Colombia y el Paro General: La piel insumisa de los pueblos
“Y el pueblo
llene las calles vacías
con sus frescas
y firmes dimensiones”
Pablo Neruda
Andrés Figueroa Cornejo
En medio de una de las más
brutales ofensivas del imperialismo norteamericano en contra, tanto de los
gobiernos progresistas de Nuestramérica (Venezuela) como de las democracias
representativas no sujetas al cordón pentagonista del Pacífico latinoamericano
(Brasil), los pueblos de Colombia en paro general desde el 30 de mayo pasado,
ofrecen resistencia pacífica creciente. La llamada Minga Nacional, Étnica y
Popular, a velocidad lumínica, dejó de limitarse a los sujetos y territorios
rurales y como espuma y humanidad en lucha, se extiende por las principales
capitales y ciudades de ese país nuestro. El mal gobierno liderado por Juan
Manuel Santos apostó a la muerte y al crimen mediante el Escuadrón Móvil
Antidisturbios (ESMAD) y al Ejército, restando la vida de, hasta ahora, tres
indígenas, contando a cientos de detenidos/as ilegalmente y heridos de
gravedad, como a personas desaparecidas, y haciendo uso hasta de municiones de
fragmentación no convencionales, prohibidas internacionalmente. Sin embargo,
los de abajo no se intimidaron. La piel azul y plural de las y los oprimidos de
Colombia se resuelve en superioridad numérica y cualitativa. Las y los negros
del Puerto de Buenaventura, los trabajadores del petróleo y del transporte de
carga, los estudiantes y ambientalistas, se agregaron en los últimos días a los
más de cien puntos estratégicos movilizados por la sociedad civil organizada y
desarmada, que ya cubren la totalidad de la geografía colombiana.
La inmensa mayoría de América
Latina y el mundo desconoce que la actual Colombia alzada tras la conquista de
sus derechos sociales elementales no tiene ninguna relación orgánica con las
guerrillas (Fuerzas Armadas Revolucionarias, FARC, y el Ejército de Liberación
Nacional, ELN), las cuales, de manera diferenciada, sostienen mesas de diálogo
por la paz con la administración gubernativa de turno desde hace tiempo.
Con fines represivos y
tendientes a confundir a la opinión pública de dentro y de fuera del país, ha
sido el oficialismo desde el Estado corporativo, oligarca y rentista de
Colombia quien ha usado los medios de comunicación dominantes (que les
pertenecen) para castigar y maldecir a la sociedad de personas comunes en
resistencia. Lo que persigue la Minga en acción es la fundación de un espacio
complementario y distinto al de las mesas del gobierno con las insurgencias
político-militares. En consecuencia, nunca el paro general en curso ha sido el
resultado de la “reconversión mágica y por sustitución” de las fuerzas
guerrilleras transformadas en pueblo protagonista e inerme. La gente común y
corriente, y organizada en agrupaciones independientes de las insurgencias es
la que hoy llena e interrumpe con su movimiento las carreteras, calles,
ciudades, oficinas, fábricas, caseríos, universidades y puertos.
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Colombia funciona como un todo
en cuyo vientre se desenvuelven las clásicas contradicciones del capitalismo de
los siglos XX y XXI, propias de los territorios periféricos y dependientes
respecto de las economías centrales del capital. Por eso la demanda capilar de
la Minga es la paz con justicia social y ambiental. Los pueblos colombianos no
viven en un mundo paralelo, distinto al de quienes han optado por el camino de
la lucha político-militar y en la actualidad, complejamente, llevan
conversaciones con el gobierno para la paz. Esto es, la sociedad civil, las y
los comunes, auto-valentes y conciente de sus intereses históricos, se moviliza
ampliamente porque las causas estructurales (económicas, políticas, sociales,
étnicas, culturales, medioambientales, etc.) que originaron las insurgencias,
son las mismas que sufren las mayorías.
Haciendo eco de la declaración
emitida por la solidaridad internacionalista de las organizaciones populares de
Chile con los pueblos de Colombia, “La sociedad civil y organizada de Colombia
hoy lucha por sus derechos sociales básicos: tierra, agua, trabajo seguro y
decente, inclusión social, participación política, autodeterminación de los
pueblos, infancia digna, soberanía alimentaria y soberanía nacional,
pluri-cultura y pluri-etnicidad, educación y salud de excelencia, vivienda,
seguridad social, resguardo del medioambiente y de los recursos naturales”. No
hay misterio detrás de la Minga. Su batalla pacífica tiene la finalidad
meridiana de una Colombia en paz y con un proyecto de desarrollo que en
síntesis arribe a una democracia radical, participativa e inclusiva
multidimensionalmente. ¿Será larga esa batalla? Tan larga y proporcional a la
fuerza social que logren acumular los pueblos para derrotar la versión más
endemoniada del capitalismo financiero y extractivista que azota al país, sin
olvidar nunca el desmontaje necesario de la industria transnacional del
narcotráfico y del paramilitarismo asesino.
