Brasil - Dimite el ministro de Economía por divergencias con Rousseff

Posted by Correo Semanal on miércoles, diciembre 23, 2015


Lo reemplaza el desarrollista Barbosa, quien afirmó que se mantendrán el recorte de gastos

Antonio Jiménez Barca, desde San Pablo
El País, Madrid, 19-12-2015

Tras un progresivo alejamiento de la presidenta, Dilma Rousseff, el ministro de Economía, Joaquim Levy, dimitió este viernes, en una jornada en la que los rumores y la incerteza generaron más turbulencias en la ya zarandeada economía brasileña. La bolsa cayó un 2,14% y el dólar escaló hasta situarse a un paso de venderse a cuatro reales. Su sustituto será el previsto, un hombre cercano a Rousseff y a Lula, el hasta ahora ministro de Planeamiento, Nelson Barbosa. La dimisión de Levy, elegido hace casi un año para contentar a los mercados y contener el gasto era un secreto a voces.
Levy admitió en un encuentro que tuvo con periodistas, que había hablado con la presidenta sobre su más que posible salida. Pero sin especificar más. Un día antes, el jueves, en una sesión del Consejo Nacional Monetario, había confesado, según testigos de esa reunión, que él no asistiría a la sesión de enero.
El último y definitivo desencuentro entre la presidenta y el ministro de Economía ocurrió el jueves, con la aprobación del presupuesto. Él era partidario de que se reservara el 0,7% del PIB brasileño, esto es, 42.800 millones de reales (11.900 millones de dólares) para enjugar deudas; el Congreso, con la anuencia del resto del Gobierno, aprobó sólo reservar el 0,5%, es decir, 30.580 millones de reales (8.308 millones de dólares).
La diferencia, según miembros del Ejecutivo y destacados dirigentes del Partido de los Trabajadores (PT, formación de centroizquierda a la que pertenecen Rousseff y el expresidente Lula da Silva), estribaba entre recortar o no recortar uno de los programas sociales más populares del Gobierno de Rousseff (y anteriormente de Lula), el denominado Bolsa Familia, destinado a los hijos de familias pobres en edad escolar.
Al final, Rousseff decidió que el programa Bolsa Familia, a pesar de la crisis económica, era intocable. Y Levy sintió, a tenor de los insistentes rumores de su salida, que su sitio, su poder y su sentido en el Gobierno habían llegado a su fin. Su sucesor, Nelson Barbosa, de 46 años, es un hombre cercano a Rousseff y a Lula, aunque no está afiliado al PT y ejerció como secretario ejecutivo del Ministerio de Hacienda entre 2011 y 2013. Además, fue uno de los responsables del Programa de Aceleración del Crecimiento y de Minha casa, minha vida.
A juicio de varios analistas, Rousseff actúa con las manos atadas: enfrentada a un proceso de destitución parlamentaria que puede apearla del cargo, debe asegurar —antes que nada— los votos favorables de todos los diputados de su partido, el PT, y sus aliados de izquierda. Es un ejemplo de cómo la política interfiere y retuerce la crisis económica brasileña, con cifras cada vez más alarmantes: la previsión de inflación ya se apunta hacia un 10%, algo que era impensable un año antes. El mismo Levy achacó a las “incertezas políticas” buena parte de la culpa de la crisis económica y de la falta de de consumo de los brasileños.
La noticia de que el Congreso brasileño —y el Gobierno— eran partidarios de no hacer caso a Levy en el presupuesto, hecha pública antes de la aprobación efectiva de las cuentas públicas, sirvió de detonante para que la agencia Fitch rebajara el pasado jueves la nota sobre la deuda brasileña, rebajándola a bono basura. Los mercados respondían así a la desautorización sufrida por el que ha sido hasta ahora su aliado en el Gobierno de Rousseff.
Tira y afloja
El tira y afloja entre las tesis restrictivas de Levy y las más expansivas de los líderes del PT y del ala más a la izquierda del Gobierno han sido el día a día de la acción política del Ejecutivo brasileño. Hasta el punto de que los rumores sobre la salida del ministro de Economía brasileño, formado en la ultraliberal escuela de Chicago, se convirtieron en un género propio de la moderna crónica parlamentaria brasileña.
En septiembre, en vísperas de un viaje a Turquía para una reunión del G20, Levy desmintió —tras dialogar con la presidenta— que fuera a dimitir. Y siguió en el cargo. Ayer, con el presupuesto aprobado, el año legislativo terminado y desautorizado delante del país y del Congreso, Levy decidió marcharse.
Dilma gana la primera batalla del ‘impeachment’
Mientras, Dilma Rousseff ha recibido una buena noticia: el Tribunal Superior de Brasil, que se pronunció el pasado jueves sobre las etapas y el procedimiento de la destitución parlamentaria (impeachment) decidió que el Senado tendrá potestad soberana para paralizar el proceso aunque haya sido aprobado por el Congreso. Esta decisión es importante, ya que en el Senado la presidenta cuenta con más diputados afines. Con todo, la red de alianzas y contra alianzas de los diputados y senadores brasileños muda y metamorfosea continuamente, con lo que no se puede asegurar con rotundidad que la presidenta haya conjurado la amenaza.
El proceso del impeachment se prorrogará al menos hasta abril. Será necesario componer otra vez la comisión de destitución, realizar 10 sesiones para la defensa de la presidenta y otras cinco para redactar un relatorio que será votado en la Cámara.

