Guatemala - Cara y cruz de la “primavera” guatemalteca
La “cara” de la “primavera”
guatemalteca es el despertar de la conciencia ciudadana indignada contra la
corrupción, expresada también en la derrota en la primera vuelta electoral de
Manuel Baldizón. La “cruz” son los resultados de la segunda vuelta: un comediante
Presidente apoyado por los militares. ¿Qué balance hacer? ¿Qué le depararán al
país estos resultados? El gran desafío de la sociedad civil indignada será
continuar vigilando activamente al nuevo gobierno.
Juan Hernández Pico, corresponsal en
Guatemala
Revista Envío 4O4, Managua, noviembre
2015
Mucha gente siguió con admiración y
sigue admirada de lo que el pueblo guatemalteco logró en seis meses de protesta
ciudadana en las calles. Es también necesario mirar con ojo crítico lo que se
logró o no se logró en la llamada “primavera” guatemalteca.
En medio del entusiasmo, nos
preguntábamos lo que podrían llegar a significar las multitudinarias
manifestaciones de hartazgo con la corrupción imperante en el país y en el
gobierno. Nos preguntábamos si este movimiento significaría ya el final de la
época que comenzó con el derrocamiento del Presidente Arbenz y la cancelación
de su programa democratizador y modernizante durante la década de la llamada
“revolución guatemalteca” (octubre 1944- julio 1954), etapa que abrió tantas
rutas de esperanza para el campesinado, especialmente por la reforma agraria.
A aquella esperanza siguió una
contrarrevolución, una época marcada por el conflicto armado interno que inició
en 1960, con un levantamiento de un sector inconforme del Ejército, y se
prolongaría hasta 1996, cuando se firmaron los Acuerdos de Paz entre la Unión
Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) y el gobierno de Álvaro Arzú,
después de pagar el altísimo precio de más de 200 mil víctimas mortales.
En la búsqueda de una nueva Nación
Los Acuerdos de Paz eran el proyecto
de una nueva nación, sólo fueron incorporados como Ley de la República durante
la Presidencia de Óscar Berger(2004-2008) y no fueron cumplidos a cabalidad,
frustrando así la esperanza que despertaron. La Comisión Internacional contra
la Impunidad en Guatemala (CICIG), creada en 2006, por acuerdo de Naciones
Unidas con el gobierno de Berger, fue también fruto de los Acuerdos de Paz.
Durante ocho años llevó a cabo investigaciones dirigidas a enfrentar la
corrupción estatal y la corrupción que la abriga. Desde 2013 comenzó a
dirigirla el magistrado colombiano Iván Velásquez, contando desde 2014 con el
apoyo del embajador de Estados Unidos en Guatemala, Todd Robinson.
El desencadenante
En 2015, la CICIG y la Fiscal General
de la República, Thelma Aldana, quien preside el Ministerio Público, dieron a
conocer una investigación que descubrió la operación ilegal clandestina “La
Línea”, dedicada a defraudar al Estado en cantidades importantes de los
impuestos aduaneros, cobrando sobornos a los importadores a cambio de
rebajarles esos impuestos.
Numerosos altos funcionarios del
gobierno fueron acusados y encarcelados. La Vicepresidenta Roxana Baldetti
apareció implicada con su secretario privado, Juan Carlos Monzón. Poco después
se hizo público otro fraude, esta vez en el Seguro Social, que provocó la
muerte de 18 personas por tratamientos de hemodiálisis ineficaces por estar
falsificados. A estos escándalos se sumó el ridículo contrato millonario
tramitado por Baldetti para “purificar” el lago de Amatitlán…con agua salada.
La hazaña ciudadana
Todo esto encendió la llama de la
indignación ciudadana. El 25 de abril, 30 mil personas, principalmente de
clases medias, se manifestaron en la capital contra la corrupción. Exigían la
renuncia de Baldetti y también la del Presidente Otto Pérez Molina. Desde ese
día hasta el 25 de agosto, cuando la CICIG exigió el enjuiciamiento de Pérez
Molina, las manifestaciones no se detuvieron propagándose de la capital a las
cabeceras urbanas departamentales y sumando finalmente a organizaciones de
campesinos e indígenas de zonas rurales.
