Estado español - La pesadilla europea, Podemos y los desbordes creativos
Jaime Pastor *
Viento Sur
El debate abierto en torno a la
necesidad de una candidatura de unidad popular y de ruptura ante las próximas
–y quizás anticipadas- elecciones generales se está desarrollando en el marco
de un escenario europeo que está llegando a su momento de mayor tensión en
relación con la crisis griega. Sin duda, de su desenlace en un sentido u otro
va a depender también que aumenten o desciendan las expectativas de “cambio” no
sólo en Grecia sino también en el Estado español y la eurozona. En ese
desenlace trasladar la escala del conflicto a una escala superior, al menos la
de los países del sur, es fundamental para tener alguna garantía de éxito,
aunque solo sea parcial y temporal.
Por tanto, hoy en día, asumir la
solidaridad con el pueblo griego frente a la humillación que le quieren imponer
Merkel y compañía es nuestro primer deber si queremos forzar una salida
antiausteritaria y democrática frente al despotismo oligárquico que, con su
rechazo a la convocatoria del referéndum, se quiere instalar definitivamente en
Europa.
En nuestro caso lo tenemos muy claro
también con las recientes “recomendaciones” del Fondo Monetario Internacional
(más facilidades para el despido y “ajustes salariales”, subida del IVA, copago
en sanidad y educación…), los recortes anunciados por el gobierno de Rajoy en
los próximos Presupuestos (recordemos que el Gasto Público sigue siendo 5
puntos inferior al de la media de la Unión Europea), o las amenazas que el
ministro Montoro ha hecho ya a los nuevos gobiernos de Comunidades Autónomas y
ayuntamientos si no cumplen con las leyes restrictivas de “estabilidad
presupuestaria”, vinculadas al artículo 135 de la Constitución y al Pacto
Fiscal de la eurozona. Mientras tanto, seguimos a la cabeza en número de
viviendas vacías y de alquiler social y, pese a la “recuperación económica” y
la manipulación estadística, la tasa de desempleo apenas baja, aumenta la
precarización y se profundiza la brecha salarial dentro de la misma clase
trabajadora.
A todo esto se suman, por resaltar
solo algunas de las medidas de mayor gravedad, nuevos ataques a las libertades
como la Ley de Seguridad Ciudadana y la reforma del Código Penal a partir del 1
de julio, así como la probable aprobación, a partir del 16 de julio, por el
Parlamento del nuevo Convenio con EE UU sobre la base de Morón. Esta se
convierte en la verdadera “joya oculta”, como se la describe en un medio
digital progubernamental, del despliegue militar del Pentágono que, de forma
cada vez más agresiva, está desarrollando su “nueva” geopolítica global (en
particular, en África), con lo que implica de mayor inseguridad interna. No por
casualidad Rajoy, con la complicidad del PSOE, lo está llevando con la mayor
discreción posible. Como siempre, el “puño de hierro” imperial acompaña al
”puño de terciopelo” de nuevos Tratados “comerciales” para dominar el mundo
como el que están negociando EE UU y la UE, conocido por sus siglas TTIP, y que
afortunadamente empieza a salir del secretismo en que lo han querido mantener y
está siendo ya cuestionado en países clave como Alemania. Un Tratado que, de
ser aprobado, confirmará además la ceguera ya tradicional de este
turbocapitalismo frente al cambio climático, tal como, por fin, ha denunciado
el Papa Francisco/1 y se ha recordado también en los II Encuentros
Internacionales Ecosocialistas celebrados recientemente en Madrid.
Hay poderosas razones, por tanto,
para que estemos en los primeros lugares de la creciente desafección hacia esta
“democracia” y hacia la Unión Europea, como reconocen el Informe reciente de la
Fundación Alternativas y la Encuesta Social Europea. Por eso no sorprende que
las conmemoraciones por el 30 aniversario de la entrada en “Europa” hayan
pasado sin pena ni gloria. Porque esta “Europa”, que ni siquiera se une para
admitir a varias decenas de miles de personas que huyen del hambre y de las
guerras, ha pasado definitivamente de ser un “sueño” a convertirse en una
pesadilla permanente.
