Siria - Camino a la partición
El primer ministro David Cameron defendió el jueves 29 en el parlamento de Londres la intervención militar británica en Siria. Fue una defensa apasionada que sin embargo no encontró el eco necesario en los bancos de la oposición ni en algunos de los propios escaños conservadores. Mencionó a Irak en numerosas ocasiones. Los oyentes tenían muy presente el gran fiasco de 2003, las mentiras y los engaños de todo tipo que la clase política prodigó para defender una invasión y una posterior ocupación que enseguida se revelaron como una tragedia de dimensiones bíblicas que diez años después sigue cobrándose un enorme número de vidas y de refugiados.
Cameron se esforzó, sin convencer, por distinguir el caso de Siria del de Irak. Y aunque es cierto, como sostuvo, que son dos casos distintos, no menos cierto es que comparten bastantes semejanzas. Una de ellas es que Irak es hoy un país dividido en tres comunidades enemigas, kurdos, sunitas y chiitas, que de facto se comportan como si fueran tres estados independientes; y Siria anda por el mismo camino hacia la partición del país.
Si no ocurre algo milagroso, lo más probable es que al final de la cruenta guerra civil Siria se haya fragmentado en varios estados, unos reinos de taifas que se establecerán siguiendo criterios de carácter religioso y étnico. Un ataque de Estados Unidos precipitará esa fragmentación.
Un portavoz de la Casa Blanca ha dicho que el presidente Bashar al Assad ya no es capaz de controlar el país. Esta observación, cada vez más pertinente, podría haberse hecho hace mucho tiempo, pues los rebeldes controlan desde hace meses amplias zonas del norte, del nordeste y del sur, donde son fuertes gracias al apoyo material -económico y militar- que reciben principalmente de las monarquías del Golfo, respaldadas por Occidente, así como al apoyo político y de inteligencia, nada desdeñable, que les llega directamente de las potencias occidentales.
En las circunstancias actuales, ni el régimen ni los rebeldes parecen capaces de hacerse con el control del conjunto del país. El respaldo que Al Assad recibe de Irán, Rusia e Hizbolá se neutraliza con el que los rebeldes reciben de sus aliados, y en la situación de hoy parece inevitable que el conflicto conduzca a la partición.
Quienes más perderán en este escenario serán los cristianos. Miles de ellos ya han abandonado Siria y otros muchos lo harán como consecuencia de la guerra. Antes de que comenzara la rebelión había en Siria unos 2 millones de cristianos, y su futuro se presenta similar al de los cristianos iraquíes, que en 2003, cuando la caída de Saddam Hussein, eran un millón y medio, y en la actualidad apenas alcanzan el medio millón y su número baja día a día.
Estados Unidos no está preocupado por el futuro de los cristianos sirios ni mucho menos por la división de Siria -como tampoco lo está con la de Irak-, sino que ve esta posibilidad como algo positivo para sus intereses y para los de Israel en Oriente Medio. Varios estados pequeños independientes siempre serán más débiles y manejables que un Estado relativamente grande.
Si atendemos a las fuerzas más numerosas que
combaten sobre el terreno tendremos una idea aproximada del futuro de Siria.
Están el régimen, el Ejército Sirio Libre, las facciones islamistas y las
facciones kurdas. Cada una de estas fuerzas recibe un generoso apoyo exterior.
De ellas, al menos tres pueden conseguir un miniestado. Por una parte, el
régimen puede verse empujado hacia el territorio que históricamente ha ocupado
la minoría alauita en las montañas próximas a Lataquia y el Mediterráneo. Este
miniestado contaría con el apoyo de Irán, el Irak chiita e Hizbolá.
El miniestado alauita estaría rodeado por una mayoría sunita. Hoy mismo, Qardaha, el pueblo alauita de donde es originaria la familia Assad, está muy cerca del frente, un frente móvil que varía de un día a otro, y que hará que las fronteras sean difíciles de trazar al finalizar el conflicto.
Los futuros miniestados kurdo y alauita estarían aliados frente a los islamistas.
Dos millones de kurdos habitan principalmente el nordeste de Siria. La principal fuerza política de esta minoría es el Partido Democrático Kurdo. En este conflicto los kurdos, al menos la mayoría de ellos, a menudo se han aliado con el régimen, puesto que también ven a los islamistas como sus grandes enemigos. Un miniestado kurdo sería por lo tanto aliado del miniestado alauita.
Los islamistas, en principio, lo tendrán más complicado para disfrutar de un Estado, pero su sólida presencia en el norte y en el sur no permite descartar esta posibilidad. Un Estado islamista en Siria contaría con la oposición de Occidente, por supuesto, pero tal vez recibiera el apoyo de algunas monarquías del Golfo.
Una consecuencia de la intervención occidental en la guerra civil siria es que voluntaria o involuntariamente está jugando a favor de los islamistas. No debe sorprender, puesto que hay precedentes en este sentido, principalmente el que se registró en Afganistán en los ochenta, cuando el talibán y los estadounidenses fueron compañeros de viaje para echar a los soviéticos.
París y Londres ya se repartieron la "Gran Siria" en cuatro provincias distintas Una partición de este tipo no es algo descabellado pues ya la tuvo en mente Francia cuando ocupó la región de la Gran Siria (Bilad al Sham) y se la repartió con el Reino Unido en cuatro provincias distintas, Siria, Líbano, Palestina y Transjordania, aunque en su momento, en la primera mitad del siglo xx, ya se consideró una división incluso más prolija para debilitar a esa nación.
Tampoco hay que descartar que el conflicto se le acabe yendo de las manos a Estados Unidos y ocurra algo no previsto en el programa. De hecho, lo que parece una inminente intervención militar estadounidense en Siria es algo no previsto por el presidente Barack Obama, quien durante la campaña electoral dijo que no entraría en ninguna guerra a menos que la seguridad de Estados Unidos estuviera en peligro. Esta promesa ya la rompió en Libia en 2011.
* Periodista del diario digital español
Público.
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