Argentina - Camina hacia la intensificación del neodesarrollo
Mariano Féliz *
Brecha, Montevideo, 15-1-2016
Argentina tiene nuevo gobierno nacional
que auspicia la intensificación del proyecto económico hegemónico. Electo en
una apretada segunda vuelta, el nuevo gobierno carece de la legitimidad
política institucionalizada que le permita llevar adelante su programa. Por
ello, avanza estirando hasta sus límites la legalidad, exacerbando el
presidencialismo y la delegación de atribuciones, con una política de hechos
consumados apuntando a construir un nuevo statu quo.
La nueva fuerza política en el Estado,
la coalición Cambiemos (hegemonizada por el Pro y acompañada por la Unión
Cívica Radical y otras fuerzas) ha construido un gabinete de gobierno a imagen
y semejanza de la fuerza social hegemónica, con ministros y secretarios de
Estado que son en su mayoría ex directivos de corporaciones trasnacionales. Se
despliega una novedosa “Ceocracia”.
El gobierno está decidido a desactivar
las principales barreras del proyecto neodesarrollista (nacido en 2002) sin
superar sus límites. Las barreras a superar son el déficit fiscal y externo
(ambos crecientes), la inflación elevada, y el estancamiento e inestabilidad
económica crónica. Los límites que prevalecerán son la industrialización
trunca, la redistribución del ingreso estancada, y la prevalencia de la
precarización extendida de las condiciones de vida y trabajo; todos ellos
expresión de un proceso de desarrollo dependiente en el capitalismo periférico.
El neodesarrollo emergente de la crisis
neoliberal pone al mercado (es decir, al gran capital) como principal
articulador de la sociedad, a la vez que ubica al Estado como garante de las
condiciones institucionales y de infraestructura económica y social que
permitan la producción, apropiación y uso capitalista de la mayor plusvalía
social posible. Nació a comienzos de los dos mil como respuesta a la crisis
neoliberal dando cuenta tanto de sus facetas políticas como de las nuevas bases
estructurales. Estas últimas fueron consolidadas en el tridente de la
trasnacionalización periférica del capital, el extractivismo contaminante y la
financiarización de la vida. Su faceta distribucionista (apoyada desde el
Estado en su primera etapa por el kirchnerismo) fue la consecuencia de la
necesidad de recuperar el control social, de contener y desarticular las
demandas más radicales surgidas del seno de la lucha contra el neoliberalismo,
garantizando una nueva gobernabilidad capitalista.
El gobierno del Pro viene a intensificar
el ciclo neodesarrollista, creando nuevas condiciones para valorizar sus bases
estructurales. El principal objetivo de mediano plazo es recuperar el
crecimiento económico. Ello permitirá ampliar la base de legitimación del
gobierno si es acompañado de una mejora, aun si es un leve “derrame”, en la
situación económica de las familias trabajadoras. Un aumento en el empleo
aparecerá como una bocanada de aire fresco, por limitado, precario o mal pago
que sea, en comparación con cuatro años de estancamiento.
Para lograrlo, el gobierno del
presidente Macri busca desarmar los desequilibrios que bloquean la acumulación
de capital. El gobierno anterior había comenzado en este camino a partir de
2011 con un proceso de ajuste heterodoxo, que se aceleró en 2013 con la
devaluación del peso y el re-endeudamiento externo. Sin embargo, ese cambio en
la política económica del kirchnerismo chocó con sus preceptos
distribucionistas y debilitó sus bases de apoyo. De ahí que su aplicación haya
sido dispar e inconsistente, capaz de evitar el estallido de las
contradicciones acumuladas, pero incapaz de relanzar el crecimiento.
Nueva política, “más justa” para el
capital. El nuevo gobierno busca crear condiciones macroeconómicas “más justas”
para el capital para arrancar un ciclo inversor liderado por las
trasnacionales. Las primeras medidas buscan desmontar las restricciones a la
entrada y salida de capitales (generando como consecuencia instantánea la
devaluación del peso) y eliminar y reducir los impuestos a las exportaciones.
Se busca incentivar las exportaciones primarias que son la principal fuente de
dólares, mientras se crean condiciones para acelerar el ingreso de capitales
sin restricciones a su salida y se recupera la capacidad de endeudamiento
externo.
