Apología del terrorismo de estado, la sombra de Stalin

Posted by Correo Semanal on lunes, diciembre 19, 2011

Publicado el Lunes, 17 Octubre 2011
Escrito por Alberto Arregui/Miembro de la Presidencia Ejecutiva Federal de Izquierda Unida.

Fuente: Nuevo Claridad
Es habitual que los fascistas se vanaglorien de sus fechorías. Más aún, erigen monumentos, como el valle de los caídos. Recién elegidos los nuevos ayuntamientos, un alcalde del PP celebró en su pueblo una procesión, con clero y militares, con la consigna: "por los caídos por Dios y por España". Y otro, aún llegó más lejos en la brutalidad y entró con una excavadora en el cementerio del pueblo y arrasó la tumba de los asesinados por el franquismo que habían sido reunidos por sus familiares. Si ya es grave el crimen, la apología del mismo, la falta de análisis o de rigor histórico revela una suerte de espíritu canallesco estimulado por un cerebro con escasas circunvoluciones. En ocasiones basta una sola palabra para evocar el horror, como aquella pintada que apareció en las calles de Santiago de Chile durante el golpe de estado del 73 y nos heló la sangre: "Yakarta".

En general, las gentes de izquierdas (más aún los revolucionarios), nos acostumbramos a pensar que algunas barbaridades son monopolio de la derecha, especialmente del fascismo. Pero la historia nos dejó atónitos con los procesos de Moscú, el pacto germano-soviético (reparto de Polonia con sus consecuencias, incluidas), la invasión de Checoslovaquia, Polonia y Hungría. Los jemeres rojos, Corea del Norte, la guerra de los Balcanes, la corrupción de Ceaucescu en Rumanía...Todo ello ha exigido y exige a la izquierda un esfuerzo titánico de análisis histórico y de reflexión, y aún nos llevará muchos años reponernos. Qué duda cabe; la crisis global de la izquierda está enraizada en todo esto, más aún que en la reaccionaria utopía socialdemócrata. La reacción thermidoriana del estalinismo y todas sus consecuencias posteriores son la mayor lacra que hoy mancha las palabras que simbolizan el deseo de la emancipación de la humanidad: socialismo y comunismo.
Hasta cierto punto es comprensible que los viejos militantes del PCE que tantos esfuerzos y sacrificios hicieron en su vida por la causa de nuestra clase, intenten mirar para otro lado cuando se habla del pacto germano-soviético, o del asesinato de Tujachevsky y de miles de oficiales que eran la flor y nata del ejército rojo, o del asesinato de Trotsky por la mano de un militante comunista español, o de la desaparición de Andreu Nin, su tortura y asesinato, de los procesos de Moscú o de las deportaciones a Siberia...Pero lo que realmente demuestra que la herencia de estos viejos luchadores está en juego en su partido es el espectáculo dado por un pequeño grupo de las llamadas juventudes comunistas en la fiesta del PCE. Estos muchachos, cuyo único mérito comprobado es el levantamiento de botella, quizá con la atenuante de embriaguez, empezaron a gritar en la fiesta del PCE un cántico con una letra cuya complicación para aprenderla y la sutileza de su contenido está en relación directa con la inteligencia de los cantores: "piolet, piolet, piolet, piolet..." y así mientras aguantaba el cuerpo. No sé si era más repugnante esta sacralización tribal del terrorismo de estado, o las risitas de sus mayores (algunas-os de los cuales contemplaban y escuchaban).

El PCE de la guerra, de los campos de concentración, de las cárceles, de la clandestinidad, tiene su cara y su cruz. Incluso para un comunista sin partido, como yo, más proclive a las ideas de Marx, Engels, Lenin, Trotsky o Rosa Luxemburg que a la zafiedad antimarxista de la teoría (?) del "socialismo en un solo país", hay motivos para respetar esa trayectoria, sobre todo cuando se desciende al terreno del trato personal.

