México La fuga de El Chapo, crisis de Estado
El hoyo negro de Peña
Nieto
Manuel Aguilar Mora *
México DF, 15-7-2015
El hoyo negro por el cual se fugó de su
celda carcelaria de modo hollywoodesco Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, se
difundió a escala planetaria por todos los medios masivos. Era el símbolo mismo
de la humillación que con su fuga inflingía nuevamente el más peligroso y
famoso delincuente del continente americano al Estado mexicano, en esta ocasión
de modo especialmente patético al humillar al presidente Peña Nieto quien hace
un año y medio, con motivo del segundo encarcelamiento de El Chapo, había
declarado muy ufano que “una segunda fuga sería algo verdaderamente más que
lamentable, sería imperdonable”. Su reclusión se hizo en la cárcel del
Altiplano, la de mayor seguridad de México, donde debería quedarse a cumplir su
sentencia tal y como lo expresó en ese momento el entonces también patético
procurador de la República Murillo Karam (el que se “cansó” investigando la
desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa), quien respondió así a las
peticiones de extradición que le había hecho Washington al gobierno del
Zócalo-Los Pinos: “a Estados Unidos (EUA) se irá cuando yo decida, El Chapo
debe quedarse aquí para cumplir su sentencia y después lo extraditaré. O sea de
aquí a 300 o 400 años, será por un buen tiempo”. Como todo el mundo sabe sólo
duró un año y medio en prisión.
Esa noche del sábado 11 de julio,
mientras despegaba Peña Nieto con su numerosa comitiva de cientos de personas
en la cual iba más de la mitad de su gabinete de secretarios de Estado
–incluido descuidada y ligeramente el de Gobernación, jefe de la seguridad
nacional--, rumbo a París para participar como invitado de honor en las
festividades del 14 de julio del gobierno francés, en el altiplano de Almoloya
de Juárez, El Chapo levantaba la plancha de cemento del piso de su regadera y
se introducía en el hoyo negro de la entrada del túnel que, kilómetro y medio
de por medio, lo llevaría al otro hoyo negro de la salida del túnel que lo
condujo a la libertad. Volando en medio del Atlántico se enteró el presidente
Peña de la fuga y se enfrentó a un dilema infernal que sólo le ofrecía algo
menos peor, o un verdadero desastre si regresaba a México dejando plantado al
presidente Hollande que lo había invitado a participar junto a él en las
festividades conmemorativas de la fiesta nacional de Francia, pero al aterrizar
en París, como finalmente decidió, le ha costado la profundización catastrófica
de su crisis gubernamental con el alud de críticas, burlas e insultos que le ha
caído encima por parte de los millones de mexicanos, incluidos sectores
burgueses generalmente favorables a su administración, que consideraron esta
decisión como la encarnación misma de la nula sensibilidad política
característica de un presidente que anda en las nubes.
Los adjetivos que se han acumulado para
definir la situación actual del gobierno de Peña Nieto abarcan todo el
diccionario con el común denominador repetido hasta la saciedad de corrupto y
mil veces corrupto. Un ejemplo típico y original de este tipo de declaraciones
que inundaron los medios y atiborraron las redes sociales es el siguiente
comentario de Raúl Vera, obispo de Saltillo, Coahuila: “Creo que tenemos que
hacerle un monumento al Chapo Guzmán porque de un plumazo y de manera
transparente ha demostrado el tamaño de la corrupción de Estado mexicano.” (La
Jornada, 13.07.15). El flujo principal de las explicaciones de la situación tan
vulnerable y deteriorada de estructura gubernamental mexicana corre en esa
dirección, atribuyendo prácticamente a genes corruptores la condición de los
mexicanos. Peña Nieto varias veces ha explicado que se trata de “un rasgo
cultural” que se viene arrastrando en la historia de México desde hace siglos.
Hay ocasiones en que los comentarista expresan opiniones apocalípticas: “o nos
salvamos combatiendo la corrupción o acabamos comiéndonos unos a otros”
(Maurico Merino, El Universal, 14.07.15.) Muy pocos son los que se alzan por
arriba de las cuestiones personales y buscan en las relaciones sociales las
consecuencias de estos comportamientos, insertos en el tejido mismo de la
sociedad capitalista y sus estructuras políticas represivas y antidemocráticas.
