Palestina - La lucha por el poder en Hamás
Palestina - La lucha por el poder en Hamás
Alberto Cruz *
CEPRID
http://www.nodo50.org/ceprid/
Palestina está en un punto
crucial para su existencia como Estado. La lucha por el poder en Hamás está
poniendo a la organización islamista en una disyuntiva crucial puesto que en
función de quién se haga finalmente con el control dependerá, ni más ni menos,
el futuro de Palestina como Estado independiente con un mínimo de viabilidad.
El mini-Estado palestino de Gaza y los bantustanes de Cisjordania se vislumbra
como algo inamovible cada vez con una nitidez mayor.
En ello tiene mucho que ver el
proceso de revueltas en el mundo árabe y cómo Arabia Saudita y su satélite
qatarí están cooptando dirigentes y comprando voluntades. También en Palestina.
Del impulso inicial en Túnez y en Egipto ya no queda casi nada en el primer
país y se continúa luchando con mucha dificultad en el segundo en una cada vez
más clara lucha de clases en donde los islamistas –ganadores en las elecciones-
se han aliado con la Junta Militar y la élite económica que apoyaba a Mubarak.
Por lo que respecta a Palestina, ¿alguien se acuerda de la fanfarria organizada
el año pasado al calor de la pretensión de la Autoridad de Ramala de solicitar
el reconocimiento como Estado tanto en el Consejo de Seguridad como en la
Asamblea General de la ONU? A esta pregunta, un simple recordatorio, hay que añadir
otra de mayor calado: ¿cómo es posible que la Liga Árabe esté tan dispuesta a
utilizar la herramienta de la ONU en su doble vertiente, jurídica y moral, para
lograr un cambio de gobierno en Siria y no haya dado un paso similar en lo que
respecta al reconocimiento de Palestina?
Hay dos respuestas a esta
pregunta. La primera, es que la Liga Árabe presionó en bloque a Mahmoud Abbas
para que no hiciese efectiva su pretensión para no dañar la reputación de sus
aliados occidentales al verse obligados a vetar el estado palestino (1). Cuando
se iniciaba la campaña de agresión externa contra Siria (octubre de 2011), a
las monarquías árabes del Golfo no les interesaba que Occidente apareciese como
el malo de la película vetando a los palestinos, papel que ahora cumplen Rusia
y China por haber ejercido el veto en Siria. La segunda respuesta está
principalmente en el interior de Hamás, que el próximo verano renovará su Buró
Político. Los movimientos internos para este evento son notorios.
En el año transcurrido desde el
comienzo de las revueltas en Túnez, Hamás ha ido evolucionando cada vez más
hasta transformarse casi en una sucursal palestina de los Hermanos Musulmanes
de Egipto. La evolución comenzó en el exilio y se aceleró en el mes de
noviembre de 2011. Jaled Meshal, el principal dirigente, fue el impulsor del
acuerdo de unidad con Abbas –lo que conlleva el desmantelamiento progresivo del
gobierno de Gaza, algo que no ha gustado mucho en la Franja- y el primero en
hablar de un cambio de estrategia de la lucha ramada a la resistencia no
violenta contra Israel bajo una serie de condiciones. Casi de inmediato inició
una gira por los diferentes países árabes con la esperanza de forjar nuevas
alianzas para el movimiento islamista, hasta entonces rechazado y estigmatizado
como una rama pro-iraní. Su retórica anti-israelí bajó el tono de forma muy
notable, manteniéndose sólo el viejo espíritu de resistencia en Gaza. El primer
ministro y principal dirigente en la Franja, Ismail Haniye, llegó a criticar
esa moderación y a exigir “modificaciones sustanciales” en el acuerdo con
Fatah, especialmente en el control exclusivo de la seguridad en la Franja y en
tener una especie de “derecho de veto” sobre los ministros del nuevo gobierno
“tecnócrata” de unidad.
Pero también en la Franja se
comenzaba a observar con todo detenimiento la transformación en términos de
relaciones de poder en el mundo árabe. El auge de las fuerzas islamistas en
Túnez y Egipto –junto a Marruecos, aunque aquí en menor medida- y el precario
equilibrio político de la zona, con Siria inexistente en el plano externo dado
que se tiene que centrar en la revuelta interna, está haciendo que la balanza
de la organización se esté inclinando hacia el sector del exilio. Se comenzó a
hablar de un cambio de sede de la organización, de Damasco a un lugar no
definido aún (aunque Qatar ha ofrecido Doha como nueva sede), al tiempo que
muchos de esos dirigentes del exilio se reacomodaban en otros países fuera de
Siria (Egipto y Jordania, principalmente). Este cambio parece que ya está
decidido, lo que otorga un serio golpe al gobierno de Siria en unos momentos
claves.