Fue una hazaña haber logrado
poner al descubierto la corrupción de los máximos funcionarios del gobierno. Y
fue una hazaña aún mayor mantener durante meses la indignación de la gente con
incesantes manifestaciones hasta que Baldetti y Pérez Molina renunciaran,
fueran enjuiciados y encarcelados, negando incluso la Corte de
Constitucionalidad los amparos que ambos presentaron.
En el interregno, el
Vicepresidente electo por el Congreso tras la renuncia de Baldetti, Alejandro
Maldonado, tomó posesión de la Presidencia. De la terna que presentó, el
Congreso eligió como su Vicepresidente a Juan Alfonso Fuentes Soria, un
odontólogo, incompetente ex-rector de la Universidad de San Carlos, un hombre
profundamente conservador.
Las sorpresas de la primera vuelta
Con estos insólitos antecedentes se
celebraron el 6 de septiembre las elecciones presidenciales, parlamentarias y
municipales sin modificar la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP). La
demanda de la sociedad indignada reclamando que no se celebraran elecciones
mientras no se reformara esa ley, no tuvo la misma relevancia que la demanda
por la renuncia de Baldetti y de Pérez Molina.
El Congreso, que debía haber
reformado la ley, cuenta con mayoría de congresistas corruptos e hizo todo lo
posible por domesticar el proyecto de LEPP enviado por el Tribunal Supremo
Electoral (TSE) y por retardar su envío a la Corte de Constitucionalidad,
trámite necesario por tratarse de una ley de rango constitucional.
Los resultados de las
elecciones fueron sorprendentes, aunque las últimas encuestas previas los
habían adelantado. Hubo un 71% de asistencia a las urnas, cifra muy elevada
para lo que es habitual en Guatemala. Una persona por la que nadie hubiera
apostado cinco meses antes, el comediante Jimmy Morales, creador y
administrador del programa de televisión “Moralejas”, en el que actúan él y su
hermano, quedó en primer lugar con más de un millón de votos, el 23.85% del
total de los sufragios.
A Morales lo lanzó como
candidato el Frente de Convergencia Nacional (FCN), creado por la Asociación de
Veteranos Militares de Guatemala (AVEMILGUA), coaligado con otro partido apenas
conocido, llamado Nación. En segundo lugar quedó Sandra Torres, divorciada del
ex-presidente Álvaro Colom (2008-2012), candidata del partido Unidad Nacional
de la Esperanza (UNE), creado por Colom.
Aunque la tendencia de Torres
en las encuestas iba creciendo, ocupaba el tercer lugar en preferencias detrás
de Manuel Baldizón, candidato de Libertad Democrática Renovada (LIDER). La tendencia
se confirmó y Torres obtuvo casi un millón de votos, con el 19.76% del total de
los sufragios. La segunda sorpresa de las elecciones, y probablemente la de
mayor calado, fue que Baldizón quedara en tercer lugar, con el 19.64% de los
votos y quedara fuera de la segunda vuelta.
Los votos nulos y la abstención
sumaron un 10% y fueron el “cuarto lugar” ese día. En quinto lugar quedó
Alejandro Giammatei, candidato de FUERZA, absuelto en un proceso por su
presunta complicidad en el asesinato de varios presos en 2007, cuando era
director del sistema penitenciario. Obtuvo el 6.45% de los sufragios. El sexto
lugar fue para Zury Ríos, hija del general retirado Efraín Ríos Montt, de
tenebroso pasado. Ganó el 5.89% de los votos. Otros cinco candidatos se repartieron
el 15% restante.
El resultado más notable de
estas elecciones fue la derrota de Baldizón y no el triunfo de Morales. Que
Baldizón no ganara fue la consecuencia más importante del cambio de óptica que
supuso la indignación mayoritaria de la población guatemalteca rechazando la
corrupción de la política.
“Baldizón le toca a Guatemala”
En las elecciones de 2011 Baldizón
quedó en segundo lugar, perdiendo en segunda vuelta ante Pérez Molina .Desde
hace 20 años y después de cinco elecciones presidenciales, el perdedor en una
elección era siempre el ganador de la siguiente. Portillo perdió contra Arzú en
1995 y ganó contra Berger en 1999. Berger ganó contra Colom en 2003 y Colom
ganó contra Pérez Molina en 2007. Pérez Molina ganó contra Baldizón en 2011.
