Chile - Marinos anti golpistas en la Historia

Posted by Correo Semanal on miércoles, agosto 10, 2016

Se acerca septiembre... "mes de la patria"... y uno pudiese agregar "de algunos". Porque los héroes que arriesgaron todo por esa patria siguen esperando Justicia. Hay quienes no se acuerdan. Carlos Tortin no olvida...

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Marinos anti golpistas en la Historia

Crónica de Flandes

Escribe Carlos Tortin


Aquel día 29 de junio de 1973, día del Tanquetazo, formados en la cubierta del crucero, escuchamos la arenga del comandante, anunciando que “ hay movimiento de tropas en Santiago, estamos a la espera de más informaciones; toda la tripulación diríjase a sus puestos de trabajo, en espera de órdenes “.
Mientras nos dispersábamos en diferentes direcciones, un par de mensajeros se desplazaba entre los marineros, anunciando “ estado de alerta “, en voz baja, casi un susurro al oído cercano y amigo.
Oficiales y tropa, por separado, a la espera de la palabra “golpe”. Esa palabra, breve y macabra, que pondría en movimiento, también por separado, a los oficiales golpistas y a los marinos anti golpistas.
Marinos de cubierta, y bajo cubierta, montamos guardia de emergencia, simulando indiferencia. En algunos espacios sacamos naipes y jugamos brisca. Atentos más a las informaciones que traerían los mensajeros, que al resultado del juego de cartas.
Pasaron un par de horas y desmontamos la maniobra. Se anunciaba en las noticias que el coronel sedicioso y su tropa habían sido neutralizados. La aparente normalidad nacional retomó su ritmo. El golpe de Estado siguió su zigzagueo subterráneo, y también submarino, sumando conspiraciones en las sombras, incorporando sediciosos azules, grises y de colores camuflados.
Nos quedó la impresión, desde el día siguiente, que las autoridades de gobierno no entendieron mucho. Pareció que más bien entendieron poco. Salvo que algo se movía en las sombras y no podían verlo.
Nos ha quedado, en la visión de largo plazo, la impresión que no tenían los mecanismos institucionales para entender este tipo de conflictos; ni la tradición de meterse en aquellos parajes reservados, más bien secretos, accesibles solamente a los portadores de uniformes con jinetas y estrellas.
Las autoridades de gobierno se pusieron a la defensiva, sin iniciativa concreta. Su conducto de relación y consulta siguió siendo el alto mando, que por protocolo informa que todo está normal. Ese mismo protocolo les impide consultar a otros niveles de la jerarquía.
Quienes vivíamos en medio de aquellas sombras, podíamos ver claramente el zigzagueo de la serpiente. Pero nuestro lugar en la jerarquía de mando era muy inferior. Nuestra iniciativa anti golpista y la campaña para denunciar la conspiración, no constituía garantía de nada. En especial para alcanzar las esferas de gobierno. Problema de protocolo.
Sin embargo, nuestro compromiso era claro: oponernos al golpe, dar la cara frente a los golpistas. La moral de la tropa estaba alta a favor del gobierno popular. Muy alta y esperanzada. Comprendíamos y sabíamos que era posible frenar a los golpistas y poner nuestras fuerzas a disposición del gobierno constitucional.
Nuestro optimismo crecía y también la cantidad de marinos rebeldes. Nuestra rebeldía se manifestaba contra los sediciosos, contra quienes atentaban criminalmente contra el proceso de emancipación social. Nuestra causa estaba orientada a defender al gobierno legítimamente constituido, tal como rezaba el juramento militar y tal como lo guiaba nuestra conciencia. Trabajadores de uniforme, nos sentíamos, hermanados con los trabajadores que eligieron por primera vez en la historia un gobierno popular.
No teníamos militancia declarada. Pero si mucha simpatía hacia la gesta emancipadora. Tener militancia partidista, salvo excepciones, no era indispensable. Éramos libres e independientes. Ningún partido o movimiento nos dirigía. Teníamos la madurez necesaria para definir qué hacer y sobretodo conocíamos el mundo uniformado, blindado en gran medida para el mundo civil.
Teníamos de nuestro lado la razón histórica, el conocimiento de los hechos en curso y el imperio del cumplimiento del deber. Y los cojones para enfrentar al monstruo genocida. Hicimos lo posible para alertar a dirigentes políticos y sindicales. Que transmitan al Presidente nuestro mensaje de alerta. ¡El golpe viene!
