Brasil - Entrevista a Marcelo Badaró Mattos (1)
¿Se
inicia un nuevo ciclo de luchas de la clase trabajadora?
Patricia
Fachin
IHU
Online
http://www.ihu.unisinos.br/
Traducción
de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa
-¿Qué
significan las huelgas que vienen ocurriendo recientemente,
especialmente por el hecho de que los sectores se organizan sin la
participación y el apoyo de los sindicatos?
Marcelo
Badaró Mattos: Fenómenos sociales complejos, como los ciclos de
huelgas y movilizaciones de la clase trabajadora, nunca pueden ser
explicados por un único factor. Por lo tanto, hay diferentes
significados en las huelgas que están ocurriendo en el último
período. De un lado, sindicatos que se mantuvieron activos y
combativos a lo largo de las dos últimas décadas sienten que hay un
momento favorable para las movilizaciones huelguísticas después de
las jornadas de junio 2013 y en el contexto de la Copa del Mundo.
En
gran medida porque, cuando las manifestaciones multitudinarias del
año pasado levantaron como “de la Copa yo abro mano, quiero dinero
para salud y educación”, resumían los últimos veinte años de
luchas de los trabajadores del servicio público en esas áreas, que
reivindicaban no apenas mejores salarios y condiciones de trabajo
para ellos, sino también demandaban salud y educación de calidad
como derecho de todos, en tiempos de privatización y pésimas
condiciones de oferta de esos derechos fundamentales. De allí porque
las huelgas en el servicio público de forma general y en la
educación en particular estén aconteciendo en gran número,
dirigidas muchas veces por sindicatos combativos.
Por
otro lado, creo que ese fue el punto de la pregunta, están
ocurriendo también muchas huelgas en sectores de trabajadores que no
vienen siendo representadas por sus entidades sindicales, hace mucho
tiempo controladas por burócratas al servicio de los patrones y de
los gobiernos.
Es
el caso de las huelgas recientes de los fiscalizadores carreteros,
trabajadores de la limpieza urbana y, en muchos casos, de
trabajadores de la construcción civil. Tales situaciones refuerzan
la tesis de que la burocratización es una consecuencia de la
estructura sindical brasilera, en gran medida la misma estructura
oficial (dependiente del registro en el Ministerio de Trabajo, basada
en el sindicato único por categoría y región y atada en la
cotización compulsiva de todos/as los/as trabajadores/as para el
sistema), creada en los años 1930 y apenas reformada en 1988 y
después. De cualquier forma, la existencia de polos combativos
en el movimiento sindical indica que ese proceso no es inevitable.
-¿A
que le atribuye usted el hecho de que las huelgas se hayan duplicado
de 2010 a 2013, habiendo ocurrido 446 huelgas en 2010 y más de 900
en 2013? ¿Las protestas por cuenta de la Copa del Mundo ayudaron?
Marcelo
Badaró Mattos: El número de huelgas en Brasil viene creciendo,
incluso antes de las jornadas de junio de 2013. En 2012 hubo la mayor
cantidad de huelgas desde 1996, según los datos del Dieese
(Departamento Intersindical de Estadística y Estudios
Socioeconómicos). No hay todavía relevamientos divulgados para
2013, pero todo indica que la tendencia de elevación del número de
huelgas se mantiene.
Algunas
de las huelgas de 2012, como la de los trabajadores de la educación
en las instituciones federales de enseñanza (que fueron seguidas por
otras categorías de funcionarios públicos federales), pueden ser
vistas como impulsoras de las reivindicaciones que re-emergieron en
las calles y en las voces de los manifestantes de 2013. Por otro
lado, como ya mencioné, es una agenda que, aunque difusa, posee un
nítido sentido de clase (salud, educación, transporte público de
calidad, además de protesta contra la violencia policial,
cotidianamente letal en las favelas y periferias de las grandes
ciudades).
Eso
reforzó la disposición de diversos sectores asalariados de ir a
luchar, empujados por la nueva coyuntura, no solo haciendo huelgas,
sino también fueron a las calles, dando mayor visibilidad y buscando
apoyo para sus causas. No se debe olvidar, que las huelgas ocurren
también por una acumulación de descontentos relativos a las
condiciones de trabajo y a los salarios. Por un lado, la relativa
disminución del desempleo atenúa un poco la inseguridad en relación
a la confrontación huelguística, por otro lado, los bajos salarios
y las condiciones adversas de trabajo (crecimiento de los accidentes
de trabajo y realidades de trabajo análogo a la esclavitud en
construcciones de las grandes obras del Programa de Aceleramiento del
Crecimiento y de los mega-eventos, por ejemplo), son factores
objetivos que impulsaron un mayor número de huelgas.