Ahora, pues, “le tocaba” a
Baldizón y él había hecho de esa serie de probabilidades el eje de su
seguridad. Hasta lo transformó en consigna central de su multimillonaria
campaña electoral, convirtiéndolo en una especie de destino personal que
proclamó a los cuatro vientos por todos los rincones del país.
Al pasar la frontera entre El
Salvador y Guatemala por Las Chinamas, en el departamento salvadoreño de
Ahuachapán, y entrar al municipio de Valle Nuevo en el departamento
guatemalteco de Jutiapa, ya se empezaban a ver a lo largo de los dos lados de
la carretera piedras y árboles pintados de rojo y grandes vallas en las que se
leía: “LIDER. Baldizón le toca a Guatemala. Te toca Jutiapa. Le toca al
pueblo”. Más adelante, ya en otro departamento: “LIDER. Baldizón le toca a
Guatemala. Te toca, Santa Rosa. Le toca al pueblo”. Y en la capital “LIDER.
Baldizón le toca a Guatemala. Te toca Guatemala. Le toca al pueblo”... El
arrogante eslogan se repetía en todas las calles.
“¡No le toca Baldizón!”
Su partido lanzó otras consignas
prometiendo empleo, trabajo, educación y salud, en una especie de cuernos de la
abundancia a punto de derramarse sobre el país. Y en el último mes antes de las
elecciones, se multiplicaron desde las fronteras hasta la capital, y también en
la capital, otras vallas con esta consigna: “Vota por el gran LIDER,
Guatemala”.
Hasta que en las manifestaciones
indignadas de los sábados entre abril y agosto empezó a escucharse con fuerza
de labios de mucha gente: “¡No le toca!”, “¡Baldizón, no te toca!” Gran parte
de la población guatemalteca derrotó la multimillonaria presunción de este
candidato 4 a 1 en la primera ronda de las elecciones. Una lección, esta sí
bastante laudable, contra la arrogancia del infalible poder del dinero
derrochado a manos llenas y contra el insulto a la capacidad de discernimiento
de la población votante.
A pesar de eso, LIDER ganó la
más numerosa bancada en el Congreso (45 de los 158 diputados) y un buen número
de alcaldías. Una semana después de las elecciones, Baldizón renunció a su
partido y se retiró de la actividad política, demostrando que no sabe perder y
seguir luchando después de una derrota, a no ser que su decisión haya sido sólo
una estrategia para regresar más adelante con renovadas fuerzas. Tal vez por
eso rogó encarecidamente a los miembros de LIDER electos al Congreso que no se
pasen a otros partidos, transfuguismo que él mismo propició descaradamente
ofreciendo un pingüe futuro a congresistas de otros partidos para que se
pasaran al suyo. Al menos por lo que toca al aún vigente Congreso, no lo logró
y no pocos congresistas de LIDER empezaron a formar una bancada independiente.
El triunfo del comediante
La cruz de la cara de la primera
vuelta electoral fue la votación en favor de Jimmy Morales resultado presagiado
ya en la primera vuelta.
Jimmy Morales ganó la segunda
vuelta del 25 de octubre con algo más de 2 millones 750 mil votos, el 67.44% de
los emitidos válidamente, mientras Sandra Torres obtuvo algo más de 1 millón
300 mil votos, el 32.56% del total.
Votó el 56.32% de los electores,
alrededor de un 15% menos votantes que en la primera vuelta, lo que ha sido
normal en muchas otras elecciones con dos vueltas.
El triunfo de Jimmy Morales se
dio, a pesar de que en las cuatro presentaciones o foros en las que debatió con
Sandra Torres, se reveló como un candidato sin programa y con el único activo
del dominio que tiene del escenario. Torres sí presentó una elaboración
política semejante a un programa de gobierno. En uno de esos foros televisados
Morales arrancó de las manos a Torres un ejemplar del semanario “Contrapoder”,
que la candidata había llevado y estaba leyendo para confirmar las acusaciones
que existen contra Morales, afiliado a una iglesia evangélica pentecostal.
