Argentina: Lo atamos con alambre
“Si ves al futuro, decile que no
venga antes de morir.”
Juan José Castelli
Andrés Figueroa Cornejo
La crisis económica en Argentina se manifiesta a través de un proceso de
estanflación (decrecimiento + alta inflación), la bancarrota de la promesa
imposible de una nueva era industrial cuando se adoptan medidas en sentido
contrario; la reprimarización agrosojera y extractivista; la llamada ‘fuga de
capitales’; el atraso del precio del dólar oficial de acuerdo al estado de la
economía real; un nuevo ciclo de endeudamiento externo avalado por
endeudamiento interno; una avalancha de impuestos al pueblo trabajador para
tapar agujeros; el congelamiento del empleo y abaratamiento del precio del
trabajo; la jibarización de recursos para inversión social; la desnutrición del
financiamiento para servicios sociales básicos (salud, educación, seguridad
social); y la institucionalización del trabajo ‘en negro’ o sin contrato ni
regulación alguna. Mientras gana el capital financiero y exportador de
commodities, la corrupción tiene su primavera. Si bien, la corrupción es
constitutiva tanto del capitalismo, como de cualquier sociedad basada en clases
sociales y relaciones de poder, en Argentina ella está puesta en vidriera y
prácticamente naturalizada.
Como en toda sociedad capitalista, la crisis está fundada sobre la
especulación y la ganancia a cualquier costo como totalidad independiente del
empeoramiento de la vida de las grandes mayorías.
Es tan grande el complejo interdependiente que explica la crisis
argentina –que no sólo es económica, por cierto, sino política, cultural y
axiológica-, que en tan breve artículo sólo pueden ofrecerse aguafuertes.
Las pujas al interior del Partido Justicialista (donde conviven
tendencias casi antagónicas, sólo atadas por la posibilidad de administrar el
Estado) dan como resultado gabinetes aparentemente contradictorios, como quien
reparte una torta. Su descomposición únicamente es opacada por la peor
desestructuración y ausencia de proyecto de la oposición burguesa. O porque ese
proyecto –ligado al ultraliberalismo- ya está contenido en el oficialismo.
El ministro de Economía, Axel Kicillof, en la 19º Conferencia Industrial
Argentina, pidió a los empresarios del sector que “inviertan y no ajusten los
salarios”. Si no es una solicitud ingenua, es para las cámaras. El
empresariado, por su parte, reclamó ‘políticas de largo plazo’, conducta
improbable para una administración capitalista caracterizada por la
improvisación. Esto significa que para ciertas fracciones de la burguesía, el
gobierno está dejando de ser un buen representante de sus intereses (por su
ineficacia, que no por su dirección popular o nada que se le parezca), y ya
estarán buscando, si es que ya no lo tienen, un recambio.
Dadas las condiciones económicas, en general, el capital (no importando
cuál de sus momentos) no va a invertir ante la incertidumbre y el alto riesgo.
Lo que llaman ‘fuga de capitales’, no es fuga de nada. Es simplemente el
movimiento interno del capital que persigue la mayor utilidad al menor costo
posible. No existe un capital ‘patriótico’, ni ‘mala voluntad’ del capital. Por
su histórico y objetivo movimiento, el capital destruye pueblos, naciones,
auspicia guerras, pudre el planeta. Su exclusiva moral es la utilidad. Por eso
prefiere invertir en instrumentos financieros transnacionales, en industrias
provisionalmente rentables como la soja; acuartelarse en la construcción
inmobiliaria a precio de ricos, o no invertir en nada, esperando cambios que se
ajusten a sus intereses. Para eso tiene ahorros dolarizados con que atecharse.
La inflación no sólo es un fenómeno asociado a la circulación de dinero
abundante y sin respaldo inyectado en el mercado por el Banco Central. También
se provoca por la escasez de insumos y productos, y en Argentina en especial,
por la incontrolable especulación en el momento del intercambio de mercancías,
es decir, en el ámbito del retailer (grandes minoristas) y del pequeño
comercio. Al respecto, todos los intentos del gobierno por fijar el precio de
algunos productos han resultado un fracaso. Si el Ejecutivo democratizara desde
abajo hacia arriba una supervisión popular y barrial de la especulación, tal
vez los resultados serían más efectivos. Pero el desplazamiento de poder y
control a la gente común es observado como un peligro para una democracia sin
pueblo. Kicillof –ex marxista- que se dice hoy ‘keynesiano’, ni siquiera se
atreve a una medida que está dentro de los parámetros del capitalismo. El
keynesianismo no sólo es mayor participación del Estado en la economía para
impedir las crisis propias del librecambismo y el avance del ‘comunismo’.
No sólo es política subsidiaria (en retirada) para evitar ‘que los negros se
pongan rojos’. También puede ser acciones temporarias de vigilancia ciudadana
organizada contra los especuladores y formadores de precios. Pero el terror de
clase es superior a la condición antipopular y antiparticipativa del
capital.
Sin embargo, si la crisis es enfrentada sin medidas contundentes, sin
renacionalizaciones de nada, sin impuestos sustantivos a la renta financiera,
sin soluciones energéticas, sin intervención, más allá de los subsidios en
caída libre, en la distribución de los ingresos polarizados, entonces sólo se
puede apelar a la fórmula del ajuste estructural, las leyes antiterroristas
para tratar de amedrentar el descontento (6.500 luchadores sociales están
procesados, mientras los juicios suman y siguen contra trabajadores y
dirigentes políticos en resistencia).
Como especificidad argentina de la crisis, la industria del
narcotráfico, la red de trata y la explotación sexual infantil coludida con un
sector de las policías, ha estallado en varias provincias del país. El pueblo
más empobrecido y menos politizado sirve de fuerza tercerizada para las
componendas antes mencionadas.
Asimismo, y en materia poliética, la extraña y reciente amistad entre la
antigua líder de las Madres de la Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini (oficialista
a ultranza) con el comandante en jefe del Ejército, César Milani,
involucrado en violaciones de los derechos humanos, coronan un devenir de
difícil comprensión. En este sentido, la madre y luchadora inclaudicable e
insobornable, Elia Espen se refirió a este hecho: “Tengo muchas fotos con Hebe, yo la respetaba. No sé que pasó en su
cabeza en todos estos últimos años. Sentí un gran shock al ver esa foto (donde
aparece Hebe de Bonafini junto a Milani). Dolor. Obviamente creo que Milani
debería estar siendo juzgado y no al frente del Ejército” (http://www.agenciacta.org/spip.php?article10761). Por lo mismo,
docentes de la Universidad de las Madres ya presentaron su renuncia (http://www.kaosenlared.net/america-latina/item/75772-argentina-por-el-caso-del-general-milani-renuncian-docentes-a-la-universidad-madres-de-plaza-de-mayo.html).
Amargas se avecinan las fiestas de fin de año, mientras los asalariados
y el pueblo hacen chillar las tarjetas de crédito ante la caminata brava del
ajuste. Luego de enero, a fines de febrero comienzan los gastos escolares.
Marzo se augura con tormentas.
En tanto, el movimiento social y sus expresiones políticas todavía
batallan de manera continua, pero dispersa. La única táctica posible para los
oprimidos y sus organizaciones es articular la unidad popular. Es de esperar
que la propia oportunidad, armada de voluntad e inteligencia, de
autocrítica y destrucción de diferencias indistinguibles, produzca la
herramienta política necesaria para encarar el actual período.
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