Uruguay es un país tremendamente violento

Posted by Correo Semanal on martes, abril 08, 2014


Violencia de Género

Entrevista a la antropóloga Rita Segato

Femi-geno-cidio o la búsqueda de la categoría precisa

"Uruguay es un país tremendamente violento"

Uypress, Montevideo, 5/4/2014
                                                                                   Rita Segato. Foto: Uypress

La antropóloga Rita Segato visitó Uruguay invitada para hablar sobre el proceso de implementación de cuotas raciales en Brasil del que fue protagonista, en vista de la implementación de acciones afirmativas para población afro en nuestro país. Uypress dialogó con la experta sobre la "matriz de alteridades" regional. La obra de Segato es vasta: aborda religiones afro-brasileras, las cárceles, la violencia de género, el racismo, las nuevas formas de la guerra y la perspectiva teórica de la crítica de la colonialidad.

Esta doctora en antropología (nacida en Argentina y residente en Brasil desde hace 25 años), brindó el lunes 31 de marzo la conferencia magistral "Las lecciones de una lucha contra el racismo académico. La lucha por las cuotas raciales en Brasil", en el marco de la apertura del Diploma en Afrodescendencia y Políticas Públicas (FCS-Udelar); participó en reuniones con la Comisión Interinstitucional que trabaja en la implementación de la ley de Acciones Afirmativas (N°19.122) y brindó un seminario en la FCS.

Uypress tuvo la oportunidad de dialogar con Segato sobre la experiencia brasileña de las cuotas raciales y sobre la violencia de género y las nuevas formas de las guerras que utilizan el cuerpo de las mujeres como territorio de batalla. El último texto publicado por Segato en 2014 es Las nuevas formas de la guerra y el cuerpo de las mujeres. Ya en 2011, entrevistada por el diario argentino Página/12, esta antropóloga feminista afirmaba: "Todos son crímenes patriarcales (en referencia a los crímenes donde las víctimas son mujeres). Pero necesitamos categorías precisas para obligar a aplicar protocolos de investigación precisos, que es lo que no está sucediendo".

Las cifras de violencia de género que hay en Uruguay no se comparan con la masividad que adquieren en países como México, donde Segato estudió como ejemplo emblemático los femicidios de Ciudad Juárez. Sin embargo, que se registren 30 homicidios de mujeres durante 2013, la mayoría cometidos por varones de su círculo cercano -familiares, parejas o exparejas-, más 20 mil denuncias por violencia doméstica son cifras considerables para un país de 3 millones de personas.

La primera parte de la entrevista se puede leer en: http://www.uypress.net/uc_50153_1.html
-¿Cómo hacer, más allá de la comparación de cifras entre países, para construir una conciencia de que este es un problema social y cómo podemos aprender a nombrarlo?

-En el caso de violencia doméstica o de violación hay que estudiar las curvas de las estadísticas. En estas cuestiones siempre surge la pregunta: "¿Qué pasó? ¿Hay más visibilidad o hay más casos?" Y eso quizá nunca lo vamos a saber en forma certera. Yo creo que cuando hay óbitos, cadáveres, el margen de distorsión es menor; podés decir "se cayó de la escalera o de una ventana", pero cuando hay casos de mujeres fallecidas por muertes violentas hay datos más seguros y menos posibilidades de que sean casos no denunciados. Pero si vos decís que el año pasado hubo 30 mujeres asesinadas, esa cifra debe ser leída, por su impacto, cada cien mil habitantes, y si ves que es una curva ascendente en los registros de los últimos cinco años, estudiar cómo fue la variación de muertes violentas de mujeres, ya puede haber una evaluación sobre qué características tiene la violencia de género aquí.

Las leyes se han modificado, las políticas públicas también, los lugares de protección a mujeres (refugios) también y, sin embargo, no ha caído la vulnerabilidad de las mujeres. De hecho, creo que las mujeres estamos más vulnerables que antes.

