Chile - Carlos Ominami a Fondo: “Una Bachelet Sin Contenido es lo que Predomina en la Concertación”

Posted by Correo Semanal on viernes, marzo 08, 2013

Fuente: El Rastro

El otrora “barón” del PS reiteró que la coalición que abandonó el 2009 “no tiene futuro”, aunque insiste en compartir una lista parlamentaria con sus ex socios. El ex senador se siente “responsable” de administrar un modelo que potenció las AFP y las isapres y sostiene que temas como la nacionalización del cobre y la Asamblea Constituyente depende de la articulación de fuerzas que se forme antes de la elección de noviembre. “Hay muchos políticos que no quieren cambiar muchas cosas”, advirtió.
Por Guillermo Arellano. Especial para Rastro Noticias.
En la tranquilidad de la casona que tiene la Fundación Chile 21, en calle Las Abejas casi al llegar a Francisco Bilbao, nos recibió el ex senador y ex “barón” del Partido Socialista, Carlos Ominami. Se le ve acelerado, pero entusiasmado con el escenario político con el que nuestro país afrontará este 2013 plagado de procesos eleccionarios. Dice que Chile dispone de un “conjunto de activos en orden”, entre los que se cuenta “una economía que está ajustada, con cifras de crecimiento y una sensación de mucho optimismo por parte de la gente”.  Además, asegura que comparado con Francia, “que se ve apesadumbrado y con miedo”, acá “no hay crisis”, aunque percibe la “necesidad de solucionar varios problemas fundamentales”.
En conversación con Rastro Noticias, el padre de Marco Enríquez-Ominami, presidenciable del PRO, explicó que “hay que resolver si se va a mantener la institucionalidad que se heredó de la dictadura y que no se ha podido modificar durante estos 23 años de democracia. Y en esto, la dimensión más brutal es si luego de la séptima elección binominal, el 2017 vamos a tener otra con el mismo binominal. Lo otro, tenemos un crecimiento con vulnerabilidades, dado que sólo dependemos de China y el cobre. Y en eso no se están haciendo bien las tareas; no se diversifica la actividad productiva y no se invierte en otros sectores que pueden sustentar el crecimiento y el boom del mineral”.
A su juicio, “está la sensación de prosperidad, pero también de que los frutos no están bien distribuidos. Somos un país dinámico, pero injusto. No hay claridad en el tema energético para funcionar en los próximos 20 años; el centralismo metropolitano y santiaguino versus las agobiadas regiones que cada vez resisten menos y, claro, el tema indígena, donde hizo crisis la idea racista en la que Chile ancestralmente enseñó que éramos un país que tenía ventajas de unos (blancos) que estaban homogeneizados respecto de otros (indios) que no existían”.
Este año también van a aparecer otros temas, como el cobre y las empresas mineras que antes eran públicas y que hoy están todas en manos de privados. ¿Usted cree que prometer la nacionalización de los recursos minerales va a quedarse solamente en eso o que efectivamente desde el 2014 van a venir cambios de fondo?
Hoy es difícil responder eso. Creo que todo eso va a depender de que seamos capaces de articular una fuerza que incluya a los que estamos por una opción de cambio para avanzar en la resolución de problemas. Sin embargo, hay que tener claro que la gente interesada en que las cosas cambien no son pocas. El mundo de la política está dominado por gente que no quiere que las cosas cambien. A la derecha le parece bien como estamos y hay una parte de la Concertación que tampoco quiere cambiar. Entonces, esto depende de lo que haga la oposición, de si Marco tiene la misma fuerza que el 2009 y de lo que diga la ex presidenta (Bachelet) sobre su candidatura y de si va a estar al servicio de qué causa. Yo espero que su popularidad se ponga al servicio de las buenas causas.
Hay sectores que exigen la Asamblea Constituyente, proceso que es complicado y que cuesta concretar. ¿Será posible avanzar en los años que vienen o será otra promesa que será portada de diarios sin opción de realizarse?
