Brasil - Dimite el ministro de Economía por divergencias con Rousseff
Lo reemplaza el desarrollista
Barbosa, quien afirmó que se mantendrán el recorte de gastos
Antonio Jiménez Barca, desde San
Pablo
El País, Madrid, 19-12-2015
Tras un progresivo alejamiento de la
presidenta, Dilma Rousseff, el ministro de Economía, Joaquim Levy, dimitió este
viernes, en una jornada en la que los rumores y la incerteza generaron más
turbulencias en la ya zarandeada economía brasileña. La bolsa cayó un 2,14% y
el dólar escaló hasta situarse a un paso de venderse a cuatro reales. Su
sustituto será el previsto, un hombre cercano a Rousseff y a Lula, el hasta
ahora ministro de Planeamiento, Nelson Barbosa. La dimisión de Levy, elegido
hace casi un año para contentar a los mercados y contener el gasto era un
secreto a voces.
Levy admitió en un encuentro que tuvo
con periodistas, que había hablado con la presidenta sobre su más que posible
salida. Pero sin especificar más. Un día antes, el jueves, en una sesión del
Consejo Nacional Monetario, había confesado, según testigos de esa reunión, que
él no asistiría a la sesión de enero.
El último y definitivo desencuentro
entre la presidenta y el ministro de Economía ocurrió el jueves, con la
aprobación del presupuesto. Él era partidario de que se reservara el 0,7% del
PIB brasileño, esto es, 42.800 millones de reales (11.900 millones de dólares)
para enjugar deudas; el Congreso, con la anuencia del resto del Gobierno,
aprobó sólo reservar el 0,5%, es decir, 30.580 millones de reales (8.308
millones de dólares).
La diferencia, según miembros del
Ejecutivo y destacados dirigentes del Partido de los Trabajadores (PT, formación
de centroizquierda a la que pertenecen Rousseff y el expresidente Lula da
Silva), estribaba entre recortar o no recortar uno de los programas sociales
más populares del Gobierno de Rousseff (y anteriormente de Lula), el denominado
Bolsa Familia, destinado a los hijos de familias pobres en edad escolar.
Al final, Rousseff decidió que el
programa Bolsa Familia, a pesar de la crisis económica, era intocable. Y Levy
sintió, a tenor de los insistentes rumores de su salida, que su sitio, su poder
y su sentido en el Gobierno habían llegado a su fin. Su sucesor, Nelson
Barbosa, de 46 años, es un hombre cercano a Rousseff y a Lula, aunque no está
afiliado al PT y ejerció como secretario ejecutivo del Ministerio de Hacienda
entre 2011 y 2013. Además, fue uno de los responsables del Programa de
Aceleración del Crecimiento y de Minha casa, minha vida.
A juicio de varios analistas,
Rousseff actúa con las manos atadas: enfrentada a un proceso de destitución
parlamentaria que puede apearla del cargo, debe asegurar —antes que nada— los
votos favorables de todos los diputados de su partido, el PT, y sus aliados de
izquierda. Es un ejemplo de cómo la política interfiere y retuerce la crisis
económica brasileña, con cifras cada vez más alarmantes: la previsión de
inflación ya se apunta hacia un 10%, algo que era impensable un año antes. El
mismo Levy achacó a las “incertezas políticas” buena parte de la culpa de la
crisis económica y de la falta de de consumo de los brasileños.
La noticia de que el Congreso
brasileño —y el Gobierno— eran partidarios de no hacer caso a Levy en el
presupuesto, hecha pública antes de la aprobación efectiva de las cuentas
públicas, sirvió de detonante para que la agencia Fitch rebajara el pasado
jueves la nota sobre la deuda brasileña, rebajándola a bono basura. Los
mercados respondían así a la desautorización sufrida por el que ha sido hasta
ahora su aliado en el Gobierno de Rousseff.
Tira y afloja
El tira y afloja entre las tesis
restrictivas de Levy y las más expansivas de los líderes del PT y del ala más a
la izquierda del Gobierno han sido el día a día de la acción política del
Ejecutivo brasileño. Hasta el punto de que los rumores sobre la salida del
ministro de Economía brasileño, formado en la ultraliberal escuela de Chicago,
se convirtieron en un género propio de la moderna crónica parlamentaria
brasileña.
En septiembre, en vísperas de un
viaje a Turquía para una reunión del G20, Levy desmintió —tras dialogar con la
presidenta— que fuera a dimitir. Y siguió en el cargo. Ayer, con el presupuesto
aprobado, el año legislativo terminado y desautorizado delante del país y del
Congreso, Levy decidió marcharse.