Levy dejó Economía
Un muy duro cruce de facturas
Es por diferencias con Rousseff sobre la profundidad del ajuste. Lo reemplaza el desarrollista Barbosa, quien afirmó que se mantendrán el recorte de gastos.
Eleonora Gosman, corresponsal en San Pablo
Clarín, Buenos Aires, 19-12-2015
“El tiempo sabrá mostrar los resultados de todo lo que se hizo año”. Joaquim Levy se despidió así de la presidenta Dilma Rousseff. Lo cierto es que el ex funcionario, quien fuera defendido en varias oportunidades por su jefa, no logró los resultados esperados. Bajo su gestión cayó el PBI a entre -3,5 y -4% este año. Y -2% el próximo. Según Levy, las turbulencias políticas que afectaron en forma singular la economía, podrán ser superadas: “Esas dificultades cobraron un precio alto en 2015 pero deben pasar, porque nadie quiere el impeachment como primera opción”. Pero en una parte de su misiva hizo su propio descargo: “sería injusto conmigo, con mi equipo y con la presidenta si atribuyera la recesión actual al ajuste fiscal”. Y reforzó esa disculpa con una crítica: “La falta de señalización de una disposición más inmediata para el esfuerzo fiscal por parte del Estado brasileño empeoró las expectativas de los agentes económicos, inhibió decisiones de inversión y consumo, y esto tuvo reflejos negativos en el nivel de actividad económica y en la generación de empleos. Una situación que podrá extenderse a 2016”.
En su autodefensa, Levy sostuvo que nunca estuvo enfocado exclusivamente sobre el ajuste fiscal, “como muchas veces fue sugerido”. Ayer, antes que se precipitaran los acontecimientos, el ministro jefe de la Casa Civil Jaques Wagner recordó en una entrevista que “es la presidenta de Brasil la que baca la política económica. Y ella convoca al ministro que debe cumplir”. Subrayó que “quien bancó la cuestión del ajuste fiscal fue Dilma Rousseff. Si ahora ella entiende que es el momento para modular el ajuste, no para salir de él, es una opción de ella”.
Reveló así cuál fue el motivo de fondo de la renuncia de Levy: las diferencias respecto de la “profundidad” del proceso fiscal. También sostuvo que aquel que está en la posición de manejar un ministerio como el de Hacienda “debe ser técnico pero también político, para conversar con parlamentarios, empresarios y trabajadores. Un técnico puro que se comporta como un elefante en un bazar crea muchos problemas al gobierno”. Esta era la crítica principal que le hacían sus colegas a Levy. Quien pasa a ocupar esa función clave es Nelson Barbosa, hasta ahora ministro de Planificación. Nunca fue afiliado al Partido de los Trabajadores, pero tenía simpatías. En 2006  colaboró con la reelección de Lula da Silva y estuvo presente en la formulación del plan económico de Rousseff en la campaña de 2010. A pesar que en el gobierno afirman que Barbosa y Levy tenían un amplio arco de coincidencias, había diferencias esenciales. El saliente impuso tijeretazos que impactaron en todos los niveles del Estado, Recortó inversiones públicas y junto con la devaluación de más del 30% del real en un año contribuyó a “consolidar” el proceso recesivo, en vez de contrarrestarlo. Barbosa estaba de acuerdo con la necesidad de introducir  cambios que apuntaran a una “economía de guerra”, pero también defendía no castigar la inversión pública.