Perú: Fujimori: "Ingrato y mal agradecido"
Escribe: Ismael León Arias.
Reo Fujimori. Ayer lo vi por televisión en el inicio de su juicio y siento necesidad de escribir para recordarle un par de oportunidades en que nos encontramos cara a cara. Ocasiones en las que, por sus actos, debí encararlo públicamente.
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La primera fue en 1995, cuando formaba parte de un panel en el programa Pulso de Panamericana TV, con Guido Lombardi en la conducción. Era víspera de las elecciones de ese año, en las que usted enfrentaba a don Javier Pérez de Cuéllar. Entonces le dije a un metro de distancia que usted me parecía "ingrato y mal agradecido", por despotricar en público contra apristas y comunistas, a quienes en las elecciones de 1990 les había pedido su voto casi de casa en casa.
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La segunda ocurrió en el propio Palacio de Gobierno, durante una emisión de Enfoque de los Sábados de Radio Programas, conducido por Denis Vargas. Allí le enrostré la arbitraria separación de más de 100 diplomáticos y funcionarios de la cancillería, sin derecho a proceso y bajo acusaciones genéricas de ineptitud y homosexualidad. Comenté que semejante métodos me parecían una barbaridad y usted no respondió. Como resultado, Fujimori, usted instruyó a los dueños del canal y de la radio para que nunca más me contrataran en esos espacios. Y así fue.
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El rescatador
Ayer usted ha dicho: "Yo recibí el país en el año 1990 casi en colapso. Mi gobierno rescató los derechos humanos de 25 millones de peruanos, sin excepción alguna. Si hubo hechos execrables no fueron por mi orden y los condeno". Tal la síntesis de la defensa que argumentó ante el tribunal que inició su juzgamiento, luego de siete años de su fuga y renuncia por fax, que a su vez dio comienzo a una larga lucha para extraditarlo, primero desde Japón, luego con éxito desde Chile.
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Mucho se ha escrito acerca de su pretendida, excepcional inteligencia, ingeniero Fujimori. Se habló de su arrojo personal y su capacidad como estratega; en suma se ha escrito inclusive de sus elevadas cualidades de político y hombre de bien, muchas veces incomprendido.
Nada de eso, reo Fujimori. Ayer lo hemos vuelto a ver en vivo y en directo. Arrogante al comienzo de la sesión, con esa mirada huidiza, inquieta tomando apuntes para fortalecer su imagen de teórico y matemático. Pocos minutos después usted ya se había relajado, bajó la guardia y comenzó a masticar algo que sacó de su bolsillo. Al terminar la requisitoria y hacer uso de la palabra estaba fuera de sí, la voz le salió latosa y no tuvo mejor idea que enrostrarnos su carácter de salvador de 25 millones de peruanos.
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Como me siento aludido, siento la obligación de sacarle en cara lo que le dije y añadirle:
Usted, Fujimori, no salvó a nadie. En primer lugar lo que usted hizo el 5 de abril de 1992, fue faltar a la confianza de quienes lo eligieron para que gobernara en democracia. Usted, en sociedad con Montesinos, estafó a esos 25 millones de peruanos, apoyado en los tanques de Hermoza Ríos.
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Segundo. Lo que usted recibió en 1990 fue una economía calamitosa, no el país colapsado. Las instituciones peruanas funcionaban, tanto que se permitieron darle la presidencia a un outsider desconocido como usted, que había ganado legítimamente, aunque después marcó una pauta estafando a sus votantes al aplicar el programa ultra liberal de su adversario, Mario Vargas Llosa. Como hoy lo hace su amigo Alan García, que aprendió de usted.
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Tercero. Usted no derrotó a la banda de Guzmán. La derrotó estratégicamente el pueblo peruano con sus rondas organizadas en la ciudad y el campo, los frentes de defensa, los comités populares de auto defensa; lo derrotaron los empresarios que, como Gustavo Mohme Llona se quedaron, los periodistas que resistimos a su gobierno y a los terroristas. Y es bueno recordarle, reo Fujimori, que la derrota táctica la asestó la DIRCOTE del general Ketín Vidal, una noche en que su cómplice retozaba en ese burdel electrónico denominado SIN, en el que usted vivía y del que se ausentó para ir a pescar en una laguna amazónica.
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Usted, Fujimori, con Montesinos y su grupo Colina, venían perdiendo la guerra al desmovilizar las protestas, al asesinar poblaciones, al matar a Pedro Huillca, a Saul Cantoral, al periodista ayacuchano Pedro Morales, a los cientos de dirigentes políticos, sindicalistas y reporteros que tuvieron el valor de enfrentarse a sus bandas, tanto como a las balas de Guzmán.
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Rechazo, pues, enérgicamente, que usted haya sido nuestro salvador. ¿Qué héroe es ese que en 1995 se refugió en la embajada de Japón ante el conato de alzamiento del general Jaime Salinas Sedó y que el año 2000 salió hacia Brunei como presidente, pasó a Japón y desde allí renunció al gobierno a través del fax?
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De modo que usted a mí no me salvó. En realidad ni a mí ni a nadie. Usted, Fujimori, es un pobre diablo que se pudrirá en la cárcel y cuando esté bajo la tumba merecerá como epitafio: "Aquí yace uno que siempre estuvo podrido".
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Lima, 10 de diciembre 2007
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