El otro tema es, no solo ver la cantidad de muertes, sino también el grado de crueldad. Parecería que en el ensañamiento hacia las mujeres también hay una variación. El otro tema es el siguiente, que lo desarrollo en mi propuesta de la categoría femi-geno-cidio, que lo diferencio de feminicidio (feminicidio son todos los asesinatos o intentos de vulnerar a las mujeres por razones de género).

El femi-geno-cidio tiene una particularidad: no puede ser llevado a las relaciones del mundo de la intimidad (a la esfera privada) entre hombres y mujeres, ni en casos de asesinos seriales. El femi-geno-cidio es un crimen de tipo impersonal y toma a las mujeres como genus (como género), donde hay un grupo de responsables, no un solo responsable -no hay relación de uno a uno en la agresión-, contra un grupo de mujeres -contra las mujeres, en tanto genus-.
Por lo tanto, esta categoría tiene características particulares respecto a la proporción "perpetradores-víctimas", y esto tiene que ver con las nuevas formas de la guerra. No solo el nódulo de mujeres asesinadas por razones de género, sino la forma de ser asesinadas y también la forma.

Hay una gran discusión, que divide muchas veces al movimiento de las mujeres, que tiene que ver con el tipo de agresión, ya sea si es más íntima (tanto en la relación con el agresor como de agresores y agredidas) y aquellos crímenes que tienen que ver con las nuevas formas de la guerra, donde no se puede privatizar la agresión.
Lo que tenemos es que en el mundo de la agresión hacia las mujeres, ésta es siempre empujada hacia el terreno de la intimidad, a la esfera de lo privado. Yo creo que ahí hay un error, porque en la sociedad está habiendo un aumento de la criminalidad, un cambio en el control mafioso de la sociedad y hasta de la política, y a esos crímenes yo los llamo femi-geno-cidios.

Creo que es muy importante separarlos para investigarlos y diseñar protocolos de investigación que acaben con la impunidad. Es diferente investigar el crimen de una mujer asesinada por su cónyuge o expareja, o cómo investigás a un serial individual, que cómo investigás los crímenes de mujeres que suceden hoy en el contexto de la guerra, en el mundo de las pandillas, de las maras, de los enfrentamientos de organizaciones armadas, en esta escena bélica difusa diseñada por el crimen hoy.

-Ahí es donde aparecen los cuerpos de las mujeres como territorios en disputa o nuevos campos bélicos donde se desarrollan estas nuevas formas de guerra.
-Exacto.

-¿Pueden pensarse estas categorías en un país como Uruguay?

-Uruguay es un país muy tranquilo.

-Muy tranquilo en apariencia. Sino, ¿cómo se explican las cifras de femicidios que se registran cada año?

-Bueno, ahí está. Las físicas son las más visibles, porque son las más numerosas, las materiales. Lo que pasa que a eso debe sumarse la más invisible, el caldo de cultivo, que es la violencia psicológica. En mi libro Las estructuras de la violencia, yo la llamo "la argamasa jerárquica".

La violencia psicológica y moral es lo que mantiene el mundo en pie como es. La primera lección de poder, la primera lección de usurpación de parcelas de poder de algunos sujetos, es la familia. También la familia es la entidad más violentogénica de todas y en ella, lo que se trafica, es la permanente violencia moral: los discursos, el rumor sobre el otro, sobre los cuerpos de las mujeres y sobre la forma en que las mujeres están vestidas, etc. Todo eso es un gran caldo de cultivo violentísimo moralmente, que va imponiendo sobre las mujeres formas violentas de autocensura inclusive, con relación a sus deseos, a sus afectos, a sus gestos, a su corporalidad, a su vestimenta, que es la base de todas las otras violencias.

Yo sí creo que Uruguay es un país tremendamente violento en estas formas sutiles. El ojo uruguayo es un ojo profundamente censurador, juzgador de las diferencias.

