casi 200 años en
la cúspide del poder: Sus miembros han estado involucrados en todos los grandes
sucesos nacionales e internacionales relacionados con Chile”.
El primer miembro de esta dinastía fue el barbero George Edwards Brown, quien llegó en 1804 al puerto
de Coquimbo en la fragata de corsarios Blackhouse. Fingió
ser médico y ejerciendo como tal consiguió un capital que multiplicó en la
minería, principal actividad del norte chileno.
Sería su sexto hijo, Agustín Edwards
Ossandón, quien amasaría la fortuna que volvió a
esta familia la más rica del país. Tras su muerte –en 1878– ha habido otros
cuatro Agustines Edwards. Todos han sido los hombres más poderosos de su
tiempo.
Herrero aporta más elementos: “Promovieron la Guerra del Pacífico (1879-1883) para defender sus intereses
salitreros; conspiraron contra el presidente José Manuel Balmaceda hasta conseguir derrocarlo en
1891; financiaron la llegada a Chile de los Chicago Boys; promovieron el golpe militar contra Salvador Allende;
brindaron apoyo ideológico a la
dictadura de Pinochet, y el modelo de transición
pactada a la democracia en gran parte se cocinó alrededor de El Mercurio y de
Edwards Eastman”, expresa.
Herrero –cuyo libro es un fenómeno de ventas pese a lo cual El Mercurio no
le ha dedicado una sola línea– viene de una familia que sufrió el exilio. En
1974, cuando tenía tres años, partió a Múnich, donde vivió una década. Luego se mudó
con sus padres a Valencia, donde
aprendió bien el castellano. En 1990 él y sus padres volvieron a Chile.
Una vez en Santiago estudió
periodismo en la Universidad Católica. En 1998 viajó a Alemania, donde
ejerció en Der Spiegel. En 1999
retornó nuevamente a su país natal, donde colaboró en El Mercurio y La Tercera, los dos
diarios más influyentes del país. En este último llegó a ser uno de los
editores más importantes: el encargado de la edición dominical.
En 2003 decidió abandonar los medios tradicionales chilenos: “Se me produjo
un quiebre ideológico. (…) Cuando te das cuenta de las cosas que se tienen que
callar y autocensurar me dije: ‘No estoy dispuesto a esto ni a ser parte de
esta maquinaria’”, comenta.
Entre 2005 y 2009 radicó en Nueva York, donde
ejerció como editor coordinador en The Wall
Street Journal Americas, tras lo cual regresó a Chile.
Hace tres años empezó a escribir este libro, cuya investigación “fue totalmente
autogestionada”, destaca.
La cima del poder
Herrero subraya que Edwards alcanzó el pináculo del poder en 2000, cuando
El Mercurio cumplió su centenario. “El 30 de mayo de aquel año se hizo un gran
evento al que asistieron los representantes de todos los poderes del Estado: el presidente Ricardo Lagos; el presidente de la Corte Suprema,
Hernán Álvarez; los presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados, Andrés
Zaldívar y Víctor Barrueto. También estuvieron los
comandantes de todas las ramas de las fuerzas armadas y los más grandes
empresarios”.
El autor reflexiona sobre este hito: “Nunca antes se había reunido toda la
dirigencia del país para homenajear a Edwards y a El Mercurio. (…) La
identificación del diario con los intereses permanentes de la República, algo a
lo que sus antepasados siempre habían aspirado, se volvió realidad esa noche”.
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