Chile debió haber pasado por un proceso constituyente hace ya mucho tiempo. Y es delicado, porque, en honor a la verdad, nuestra historia constitucional no es una de la que nos podamos sentir orgullosos, porque las tres constituciones que han regido por períodos largos en Chile (1833, 1925 y 1980) han sido impuestas por la fuerza, no como en otros países en los que hay una deliberación amplia y democrática de la ciudadanía. Por eso, opino que llegó la hora de pasar por un proceso constituyente. Si se hará, no lo sé. Reitero, todo depende de la fuerza que podamos tener para ir en esa dirección, pero es una bandera legítima y que tiene fuerza social, aunque no se tiene claro si logrará congregar una fuerza tal que logre hacerse realidad.
Se le echa la culpa a la Concertación de administrar un modelo dictatorial que potenció las AFP, las isapres, la educación y la salud. Sin embargo, usted militó en esa coalición en varios de sus años de gobierno. ¿Se siente partícipe de esas recriminaciones, le llegan?
Sí. Tengo una visión crítica y autocrítica. En eso que dices me siento responsable. Eso sí, también creo que el período en el que me tocó ser ministro era el inicio de la transición, donde las instituciones democráticas estaban recién constituyéndose y en el que la relación con las Fuerzas Armadas era tensa. El general Pinochet seguía siendo el comandante en jefe del Ejército. Tuvimos manifestaciones de indisciplina militar. Hubo dos reventones. No obstante eso, desde el punto de vista económico hicimos cosas que posteriormente no se hicieron: reforma tributaria y laboral, aumento significativo del salario mínimo y del gasto social. Por ende, dado el marco restrictivo que había en el primer gobierno (Aylwin), fue bastante más progresista comparado a lo que se hizo después. Eso fue lo que me hizo ir manifestando críticas desde mediados de los 90, haciendo ver que se estaba deteriorando la política y nos estábamos alejando de la ciudadanía. Fue un largo proceso de debate que terminó en mi renuncia al PS y en mi salida de la Concertación.
Amor y odio
Han pasado tres años de la derrota de Frei y se ha visto un raro proceso de debate al interior de la Concertación. ¿Cómo ve ahora a sus ex socios?
La Concertación sigue siendo una coalición con un gran pasado y con poco futuro. Se le reconoce que logró mantenerse unida, aunque no por grandes convicciones o consensos, sí por un interés electoral, léase mantener la representación parlamentaria, por la obligación que significa la camisa de fuerza que es el sistema binominal, y por esta opción providencial que surgió de volver a la presidencia en brazos de la popularidad de Michelle Bachelet y que está articulada en torno a entrar a La Moneda en marzo de 2014. Si eso no hubiese existido, hoy la situación de la Concertación sería sustancialmente distinta.
Aún así el Partido Progresista tiene ganas de compartir con ellos una primaria parlamentaria. ¿Hay una dualidad ahí?
No. Lo que ha dicho el PRO yo lo apoyo, y es que la primaria presidencial tiene que ser la primera vuelta. Distinto es el caso parlamentario, porque si no somos capaces de constituir una mayoría en el Congreso, a través de una lista única de oposición, por lo menos para cambiar el binominal, el sistema político chileno va a seguir cuesta abajo en la rodada. Hay gente que me dice: si no tenemos acuerdo en la parlamentaria, no hay trato en la presidencial. Yo digo no. Esto ya ocurrió el 2009. La Concertación pactó con el Partido Comunista; tenía un arreglo parlamentario y el PC llevó su candidato, que era Jorge Arrate. No me digan que no se puede hacer, cuando ya se hizo.
¿Basta sólo ese elemento?
Es que hay otra razón práctica también. En la presidencial uno puede permitir la diversidad en una primera vuelta, porque hay una segunda vuelta después. No se puede hacer eso en la parlamentaria. Entonces, en la presidencial tú te puedes poner de acuerdo para apoyar al candidato ganador para la segunda vuelta.
¿Es realista que dos bandos que están muy confrontados cohabiten juntos en una campaña?
Es muy complejo, lo sé. Lo que no hay que hacer es resignarse a no tener una mayoría parlamentaria. Lo único realista es que cuando uno tiene una vocación transformadora hay que buscar un entendimiento. De otra forma, simplemente lo que pueda decir un candidato a la presidencia no va a tener mucho valor, porque no tendrá las condiciones en el Parlamento como para que las promesas y compromisos que puedan entusiasmar a la gente tengan la opción de cumplirse.