En referencia a los términos sobre cómo debemos referirnos en los crímenes de mujeres por su condición de genus, todavía hay autores que cuestionan "feminicidio" y sugieren usar en su lugar gendercide (génerocidio) porque hay muchos hombres que mueren solamente por ser hombres, pero ahí estás perdiendo justamente la esencia de la categoría que es la crítica del poder. Evidentemente los hombres mueren de forma mucho más cruenta que las mujeres, eso es inestimable, solo que los hombres matan en proporción: como grupo humano, ellos mueren en la proporción en la que matan. Y nosotras morimos en una proporción inmensamente mayor a la que matamos. Entonces, cuando una piensa en la legislación, en la sociedad, en la política, las normas, las instituciones, el primer análisis es preguntarse ¿Dónde está localizado el poder? Y, a partir de ahí, vienen todas las otras consideraciones.

Las posiciones de hombres y mujeres son asimétricas en el imaginario colectivo, en las representaciones sociales. Mujer y hombre no valen lo mismo. Inclusive dentro del imaginario de las mujeres no valen lo mismo; y las familias inculcan y producen eso en su accionar, como primera escena en que ese diferencial de prestigio se establece como una realidad. A partir de esa asimetría debemos pensar las leyes.

-Haciendo referencia al cuerpo como nueva territorialidad de estas nuevas formas de guerra y, a la vez, como el último espacio de soberanía para las mujeres, ¿cómo podemos hacer las mujeres para (re)apropiarnos de esta soberanía sobre nuestros cuerpos?

-El último espacio que podemos controlar es nuestro cuerpo. Por eso la intromisión en nuestros cuerpos es siempre una violación.

En el caso de la re-apropiación, creo que las personas jóvenes tienen iniciativas interesantes. Las mujeres están incursionando sobre distintas formas de reapropiación de sus propios cuerpos. Lo que pasa es que no se pueden cambiar los deseos por decreto, y eso el movimiento feminista viene haciéndolo desde hace mucho tiempo, intendando cambiar por decreto, en un día, las formas en que queremos e investimos nuestro deseo y afectividad. Eso es muy complicado porque el enemigo aparece desde las sombras, desde otro lugar.

Creo que el trabajo de reflexión es muy importante, así como el trabajo en retóricas no guetificadas, no guetificar nuestras luchas como mujeres; y el trabajo de la afectividad de todas las personas es un camino lento, no se cambia por modas o decisiones instantánteas, como si dijéramos:"A partir de ahora voy a ser de esta forma", porque así, las relaciones patriarcales resurgen de otra forma, por ejemplo, en la relación entre dos mujeres o entre dos varones, donde puede haber patriarcado adentro. Porque el patriarcado es simbólico, no es de los cuerpos; es una estructura de poder que organiza los afectos, independientemente de la forma que los cuerpos tengan.

Entonces por eso hay que pensar con profundidad y con autenticidad y no guetificar las luchas, no aislar las luchas, sino entender que todos somos parte de una lucha en común. No vamos a transformar la vida de las mujeres, sin transformar la vida de todas las personas.

Las consecuencias de esta guetificación se ven por ejemplo en que, aunque hemos logrado una mayor participación de las mujeres en la política, llegando incluso a los máximos cargos como la presidencia de un país, y sin embargo no podemos terminar con la trata, no podemos terminar con expresiones como el reggaeton, o con las propagandas de cerveza o de coches con mujeres semidesnudas mostrándose de determinada manera, que es lo que hace que no se pueda sacar a la mujer de esa posición de cosificación, de carne expuesta a la rapiña.

Tenemos que entender cuál es la función del cuerpo de las mujeres en el camino del proyecto del capital. Ahí hay un núcleo duro, hay una razón, si no la lucha sería mucho más fácil: todo el mundo sabe dónde están los prostíbulos, dónde están los lugares de la trata, pero no se pueden cerrar. ¿Por qué? Porque allí hay una forma muy estructurante de todas las formas de explotación. Hay una pedagogía de la crueldad que es central y estructurante para todas las formas de explotación y rapiña que se montan encima de los cuerpos de las mujeres. No es una operación simple entender esto, pero hay que comprender que esta pedagogía de la crueldad sobre las mujeres es sostenida por los medios, la policía y la política.