Colombia – La tierra, clave del conflicto colombiano
Con la politóloga Natalia
Springer *
La tierra, clave del conflicto
colombiano
Gabriel Díaz
Brecha, Montevideo, 16-3-2012
http://www.brecha.com.uy/
"Mientras no se desconcentre
la tierra y se trabaje sistemáticamente por el desarrollo, el conflicto
colombiano será imposible de superar", dijo a Brecha la politóloga Natalia
Springer*, experta en derecho humanitario.
—Por lo general, los medios
masivos de comunicación se ocupan del enfrentamiento armado en Colombia cuando
media el morbo y la espectacularidad. Sin embargo, poco o nada se habla del
trasfondo de un conflicto que parece eternizarse. ¿Cuáles son sus principales
causas?
—Prefiero hablar de múltiples
conflictos, de dinámicas violentas de carácter crónico y persistente. Para dar
dos ejemplos, en el sur del país las comunidades y la movilidad social están
fuertemente reguladas por la producción de coca y la necesidad de mantener los
corredores para sacarla. En la zona del Catatumbo (nordeste del país), los
conflictos por las regalías petroleras se suman al comercio y tráfico de
grandes volúmenes de droga en el marco de una frontera –con Venezuela– muy
porosa y conflictiva. Los departamentos de Nariño, Cauca y Chocó se han
convertido en el epicentro del conflicto, con durísimos efectos para la
población civil, debido al intenso combate entre guerrillas, bandas criminales
y paramilitares por el control de corredores del narcotráfico, yacimientos mineros,
explotación ilegal de las reservas forestales, entre otros. Los efectos son
incalculables. El desplazamiento forzado, el hambre y el desabastecimiento de
alimentos y de atención médica en las zonas afectadas, así como el
reclutamiento de niños por parte de estos grupos armados, van en franco
aumento.
Si tuviéramos que hablar de las
grandes causas del conflicto podemos distinguir, entre otras, la excesiva
concentración de la tierra cultivable en pocas manos (0,03 por ciento de los
propietarios tienen más del 95 por ciento de la tierra), concentración que
consolidaron los paramilitares por la vía de una contrarreforma agraria que
emprendieron a sangre y fuego para apoderarse de 5 millones de hectáreas de las
mejores tierras del país. Tendríamos que hablar también del narcotráfico y de
la pobreza extrema, que se expresa especialmente en el hambre y las elevadas
tasas de malnutrición, que afectan a más del 46 por ciento de la población,
condición que ha pasado de ser consecuencia a convertirse en uno de los móviles
del conflicto.
La marginalidad y la exclusión
son dos factores que asocian las distintas dinámicas regionales y hacen del
colombiano un caso persistente y crónico. Mientras no se desconcentre la tierra
y se trabaje sistemáticamente en la promoción del desarrollo, será imposible
avanzar.
—¿Qué está pasando ahora, bajo el
gobierno de Juan Manuel Santos?
—La actual coyuntura no dista de
lo que hemos padecido por décadas, con dos diferencias fundamentales: la
primera, que en esta etapa la violencia ha cedido considerablemente y, la
segunda, que el presidente Santos ha decidido trazar unas políticas de Estado
que abordan directamente las causas del conflicto.
—Se ha denunciado que hay entre 8
mil y 11 mil colombianos menores de edad en las filas de los distintos grupos
armados. ¿Cómo reacciona la sociedad civil frente a esto? ¿Qué hace el gobierno
al respecto?
—Esas cifras son falsas, producto
de una consideración especulativa sin fundamento metodológico alguno. En el
segundo informe sobre este tema, "Como corderos entre lobos: del uso y
reclutamiento de niños, niñas y adolescentes para los propósitos del conflicto
armado y en conspiración criminal", hemos llegado a la conclusión, luego
de analizar un vasto universo de información disponible, que el 52 por ciento
de los combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (farc),
el 54 por ciento de los ex combatientes del Ejército de Liberación Nacional
(eln), aproximadamente 36 por ciento de los combatientes de las Autodefensas
Unidas de Colombia (auc, paramilitares de extrema derecha) y 54 por ciento de
los combatientes de las bandas criminales de narcotraficantes ingresaron a
estos grupos siendo niños. La proporción hoy es mayor a la registrada hace
cuatro años en el primer informe. El gobierno no ha tomado las medidas
necesarias para controlar este gravísimo crimen contra toda nuestra sociedad.
—Usted ha señalado que el perdón
y el olvido siempre llevan a brotes de violencia más graves. Hace hincapié
además en la necesidad de diálogo y búsqueda de alternativas audaces para
consolidar la paz. ¿Cuáles podrían ser algunas de esas alternativas?
—Colombia ha producido, en el
último siglo, más de 90 actos de amnistía (de facto y de jure) y perdones
generales e individuales que, evidentemente, no han contribuido a la paz. La
clave de la paz está en la desmovilización de los combatientes, la atención a
todas las víctimas y el desarrollo de una política de Estado en materia de
justicia que nos obligue a hacer un diagnóstico realista de lo que pasó, por qué
pasó, quiénes son los responsables y los beneficiarios de esa violencia y cómo
garantizar que la situación no se repita. Yo empezaría por la instauración de
una comisión de la verdad y de un tribunal especial. En manos de la justicia
está la respuesta. Mientras no llevemos a la justicia a los grandes
responsables, los grandes beneficiarios de esta guerra, no encontraremos la
paz.
La nuestra es aún una nación
fragmentada, desinstitucionalizada y en la que media una cultura violenta. La
solución no la traerán las armas, sino las respuestas a esas causas originales
del conflicto, que imposibilitan la consolidación del Estado en todo el
territorio nacional.
Mujeres
"Las mujeres colombianas
somos corresponsables de esta tragedia, hemos aceptado este horror en silencio,
nos quedamos calladas, nos rendimos sin pelear. Hay que enfrentar el mal,
llamarlo por su nombre, llevarlo ante la justicia. En Colombia abundan los
recursos para hacerlo, lo que necesitamos es coraje, valor para defender
nuestras convicciones más fundamentales. No podemos guardar más silencio ni
marginarnos del hallazgo de las soluciones. Desde las regiones, desde las
ciudades, desde las instituciones y como ciudadanas, tenemos que exigir
cuentas, demandar justicia, respuestas y soluciones realistas. No hay otro
camino. O lo enfrentamos, o fracasaremos, ya no sólo como nación, sino como
humanidad."
Cuarenta años
El conflicto armado interno en
Colombia lleva más de 40 años enfrentando a fuerzas de seguridad y
paramilitares con grupos guerrilleros. Se ha caracterizado por extraordinarios
niveles de abuso contra los derechos humanos y violaciones del derecho
internacional humanitario, y ha afectado principalmente a la población civil.
Decenas de miles de civiles han perdido la vida, y miles han sido víctima de
desaparición forzada a manos de las fuerzas de seguridad o de los
paramilitares, o han sido secuestrados por grupos guerrilleros. Entre tres y
cuatro millones de personas han sido desplazadas internamente, la mayoría a
consecuencia del conflicto.
* Máster en derechos humanos,
derecho internacional humanitario y democratización, y doctora en justicia
transicional. Ha sido decana de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas y
Relaciones Internacionales de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, es consultora
de organizaciones internacionales en temas de paz y justicia, así como una
figura muy activa en el campo de los asuntos humanitarios, los procesos de
negociación y reconciliación. Es autora de varias publicaciones sobre el
conflicto colombiano y la búsqueda de una salida al mismo.
Fuente: Amnistía Internacional.
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