Sobrepasamos reglamentos y participamos en encuentros clandestinos con militantes y dirigentes. Alertamos a mucha gente, a quienes nos inspiraron confianza. Que el compañero Presidente se entere. ¡Le hablan los marinos anti golpistas!
Desde el Tanquetazo –de junio hasta principios de agosto– hicimos lo que estuvo a nuestro alcance, intentando consolidar la conciencia que crecía colectivamente desde mucho antes. Sin embargo, y a pesar de todos los esfuerzos desplegados: ¿Cómo creerle a un grupo de marineros, cuando el almirante dice que todo está normal?
El coletazo de la serpiente, sorpresivo y violento, nos da de frente, de espaldas y de costado. Y provoca nuestro naufragio. La primera semana de agosto se masifican los arrestos de marineros, cabos y suboficiales. En Valparaíso y Talcahuano, principalmente. Se hunden nuestras naves y quedamos a la deriva, sobreviviendo a nado.
Desde entonces seguimos nadando, la cabeza erguida, sin embargo. Gran parte del tiempo dando brazadas contra la corriente.
En ese mes de agosto, de nuevo quedó, en nuestra conciencia la impresión que el Gobierno y sus dirigentes políticos no entendieron mucho. Salvo excepciones, claro está. Algunos líderes estaban al tanto de lo que ocurría en la Marina.
Intentamos entender entonces, y con el correr de los años, la declaración del Secretario Regional Concepción, de un partido de gobierno, quien, en una inserción pagada en un diario regional, a nombre de su partido, a comienzos de septiembre, declaró: “se ha descubierto un movimiento subversivo en la marinería, tendiente a crear división en las fuerzas armadas, en momentos que hay que velar por su máxima unidad”.
Agregando: estos subversivos “deben ser castigados con el máximo rigor de la ley.”
Apelamos en ese momento a Condorito y dijimos ¡Plop!
En Santiago, el Gobierno se entera que los marinos han sido salvajemente torturados. Y ordena que los tribunales navales realicen el sumario correspondiente. O sea, manda al gato a cuidar la carnicería. Este sumario fue archivado, para nunca más ser tramitado, después del golpe de Estado.
Sin embargo, en el año 2008 los tribunales civiles acogieron a tramitación una nueva querella por torturas. Se sabe, el delito de tortura no prescribe. Esta sigue en curso hasta la fecha actual. Los torturadores del 73, hoy oficiales navales en retiro, aparentan haber olvidado incluso su altanería política.
Y el amparo institucional sigue vigente. El patrimonio golpista y su simbología sigue intacto.
El Golpe a la Marinería anti golpista, en agosto de 1973, fue el preludio al Golpe al Gobierno. Fue la operación necesaria para despejar el camino.
Que nadie más se atreva a decir: ¡‘No pasarán’!
Los oficiales sediciosos se dieron el lujo de secuestrar, torturar, procesar y condenar por “Sedición” a los marinos anti golpistas. Para imponer el procesamiento por Sedición, debieron pedir autorización al Ejecutivo. Y la tuvieron.
De nuevo Condorito escuchó nuestra súplica y nos permitió expresar un segundo “Plop”. El definitivo.
Algún día, sin lugar a dudas, esta historia dejará de estar patas pa’rriba. Esta historia que se sigue escribiendo. Y transmitiendo de padres a hijos y de abuelos a nietos. Cuarenta y tantos años después.
Esta historia que se ha publicado como estudio académico, más de una vez; y como testimonio colectivo. Esta historia que pone la verdad en su lugar: el hecho que en la Marina, desde antes del Golpe, y en las otras instituciones armadas y policiales, hubo gente valerosa que dio la cara para defender lo que era obligación profesional defender. Gente que cumplió con su deber, ni más ni menos. El honor militar, en aquel momento, tuvo su representación en personas con un alto sentido de la dignidad.
Tamaña osadía, cumplir con el deber, o al menos intentarlo, tuvo como contrapartida un alto precio: la tortura, la prisión, el exilio, fusilamientos extrajudiciales, ejecuciones en falsos enfrentamientos. Sumando a ello fallecimientos en el exilio de algunos marinos, de un general y de un suboficial de Aviación, de un oficial de Ejército que había sido condenado por “traición a la patria”… Y es deseable que no haya necesidad de poner aquí un etcétera.
Esta historia de gente sencilla, de trabajadores con uniforme y con traje de operarios, de aquel grupo humano que supo negarse a participar en un genocidio, sigue su curso cruzando mares y continentes. Todos sus capítulos no se han escrito todavía.
Tal vez sea pertinente mencionar, después de 43 años, que esta gesta histórica, con sus mitos y leyendas incluidas, está bajo la protección de Poseidón.