Chile - Nadie me quiere, todos me odian…
Diario U. de Chile Víctor
Herrero | Lunes 7 de septiembre 2015
Muchos se quieren
ir del gobierno, mientras los que quedan están en una encarnada lucha por
mantener y ampliar sus parcelas del poder. Y para las vacantes que quedan, no
existen apenas postulantes. En otras palabras, estamos vivenciando una masiva
fuga de cerebros, y casi nadie se percata de ello.
Hay verdades que pocos se atreven a confesar. Una de ellas es que son
cada vez menos las mujeres y hombres profesionales que quieran trabajar en el
actual gobierno. No es casualidad que el cargo del Contralor General esté
vacante hace meses. O que La Moneda haya tardado más de tres meses en
reemplazar el puesto que dejó Michel Jorratt al mando del Servicio de Impuestos
Internos.
Existen los casos de derrotas auto-infligidas, como el despido de
Francisco Huenchumilla, el ex intendente de la Novena Región, que vino a
confirmar que la nueva hoja de ruta de La Moneda se inclinaba más por la
renuncia que por el realismo. Pero la salida del ex jefe de gobierno en la
Araucanía —que osó afirmar que el conflicto mapuche era de índole política y no
delictiva, y que apuntó a las grandes forestales como actores clave en ese
conflicto— sólo viene a confirmar que en este gobierno, post crisis del caso
Sebastián Dávalos, ya no existe espacio para las voces disonantes.
Y también están los casos como los de Francisco Ugás, el secretario
ejecutivo del Programa de Derechos Humanos del Ministerio del Interior. A fines
de este mes dejará su puesto para perfeccionar sus estudios en el extranjero.
Muchas agrupaciones de derechos humanos consideran que él ha sido un hombre
clave en avanzar en las causas de graves violaciones en este ámbito.
Al conversar con miembros de la actual administración emerge un cuadro
deprimente: muchos se quieren ir del gobierno, mientras los que quedan están en
una encarnada lucha por mantener y ampliar sus parcelas del poder. Y para las
vacantes que quedan, no existen apenas postulantes. En otras palabras, estamos
vivenciando una masiva fuga de cerebros, y casi nadie se percata de ello.
Eso es lo que pasa en nuestro país cuando la presidencia tiene una
aprobación que roza el 20%. No es muy distinto a prácticas como las que suceden
en México, donde todos huyen del perdedor político. Hoy nadie se sacaría una
foto junto a Presidenta Bachelet. Y lo más probable es que Michelle esté
ausente de los carteles gigantes de las elecciones municipales de 2016. Es
decir, Michelle Bachelet está sola.
El problema es que en Chile no estamos acostumbrados a un nivel de
aprobación presidencial tan bajo. Ni siquiera Eduardo Frei Ruiz-Tagle tuvo que
lidiar con ello.
Y así estamos frente a una presidencia de “pato cojo”, faltando aún dos
años y medio para la siguiente elección, pero sin que nadie pueda aglomerarse
en torno a una figura futura. La candidatura de Ricardo Lagos ha sido levantada
y alabada por sectores de derecha como El Mercurio o los representantes de los
bancos. La candidatura de Marco Enríquez Ominami está en entredicho debido a
sus denunciados vínculos financieros con Soquimich. Andrés Velasco y su entorno
están ligados a las empresas Penta. Y Sebastián Piñera despierta, como siempre,
sospechas de aprovecharse financieramente de todo tipo de vínculos.
Así las cosas, los cínicos podrán calcular empates electorales–bajo el
lema, estamos todos sucios, pero escoja al menos manchado de todos-, pero la
ciudadanía más consciente deberá optar, ya no por el mal menor, sino por el
bien mayor. ¿Quién será? Nadie lo sabe aún.
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