Una mirada ominosa sobre el presente del capitalismo global
El 24 de noviembre se editó en
castellano El capital en el Siglo XXI, de Thomas Piketty.
Esteban Mercatante
La izquierda diario, Buenos Aires,
25-11-2014
Podemos decir sin riesgo a
equivocarnos que el libro de Thomas Piketty El capital en el Siglo XXI es un
fenómeno editorial en estas latitudes aún desde antes de tener su edición en
castellano, la que vio la luz este lunes a cargo del Fondo de Cultura
Económica. En los últimos meses, al igual que había ocurrido antes en los
EE.UU. (y por derivación en el resto del planeta), economistas de todo el arco
ideológico debieron emitir sus opiniones sobre las tesis de este libro, que en
su desarrollo expone cómo el capitalismo se caracteriza por producir una
desigualdad creciente y que en la actualidad ha llegado a niveles cercanos a
los más altos registrados en la historia del capitalismo.
El debate no generó acá las pasiones
que sí produjo en los EE.UU. –donde por ejemplo la revista conservadora The
American Spectator dio la alarma señalando que la obra de Thomas Picketty era
la "cobertura intelectual para la confiscación”. Pero sí dio lugar a una
serie de lecturas -varias desde la izquierda- que fueron compiladas por Matías
Eskenazi y Mario Hernandez en El debate Piketty sobre El Capital en el siglo
XXI. Este libro presentó para los lectores de habla hispana, meses antes de la
edición en castellano, varias de las miradas realizadas desde una óptica
“progresista” o desde el marxismo sobre la obra de Piketty: Paul Krugman; James
Galbraith; Eric Toussaint; Patrick Saurin y Thomas Coutrot; Olmedo Beluche;
Charles André Udry; Maciek Wisniewiski; David Harvey, a las que se sumaron las
opiniones de marxistas locales como Rolando Astarita y la de Paula Bach. Esta
última contribución forma parte de la lectura de este libro que realizamos
desde Ideas de Izquierda, que puede leerse acá y acá.
No es difícil explicar por qué el
impacto de este libro. Que ha superado ampliamente el de booms editoriales
recientes sobre economía ¡Acabad ya con esta crisis! de Paul Krugman. O de ¿Por
qué fracasan los países? Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza,
de Daron Acemoglu y James A. Robinson, que en el año 2012 adquirió también gran
notoriedad, pero cuya repercusión no llegó a rebasar los ámbitos
especializados. A diferencia de este último libro, que consideraba que la clave
del éxito para las economías de desarrollo tardío está en emular las
instituciones de los países más ricos, Piketty expone tendencias nada
tranquilizadoras, a un progresivo aumento en la desigualdad en la distribución
de la riqueza que han operado con mayor intensidad en los centros de desarrollo
capitalista más antiguo, por el hecho de se trata de una dinámica intrínseca
del capitalismo, que es en estos países –y particularmente en los anglosajones–
donde más perfectamente funcionan. Piketty metió así el dedo en una llaga que
quedó expuesta descarnadamente en EE.UU. después del estallido de la burbuja
inmobiliaria, y probablemente por eso la popularidad del libro ocurrió menos
con su publicación original en francés, que con la traducción al castellano.
El mecanismo fundamental de la
desigualdad
Todo el razonamiento de Piketty se
basa en lo que llama el mecanismo fundamental para la divergencia en la
distribución de la riqueza: “si la tasa de crecimiento del capital se mantiene
muy por encima de la tasa de crecimiento [económico, N. de R.] durante un
período prolongado de tiempo (lo que es más probable cuando la tasa de
crecimiento es baja, aunque no es automático), entonces el riesgo de
divergencia en la distribución de la riqueza es muy alto”. Para el autor, esto
es lo que vino ocurriendo de forma sostenida durante un largo período –sólo
entre Ias dos guerras mundiales funcionó el capitalismo de modo diferente en
opinión de Piketty, a causa de una serie de shocks que destruyeron masivamente
el valor de patrimonio de los sectores más ricos, así como a las turbulencias
políticas y militares. El resultado es que el capitalismo contemporáneo se está
aproximando a los niveles de desigualdad que caracterizaban a la sociedad
burguesa en tiempos de la Belle Époque (los peores de la historia del
capitalismo). El remedio que presenta el autor en un fuerte incremento en la
imposición al capital, aunque él mismo manifiesta escepticismo sobre la
posibilidad de implementación de una tributación de este tipo.
La tendencia que registra Piketty ya
fue tratada por otros autores. En las últimas décadas se han producido
numerosos estudios que exponen los alarmantes niveles de desigualdad de la
economía capitalista. También, podemos decir –y sería completamente cierto- que
la explicación que nos presenta Piketty es despolitizada: el alarmante
crecimiento de la desigualdad no tiene su raíz principal en la feroz ofensiva
de clase desatada por los sectores más ricos contra el resto de la sociedad, la
cual fue especialmente despiadada en los EE.UU. –aunque Piketty nos presenta a
cada paso numerosos registros de la misma; la explicación central está en el
“mecanismo fundamental” (“rendimiento del capital mayor al crecimiento
económico”) que actúa con independencia de las políticas y la voluntad de los
actores sociales.
No obstante estos puntos críticos,
presentes en muchas de las reseñas, no podemos perder de vista la dimensión
profundamente inquietante que arroja el libro para los apologistas del modo de
producción capitalista. La conclusión de Piketty, desarrollada en un andamiaje
teórico que en sus nudos conceptuales es parte de un mainstream neoclásico, es
que el crecimiento formidable de la desigualdad está enraizado en los
mecanismos fundamentales que rigen al capitalismo global. Si durante décadas
funcionarios de instituciones como el Fondo Monetario Internacional, el Banco
Mundial y la Organización Mundial del Comercio dictaminaron que los problemas
de pobreza y desigualdad respondían a la falta de apertura y desregulación, el
trabajo de Piketty muestra lo contrario. Con esto, aún más allá de la voluntad
de Thomas Piketty (que está lejísimos de proponer una organización de la
sociedad alternativa al capitalismo), los criterios de eficiencia con los que
los defensores del capitalismo pretenden desterrar la discusión sobre cualquier
posible sociedad alternativa, se ven severamente cuestionados. Al igual que
pasa con la discusión sobre la perspectiva de un largo período de bajo
crecimiento económico, preocupación que exhiben muchos economistas, y que en
las tesis de Piketty no hará más que profundizar las tendencias que expone El
capital en el Siglo XXI. El economista francés, entonces, presenta el curioso
caso de un defensor del capitalismo por la vía de las reformas, que con su
formidable boom editorial podría estar propinándole uno de los más duros golpes
a la legitimidad del mismo.
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