 Para lograr esto se requiere diálogo, convicción y unidad. ¿Hay una buena comunicación entre usted, Marco y sus ex compañeros del PS, la DC y los demás?
Desgraciadamente, eso no se logró en este período. Creo haber hecho esfuerzos para trabajar en esa dirección. Por ejemplo, hice un planteamiento y un trabajo después de la derrota de 2010, que consistió en buscar los puntos en común de las tres candidaturas presidenciales (Frei, ME-O y Arrate) y desde ahí generar una suerte de consenso programático que nos permitiera ir confluyendo como oposición. La meta era evitar lo que pasó el 2009, cuando toda la centro-izquierda sacó el 56% de los votos, pero nos ganó el candidato del 44% (Piñera). Ese diálogo no se dio, porque existe una mayoría en la Concertación que considera que no hay nada que discutir y que hay que esperar que Bachelet llegue a resolver los problemas.
Todavía no se zanja el tema parlamentario. Si se concreta, ¿existe la posibilidad de que Marco Enríquez aspire a integrar algún cargo de gobierno con Bachelet en La Moneda?
Eso me parece completamente fuera del ámbito. El tema ahora es regular la competencia presidencial y cómo poder concretar una especie de “acuerdo republicano”, donde el que pierde en primera vuelta le da el apoyo al que va a representar a la oposición en la segunda, sumado a un acuerdo parlamentario. Como se pueda constituir un gobierno está lejos, porque no se saben los contenidos que van a animar la campaña de la Concertación y de Bachelet.
Inflación de expectativas
Bachelet dijo que llegaba a Chile en la segunda quincena de marzo. ¿Cómo la percibe, será la continuadora de hace tres años atrás o una gestora de cambios profundos en lo social y político?
Francamente no lo sé y ése es el problema que hoy tiene la política chilena. Yo creo que las convicciones de la ex presidenta van en la dirección de que las cosas no pueden seguir igual. Tiene una predisposición al cambio, pero tengo serias dudas de que su coalición la pueda acompañar. Hay muchas más preguntas que respuestas respecto a este proceso que va a liderar la Concertación, incluso electoralmente. Cuando se junta una persona con una gran popularidad y bajo rechazo con una coalición que tiene una muy baja popularidad y alto rechazo, como lo refrendó la última encuesta Adimark, no se sabe qué pasará allí.
Usted dijo en otra entrevista que éste es un bacheletismo sin contenido. ¿Mantiene esa postura?
Estamos al borde de la proclamación de la ex presidenta y no sabemos las ideas en torno a su candidatura. Lo mantengo, porque el bacheletismo sin contenido es lo que predomina en la Concertación. Esperemos que las cosas se modifiquen.
Se cumplen tres años de Piñera en el poder. ¿Hay alguna proyección que permita creer que la derecha -aún subiendo su votación- pueda acceder a un segundo gobierno?
No. Las condiciones de hoy día, salvo que hubiese una oposición especialmente necia, dicen que las posibilidades de que la Alianza pueda mantenerse en el gobierno son casi cercanas a cero. La gente no está en esa disposición. No obstante, tiene sentido lo que entregó Adimark: Piñera viene subiendo y va a terminar su gobierno con una adhesión por sobre el 40%, que es el piso electoral de la derecha, pero que no es suficiente para ganar la presidencial. Sí, alcanza para que Piñera no salga tan mal como algunos piensan y que le va a servir para liderar a la coalición desde marzo de 2014. Yo no descartaría en absoluto que comience a trabajar expresamente por su reelección para el 2017. Su proyecto va mucho más allá que crear las condiciones para que Allamand o Golborne puedan sucederlo.
¿Y esta táctica de Golborne de no participar en tantos debates se parece en algo a lo de Bachelet, que es hablar lo menos posible?
Es parecido. Ellos también se dieron cuenta que el silencio electoral funciona, pero me parece una estrategia poco democrática y puede tener efectos muy negativos hacia el futuro. Porque cuando tú no hablas, lo que haces es que cada uno se haga una pequeña idea de lo que se puede hacer o concretar en un gobierno. Y eso genera una inflación de expectativas que puede terminar en una gran frustración. Y eso es peligroso.