Dilma gana la primera batalla del
‘impeachment’
Mientras, Dilma Rousseff ha recibido
una buena noticia: el Tribunal Superior de Brasil, que se pronunció el pasado
jueves sobre las etapas y el procedimiento de la destitución parlamentaria
(impeachment) decidió que el Senado tendrá potestad soberana para paralizar el
proceso aunque haya sido aprobado por el Congreso. Esta decisión es importante,
ya que en el Senado la presidenta cuenta con más diputados afines. Con todo, la
red de alianzas y contra alianzas de los diputados y senadores brasileños muda
y metamorfosea continuamente, con lo que no se puede asegurar con rotundidad
que la presidenta haya conjurado la amenaza.
El proceso del impeachment se
prorrogará al menos hasta abril. Será necesario componer otra vez la comisión
de destitución, realizar 10 sesiones para la defensa de la presidenta y otras
cinco para redactar un relatorio que será votado en la Cámara.
Levy dejó Economía
Un muy duro cruce de facturas
Es por diferencias con Rousseff sobre
la profundidad del ajuste. Lo reemplaza el desarrollista Barbosa, quien afirmó
que se mantendrán el recorte de gastos.
Eleonora Gosman, corresponsal en San
Pablo
Clarín, Buenos Aires, 19-12-2015
“El tiempo sabrá mostrar los
resultados de todo lo que se hizo año”. Joaquim Levy se despidió así de la
presidenta Dilma Rousseff. Lo cierto es que el ex funcionario, quien fuera
defendido en varias oportunidades por su jefa, no logró los resultados
esperados. Bajo su gestión cayó el PBI a entre -3,5 y -4% este año. Y -2% el
próximo. Según Levy, las turbulencias políticas que afectaron en forma singular
la economía, podrán ser superadas: “Esas dificultades cobraron un precio alto
en 2015 pero deben pasar, porque nadie quiere el impeachment como primera
opción”. Pero en una parte de su misiva hizo su propio descargo: “sería injusto
conmigo, con mi equipo y con la presidenta si atribuyera la recesión actual al
ajuste fiscal”. Y reforzó esa disculpa con una crítica: “La falta de
señalización de una disposición más inmediata para el esfuerzo fiscal por parte
del Estado brasileño empeoró las expectativas de los agentes económicos,
inhibió decisiones de inversión y consumo, y esto tuvo reflejos negativos en el
nivel de actividad económica y en la generación de empleos. Una situación que
podrá extenderse a 2016”.
En su autodefensa, Levy sostuvo que
nunca estuvo enfocado exclusivamente sobre el ajuste fiscal, “como muchas veces
fue sugerido”. Ayer, antes que se precipitaran los acontecimientos, el ministro
jefe de la Casa Civil Jaques Wagner recordó en una entrevista que “es la
presidenta de Brasil la que baca la política económica. Y ella convoca al
ministro que debe cumplir”. Subrayó que “quien bancó la cuestión del ajuste
fiscal fue Dilma Rousseff. Si ahora ella entiende que es el momento para
modular el ajuste, no para salir de él, es una opción de ella”.
Reveló así cuál fue el motivo de
fondo de la renuncia de Levy: las diferencias respecto de la “profundidad” del
proceso fiscal. También sostuvo que aquel que está en la posición de manejar un
ministerio como el de Hacienda “debe ser técnico pero también político, para
conversar con parlamentarios, empresarios y trabajadores. Un técnico puro que
se comporta como un elefante en un bazar crea muchos problemas al gobierno”.
Esta era la crítica principal que le hacían sus colegas a Levy. Quien pasa a
ocupar esa función clave es Nelson Barbosa, hasta ahora ministro de
Planificación. Nunca fue afiliado al Partido de los Trabajadores, pero tenía
simpatías. En 2006 colaboró con la reelección de Lula da Silva y estuvo
presente en la formulación del plan económico de Rousseff en la campaña de
2010. A pesar que en el gobierno afirman que Barbosa y Levy tenían un amplio
arco de coincidencias, había diferencias esenciales. El saliente impuso
tijeretazos que impactaron en todos los niveles del Estado, Recortó inversiones
públicas y junto con la devaluación de más del 30% del real en un año
contribuyó a “consolidar” el proceso recesivo, en vez de contrarrestarlo.
Barbosa estaba de acuerdo con la necesidad de introducir cambios que
apuntaran a una “economía de guerra”, pero también defendía no castigar la
inversión pública.
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