La aspiración, por tanto, a la unidad
popular no puede estar disociada del horizonte rupturista que hizo nacer a
Podemos y que obliga a no limitarse a proponer programas de gobierno que
renuncien a ese objetivo, o que pretendan rebajar la crítica al “régimen del
78”, como a veces parece desprenderse de las declaraciones de algunos de sus
líderes. Democracia frente a deudocracia, blindaje de derechos sociales y
bienes comunes, soberanía de los pueblos y procesos constituyentes (también,
por tanto, de uno propio desde Catalunya) en el camino hacia otra Europa y otro
proyecto civilizatorio, siguen siendo ideas fuerza capaces de aglutinar a una
mayoría social indignada, aunque quizás los ritmos de construcción de una nueva
hegemonía no sean todo lo acelerado que quisiéramos.
Junto a esa apuesta por un “cambio”
que no sea efectivamente un mero “recambio” del bipartidismo dominante, después
del cambio histórico vivido en las elecciones municipales y, aunque de menor
alcance, en las autonómicas, la lección que parece cada vez más extendida es
que se ha ido ampliando el bloque de sectores sociales y políticos que quieren
“asaltar las instituciones” para “ganar” y sentar las bases de una nueva
política, en su contenido y en sus formas.
Esa pluralidad de actores ha sido
reconocida por dirigentes de Podemos, más en el plano político que en el
social, en ámbitos como el catalán, el valenciano, el gallego o el balear, pero
está todavía lejos de serlo en otros. Porque es cierto que a escala estatal no
cabe pensar en otra fuerza política que no sea Podemos como principal referente
para la constitución de una candidatura, pero también lo es que hay mucha gente
que no se reconoce en esa formación y que en otras escalas –de Comunidad o
provincial- quiere ser parte de su construcción tanto en el plano programático
como en el de las listas electorales.
A esto se suma que Podemos ya no es
la novísima formación de enero de 2014: ya tiene un recorrido con éxitos
notables –como el de las elecciones europeas- pero también con el desgaste
interno que ha supuesto la opción por un modelo de partido convencional
centralizado, con procesos de burocratización y miedo al debate interno ya
evidentes, y excesivamente basado en un liderazgo que, según una opinión
bastante extendida, ha perdido su “frescura” de antaño para mostrarse cada vez
más autista frente a lo que ocurre fuera de sus despachos y de su entorno más
cercano. No cabe extrañarse tampoco, por tanto, del notable descenso de la
participación en las redes digitales a lo largo de estos últimos meses, por no
hablar de la cantidad de Círculos que han perdido también la ilusión con la que
nacieron.
Por eso vendría bien recordar con
Tomás R. Villasante que “los liderazgos de los entramados humanos lo son por
saber escuchar todo tipo de rumores, y cuando pierden la capacidad de estar en
contacto con la calle acaban por aislarse y que aparezcan otros en su lugar.
Por eso para los poderes son muy importantes los ‘espías’, o los sociólogos,
los monitores o todo tipo de informaciones cotidianas de por dónde van los
procesos”/2. En este caso podríamos decir que el liderazgo de Podemos corre el
riesgo de vivir en una disonancia cognitiva que se resiste a reconocer que lo
aprobado en Vistalegre, aun siendo ya entonces criticable, se daba en una
realidad distinta de la que, después del 24M y ante la presión por la unidad
popular, se está conformando hoy. Los manifiestos y artículos que están
surgiendo para esbozar otro camino son solo un pálido reflejo de lo que parece
estar ocurriendo por abajo y no solo entre los y las activistas. Superar esa
tensión entre la vieja y la nueva fase exige no hacer “tabla rasa” de los
logros alcanzados pero sí reformular el proyecto “ganador”.