Asimismo, el Congreso de los
Pueblos de Colombia, una de las fuerzas-eje de la Minga Nacional, señala que
una eventual Mesa Social para la Paz con el gobierno debe contemplar los
cambios en materia de “la doctrina militar, el tratamiento a la protesta social,
la política de seguridad, una agenda humanitaria para atenuar los impactos de
la guerra, la situación de las víctimas del conflicto armado y de las
legislaciones de despojo, garantías para ejercer el derecho a la oposición, las
problemáticas alrededor de la tierra y los territorios, el derecho a una ciudad
digna, los bienes comunes, los derechos de la madre tierra, el empleo y los
derechos del pueblo”. El horizonte político y su programa concreto no provienen
ni de la academia ni de vanguardias auto-proclamas: emergen volcánicamente del
movimiento real de la lucha de clases ampliada y de alta densidad, y es
original y originaria en forma y contenido. Como fruto de un árbol maduro que
no ceja de resistir una y otra vez condicionado por un lugar y un tiempo
determinado. Por lo demás, los pueblos de Colombia no son satélite de ninguna
potencia mundial. Ellos deciden y actúan por sí mismos, aleccionando a cierta
‘izquierda’ que teme a la libertad y a la incertidumbre, categorías
constituyentes de la vida real, y conservadoramente se acuartelan en los
convenientes y confortables relatos y conductas políticas del posibilismo, el
acomodo y la corrupción legalizada.
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A la hora en que finaliza la
redacción del presente artículo, la vocería unida férreamente de la Cumbre
Nacional Agraria, Étnica y Popular, en el marco de la protesta general indefinida
y pacífica, se reunió en la ciudad de Cali con los ministros del Interior y
de Agricultura del gobierno. En este primer contacto entre las partes se
acordaron oficialmente las garantías en Derechos Humanos y la
legitimidad de la protesta en términos de no más agresiones de la fuerza
pública a las personas movilizadas en todo el territorio nacional; la
reactivación de la Comisión de Derechos Humanos conjunta con el Ministerio del
Interior en acompañamiento de la Defensoría del Pueblo y las Naciones Unidas
(ONU); y el intercambio de propuestas para la instalación y metodología de
negociación para la Mesa Única.
No obstante, de manera paralela e incumpliendo los acuerdos recién
convenidos, continúan los “fuertes hostigamientos, represión y abusos de
autoridad por parte de la fuerza pública (ESMAD, Ejército y Policía) con armas convencionales
y no convencionales en contra de las comunidades concentradas en los diferentes
puntos del país, entre los más críticos: Cauca; Quinamayó-Santander de
Quilichao; El Túnel-Cajibío, Los Robles-Timbío, en Cesar; San Martín, Besotes,
Agua Chica, La Mata, La Gloria, en Santander; La Lisama, Barrancabermeja, en el
Norte de Santander; Berlín, en Valle; La Delfina, Buenaventura, en Nariño;
Pedregal-Ipiales, en Huila; Bruselas-Pitalito, El Hobo, Uraba Antioqueño;
escenarios donde aún no ha llegado la defensoría del pueblo y las entidades de
derechos humanos internacionales como se acordó con Gobierno Nacional en el
primer punto (…) haciéndose evidente el incumplimiento del gobierno y
agudizándose así la afectación y violación de los derechos humanos y el derecho
legítimo de los pueblos a la movilización social, ahora víctima de la fuerza
pública colombiana, la cual ha venido dándole un tratamiento de guerra a las y
los manifestantes”.
Pero no existe por parte del poder y la opresión la violación de los
compromisos sin el uso y abuso de los medios de comunicación hegemónicos y de
su propiedad. La vocería unida de la Cumbre Agraria en lucha denunció que “nos
encontramos con diferentes posturas y declaraciones del gobierno nacional que
buscan dividir y desinformar a la opinión pública, afirmando que tienen toda la
disposición, pero que es la Cumbre Agraria la que está dividida y que no está
lista para iniciar el diálogo. (Al respecto) rechazamos y
desmentimos categóricamente esas afirmaciones y declaramos nuestra disposición
al diálogo con presencia de garantes de la Cumbre, ONU, Defensoría
del Pueblo, Congresistas y la Iglesia, así como las condiciones acordadas en
términos de garantías humanitarias y logísticas para la movilización,
acentuando nuestra posición de unidad, cohesión y trabajo conjunto
de cara a un escenario único de negociación”.
Del mismo modo, la Cumbre Agraria termina saludando “las manifestaciones
de apoyo y de movilización que vienen realizando estudiantes, camioneros,
sindicatos, pobladores en diferentes momentos y regiones, y hacemos un llamado
a toda la población colombiana a lo largo y ancho del país a tener conciencia
colectiva, a entender y solidarizarse con esta justa lucha del campo colombiano
que busca reivindicar los derechos de todos y todas a tener una vida digna,
justa, respetuosa de los territorios y el ambiente, que garantice la soberanía
alimentaria con frutos sanos de la tierra y economías justas para nuestros
productores agrarios”.
Ahora mismo en América Latina, la piel profunda e insumisa de las y los
comunes se concentra en la resistencia y movilización de los pueblos de
Colombia. Miren su estatura. Ocurre aquí y ahora, no en otra época, no en otra
plaza. Que esta humanidad encendida alumbre ejemplarmente cada corazón
nuestroamericano y mundial, indígena y mestizo, negro y amarillo y blanco,
citadino y campesino. La lucha por la supervivencia y porvenir justiciero del
género humano es una sola. Y en el instante mismo en que acaban estas palabras,
se condensa paradigmática y amorosamente en todos los territorios de Colombia
insumisa.
Zona de los
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