Muy fácil es, incluso sin encuestas,
demostrar que la abrumadora mayoría de los mexicanos y mexicanas cree que El Chapo
compró su fuga a las autoridades y no sólo a la de los tres o cuatro custodios
del penal que ya han sido detenidos y seguramente se quedarán allí mismo
prisioneros, sino a funcionarios de afuera del penal y colocados muy arriba de
los niveles gubernamentales. Por ejemplo, se sabe que los ingenieros
constructores del túnel contaron con los planos del penal para realizar su obra
con la perfección que lo hicieron, lo cual les permitió hacer llegar el túnel
exactamente al rincón donde se encontraba la regadera de la celda, planos que
sólo los habrán conseguido de funcionarios de muy arriba. Es imposible
construir durante meses un túnel en una prisión de alta seguridad, cárceles que
están dotadas de sensores que reportan inmediatamente de excavaciones en sus
terrenos. ¿Cuál fue el precio? Las cifras difieren pero todas son de dos
dígitos y se denominan en dólares y no en pesos mexicanos.
También se recuerda que el gobierno de
Peña, como se señaló arriba, se negó a extraditarlo a EUA, con argumentos
prepotentes que hoy deberán hacer sonrojar a muchos funcionarios. El hombre que
ha llegado a introducir a EUA dos toneladas de cocaína y diez mil toneladas de
mariguana al mes a través de más de sesenta túneles construidos a lo largo de
la frontera de tres mil kilómetros entre los dos países, es para la DEA, la CIA
y el FBI uno de los “enemigos públicos” más importantes. Obviamente lo querían
en sus cárceles y dudaban de la capacidad de las cárceles de México, incluso de
las de “alta seguridad”, para asegurarlo adecuadamente. Y tenían razón.
El Chapo sabe mucho de lo que se cocina
en la alta política de la burguesía mexicana y de su Estado, seguramente una de
las razones que pesó el año pasado para negar a Washington la extradición fue
precisamente el temor de muchos políticos priistas y panistas por igual de que
hablara todo lo que sabe al otro lado. Hoy la cabeza de El Chapo tiene un
precio muy alto (el gobierno de Obama ha ofrecido 20 millones de dólares) que
hace casi imposible que no haya muchos que más que desearían obtenerlo. A
partir de su fuga está amenazado de ser denunciado ante el menor descuido. Una
auténtica cacería humana va tras él, lo cual puede culminar en su reaprehensión
o también en su ejecución, dado el tamaño de la afrenta que ha hecho al Estado
y el interés de éste por eliminarlo de una vez por todas.
Analistas más profundos y perspicaces
son más realistas y ensayan explicaciones que brotan precisamente del tinglado
material en el que se asienta hoy la sociedad mexicana cuya economía es una de
las más abiertas, sino es que la más abierta, del mundo: México es el país que
ha firmado más tratados de libre comercio. Esta situación ha significado, a
partir de la firma del Tratado de Libre Comercio con EUA y Canadá en 1994, la
destrucción de la agricultura mexicana, la subordinación completa del mercado
interno a los mecanismo del comercio exterior, la puesta de la banca en manos
de extranjeros en su abrumadora mayoría (estadounidenses, españoles, ingleses),
la transformación de la industria nacional en una industria maquiladora cuyo
ejemplo más notable es la “industria” más importante del país, la automotriz,
una industria de maquila volcada por completo al mercado externo. Las “reformas
de estructura” de tercera generación han llevado en el gobierno de Peña Nieto
este curso a su culminación más aberrante: ya se han abierto las industrias
energéticas nacionalizadas claves a las transnacionales, sin gran éxito por
otra parte como se ha constatado en estos días durante la primera ronda de
licitaciones petroleras.
Ante la mermada situación de una
economía golpeada directamente con el descenso de los precios del petróleo y el
estancamiento del crecimiento económico de más de dos décadas, no sería una
especulación desmesurada tratar de que hubiera una reactivación a través del
tráfico de drogas que se calcula tiene un voraz mercado en el país vecino que
puede reportar anualmente 20 mil millones de dólares. ¿No podría El Chapo, uno
de los cien hombres más ricos del planeta según la revista Forbes, ser un
factor de tal reactivación? Para ello, a pesar de sus dotes de organizador
desenrollados desde la prisión, en libertad su capacidad de gran capitalista de
la industria de la droga se podría desplegar con más fuerza. Estas ideas que
son más que especulaciones las hacen analistas serios y conocedores. (Véase la
columna “Dinero” de Enrique Galván Ochoa, en La Jornada, 14.07.2015).
Lo que no toman en cuenta de modo
interesado la abrumadora mayoría de los comentaristas en los medios de
comunicación dominantes es la raíz profunda que determina la situación de
devastación social imperante en México, la causa fundamental de la existencia
de El Chapo y de cientos, miles de personajes menos famosos que él pero
insertos en los mismos quehaceres de la delincuencia organizada. La situación
de miseria en que se encuentra la mayoría de la población, del desempleo masivo
que hace que millones de jóvenes ni estudien, ni trabajen (los tristemente
famosos “ninis”) y el consecuente ascenso de la delincuencia masiva que se ha
apoderado de amplios sectores de la sociedad. Una desigualdad que engendra la
concentración exacerbada de los ingresos y el surgimiento de un poder
capitalista que sobredetermina por completo a un Estado que se ha deslizado en
forma acelerada en el curso neoliberal de las desregulaciones, las
privatizaciones, los ataques a conquistas sociales y que recurre cada vez más a
los métodos represivos policíacos y militares.
