Argentina - La primera semana rápida y furiosa de Mauricio Macri
Un escenario político que cambió dramáticamente en siete días. El bonapartismo macrista y el nestorista: convergencias y divergencias. El ajuste y el centro de gravedad de la calle.
Fernando Rosso
La Izquierda Diario, Buenos Aires,
22-12-2015
1. Poderes reales
Mauricio Macri inició su gobierno rápido
y furioso. Parece que pasó un siglo desde que utilizó el balcón de la Casa
Rosada para el patético baile inaugural acompañado por el coro desafinado de
Gabriela Michetti. Pasado el espectáculo de lo que parecían las nupcias de
Macri con Juliana Awada, a la que asistían de invitados todos sus amigos y que
se transmitía por cadena nacional; empezó el giro copernicano que le imprimió a
la coyuntura argentina, basado en el respaldo de los poderes fácticos.
Macri cuenta con el apoyo incondicional
de los principales factores reales de poder: el conjunto del gran empresariado,
las patronales del campo, las corporaciones mediáticas y por lo menos una buena
parte del “partido judicial”.
La “CEOcracia” (como la bautizó Alfredo
Zaiat) cumplió en tiempo récord con las demandas de todas estas fracciones de
los dueños del país. De ahí el entusiasmo desbordante de Paolo Rocca (Techint)
que quiere sumarse al palco de cualquier acto oficial, así sea la inauguración
de una bicisenda.
Macri no posee (aún) la venia del Papa
Francisco y no tiene garantizada a la Iglesia de su lado, una institución con
poder que se disputa con el peronismo.
No tiene sindicatos que le respondan, ni
mucho menos capacidad de movilización callejera. El representante de los
patrones del campo ante los peones rurales, Gerónimo “Momo” Venegas -que se
hace pasar exactamente por lo contrario-, se postula como el primer gremialista
macrista, pero no cuenta con el volumen y la densidad para ser garantía de
contención de todo el movimiento obrero.
La mayoría electoral que Macri conquistó
en el balotaje tiene un componente “ficticio” y pese a que cuenta con los tres
principales distritos (Nación, CABA y PBA), es minoría en ambas cámaras
legislativas y tiene una gran cantidad de gobernadores que no le responden
directamente.
2. Cesarismos
En este marco político, en la primera
semana de administración, Macri pretendió mostrar un contundente
“decisionismo”, una fuerza de voluntad para cambiar la situación. Una especie
de “nestorismo de derecha” en quinta a fondo. Quiere erigirse en un legítimo
piloto de tormenta al que no le tiembla el pulso para manejar la crisis y
superar el estancamiento económico y los desequilibrios evidentes. Huye como de
la peste del síndrome “lobo del aire” que lleva la marca de Fernando De la Rúa.
Con esa ubicación, llevó el plan de shock con drásticas medidas tomadas
mediante decretos de necesidad y urgencia y resoluciones ministeriales: baja y
quita de retenciones agrarias, devaluación, apertura industrial, nuevo
endeudamiento, suba de tasas de interés y anuncio de aumentos de tarifas.
Decisiones que tendrán consecuencias inmediatas y a mediano plazo en una
transferencia de ingresos del trabajo al capital y un ajuste con graves
consecuencias sociales.
Tanto el gobierno de Néstor Kirchner
como el de Macri comparten la debilidad de origen como característica común: el
primero asumía con el 22 % de los votos en un escenario nacional convulsionado
económica, política y socialmente. El segundo, con una mayoría electoral
relativa (producto de un balotaje) y una oposición mayoritaria en ambas cámaras
del Congreso.
Kirchner gozó de varias ventajas: el
“trabajo sucio” del ajuste ya estaba hecho cuando asumió, la economía
internacional iniciaba un ciclo alcista favorable a la región y su coalición
estaba apoyada en el peronismo (por más de que haya pasado a un segundo plano
en los primeros años), elementos que también garantizaron el alineamiento
sindical con Hugo Moyano como referente.