Pensar que se puede responder a esta
nueva realidad buscando simplemente líderes en la sociedad civil, en los
movimientos sociales, en la judicatura o… en la empresa, o incluso en partidos
como Izquierda Unida, para cooptarlos en una lista encabezada por Pablo
Iglesias sería un error. Porque es evidente que hacen falta liderazgos en los
que reconocerse e identificarse en torno a la construcción de una voluntad
colectiva a favor del cambio, pero también lo es que sin pluralidad política y
sin el anclaje territorial de las candidaturas no va a ser posible conseguir
que la disputa por la hegemonía y un nuevo sentido común se reflejen en
autoorganización y poder social y popular, únicas garantías de convertir en victorias
lo conquistado en el plano institucional, como ya lo estamos viendo con el
acoso que están sufriendo los nuevos ayuntamientos. Para lograr todo esto habrá
que buscar formas más abiertas y participativas dentro de Podemos, pero también
otras hacia fuera sin patriotismo de “marca” y sin prepotencia.
Con todo, una de las comprobaciones
clave de hasta qué punto la dirección de Podemos habrá tomado nota y habrá
sabido “leer”, o no, lo ocurrido en un buen número de ciudades y pueblos
durante la reciente campaña electoral es la que mencionaba Diego Pacheco en un
reciente artículo/3: la existencia de una pluralidad enriquecedora dentro y
fuera de Podemos no se vería reconocida en el sistema de primarias con “listas
plancha” empleado hasta ahora y que, al parecer, basándose además en una
circunscripción única, es el que se ha propuesto en el Consejo Ciudadano
Estatal el pasado sábado 27 de junio. Si efectivamente fuera así, nos
encontraríamos con un enorme obstáculo para hacer de Podemos el principal motor
del cambio en los próximos meses.
Porque con ese “modelo” la dirección
de Podemos mostraría no solo miedo a la pluralidad en su seno sino también
incapacidad para confluir con la que se da fuera de la misma para ir forjando
un proyecto superior que, en el mejor de los sentidos, como ha ocurrido en
algunas ciudades con ocasión de las municipales, nos desborde creativamente
generando ese “entusiasmo” que se produce en los momentos de efervescencia
colectiva.
De llevarse a cabo esa propuesta, se
daría además el contraste entre lo que estaría produciéndose en ámbitos como el
catalán, por ejemplo (con una posible “Catalunya en Comù”) y lo que estaría
ocurriendo en el resto. Recordemos que el debate previo a la irrupción de
Podemos giraba en torno a la necesidad de una “herramienta político-electoral”
capaz de superar el bloqueo institucional y hacer viable un proyecto
rupturista. Ahora se trata de ver si Podemos supera la prueba de seguir siendo
la herramienta adecuada o, por el contrario, en nombre de una “transversalidad”
mal entendida y por arriba, su equipo dirigente se está autonomizando hasta el
punto de, como ha ocurrido en tantas ocasiones en la historia, generar sus
propios intereses dentro de una lógica competitiva electoral que podría dar
lugar a una “revolución pasiva” pero no a la “revolución democrática” iniciada
este 24 de mayo.
En resumen, no temamos a los
“desbordes creativos”, a nuestra propia superación por otras herramientas
mejores en las cuales podamos reconocernos sin renunciar a la identidad de cada
cual y, de ese modo, no ya sumar sino multiplicar fuerzas dispuestas a “ganar”.
Por último, no olvidemos que nuestra
responsabilidad para unir fuerzas con el pueblo griego a la vista de la
confrontación, ya definitivamente abierta, que mantiene con los intereses
dominantes en la eurozona es ahora mayor.
* Jaime Pastor es profesor de Ciencia
Política de la UNED y editor de Viento Sur.
Notas
1/ Ernest García, “La carta de
Bergoglio merece ser leída y discutida”, 28/06/15,www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=8102
2/ Tomás R. Villasante, Redes de vida
desbordantes, Madrid, Catarata, 2014, p. 183.
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