De entre los muchos militantes comunistas con quienes he tenido el honor de compartir militancia, hay uno que no puedo borrar de mi memoria: Castul Pérez. Despertó a la militancia con la Revolución de Asturias, luchó en la guerra, pasó por los campos de concentración y el exilio, combatiente en la segunda guerra ( o "gran guerra patria"), profesor en la universidad de marxismo leninismo y asesor de la URSS en Cuba, entre otros méritos. Acabó sus días como militante de base en Vicálvaro. Era inteligente y afable, tanto él como su compañera Marta, siempre con un cigarrillo en la mano, mantuvieron sus convicciones en la superioridad del socialismo hasta su último aliento. Por cierto en el funeral de Castul, ningún dirigente del PCE, sólo los compañeros del barrio tanto los del partido como los demás.

Él tuvo el mérito de superar el recelo contra "los trotskystas infiltrados", y nosotros fuimos capaces de ver más allá del estereotipo de "un viejo estalinista". Sus compañeros de militancia tuvimos el privilegio de compartir su amistad de aceptar sus correcciones y sus críticas sagaces. En concreto se tomó la molestia de leer y anotar el trabajo que en aquellos años escribíamos algunos compañeros, sobre la vigencia de las ideas del Manifiesto Comunista. Nunca pude agradecer lo suficiente la suerte de contar con él. Hablamos mucho de la URSS, de Stalin, de Trotsky, de Dolores Ibarruri, de Cuba... Con él se fue parte de una memoria irrecuperable.

Estos "jóvenes comunistas" apologistas del asesinato del adversario político, a diferencia de sus mayores, han cortado las raíces que les podían unir al pasado revolucionario de la clase obrera. Lo podemos ver con los dos acontecimientos históricos que más han influido en nuestra historia; respecto a la revolución y contrarrevolución de los años 30 no saben nada, y se limitan a reivindicar la república burguesa (la misma que asesinó en Casas Viejas o aniquiló, con Franco a la cabeza, la Revolución del 34). Olvidan la reivindicación de la revolución proletaria del 34 y del 36-37, y de la Transición se conforman con repetir el mantra de que "Carrillo tiene la culpa", olvidando que todas las decisiones del PCE, como el apoyo a la monarquía, a la constitución burguesa, a la unidad de la patria o a la adopción de la bandera rojigualda, fueron decisiones del Comité Central con el voto favorable de todos los dirigentes destacados del PCE y sin contestación por parte de la militancia. Baste recordar aquella pascua del año 77 con la plana mayor del partido fotografiados tras el parapeto de la bandera rojigualda.

Lo lamentable de estos jóvenes neoestalinistas es la ignorancia, la zafiedad, la incapacidad de hacer autocrítica. La niñez se les curará con los años, su incultura les exigiría un gran esfuerzo para ponerle remedio, y su sectarismo y fanatismo les puede incapacitar políticamente para siempre. Pero como en todos los terrenos de la vida la responsabilidad está en sus padres y maestros. Yo sentiría una terrible vergüenza y una gran frustración si alguna persona en cuya formación política hubiese participado en alguna medida, ensalzara el terrorismo de estado como método y el asesinato del adversario como argumento. Camaradas dirigentes del PCE: estos muchachos, con su alarde de ignorancia y estulticia, son más peligrosos para la supervivencia del partido que Franco y el carrillismo juntos. Seguro que esta no es la postura oficial de la dirección de las juventudes comunistas y, mucho menos, la del PCE, pero harían bien en desautorizarlos.