-¿Cuáles
son las principales reivindicaciones que se destacan en esas huelgas?
Marcelo
Badaró Mattos: Las principales reivindicaciones son reajustes
salariales y mejoría de las condiciones de trabajo -lo que implica
el fin de la doble función en el caso de los fiscalizadores
carreteros (dirigir y cobrar pasajes al mismo tiempo), la mejor
alimentación y alojamiento en las obras de la construcción civil,
valores mayores para la alimentación de los barrenderos-, por citar
algunos ejemplos. En cuanto los funcionarios públicos, predominan,
además de las salariales, la reformulación de los planes de carrera
(luego de años de desnaturalización de las carreras por cuenta de
la introducción de gratificaciones diferenciadas, etc.), además de
la defensa de políticas públicas que atiendan los intereses de la
mayoría de la población (como la lucha contra el cierre de
escuelas, el crecimiento del número de alumnos por turno y la no
garantía del tiempo de preparación de clases por parte de los
profesionales de la educación.
-¿A
qué atribuye los bajos salarios, a pesar del aumento del salario
mínimo, y la falta de avances en los derechos laborales,
considerando especialmente la tercerización en Brasil?
Marcelo
Badaró Mattos: La lógica de acumulación capitalista explica esos
fenómenos, pues las empresas y los empresarios que personifican el
capital, sólo a costa de mucha lucha, organizada por parte de la
clase trabajadora, reajustan salarios, aceptan ampliar derechos y
garanten condiciones de trabajo mínimamente dignas. Desde los años
1980 en todo el mundo, y en Brasil especialmente a partir de los años
1990, se vive una época de retrocesos históricos de las conquistas
de la clase trabajadora y avance del capital sobre los límites que
las luchas del siglo XX impusieron a la explotación. Por atrás de
ese proceso está el esfuerzo del capital para superar las varias
crisis cíclicas que, por sus dimensiones cada vez más planetarias,
indican para muchos analistas una crisis estructural o sistémica.
Todos
los procesos de reestructuración productiva inducidos desde los años
1970, así como la diseminación de modelos neoliberales de gestión
del Estado, crearon condiciones para tal avance del capital sobre las
conquistas de los trabajadores. Tal proceso adquiere características
todavía más violentas en una periferia capitalista tardíamente
industrializada y económicamente dependiente del capital externo
como la brasilera, en que las conquistas de la clase trabajadora eran
todavía muy limitadas y donde la necesidad de generar lucros capaces
de remunerar tanto a los capitales locales cuanto a los foráneos,
tendió a producir siempre una superexplotación de la fuerza de
trabajo, para usar el sentido dado a la expresión por Ruy Mauro
Marini. (2)
-¿Esas
huelgas, qué indican desde el punto de vista del trabajo en Brasil,
considerando que hay críticas positivas en relación a los gobiernos
de Lula y Dilma en el sentido de aumentar el salario mínimo y crear
políticas de crédito para el consumo?
Marcelo
Badaró Mattos: En estos casi 12 años de gestiones petistas del
gobierno federal, tanto en las fases de crecimiento más
significativo en el segundo mandato de Lula da Silva, como en los
períodos de estancamiento del crecimiento económico, como hoy en
día, la mayor parte de los empleos generados en Brasil fue anclada
en el bajo salario. Datos de 2011 indican que 82% de los empleados en
Brasil reciben tres salarios mínimos (30% reciben hasta un salario
mínimo). Se calcula que entre 8 y 10 millones de trabajadores están
tercerizados. El número de empleados sin cartera de trabajo
disminuyó en los últimos años, pero, si sumamos los que no tienen
registro a los que contribuyen para la previsión social y a los
cerca de 7% de desempleados (según datos recientes del IBGE,
Instituto Brasilero de Geografía y Estadística), podemos tener una
idea del grado de precarización de las relaciones de trabajo en
Brasil.