Domina el escenario
Jimmy Morales afirma ser economista.
Habló de ese título durante la campaña, sin mostrarlo y sin mencionar su
procedencia universitaria. Mientras no lo muestre, creeremos que tal vez no
haya pasado de algunos estudios de administración de empresas. El haber aireado
que lo tiene indica que, bajo su dominio escénico, tiene clara conciencia de su
falta de competencia para el cargo al que aspiraba.
Morales sabía bien que su gran
baza política era precisamente presentarse como no perteneciente a la “clase
política” y por eso, libre de la avaricia y la corrupción que la mayoría del
pueblo guatemalteco relaciona hoy con todos los políticos sin excepción.
Lo apoyan los militares
Durante la campaña, Morales no pudo
alzar la bandera de quienes le apoyan, porque entre esos apoyos se encuentran
algunos de los militares más ensangrentados con la estrategia de masacres,
tierra arrasada, secuestros y desapariciones que el Ejército empleó para
imponerse en el conflicto armado. Entre sus apoyos hay militares que se
sintieron traicionados por los Acuerdos de Paz, aquellos que han afirmado:
“Ganamos la guerra con las armas y perdimos la paz en la mesa de
negociaciones”.
Durante el Gobierno del general
retirado Otto Pérez Molina, esos veteranos militares desencadenaron una firme y
costosa ofensiva ideológica. Se trata de los militares a quienes no pocos de
los miembros de la oligarquía económica de este país apoyaron durante el
conflicto armado, según lo consignó en su momento la Comisión de
Esclarecimiento Histórico de Naciones Unidas.
Uno de ellos, el coronel retirado
Edgar Ovalle, electo ahora como diputado al Congreso, estuvo asignado a la
fuerza de tarea que cometió masacres contra las poblaciones del Triángulo Ixil
en el Quiché en 1983. Estuvo también en 1984 en Cobán (Alta Verapaz), donde se
encontraron enterramientos masivos en el puesto militar de comando. Escuché de
fuente creíble y honesta que en un foro público, Ovalle afirmó que el mayor
obstáculo para la lucha contra la violencia en Guatemala son los Derechos
Humanos.
¿Sabían de ese apoyo?
El interrogante inevitable ante los
resultados electorales es: ¿Qué porcentaje de quienes votaron por Jimmy Morales
sabía y valoraba el respaldo de veteranos militares a su candidatura,
evidenciado por la “marca” del partido que lo presentó como candidato? ¿Y en
qué sentido valoraba ese respaldo?
Si de gente bienintencionada
hemos escuchado que “a Sandra no se la puede votar porque fue guerrillera”, ¿no
se debe concluir que los militares y la oligarquía del dinero, a la que
defendían los militares, son los ganadores de las elecciones? Siempre, y
especialmente durante el endurecimiento de su combate ideológico en el reciente
periodo presidencial, no han dejado de afirmar: “Nosotros peleábamos para
salvar a Guatemala del comunismo internacional”, dando a entender que la sangre
que inevitablemente se derrama en una guerra no es comparable: la de los
militares es patriótica y la de los guerrilleros es vendepatria.
¿No fue ése el mensaje
subliminal que “leyó” una parte importante de la mayoría que eligió a Jimmy
Morales? En todo caso, más allá de las capacidades y errores de Sandra Torres,
acusarla de guerrillera y por eso retirarle el voto hace inservibles los
Acuerdos de Paz, que le dieron a la organización guerrillera pleno derecho de
ser un partido, una organización nacional autorizada a competir en cualquier
espacio político.
¿No es un político?
La imagen con que se estrenó en el
escenario político Jimmy Morales fue la de no pertenecer al sector de los
“despreciables políticos”, a los que se coloca a todos bajo el mismo sombrero
de la corrupción.
