Miles de chilenos se jubilan con pensiones miserables
Terra.
EVA VERGARA
Joaquina Pereda vivió una vida
cómoda. Estudió en la Universidad Católica de Chile y con su salario como
profesora de matemáticas, hacía sus compras para el mes en supermercados, y
verduras y frutas para la semana. Salía frecuentemente con su hijo, le tenía nana
cuando trabajaba, vestía bien e iba al cine.
Pero desde que se jubiló no le
alcanza para comer. En ocasiones, prepara una tortilla de harina y le pone
cebolla picada, le esparce orégano y le dice a su hijo, que sufre de síndrome
de Down, que es una "pizza".
"Vivo el día a día, no puedo ir
a la feria, no puedo hacer las compras que hacía antes" en el
supermercado, dijo Pereda, de 66 años, entre sollozos. "Nunca imaginé, ni
siquiera en sueños, que esto me podía pasar".
Tampoco tiene dinero para pagar una
niñera y tiene que llevarse a su niño para todos lados. Aunque anda bien
presentada, las telas de su vestuario se notan gastadas y han ido perdiendo el
color original.
Pereda es una de cientos de miles de
chilenos de clase media que hace 33 años, durante la dictadura militar de
Augusto Pinochet, fueron obligados a dejar a un lado el viejo sistema de
pensiones del estado y a incorporarse a un sistema privado de jubilación de
capitalización individual que los ha sumido en la pobreza, el cual ha sido
imitado por una treintena de naciones, incluidas Perú, República Dominicana,
Colombia, El Salvador, Costa Rica, Uruguay y México.
El último sueldo de Pereda fue del
equivalente a unos 1.000 dólares y aportó al sistema durante 37 años. Pero
ahora la familia vive con menos de la mitad, 441 dólares: 200 que recibe como
pensión de jubilación; 100 más a título de indemnización por haberse jubilado
bajo el modelo que impuso la dictadura y 140 más que el estado da a los
discapacitados por la enfermedad de su hijo.
El régimen prometió que las pensiones
representarían hasta un 70% del último sueldo. Las cifras actuales, sin
embargo, distan mucho de ese objetivo.
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Rosa
Retamal se pensionó en 2009, cuando ganaba el equivalente a 1.860 dólares, y
percibe una pensión de 274 dólares. "Yo realmente con este sueldo no puedo
vivir", declaró.
"Para
nadie es un secreto que las pensiones no están a la altura de lo que esperarían
los trabajadores y trabajadoras", afirmó recientemente la presidenta
Michelle Bachelet. "Las administradoras de fondos de pensiones han perdido
credibilidad en la ciudadanía".
Bachelet
creó una comisión asesora presidencial para el sistema de pensiones, conformada
por 25 personas, incluidos nueve expertos extranjeros, que en agosto deberá
hacer sugerencias para mejorar el sistema.
El
anterior presidente de la asociación de administradoras, Guillermo Arthur, dijo
que las críticas al sistema de jubilaciones privadas "no tienen mucho
asidero".
Indicó
que las empresas "han administrado los recursos de los trabajadores de una
manera extraordinariamente eficiente, con una rentabilidad superior al
8%".
"Si
no se han alcanzado mejores pensiones", sostuvo, "no se debe al
funcionamiento del sistema de pensiones", sino al bajo monto de ahorro en
las cuentas individuales es por la escasez de aportes -un 10% del sueldo bruto
mensual-- de los cotizantes y al aumento en las expectativas de vida de los
chilenos.
La
alta rentabilidad, sin embargo, no incide en el monto de la pensión.
Las
administradoras calculan las pensiones según las expectativas de vida, 83 años
en las mujeres y 77 en los hombres, según una tabla de la Superintendencia de
Pensiones. Cuando cumplen un año más tras jubilarse, le rebajan la pensión
porque se estima que vivirá más del tiempo calculado inicialmente, para que sus
ahorros duren más años.
"Las
personas afiliadas a las administradoras por definición recibirán malas
pensiones, (porque) el dinero acumulado no tiene como objetivo pagar pensiones,
sino alimentar al voraz mercado extranjero", sostuvo la jubilada María Luz
Navarrete, de 65 años, aludiendo a las inversiones en el extranjero que hacen
las Administradoras.
En
el antiguo sistema de reparto, las pensiones se financiaban con los aportes
mensuales de los trabajadores activos --entre el 20 al 30% de sus ingresos
brutos-- más los aportes estatales, que iban a un fondo que financiaba las
jubilaciones. Y los montos mensuales que se cobraban eran más altos que los
actuales.
Ahora
no solo se cobra menos, sino que una enorme cantidad de jubilados no puede
seguir pagando un servicio de salud privado y ha terminado en el sistema
público de salud, que atiende el 80% de los 17,8 millones de chilenos y tiene
serias deficiencias, incluidas carencias de médicos, de especialistas y de
camas hospitalarias.
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