Los
aumentos del salario mínimo por encima de la inflación y las
facilidades de crédito consignado, sobre todo el comercial,
estimulan una ampliación del consumo de corto plazo. El gobierno
intenta darle una sobrevida a través de las exoneraciones fiscales
(o sea, pagamos todos para garantir el lucro de las montadoras de
automóviles y fabricantes de electrodomésticos y electrónicos,
prácticamente todas grandes empresas transnacionales). Pero es
preciso recordar que los reajustes del salario mínimo, mal y mal, lo
recolocan en niveles de 1980, que ya era el punto más bajo de su
curva desde el final de los años 1930. Y la facilidad del crédito
es también la facilidad de endeudarse, cuyo límite es también poco
elástico si se trata de trabajadores de ingreso tan bajo. Las
huelgas constituyen una de las reacciones posibles a ese cuadro.
-¿Qué
es lo que la huelgas señalizan, específicamente, en relación a la
representación de los sindicatos y a la organización de los
sectores?
Marcelo
Badaró Mattos: Cuando diversos sectores hacen huelga
independientemente de la orientación de las direcciones sindicales,
o incluso contra ellas, estamos delante de un cuadro en que un
proceso de reorganización sindical se hace necesario. La última vez
que eso ocurrió con proporciones significativas fue a finales de la
década de 1970 e inicio de los años 1980, cuando las huelgas del
llamado “nuevo sindicalismo”; algunas de ellas dirigidas por
direcciones representativas, pero muchas de ellas construidas por
“oposiciones sindicales”, o incluso por sectores menos
organizados de bases sindicales insatisfechas con el perfil “pelego”
de sus direcciones (Nota del Traductor: burocracia sindical de
colaboración con las patronales, de prácticas mafiosas y
subordinada al Estado, en otros países se lo denomina “sindicalismo
amarillo”). De aquellas luchas surgió la Central Única de los
Trabajadores (CUT), y más tarde otras centrales que disputaron
espacios con la CUT por una vía menos combativa.
-¿Las
centrales sindicales todavía tienen relevancia en la actual
discusión laboral en el país?
Marcelo
Badaró Mattos: Aquella CUT que emergió de las luchas de los años
1970/80 ya no existe más. En lugar de la central sindical autónoma
en relación al gobierno y a los patrones, que proponía un
sindicalismo clasista, combativo y construido por la base, se levanta
hoy un inmenso aparato burocrático, entrelazado al Estado,
dependiente de la cotización sindical compulsiva (Nota del
Traductor: conocido en Brasil como “impuesto sindical” que
recauda el gobierno y luego distribuye entre las centrales sindicales
con registro legal), y de fondos públicos, dominada por una
concepción de colaboración de clases, que se expresa en el
posicionamiento de sus dirigentes. Centrales que se presentaban como
rivales, a la derecha de la CUT en los años 1980, como la Fuerza
Sindical, hoy prácticamente se equivalen en propuestas y compromisos
con el Estado y los patrones. Nuevas centrales surgieron en los
últimos años, casi todas con un objetivo de legalizarse para
obtener un parte de la torta de la cotización sindical compulsiva.
Esos aparatos burocráticos cumplen mucho más el papel de dique de
contención que de polo irradiador de las huelgas y movilizaciones.
Hay, sin embargo, espacio para el surgimiento de alternativas.
Las
huelgas actuales son fragmentadas. En algunos momentos se intenta
unificar acciones y manifestaciones, pero, en ausencia de centrales
sindicales amplias y representativas, dispuestas a dirigir la
unificación de las luchas (¿hace cuántos años no escuchamos de
hablar en serio sobre la idea de una huelga general en Brasil?),
cualquier camino unitario es más difícil de ser recorrido. Hay
algunos esfuerzos en curso en dirección de construir un polo
sindical combativo, y el más significativo de ellos me parece ser la
Central Sindical y Popular-Conlutas (CSP-Conlutas), que se propone
reunir no solamente a sindicatos, sino también a otras
organizaciones y movimientos con base social en la clase trabajadora,
como el movimiento por la vivienda, por la reforma agraria, por la
igualdad racial y de género, etc.
En
un período en que la clase trabajadora se encuentra profundamente
fragmentada y una parcela de ella trabaja de manera informal y
precaria, no siendo la forma tradicional de sindicato capaz de sumar
todas las parcelas de clase, una central de sindicatos y movimientos
sociales puede ser una salida. Sin embargo, hay que poner reparos,
porque el proceso de construcción de la CSP-Conlutas lleva una
década, y sus dimensiones todavía son muy pequeñas como para dar
cuenta de los desafíos que se presentan.
