América Latina - ¿Qué hay detrás de la gira del Papa?
Con su visita a Ecuador, Bolivia, y
ahora Paraguay, Francisco busca darle un rostro “social” a la desprestigiada
iglesia católica que fue puntal de la ofensiva neoliberal
Diego Sacchi
La Izquierda Diario, Buenos Aires,
11-7-2015
Está claro que el Papa Francisco está
decidido a dejar su marca a través de actos simbólicos como los que le han permitido
ganar popularidad en todo el mundo. Luego de su visita a Ecuador, su paso por
Bolivia generó un verdadero revuelo, no solo por las masas en las calles o el
obsequió de una cruz sobre una hoz y un martillo que le entregó el presidente
Evo Morales y que la mitad de los comentaristas interpretaron algo así como
mensaje infernal. Fue el discurso del Papa realizado ante los movimientos
sociales reunidos en Santa Cruz de la Sierra, un verdadero hecho político que
llego a ser calificado por algunos periodistas oficialistas como “el más
combativo” del Papa. ¿Por qué y a qué responden los dichos de Francisco?
El relato
Mientras los diarios y medios
opositores de derecha, resaltaban que Francisco había pedido “humildemente
perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia, sino por los crímenes
contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América” algo no
muy novedoso, ya Juan Pablo II y Joseph Ratzinger habían pedido el perdón
demorado unos 500 años. Los medios oficialistas celebraron lo que entendieron
como un discurso en sintonía con los gobiernos pos neoliberales de la región.
Cierto es que no son nuevas las
denuncias de Francisco contra las miserias que provoca el capitalismo en el
mundo y afirmaciones como que “ningún poder fáctico o constituido tiene derecho
a privar a los países pobres del pleno ejercicio de su soberanía” o que “nuevas
formas de colonialismo que afectan seriamente las posibilidades de paz y de
justicia”, son parte del discurso del nuevo Papa con el que desde su asunción
busca aggiornar el relato de una Iglesia que durante años fue fiel impulsora de
las políticas neo liberales y desprestigiada por la corrupción a gran escala y
los abusos generalizados de menores.
Más que peronista, el Papa ha
demostrado su capacidad para adoptar la construcción de un relato y un discurso
a la medida de las nuevas expectativas de las masas en el continente. Bergoglio
encara la tarea política de reconstruir la imagen de una iglesia católica
desprestigiada dando cuenta de las experiencias de los Gobiernos
latinoamericanos de la última década, incluido el kirchnerismo, como procesos
de “desvío”, contención e institucionalización pasivizante de movilizaciones y
rebeliones populares que atravesaron el subcontinente.
La “triple T”
En el discurso más largo desde que
inició la gira por América (57 minutos), llamó a los campesinos, indígenas y
trabajadores a luchar por la “triple T”, tierra, techo y trabajo. En ese
llamado hizo referencia a los problemas estructurales, la triple T, de los
trabajadores y el pueblo pobre de la región que aún ven irresueltos.
De esta forma, en su discurso, el
Papa hace referencia a aquellas cuestiones que desde la izquierda
revolucionaria hemos planteado y que los mismos gobiernos pos neoliberales
niegan, o simplemente lo dan como ya resueltos. Sin ir más lejos, en el
departamento de Santa Cruz donde estuvo el propio Francisco solo el 3% de los
productores de soja concentran el 56% de la superficie cultivada, además de que
el 68% de los productores son extranjeros.
Párrafo aparte merece el hecho de que
justamente la Iglesia Católica es la mayor propietaria de tierras y bienes
inmuebles del planeta, dueña de miles de empresas y la principal accionista de
Pietro Beretta, la mayor fábrica de armamentos del mundo. Y si como denuncio el
Papa “el capital” y “la avidez por el dinero…arruina la sociedad, condena al
hombre, lo convierte en esclavo”, esto obviamente le cabe al Banco del Vaticano
(denunciado por lavado de dinero y que Francisco quiere “sanear”) que ganó casi
70 millones de euros en 2014.
Dicho esto, cuál es el fin que
persigue este discurso del Papa.
Las razones de Francisco
En su gira Francisco le dio un tono
de “izquierda” a su discurso, como parte de un objetivo que viene desarrollando
desde que asumió el papado: recuperar el prestigio de la Iglesia y sus fieles.
Marcada por las denuncias de abuso de poder, escándalos de corrupción y abuso
de menores, la Iglesia encontraba difícil cumplir ese objetivo si no surgían
“aires de renovación”. Mucho más en Latinoamérica donde se probó el nefasto rol
de la Iglesia Católica durante las últimas dictaduras e incluso el rol de
Bergoglio cuando era delegado “provincial” de la orden jesuita en la Argentina,
sigue generando polémica, en especial por el caso de los curas jesuitas Yorio y
Jalics, detenidos y torturados en la ESMA, y el rol jugado por el actual Papa
para evitar o facilitar su detención.
Claro está que para lograr esto debe
mostrar una “cara” diferente de Iglesia que en los países latinoamericanos.
Esta adaptación a los tiempos que corren lo llevó a desarrollar un relato a
favor de los pobres y excluidos, manteniendo desde luego la línea contra el
matrimonio igualitario y la “madre de todas las batallas” contra el aborto.
La necesidad de poner el peso de su
investidura para que la Iglesia recupere la capacidad moral y política también
está en función de desarrollar un objetivo fundamental: ser un factor de
estabilidad del orden burgués en la región. Con su discurso el Papa busca al
mismo tiempo, desalentar a la derecha más rabiosa, y a su vez propiciar un giro
a la derecha pero con “continuidad” y estabilidad burguesa. De ahí que en la
Argentina su gran apuesta sea, justamente, Daniel Scioli.
Un ejemplo, del papel que se propone
jugar Francisco es, sin duda, Cuba. Donde busca ser garante de la restauración
ordenada y definitiva del capitalismo en la isla. Se trata de una orientación
en sintonía con la que viene desarrollando el imperialismo norteamericano de la
mano de Obama.
Más lejos del cielo y más cerca de la
tierra, Francisco busca que la iglesia católica pueda ser un factor que
colabore en la “gobernanza” sobre los pobres y la contención del movimiento
obrero en Latinoamérica y preparándose para afrontar escenarios de mayor crisis
social o de lucha de clases más abierta, una “agenda común” entre los gobiernos
y la Iglesia, que busca exorcizar a la región de cualquier espectro de
revolución.
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