Pero Morales ya había corrido
en 2011 para alcalde de Mixco, el segundo municipio más poblado de Guatemala, y
quedó en tercer lugar. Y corrió para ese cargo por el mismo partido por el que
corrió ahora para Presidente de la República, partido fundado por veteranos
militares, de quienes todo se puede decir menos que no hayan estado metidos
hasta el cuello en la política guatemalteca, con un partido propio y
compitiendo financiera y agroindustrialmente con la gran empresa oligárquica
del país.
Ésa es la cruz de la cara de la
“primavera” guatemalteca. La cara es haber contribuido a desenmascarar la
corrupción de un Presidente, militar retirado de alta graduación, y de varios
de sus colaboradores, también relacionados con la institución militar y con su
especialidad de “inteligencia”. La cruz es que salimos de un gobierno dominado
por antiguos militares especializados, por prejuicios ideológicos, en los
sistemas de investigación de gente “sospechosa”, y hemos caído en un gobierno
que será presidido por un Presidente respaldado por veteranos militares sin
escrúpulos.
¿Por qué perdió Sandra Torres?
¿Por qué Sandra Torres no tuvo éxito?
Bastantes personas consultadas afirman que no domina el arte de la
comunicación, lo que la colocaba en gran desventaja ante un maestro del
escenario como Jimmy Morales.
Afirman también que no consigue
simpatizar con la gente. Es una persona -dicen- tremendamente trabajadora,
empeñada en hacer realidad programas sociales, una persona con gran
sensibilidad social, pero que arrastra también la fama de ser clientelar con la
población a la que beneficia con esos programas. Esto aseguran, aunque sin
analizar cada uno de los varios programas sociales que promovió durante el
gobierno de Álvaro Colom.
Juan Alberto Fuentes Knight,
quien fuera Ministro de Finanzas en el gabinete de Colom, afirma en su libro
“Rendición de Cuentas” que Sandra Torres, entonces esposa de Colom y encargada
de una especie de “ministerio” de acción social, exigía autoritariamente para
sus programas porciones del presupuesto ya asignadas a otros rubros,
desequilibrando así la ejecución del presupuesto nacional. Fuentes Knight dice
que no tuvo otra salida más que renunciar.
En los varios foros en los que
debatió con Morales, Sandra Torres se enfocó más en atacarlo que en transmitir
al auditorio la seriedad de sus programas de gobierno. “Sandra es inteligente,
increíblemente trabajadora, pero no sabe ganarse a la gente”: así la describen
personas que la conocen bien. El hecho es que fue percibida como una “política”
y cargó con toda la indignación que “los políticos” han suscitado en el país. Y
mucha gente se inclinó por quien tenía apariencia de provenir de un
“territorio” no político, que creaba la ilusión de ser un territorio ajeno a la
corrupción.
Tendremos más claro el panorama
cuando Morales presente su gabinete y los funcionarios que nombrará para otros
cargos no menos importantes en el tejido de su administración. No ofrece muchas
garantías sobre su capacidad de elegir a gente competente el hecho de que haya
escogido como fórmula para Vicepresidente a Jafeth Cabrera Franco, quien no se
distinguió cuando fue rector de la Universidad de San Carlos en el período
1994-98. Mejor suena el anuncio de que pedirá que las personas que nombre para
su gobierno reciban un certificado de honestidad de la CICIG.
Resultados en el Congreso
La elección presidencial no puede
desviar la vista de la elección de los congresistas en la primera vuelta
electoral del 6 de septiembre. El Congreso unicameral de Guatemala tiene 158
curules. 120 congresistas se presentaron a la reelección: 70 fueron reelectos y
50 perdieron su curul. Éste es ya un dato importante: el nuevo Congreso estará
formado por una mayoría (88 vs. 70) de congresistas que trabajarán por primera
vez en el primer Poder de la República. “Trabajarán” no es una afirmación de
segura dedicación al bienestar del país, sino una expectativa arraigada en la
población, que desea ver el fin de Congresos dedicados a interpelar ministros y
a dejar pasar el tiempo sin lograr legislar para el bien común o sin reformar
leyes que no funcionan.
Una novedad importante en la
composición del futuro Congreso es que la población ejerció el voto cruzado.
