Chile: Cambiar la música
A VER, A VER… QUIEN LLEVA LA BATUTA
“Es triste la situación
Que soportamos hoy día
Y es causa la tiranía
Que existe en nuestra nación”
(Javier Jerez)
“Es triste la situación
Que soportamos hoy día
Y es causa la tiranía
Que existe en nuestra nación”
(Javier Jerez)
Por Juan varela Reyes
Durante este año hemos visto una cantidad impresionante de atropellos a los derechos de los trabajadores, de los pobladores, de los hombres y mujeres de este país; de irregularidades que es el nombre que se le ha asignado a la vulgar corrupción de la clase dirigente. La movilización de los capitalinos (Transantiago), del transporte hacia las regiones (EFE); la educación, la salud, por solo nombrar algunos, como muestras palpables de ese conjunto de ejemplos derivados de la aplicación, mantención y profundización del modelo económico que ha tenido claros beneficiados y visibles perjudicados.
Muchos de ellos fueron mostrados como supuestos errores en que habría incurrido la clase dirigente y los administradores del neoliberalismo. Pero al ejercitar el sentido de la agudeza debemos, forzosamente, llegar a la conclusión de que ese aparente desorden fue fríamente planificado y ejecutado y que no caben muchas dudas de que se seguirán produciendo, como condición sine qua non de la actual situación.
En ese escenario surgen al final del año algunas aparentes posturas críticas, ciertos signos que aparentemente serían una señal de la voluntad de algunos sectores de tratar de rectificar el rumbo, de mostrarse como los adalides de la justicia social, pero que no son más que cantos de sirena para desviar la atención de las evidencias que reflejan los verdaderos problemas que sobrepasan los límites de lo que todo pueblo es capaz de soportar y aguantar.
Frente a cada situación que se ha ido produciendo en estos tiempos y cuando los trabajadores, los pobladores han manifestado su protesta, los gobernantes han reaccionado con las socorridas llamadas a los diálogos, espurios llamados al entendimiento entre “las” partes. La descalificación de las legítimas demandas han sido amparadas con el socorrido argumento de el resguardo de la supuesta paz social, de la igualdad de condiciones en que estaríamos para solucionar los graves problemas de las mayorías. Como si fuera posible juntar ollas de fierro con aquellas de barro, sabiendo muy bien cual es la que se quiebra en el choque.
Pero el hecho que grafica la fragilidad de aquellos argumentos se produce cuando son los empresarios los que hacen su propia protesta, cuando estos dueños del país manifiestan su “malestar” por los mismos errores cometidos. En este caso la respuesta es exactamente la contraria. Cuando los dueños del poder económico y político enrostran al gobierno sus fallas, la actitud no es, entonces, el llamado al diálogo ni al entendimiento, ni tampoco a la búsqueda de acuerdos, porque esos ya existen, están presentes en el pacto político entre la clase gobernante y los beneficiados del modelo.
Aunque es sabido de quienes son los que gobiernan el país no deja de sorprender el grado de entreguismo y sumisión que se manifiesta y que se recubre con la cuota de un supuesto malestar concertacionista que con ello ubica, nuevamente, los problemas del país y de los chilenos, en otro escenario.
Conviene decir que, desde el otro lado de la vía, en algunas ocasiones se ha agitado la consigna de hacerse de la batuta de esta orquesta que toca la música oficial. Asumiendo quienes son los que la tienen, lo que hay que plantear no es tanto hacernos de esa batuta, sino que, derechamente luchar por cambiar la música y de paso tomar el control de la dirección de la orquesta.
Lo que corresponde en este presente es empezar a buscar y juntar las notas que han de configurar la nueva sinfonía…
Santiago, Diciembre de 2007
Durante este año hemos visto una cantidad impresionante de atropellos a los derechos de los trabajadores, de los pobladores, de los hombres y mujeres de este país; de irregularidades que es el nombre que se le ha asignado a la vulgar corrupción de la clase dirigente. La movilización de los capitalinos (Transantiago), del transporte hacia las regiones (EFE); la educación, la salud, por solo nombrar algunos, como muestras palpables de ese conjunto de ejemplos derivados de la aplicación, mantención y profundización del modelo económico que ha tenido claros beneficiados y visibles perjudicados.
Muchos de ellos fueron mostrados como supuestos errores en que habría incurrido la clase dirigente y los administradores del neoliberalismo. Pero al ejercitar el sentido de la agudeza debemos, forzosamente, llegar a la conclusión de que ese aparente desorden fue fríamente planificado y ejecutado y que no caben muchas dudas de que se seguirán produciendo, como condición sine qua non de la actual situación.
En ese escenario surgen al final del año algunas aparentes posturas críticas, ciertos signos que aparentemente serían una señal de la voluntad de algunos sectores de tratar de rectificar el rumbo, de mostrarse como los adalides de la justicia social, pero que no son más que cantos de sirena para desviar la atención de las evidencias que reflejan los verdaderos problemas que sobrepasan los límites de lo que todo pueblo es capaz de soportar y aguantar.
Frente a cada situación que se ha ido produciendo en estos tiempos y cuando los trabajadores, los pobladores han manifestado su protesta, los gobernantes han reaccionado con las socorridas llamadas a los diálogos, espurios llamados al entendimiento entre “las” partes. La descalificación de las legítimas demandas han sido amparadas con el socorrido argumento de el resguardo de la supuesta paz social, de la igualdad de condiciones en que estaríamos para solucionar los graves problemas de las mayorías. Como si fuera posible juntar ollas de fierro con aquellas de barro, sabiendo muy bien cual es la que se quiebra en el choque.
Pero el hecho que grafica la fragilidad de aquellos argumentos se produce cuando son los empresarios los que hacen su propia protesta, cuando estos dueños del país manifiestan su “malestar” por los mismos errores cometidos. En este caso la respuesta es exactamente la contraria. Cuando los dueños del poder económico y político enrostran al gobierno sus fallas, la actitud no es, entonces, el llamado al diálogo ni al entendimiento, ni tampoco a la búsqueda de acuerdos, porque esos ya existen, están presentes en el pacto político entre la clase gobernante y los beneficiados del modelo.
Aunque es sabido de quienes son los que gobiernan el país no deja de sorprender el grado de entreguismo y sumisión que se manifiesta y que se recubre con la cuota de un supuesto malestar concertacionista que con ello ubica, nuevamente, los problemas del país y de los chilenos, en otro escenario.
Conviene decir que, desde el otro lado de la vía, en algunas ocasiones se ha agitado la consigna de hacerse de la batuta de esta orquesta que toca la música oficial. Asumiendo quienes son los que la tienen, lo que hay que plantear no es tanto hacernos de esa batuta, sino que, derechamente luchar por cambiar la música y de paso tomar el control de la dirección de la orquesta.
Lo que corresponde en este presente es empezar a buscar y juntar las notas que han de configurar la nueva sinfonía…
Santiago, Diciembre de 2007
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