-¿Cuáles
han sido las propuestas de las izquierdas en relación a las
discusiones acerca del trabajo?
Marcelo
Badaró Mattos: Las fuerzas políticas de izquierda como aquellas que
reivindican la alternativa socialista al orden capitalista, sufrieron
duramente el retroceso de las luchas de la clase trabajadora, de
forma análoga al sindicalismo combativo, y sus dificultades son
también un componente de ese retroceso. Hoy, no sólo el desempeño
electoral de esas fuerzas es muy poco significativo, también su
implantación en los movimientos sociales de base trabajadora es
diminuta, estando reducida su capacidad de influenciarlos, como quedó
patente el año pasado, en medio de las “jornadas de junio”,
cuando la izquierda organizada no consiguió ejercer un papel
protagónico en las manifestaciones de masas, generando incluso, en
medio de las manifestaciones, un espacio momentáneo de rechazo de
matriz conservadora, a los partidos de forma general.
No
obstante, sería injusto no reconocer que las organizaciones de
izquierda vienen cumpliendo un papel importante, con todas sus
dificultades, al aglutinar fuerzas en la resistencia a los ataques
del capital a las conquistas de la clase trabajadora, plantándose
contra las reformas que retiran derechos, así como presentando
propuestas de reconquista de esos derechos -la reducción de la
jornada de trabajo sin reducción del salario, el fin del factor de
aporte a la seguridad social para calcular las jubilaciones, la
anulación de las medidas privatizadoras en la salud, la previsión
social, los hospitales públicos, entre otras.
-¿Cómo
evalúa específicamente la gestión de los gobiernos Lula y Dilma en
relación a las cuestiones laborales, siendo que es el Partido de los
Trabajadores?
Marcelo
Badaró Mattos: Los gobiernos del Partido de los Trabajadores poseen
una base electoral anclada en sectores de la clase trabajadora urbana
y, cada vez más, en capas más precarizadas y pauperizadas de los
llamados rincones de pobreza del interior de país. No obstante, el
partido que carga a los trabajadores en su nombre, desde el primer
mandato de Lula, no gobierna para ellos, gobierna para el capital. De
allí que, en relación a las cuestiones laborales, ya a partir de
2003, sus medidas fueron siempre en retroceso. La retirada de
derechos que venía de los años 1990, continuó, como se hizo
evidente ya en los primeros meses del primer mandato de Lula, con su
“reforma” de la previsión social, a la que siguieron cambios en
la legislación de quiebras y de las pequeñas y medianas empresas.
En el campo de la legislación sindical, ocurrió una profundización
del entrelazamiento de los sindicatos al Estado, justo en el camino
opuesto al que Lula, como dirigente sindical de los metalúrgicos de
San Bernardo, pregonaba a finales de los años 1970.
-¿En
relación al trabajo en Brasil, qué avances y retrocesos son
posibles destacar?
Marcelo
Badaró Mattos: Todas las respuestas anteriores apuntaron a un
balance en que, en las relaciones capital-trabajo en el Brasil de las
últimas décadas, las fuerzas del trabajo perdieron mucho. No
obstante, en el último período, la elevación del nivel de
conflictividad social -con las manifestaciones masivas del año
pasado y la onda de huelgas de este año- parece apuntar al inicio de
un nuevo ciclo de luchas de la clase trabajadora. Sólo un movimiento
de ese tipo podrá revertir el proceso de recortes de derechos y
retroceso en el grado de organización y conciencia de la clase,
permitiendo avances significativos para los trabajadores.
1)
Nota de Correspondencia de Prensa: Investigador
social, profesor del Departamento de Historia en la Universidad
Federal Fluminense (UFF), autor de numerosos estudios sobre el
sindicalismo brasilero. Integra la secretaría de redacción de la
revista marxista Outubro.
2)
Nota de IHU Online: Ruy
Mauro Marini (1932 - 1997): cientista social brasileiro. Conocido
internacionalmente como uno de los elaboradores de la Teoría de la
Dependencia. Su obra ha tenido una gran difusión en castellano,
aunque es poco conocida en el propio Brasil.
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