Macri tiene la tarea del ajuste por
delante, el panorama internacional conforma una “tormenta perfecta” para golpear
de frente a la economía argentina, el peronismo está en la oposición con un
espacio político considerable, ya que Cambiemos ganó por apenas dos puntos.
El “cesarismo” kirchnerista de los
orígenes se apoyaba en una densa coalición y un ciclo ascendente de la
economía. La coalición que respalda al “cesarismo blanco” de Macri (con el
radicalismo como principal fuerza) en un momento de declive económico, es mucho
más débil que el que dio apertura al ciclo de los años kirchneristas.
3. Cortes y quebradas
Macri se jugó al “blindaje” con la
conformación por decreto de una Corte Suprema propia y dependiente (para evitar
cualquier eventual obstáculo judicial en sus planes) y con la hipótesis de que
esto sólo escandaliza a una minoría intensa y politizada. El juego de imágenes
del “diálogo”, multiplicado por mil en los medios masivos, es la política que
muestra hacia las grandes masas. El “consenso negativo” tiene dos elementos:
hay negatividad que es el aspecto de una hegemonía muy débil, pero también hay
consenso. Macri quiere explotar ese rechazo a las “formas” arbitrarias del
kirchnerismo (que era una manifestación deformada de un malestar de fondo), con
la fachada de un cambio de la cultura política: de la confrontación al diálogo,
para “ordenar el lío que nos trajo hasta aquí”.
La crisis generada por el nombramiento
de Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti implica un grueso traspié político. Sin
embargo, la base social con la que dialogaba con la “promesa republicana” (la
clase media de derecha, el “núcleo duro” macrista) es cínica. Más cínica que el
“progresismo”. No se “desgarra” por la violación de las instituciones que hasta
ayer eran intocables. El progresismo justificaba con “culpa” las medidas de
derecha de su gobierno, la base social “republicana” justifica con prepotencia
la necesidad del “bonapartismo” de su nuevo jefe: es necesario para ordenar el
desastre económico y estatal que dejó el gobierno anterior, según su
razonamiento.
Solo en ese marco se entienden
imprudencias casi escandalosas (para quienes se autodenominaban “republicanos”)
de afirmaciones como la del ministro de Justicia, Germán Garavano, quien
aseguró que su gobierno va a terminar con la “sanción insana de leyes sin
consenso” (sic), mediante saludables y sanos decretos de necesidad y urgencia.
A un Congreso “enfermo” le corresponde un tratamiento express a decretazos
limpios. La cirugía mayor de la República perdida.
La gran contradicción de esta medida es
que empujó a la unidad del peronismo, ya que la resolución arbitraria se
pretendió llevar a adelante pasando por encima de todo el FpV-PJ. Los intentos
de renovación de las blancas palomitas del universo peronista (Juan Manuel
Urtubey!) debieron esperar, porque Macri las obturó a golpes de DNUs.
Y hasta un colaborador serial como Daniel
Scioli, tuvo que salir a los pocos días a denunciar que “en una semana
ejecutaron un ajuste brutal”.
Macri debió recalcular y retroceder
parcialmente (mantuvo el decreto de nombramiento “en comisión” de los dos
jueces, pero demoró la jura hasta febrero), y en el medio se conoció la medida
cautelar de un juez federal de Dolores (Alejo Ramos Padilla) que suspendió el
nombramiento. Cada hegemonía débil tiene las medidas cautelares que se merece.
La búsqueda desesperada de “autoridad”
dejó expuesta una debilidad política, justo cuando el ajuste requiere tanto de
la “colaboración” del capital financiero internacional, como de un firme poder
político.
4. Percepciones
En estas condiciones, el nuevo gobierno
busca llevar hasta el final a velocidad de rayo el ajuste que el kirchnerismo
ya había empezado: la economía venía inflacionada desde hace un tiempo, la
creación de empleo estancada, la industria en recesión. Se sostenía el “modelo”
sólo con algunos eventuales rebotes en base a la inyección estatal para el consumo.
Por lo tanto, en la vida real de las
mayorías, hasta ahora los cambios todavía son percibidos como cuantitativos en
el empeoramiento actual y potencial de sus condiciones de vida.