Paradójicamente, las ideas para poder comprender la degeneración de la revolución en la URSS y los países del Este de Europa (con sus consecuencias en todas las revoluciones posteriores), no las encontrarán en las obras de su adorado asesino en serie. La vuelta de la URSS y de los países del mal llamado "socialismo real", así como ahora de China y Vietnam, al capitalismo (¡sin una contrarrevolución equivalente a la revolución!), aún no ha sido analizada por el PCE, es uno de los retos más serios a los que se enfrenta si quiere tener un futuro, y para hacerlo no le queda más remedio que abrir las páginas de "La Revolución Traicionada", el libro que expresa las ideas por las que Stalin ordenó asesinar a León Trotsky y a miles de bolcheviques. El partido de Stalin ya no era el partido bolchevique. La mayoría aplastante de los miembros del Comité Central del Partido Bolchevique de la época de la Revolución Rusa (de agosto de 1917 a 1921), fueron asesinados por Stalin, sólo una minoría murieron de muerte natural o a manos de la reacción. Salvo el propio Stalin y Trotsky, todos los miembros del polit buró del Partido Bolchevique de los tiempos de Lenin, fueron asesinados en los procesos ( Zinóviev, Kámenev y Bujarin), todos los bolcheviques citados en el testamento de Lenin, fueron ejecutados. También ejecutaban a sus familiares: Sergio Sedov, el segundo hijo de Trotsky, a pesar de no participar activamente en política, los dos yernos, su primera mujer, las mujeres de Kámenev y de Tujachevsky, sus hermanas, la hija de Bujarin, las esposas de Solnzev y de Yoffe, el hijo de este último, y así una lista interminable de asesinatos terroristas. Mientras antiguos mencheviques escalaban en el partido o Zaslawsky, conocido por acusar a Lenin de ser un agente alemán, pasaba a dirigir la crónica de los tribunales del Pravda.

Stalin, pese a todo, aún no se había atrevido a asesinar a Trotsky, por el respaldo que conservaba en el ejército rojo. No en vano había dirigido este ejército en la revolución y la guerra civil, tras haber sido el jefe militar en las operaciones de Octubre.

Los apologetas del piolet como argumento político, no defienden sólo el asesinato de Trotsky, y el terrorismo de estado, ante todo justifican el asesinato de miles de bolcheviques y la derrota de la revolución, que derivó en la construcción de un Estado de Bonapartismo Proletario, como explicó con genialidad Trotsky, basándose en las ideas de Marx acerca de la Revolución Francesa. Debemos explicar, a los que ignoran la historia, que la piedra angular de ambas revoluciones, francesa y rusa, es la alteración de las relaciones de propiedad.

El Thermidor, primero, el bonapartismo consolidado después, en ambos casos, supone una contrarrevolución política pero respetando las bases económicas en las que se sustenta el poder de la nueva clase (en Francia) o casta social(en la URSS), lo que le confiere el carácter bonapartista; en un caso burgués, proletario en el otro. La diferencia, que estos apologetas del piolet como instrumento político quizá no entiendan aún, es que en Francia la historia ya no pudo retroceder hasta el punto de restablecer las viejas relaciones de producción, pero en la URSS que conquistó el espacio exterior pero perdió el apoyo de los trabajadores, se han restablecido las viejas relaciones de producción capitalistas. ¿Donde están los documentos de los apologetas del piolet explicando esta contrarrevolución? Claro, para gritar "piolet, piolet" sólo hace falta remojar previamente el gaznate, pero producir ideas exige mentes como las que destrozaron los asesinos a las órdenes de Stalin.

Si leyesen a Marx, encontrarían la idea clave sobre la que Trotsky elaboró su análisis: sin un gran aumento de las fuerzas productivas “sólo se generalizaría la escasez, de modo, pues, que con la necesidad tendría que dar comienzo de nuevo la lucha por lo necesario y otra vez comenzaría toda la mierda anterior”. Esta es la idea, de Marx, que encontramos desarrollada en la Revolución Traicionada: el pronóstico de la vuelta del capitalismo en la URSS si no se llevaba a cabo una revolución política que la liberase de la traba de la casta burocrática. Es más fácil asesinar que responder a estas ideas.

Curioso método marxista. Desde luego si no diesen pena por su aislamiento de las masas, habría motivos para sentir miedo por estos jóvenes alegres y combativos.