Sin embargo, y aunque parece que
los dos sectores se están poniendo de acuerdo –las iniciales críticas de Haniye
al acuerdo con Fatah se han atemperado-, la lucha por el poder está lejos de
haber terminado. Haniye está haciendo claras concesiones. Por ejemplo, cuando
el último viernes de febrero Haniye pronunció un discurso en la influyente
mezquita de Al-Azhar, en El Cairo, afirmando textualmente que saludaba “a todas
las naciones de la primavera árabe y al heroico pueblo de Siria que se esfuerza
por la libertad, la democracia y la reforma”, provocando un inmediato clamor
contra Irán y Hizbulá, si hay que hacer caso a las crónicas (2). Hasta ese
momento, Haniye había sido muy cauto a la hora de referirse a Siria. Y las
consignas anti-iraníes hay que interpretarlas como una crítica velada de los
fieles a su viaje a Teherán. Su presencia en la mezquita cairota se produjo
justo al regreso de ese viaje.
En la Franja no sentó nada bien
ese discurso. Mahmoud Zahar, otro alto dirigente de Hamás, –por cierto,
enfrentado históricamente a Meshal-, recordaba el papel de Irán en el apoyo y
solidaridad a Hamás en los cinco años que lleva en el gobierno de la Franja y
manifestaba que la organización no iba a mantenerse al margen en “una guerra
sionista contra Irán” (3), lo que provocó un importante revuelo en el mundo
árabe y en Israel, revuelo rápidamente aplacado con la declaración de otro
dirigente, Salah Baldawil, matizando que la postura de la organización era que
“Irán no necesita a Hamás para responder si es atacado debido a que tiene
potencial y capacidades para hacerlo por sí mismo” (4).
Tal vez esto explique el por qué
la Yihad Islámica, en Gaza, se está distanciando cada vez con mayor claridad de
Hamás no sólo en la política palestina, anunciando que no tiene la menor
intención de integrarse en una OLP refundada –uno de los aspectos que se
incluyen en el acuerdo entre Hamás y Fatah-, sino en la política exterior. Su principal
dirigente, Abdulá Ramazan, ha viajado recientemente a Teherán y condenado la
injerencia extranjera en Siria.
Así que en Hamás se manifiestan
con claridad dos posturas, lo que evidencia una lucha por el poder de incierto
resultado. Por el momento, si bien parece que el sector del exilio lleva la
delantera los movimientos de los dirigentes de Gaza indican que se puede llegar
a un equilibrio de posturas. Por ejemplo, el hecho de que Haniye, en su
discurso de El Cairo, no se desmarcase expresamente de la oposición siria
respaldada por Occidente pone de manifiesto que Hamás está dispuesta a
corto-medio plazo a soltar amarras con sus anteriores valedores y aliados y
volverse hacia los regímenes reaccionarios del Golfo y los nuevos gobiernos
islamistas de Egipto y Túnez, que se han convertido ya en sendos satélites del
Golfo. Por eso la elección del nuevo Buró Político este verano será crucial
para el devenir de la organización y, a la postre, para el futuro de Palestina.
Satisfacción por el giro
La satisfacción con que se han
acogido en Occidente estos movimientos de Hamás es evidente. Si bien aún hay
divergencias en cuanto a la participación de Hamás en el gobierno de unidad,
así sea de forma indirecta, hay unanimidad a la hora de valorar el discurso de
Haniye en El Cairo, por dar un dato: “La elección de El Cairo para estas
declaraciones es un fuerte indicio de que Hamás está dispuesto a romper con sus
viejas lealtades y sugiere que al líder de Hamás se le han dado garantías de
asistencia [financiera] y tal vez promesas de un futuro diplomático en Egipto
si rompía con sus benefactores” (5). Y no digamos en Israel: “Hamás debilita el
eje anti-israelí” (6).
Es muy probable que a Hamás se le
haya ofrecido un reconocimiento político, así como financiación, si rompe con
sus valedores tradicionales –Siria e Irán-, en el reciente periplo que sus dos
principales dirigentes, Meshal y Haniye, han realizado por países como Túnez,
Turquía, Egipto, Jordania, Bahrein, Kuwait y Qatar. Pero esa gira se ha hecho
por separado, en lo que ha dado la impresión de que cada sector buscaba un
apoyo específico a su posición.