El impacto inmediato ha sido reducir el
costo en dólares de la fuerza de trabajo, haciendo caer también el poder de
compra de los ingresos del trabajo. La devaluación y la suba de precios
internos acentuarán la incidencia de la pobreza y el hambre, en tanto la
pérdida salarial provoca una caída en el consumo popular y en la producción de
bienes de consumo masivo. Ello podrá ser compensado por el aumento de las
exportaciones de alimentos y del consumo suntuario de las fracciones sociales
beneficiadas por la redistribución del ingreso. En el mediano plazo, la
inversión podrá subir en función de una mayor tasa de ganancia y el aumento de
esa demanda. En los próximos meses la caída en el consumo de las masas
acentuará el estancamiento y la pérdida de puestos de trabajo. Hacia fines de
2016 la economía podría volver a crecer, aunque al costo de una mayor
desigualdad y más conflictividad. Para el gobierno entrante la pregunta es si
esto alcanzará para ganar legitimidad social y política para ampliar su
capacidad hegemónica. Con ese objetivo en mente, las políticas sociales
universalistas, pero básicas, serán ampliadas (como viene ocurriendo desde hace
años, con el apoyo del Banco Mundial y el Bid) para que garanticen niveles
mínimos de ingresos pero obliguen al pueblo trabajador a seguir concurriendo
masivamente a un mercado de trabajo precarizado.
Más allá del corto plazo. El proyecto de
intensificación desarrollista debe ser acompañado por varios elementos que lo
harán potencialmente viable como proyecto de desarrollo capitalista en la
periferia, al menos hasta la próxima crisis.
Desde lo estructural, el gobierno
proyecta medidas que promuevan la inversión, dando carnadura a la veta
desarrollista que lo constituye. No será meramente un gobierno neoliberal, sino
un gobierno que buscará crear las condiciones normativas e institucionales que
permitan, con el apoyo fundamental del Estado, relanzar el crecimiento en un
marco capitalista. No asistimos al ajuste estructural neoliberal sino a la
intensificación del neodesarrollismo.
Desde el Proyecto Belgrano (un proyecto
de infraestructura de trasporte y energía, enmarcado en la Iniciativa para la
Integración de la Infraestructura Regional Suramericana, Iirsa) hasta la
política de comunicaciones (que pretende abrir a las trasnacionales un campo
fértil para inversiones en tecnologías de la comunicación y la información);
desde la continuidad en el Ministerio de Ciencia y Tecnología (con la
permanencia del ministro kirchnerista Lino Barañao) en favor de las
asociaciones público-privadas con fondos y recursos públicos, hasta la creación
del Ministerio de Agroindustria y del Ministerio de Energía y Minería para apuntalar
el desarrollo del saqueo de las riquezas naturales, pasando por una nueva
política de precios en los servicios públicos privatizados que elevará las
tarifas y quitará regulaciones para inducir a la inversión. Estas iniciativas
pretenden alimentar un shock de inversiones que propulsen el crecimiento.
Esta política sólo será exitosa en sus
propios términos si logra reducir la inflación y mantener el dólar caro como
garantes de la competitividad. Esto supone, primero, contener la emisión
monetaria (reduciendo el gasto público) y encarecer el crédito para ajustar la
demanda y, en paralelo, contener las demandas salariales para que los salarios
suban en 2016 por debajo de la inflación. Con relación al primer punto, si bien
la emisión monetaria no causa la inflación, sí puede favorecerla, pues crea
condiciones de demanda adecuadas a su desenvolvimiento. En relación con el
segundo punto, si bien los salarios no son la causa de la inflación, su
contención sí puede ser un eficaz medio para su reducción (como ya ocurrió en
2014 cuando los salarios subieron por debajo de la inflación y ésta se redujo
diez puntos porcentuales en sólo un año, al costo de una significativa caída en
el consumo popular).
Por último, mucho depende de la
evolución favorable de la coyuntura regional y global, algo que parece poco
probable. Con Brasil sumido en recesión y los principales actores de la
economía mundial con crecimiento bajo (Estados Unidos, Europa) o descendiendo
(China), el contexto global no favorece las posibilidades de expansión de una
economía altamente dependiente.
El gobierno que se inicia avanza con
pies de plomo, en un nuevo marco, hacia la profundización del neodesarrollo
capitalista en Argentina. Todo ello a un elevado costo social y –es de esperar–
con un creciente costo político. Las luchas sociales contra la intensificación
capitalista son incipientes. Los movimientos políticos y sociales populares
están despertando de la desarticulación y letargo provocados por el
kirchnerismo. El futuro se acerca, despacio pero viene.
* Doctor en economía y en ciencias
sociales. Profesor Unlp. Investigador Cig-Idihcs/Conicet-Unlp. Miembro de la
Sociedad de Economía Crítica de Argentina y Uruguay. Militante de la Colectiva
en Movimiento por una Universidad Nuestramericana (Comuna) en el Frente Popular
Darío Santillán-Corriente Nacional.
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