Incluso la inflación -que es lo que más
se siente- tiene responsabilidades compartidas (con una gran parte que
responsabiliza al gobierno saliente).
La prueba nodal pasará por cuánto de la
devaluación se trasladará a precios y si se desata una inflación insostenible o
se contiene con una recesión que cause más temprano que tarde quiebres y
despidos.
5. Calles
Existe un bloque social objetivo (y con
distintas experiencias políticas) que dejó la recomposición social de los
últimos años y que signa una relación de fuerzas.
Las movilizaciones más o menos
espontáneas de miles de manifestantes que adhieren o simpatizan con algunas de
las medidas que tomó el gobierno kirchnerista (en Plaza de Mayo, Congreso y
Parque Centenario) son una de las expresiones de esa realidad. A la vez,
muestran los límites del “sujeto” evocado por la narrativa kirchnerista. Los
sindicatos quedaron en manos de la burocracia sindical tradicional (con algunas
excepciones), no conquistaron peso decisivo en las organizaciones del
movimiento estudiantil. Por lo tanto, el componente esencial de estas
concentraciones es la clase media dispersa, pequeñas multitudes invertebradas
sin densidad social u organizacional para frenar el bombardeo macrista. Tienen
relativa capacidad de movilización y protesta, pero no de combate. Además,
están carentes de una dirección política coherente. El peronismo busca el
equilibrio, no es de centro por principio sino por promedio histórico y ahora
busca el promedio de la coyuntura.
La furia macrista también apuró la primera
foto de los profesionales de la colaboración permanente: la burocracia
sindical, que en el mismo cónclave en el que se reunió, acordó un documento:
“El camino de la unidad para garantizar la producción y el trabajo”. El paper
sindical mantiene el tono de la “prudencia” que es la marca de fábrica de estos
sospechosos de siempre. Sin embargo, debió incluir la exigencia de la
compensación de fin de año y no puede obviar conflictos por despidos como los
de Cresta Roja que ocupa la agenda o el de Siderca. La próxima ronda de
paritarias será un escenario donde será difícil mantener este equilibrio
inestable en todos los sindicatos.
Finalmente en los sectores de
vanguardia, se configuró un frente único que protagonizará la primera
movilización de organizaciones sindicales, sociales y políticas este martes 22.
A la prudencia cómplice de las conducciones sindicales tradicionales, se le
opone la movilización de sectores combativos con protagonismo de la izquierda y
con la especial gravitación de quienes se identifican con el Frente de
Izquierda. La importancia que venía cobrando esta movilización en el marco del
duro conflicto de Cresta Roja (incluso se habían sumado organizaciones sociales
kirchneristas), seguramente estuvo entre los factores que impulsaron a Macri a
anunciar (un día antes) una compensación de $400 para quienes reciben la
Asignación Universal por Hijo. En medio de la catarata de anuncios que
implicaron la transferencia automática de millones de dólares para los dueños
de la patria, el monto anunciado parece una provocación. Las organizaciones
sociales kirchneristas que habían convocado a la movilización, consideraron
esta concesión como un argumento para “bajarse”. Un primera medida del tamaño
de su esperanza y de la frágil consistencia para enfrentar "un ajuste
brutal", según la definición de Scioli. Por más que haya pasado a la
oposición, la dirigencia kirchnerista se cuida de no perder su práctica
habitual: poner la mayor distancia entre las palabras y las cosas.
El bonapartismo kirchnerista de los
orígenes estaba puesto al servicio de pasivizar la calle, el cesarismo
acelerado y vertiginoso de Macri y la CEOcracia logró ponerla activa en menos
de una semana.
Empieza a jugarse tempranamente una
pulseada que determinará el tono y los límites de los tiempos de cambio. Y como
no podía ser de otra manera, el centro de gravedad estará donde se produjeron
los acontecimientos que marcaron la historia de la Argentina contenciosa. El
lugar donde se escuchan los primeros acordes de lo que siempre fue "la más
maravillosa música": la calle, la movilización y la lucha.
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