Algo ya se ha concretado con
Qatar, que ha patrocinado el acuerdo de reconciliación con Fatah (firmado entre
ambas organizaciones el 6 de febrero en Doha) y, en paralelo a la firma, el
emirato qatarí ha ofrecido un paquete de ayuda de 250 millones de dólares para
la reconstrucción de la Franja. El acuerdo fue suscrito por Abbas y Meshal,
estando ausente Haniye, por lo que la ayuda a Gaza ofrecida por Qatar sirve para
apuntalar claramente al sector de Meshal. Por cierto, Qatar tiene estrechos
lazos diplomáticos y económicos “semioficiales” con Israel, aunque no mantiene
relaciones diplomáticas plenas y no le ha reconocido formalmente como Estado.
En un movimiento calculado, Haniye visitó Irán una semana más tarde de esta
firma, el 12 de febrero, y se reunió con el ayatolá Jamenei, el líder supremo
iraní, dando a entender que el estado islámico sigue siendo un gran amigo de
los palestinos.
No obstante todo esto, lo cierto
es que desde la firma del acuerdo de unidad Hamás ha rebajado sustancialmente
el tono contra Israel, ha apoyado tácitamente la represión ejercida por la
monarquía de Bahrein contra su población, mayoritariamente shií, y se está
distanciando de Siria como lo pone de manifiesto su cambio de sede. Bien es
verdad que Hamás no ha dicho que reconoce al Estado de Israel, pero es el
siguiente paso. No obstante, el equilibrio de poder en Gaza hace que no sólo se
hagan declaraciones contradictorias sobre Irán como las reflejadas más arriba,
sino que aún no se haya llegado a un consenso sobre una hipotética visita de
Abbas a la Franja.
Para llegar hasta aquí, Hamás ha
quemado rápidamente muchas etapas. Una de ellas ha sido el acuerdo de
reconciliación con Fatah. Otra, la soterrada –pero cada vez más extendida-
opinión de que hay que abandonar la lucha armada contra Israel. La tercera, que
no hay otra opción que apoyar la solución de dos estados y apoyar las fronteras
de 1967. Es decir, se cumplen prácticamente todas las exigencias de los
regímenes reaccionarios del Golfo y de Occidente para reconocer a la
organización islamista.
De hecho, Hamás ya ha lanzado
como globo sonda entre su gente que está dispuesta a aceptar el Plan de Paz
adoptado por la Liga Árabe, a instancias de Arabia Saudita, en 2002 en el que
se renuncia en la práctica al derecho al retorno de los refugiados. La versión
de Hamás, ahora, es que este aspecto debe resolverse “de manera equitativa”. Lo
que signifique esta expresión está aún por aclarar.
Todo ello hace que sean numerosos
los analistas árabes que se preguntan si Hamás no estará recorriendo el mismo
camino que Arafat hace 20 años. La reputación de Hamás entre los palestinos se
ha mantenido gracias a un cuidadoso equilibrio entre la habilidad política –con
una cierta intransigencia- y los principios ideológicos asentados en la
religión. Ahora está predominando lo segundo sobre lo primero alineándose con
los islamistas triunfantes. Estos movimientos, que llegan hasta el
reconocimiento de haber mantenido contactos “informales” con EEUU ya en el año
2011, indican que Hamás está cambiando. O si no se es tan mal pensado, que está
capeando el temporal geopolítico. En cualquier caso hay un hecho
incuestionable: para bien o para mal, Hamás ya ha roto su aislamiento dentro
del mundo árabe y de ello dependerá el futuro de Palestina. Veremos si estos
movimientos para colocarse en la cresta de la ola islamista le sirven para
volver a ganar las elecciones, como ya ocurrió en las de 2006, y si se conforma
con el mini Estado que patrocinan tanto las monarquías del Golfo como
Occidente.
* Alberto Cruz
albercruz@eresmas.com es periodista, politólogo y escritor. Su último libro es
“La violencia política en la India. Más allá del mito de Gandhi””, editado por
La Caída con la colaboración del CEPRID. Los pedidos se pueden hacer a
libros@lacaida.info o bien a ceprid@nodo50.org
Notas
(1) Alberto Cruz, “Votar por
Palestina para aislar a Irán; el juego saudita en el mundo árabe”
http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1270
(2) The Telegraph, 26 de febrero
de 2012.
(3) Haaretz, 7 de marzo de 2012.
(4) Al-Quds Al-Arabi, 7 de marzo
de 2012.
(5) The Global Post, 26 de
febrero de 2012.
(6) Haaretz, 26 de febrero de
2012.
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