Chile - El Transantiago le sigue penando a Bachelet

Posted by Correo Semanal on sábado, noviembre 15, 2014


RAFAEL LUIS GUMUCIO RIVAS· 
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Los problemas del actual gobierno no se deben sólo a las deficientes estrategias comunicacionales, ni tampoco a la confusión – aun cuando ambos factores no dejan en tener incidencia directa -, a mi modo de ver, la debilidad fundamental se encuentra en la lejanía respecto de los problemas cotidianos de la mayoría de los chilenos. En la última encuesta Adimark, los rechazos más notorios se refieren, en primer lugar,  al trasporte; en segundo lugar, a la salud; en tercer lugar, a la educación;  como la encuesta fue realizada antes de conocerse la subida al 1% del IPC, no alcanza a medir el impacto de la inflación en el precio de los alimentos de consumo diario.

El drama de las reformas importantes del gobierno de Bachelet es que están en manos de burócratas y tecnócratas, que no logran entender que ningún proceso de cambio puede prosperar sin una ciudadanía activa y que, sobre todo le imprima su sello de pertenencia.

La vida diaria del chileno es, en la realidad, un martirio y la única manera de sobrevivir en esta selva es convertirse en anacoreta o en un seguidor de Epicuro, es decir, vivir en el Jardín o nunca salir de su casa. Si afortunadamente contamos con un trabajo, así sea precario, desde que tomamos la ducha y el frugal desayuno, comenzamos a pagar el IVA hasta por un mendrugo de pan, y a ser estafados por las Compañías de electricidad y gas – esta última cobra precios indebidos -, pero el verdadero drama empieza desde el momento en que el trabajador pone sus pies en la calle, recorrer varias cuadras para llegar a una parada de bus o de metro. Si en un primer intento tiene suerte de abordar uno de estos medios de transporte, puede considerarse tan afortunado como un ganador de lotería, pero, normalmente, tiene que esperar varios buses o vagones de metro para lograr viajar hacia su trabajo. Todo este periplo supone el empleo de horas para al final, llegar tarde a su destino y más machucado y sobado que membrillo de colegial.
Este desplazamiento hacia su trabajo no tiene nada que ver con el viaje de Ulises, en La Odisea, pues no hay sirenas, ni hechiceras, sino solo un triste camino hacia un trabajo al cual llega ya cansado y con el ánimo por los suelos. Apenas traspasa la puerta de la oficina – o cualquiera que sea el lugar de trabajo – está esperándolo el jefe,  patrón o patrona para reconvenirlo por su retraso – estos privilegiados viajan en una cuatro por cuatro, aunque la verdad sea dicha, no aminora las molestias debido a los tacos en días laborales -.
El ayer viernes, 14 de noviembre, fue el “Armagedón” de este drama, que se ha acentuado luego de la planificación e implementación del Transantiago, una invención de los tecnócratas cabezas de huevo de los gobiernos de Ricardo Lagos y de Michelle Bachelet, pues un corto circuito en la Estación Metro Moneda dejó paralizadas las líneas 1 y 5, columna vertebral del transporte santiaguino, provocando la desesperación, hasta las lágrimas, de los pobres ciudadanos, obligados a utilizarlo.
La palabra “plan de contingencia” no existe en el diccionario chileno, pues somos el país del “alambrito” y sólo actuamos cuando la cagada es demasiado visible. A cualquiera se le hubiera ocurrido, como medida paliativa, suspender las clases en colegios y universidades y, si la crisis se

Acentuara, al menos declarar un día feriado, pues al fin y al cabo, poca incidencia tendría en la productividad – no pienso que alguien haya trabajado a conformidad ese día viernes-.
El drama de las reformas importantes del gobierno de Bachelet es que están en manos de burócratas y tecnócratas, que no logran entender que ningún proceso de cambio puede prosperar sin una ciudadanía activa y que, sobre todo le imprima su sello de pertenencia.
Estamos conscientes que todo cambio exige gradualidad y que se prolonga en el tiempo – no estamos en la revolución bolchevique, como diría jocosamente el ministro de Educación, pero la clave del éxito del proceso radica en combinar las metas a largo plazo con la vida cotidiana de las personas y hacerlas vivir que las reformas propuestas por el gobierno de la Presidenta Bachelet incidirán favorablemente en el día a día de los ciudadanos. Estas consideraciones es, precisamente, lo que los tecnócratas del gobierno están ignorando.
No estoy seguro si la historia se repite, pero este viernes me pareció casi igual que aquel día de febrero, en que Michelle Bachelet inauguró el Transantiago y, en ambos casos, más tragedias que en farsa.

Rafael Luis Gumucio RivasEl Ciudadano