Desechó al presidenciable y a la presidenciable, líderes de sus partidos, pero
eligió congresistas de los dos partidos que resultaron finalistas y no ganaron
la Presidencia. LIDER obtuvo 45 congresistas y la UNE consiguió 32. Los
partidos de las dos principales candidaturas presidenciales derrotadas se
acercan a tener juntos la mitad de las bancas del Congreso.
TODOS, un partido formado por la
coalición de disidentes de la UNE con los Verdes, cuyo líder, Roberto Alejos,
fue tres veces Presidente del Congreso en tiempos del Presidente Colom,
consiguió 19 escaños. El nombre de este partido alude a la mezcla en su
ideología “de centro” (socialismo cristiano, socialdemocracia y
socioliberalismo).
Tal vez el voto más sorprendente fue
el que dio pervivencia al Partido Patriota (PP) de Pérez Molina, cuya principal
organizadora fue la ex-Vicepresidenta Baldetti. Consiguió 18 escaños.
El FCN, Frente de Convergencia
Nacional-Nación, partido que eligió con más de dos tercios de los sufragios
válidos al binomio Morales-Cabrera, sólo consiguió 11 congresistas.
Viene después en orden de
congresistas el partido Encuentro por Guatemala (EG), liderado por la diputada
Nineth Montenegro, electa ya cinco veces, que consiguió 7 congresistas. Con el
mismo número de bancas quedó el partido Unión del Cambio Nacional (UCN), cuyo
líder de centro-derecha, Mario Estrada, lleva ya presentándose tres veces como
candidato a la Presidencia de la República. Visión con Valores (VIVA), de corte
militarista, que llevó como candidata a la presidencia a Zury Ríos, ganó 5
congresistas, al igual que la coalición CREO (Compromiso, Renovación y
Orden)-partido Unionista, formado con los restos de la fuerza política del
ex-Presidente Arzú. El Partido de Acción Nacional (PAN) obtuvo 3 congresistas.
En coalición, la URNG obtuvo 2, salvándose así de permanecer como partido.
FUERZA, que llevó a Giammatei como candidato presidencial, obtuvo también 2
diputados. Y un nuevo partido, de membresía fundamentalmente indígena,
CONVERGENCIA, que se presentaba por vez primera, consiguió 2 diputados.
Es evidente que con estos resultados
ningún partido podrá liderar el Congreso. Serán necesarias las alianzas. No
extrañaría ver a LIDER tratar de conseguir una coalición con el PP, el
FCN-Nación, la UCN, CREO-Unionista y VIVA. TODOS está constituido
principalmente por antiguos miembros de UNE y la pregunta es si podrán
superarse los resquemores producidos por la separación.
Diputados reelectos están bajo
la amenaza del antejuicio que la CICIG y el Ministerio Público piden: Baudilio
Hichos (LIDER, Chiquimula) y Gudy Rivera (PP, Guatemala).
Es tarea pendiente analizar la
dirección hacia la que se orientaron los votos para alcaldes en todas las
municipalidades del país.
¿Un avance o un regreso?
La gran pregunta en Guatemala es si
estos resultados, después de la movilización multitudinaria y “primaveral” de
la sociedad civil, significarán o no el regreso restaurador de la derecha
tradicional. Aún no lo sabemos.
Para responder, no se debe
olvidar que los intereses económicos de la oligarquía tradicional y los de la
economía emergente, una de cuyas manifestaciones principales está en el
Instituto de Previsión Militar, en el Banco del Ejército y en los negocios de los
militares alrededor de la Franja Transversal Norte, no necesariamente
coinciden. Más bien, se miran de trinchera a trinchera.
La respuesta principal estará
en la sociedad civil, que tiene hoy como desafío constituirse en estricto
vigilante del Estado y de sus funcionarios en todas las instituciones para
impedir que resurjan en el país Alí Babá y sus cuarenta ladrones. En esa
vigilancia contarán con la CICIG, con el Ministerio Público y con la parte más
sana de la judicatura.
Mientras, al Congreso que votó
contra Pérez Molina y que vio llenarse las calles de indignación ciudadana
durante meses, le tocará todavía votar el presupuesto nacional para el incierto
año 2016, que probablemente condenará al nuevo gobierno que se estrene el 14 de
enero a administrar el país “en trapos de cucaracha”.
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