Chile - El bloque del orden ya tiene sus partidos: del PC a la UDI
EL MOSTRADOR . 14 de abril de 2015
El bloque del orden ya tiene sus partidos: del PC a la UDI
Profesor titular de la Escuela de
Periodismo y director del Observatorio de Comunicacion y Medios de la PUCV
No obstante la abrumadora falta de credibilidad y
el escaso atractivo que los partidos tienen hoy ante la ciudadanía, vale la
pena detenerse un minuto en la “Declaración Conjunta sobre Probidad y
Transparencia” firmada pocos días atrás por los principales partidos políticos
chilenos.
Lo primero que llama poderosamente la atención es
ver en un mismo documento firmas que van desde la UDI al Partido Comunista.
Sorprende porque son escasísimas las oportunidades históricas en que podemos
ver militarismo de derechas (cercano al fascismo) y marxismo orgánico
poniéndose de acuerdo y suscribiendo públicamente un mismo documento. Viene a
la memoria el Pacto Ribbentrop-Molotov de 1939, cuando Stalin y Hitler
convienen un tratado de no agresión que descolocó a buena parte de la izquierda
mundial. Guardando las proporciones, es probable que este acuerdo chilensis
pueda ser leído en clave similar: pacto de no agresión entre actores
aparentemente antagónicos que, colocados por las circunstancias ante un momento
estratégicamente crítico, reconocen tácticamente sus mínimos comunes ante la
opinión pública. En este contexto detienen su habitual antagonismo para
concentrarse en cuidar las posiciones de poder alcanzadas, frente un tiempo
incierto e interpretado por los mismos actores que suscriben la Declaración
como “crisis del sistema”.
Sorprende porque son escasísimas las
oportunidades históricas en que podemos ver militarismo de derechas (cercano al
fascismo) y marxismo poniéndose de acuerdo y suscribiendo públicamente un mismo
documento. Viene a la memoria el Pacto Ribbentrop-Molotov de 1939, cuando
Stalin y Hitler convienen un tratado de no agresión que descolocó a buena parte
de la izquierda mundial.
En segundo lugar, llama la atención el
reconocimiento explícito y la presentación en sociedad de un nuevo “Nosotros”
en Chile. Este nuevo grupo de pertenencia rompe las barreras categoriales
usuales con las que hasta ahora se podía diferenciar a los actores políticos
institucionales. Es decir, las típicas categorías “izquierda, centro,
derecha” o Nueva Mayoría, Concertación, Alianza, oficialismo-oposición, No-Sí,
etc. que se emplean en los medios o en el habla cotidiana, son
insuficientes ante esta Declaración conjunta. Porque estamos ante un solo
bloque, que se reconoce como tal y que se acaba de mostrar como tal.
Consecuentemente, el lenguaje de esta declaración es nítido en la dicotomía
nosotros-ellos que propone: por un lado el bloque que va del PC a la UDI, y por
el otro la ciudadanía. En el primero de sus seis puntos plantea que “Asumimos
la indignación que existe en la ciudadanía frente a conductas reñidas con la
ética, en el sector público y privado, y nos dejamos interpelar como partidos
políticos, de gobierno y oposición”. La frase “nos dejamos interpelar” es
clave: establece una demarcación entre el bloque y la ciudadanía. Desde un
posición de poder, desde la otra orilla, se hace una concesión aparente, se le
concede paternalmente la interpelación al pueblo.
En tercer lugar destaca el énfasis puesto por el
texto en las instituciones: “es la hora de las instituciones” afirma seriamente
su punto nº 5. De hecho, podría ser ese el título de este documento (que no
tiene título); además, es el sustantivo que más se repite en la declaración. Es
la apuesta que los firmantes hacen por la institucionalidad vigente, incluso la
Declaración ofrece una lista de instituciones que todos los partidos se
comprometen a respetar, lista que incluye, entre otros, al Tribunal
Constitucional. ¿Cómo explicar que el PC reconozca con su firma la legitimidad
de ese órgano intrínsecamente pinochetista? ¿Qué pasó por sus cabezas
cuando cruzaron esa línea (como diría T. Mosquiatti)?, Como sea, vemos que la
dinámica del ciclo post-pinochetista que vivimos desde 1990, logró tras 25 años
sumar unánimemente a todos los partidos a su lógica, ninguno quedó fuera, todos
estamparon su rúbrica “en la hora de las instituciones”.
Hay pues un bloque de poder que se presenta a sí
mismo pública e impúdicamente en su espectro UDI-PC como un “nosotros”
que apuesta por las instituciones (podríamos también decir un arco que va del
“Sí” al “No hasta vencer” de 1988 y que la historia hoy une bajo semblantes
graves). A pesar de su aparente amplitud, se trata de un “nosotros exclusivo”
pues la ciudadanía – a diferencia de las instituciones- no forma parte
del “Nosotros”. Por el contrario, el bloque sabe que perdió la ciudadanía, que
no llega a ella, ni ésta quiere llegar a ellos. Por lo mismo, la apuesta para
salvar la situación de crisis y salir de ella es por la sociedad política y no
por la sociedad civil.
Pero si sociedad política y sociedad civil no están
ligadas entre sí, el bloque dominante se enfrenta a serios problemas para
mantener su hegemonía y pierde robustez para liderar un proyecto de país. La
lectura de la Declaración permite afirmar que el arco UDI-PC sabe eso y asume
que momentáneamente han perdido liderazgo ya que no cuentan con vínculos
orgánicos, ni con estructuras de lealtad en la sociedad civil. En este
contexto, afirmar hoy que “es la hora de las instituciones”, es lo mismo que
decir “como ya no podemos liderar, es la hora de mandar”.
El partido del orden asume pues a modo de bloque
que las contradicciones internas deben ser superadas, se ponen de acuerdo y
consensuan mínimos comunes para evitar la implosión causada por sus propias
contradicciones (http://www.elmostrador.cl/opinion/2015/03/27/la-elite-chilena-perpleja-y-en-implosion/).
Hecho esto, asumen que el principal antagonismo ante el cual tienen que
reaccionar es el antagonismo entre institucionalidad (nosotros) y sociedad
civil (ellos). La “salida por arriba” (o sea, las instituciones) se convierte
en su hoja de ruta, la “salida por abajo” (o sea, la Asamblea Constituyente) se
convierte en lo imposible.
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