En una escalofriante investigación
económica, Gerardo Esquivel ha mostrado con cifras devastadoras el grado
impresionante al que ha llegado actualmente la desigualdad y el desequilibrio
socioeconómico en México. El 1 por ciento de la población controla el 21 por
ciento de los ingresos nacionales y el 10 por ciento controla el 69 por ciento
de la riqueza. En las dos últimas décadas el ingreso per cápita promedio de la
población creció 1 por ciento pero el de la fortuna de los seis hombres más
ricos del país se multiplicó cinco veces. En 1996 la riqueza de estos 6 hombres
era de 26 mil millones de dólares, hoy es de 142 mmdd. En el año 2002 la
fortuna de los 4 hombres más ricos de México: Carlos Slim (América Móvil,
TelMex, etc.), Germán Larrea (Grupo México –minas, Cananea, etc.--), Alberto
Bailleres (Grupo Peñoles –minas, metalurgia--) y Ricardo Salinas Pliego (TV
Azteca, Elektra, Banco Azteca) equivalía al 2 por ciento del PIB, hoy equivale
al 9 por ciento. (El Informe de Esquivel en www.nexos.com.mx/?p=25322).
La fuga de El Chapo se produjo sólo
cinco semanas después de las elecciones del 7 de junio pasado. Para los
escritores, periodistas y voceros de todo tipo al servicio del régimen ese día
significó “una gran victoria de la democracia nacional”, “por fin salían buenas
noticias de México para que el mundo apreciara otra cara del país”, “la noche
quedaba atrás”. Tlatlaya, Ayotzinapa, la “Casa Blanca” parecían superadas. Los
fraudes, las trapacerías, el escandaloso despilfarro de cientos de millones de
pesos de los partidos gobernantes parecían poca cosa ante unas elecciones
concurridas por millones y en que había descendido en algunas décimas el
tradicional enorme abstencionismo electoral. Hoy nadie se acuerda de ellas y
muchos deben reconocer que la democracia no puede prosperar en medio de la
corrupción rampante y la desigualdad abismal reinante.
La crisis de la fuga de El Chapo parece
ser un jalón más hacia el precipicio de un gobierno ya exhausto a la mitad de
su sexenio. ¿Qué sigue? Obviamente cambios en el gabinete, maquillaje de
emergencia a un presidente que es una estrella oscura, apagada cuya torpeza se
ha convertido en un serio problema para la rosca de los poderosos que lo rodean
y determinan sus políticas y que no pueden sino preocuparse de tantos problemas
en el tapete, como el de la incapacidad gubernamental para domesticar a los
maestros que se resisten a ser víctimas pasivas de una “reforma educativa” cuyo
objetivo, confesado por los significativos empresarios de Mexicanos Primero, es
despedir a cientos de miles de ellos.
La demostración de impericia y
superficialidad de los máximos representantes gubernamentales como el
secretario de Gobernación, la Procuradora de la República, el jefe del
equipo de seguridad nacional se hicieron patentes en estos días. “Los más
importantes funcionarios mexicanos de procuración de justicia y seguridad
nacional miran un hoyo y nos invitan a verlo. Habrá tours. Aquí, en este hoyo,
yace la reputación de un gobierno, se podría leer a la entrada”. (Carlos Puig,
Milenio, 13.07.2015).
Los hoyos negros del túnel de El Chapo
ya son en menos de una semana símbolos que permanecerán como expresiones de la
corrupción y el escándalo que afectan a las instituciones estatales:
gubernamentales, jurídicas, policiacas y, last but not least, militares.
Escándalos recurrentes cada vez más frecuentes. Hace un año en Tlatlaya y en
dos meses, el 26 de septiembre, se conmemorará el primer aniversario del otro
escándalo mayor ocurrido durante la masacre de seis personas, entre ellos tres
estudiantes y la desaparición de otros 43 estudiantes de Ayotzinapa en la noche
de Iguala. Es lo que Karl Marx definió como “el escándalo del Estado”. El
escándalo estatal que es sustancial a la política burguesa y que el Capital
hipócritamente considera ajeno, típico de “los políticos” pero sin el cual no
hay capitalismo posible. Las palabras de Marx siguen tan actuales hoy como hace
cerca de 150 años cuando fueron escritas en sus escritos sobre la guerra civil
en Francia:
El Estado, que en apariencia se hallaba
por encima de la sociedad, era en realidad el más escandaloso de sus escándalos
y, al mismo, tiempo la matriz de toda su putrefacción.
* Militante de la Liga de Unidad
Socialista (LUS):
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