La redistribución del consumo tendrá que afectar no solo a los ricos
Rómulo Pardo Silva
Colaboración
Cuando se habla de justicia para los pobres se suele proponer una subida de los impuestos a los ricos asociada implícitamente a un aumento de la producción. O sea una redistribución del ingreso que democratice el poder de compra. Ese camino en algún tiempo será inútil.
Se necesita otro porque el futuro cierto es que al llegarse al límite de explotación de los recursos naturales la producción no podrá crecer sino que descenderá. En la opinión general el conocimiento del problema se limita apenas al agotamiento del petróleo y el gas.
Hay poca conciencia de las condiciones que vienen y menos de sus alternativas. Es el momento en que se debe pensar en una redistribución del consumo como única posibilidad para enfrentar un genocidio directo o solapado de las grandes potencias.
La proposición se puede ilustrar con los hechos del sector pesca. Un estudio dice que los océanos están al borde de una catástrofe y el número de especies que podría desaparecer es comparable a grandes extinciones de la era prehistórica, la Comisión Europea informa sobre el agotamiento de más de dos terceras partes de las reservas en el Atlántico del Norte. ¿Es posible entonces aumentar la captura para alimentar a los pobres que sufren malnutrición? No; se puede tomar medidas y recuperar la vida oceánica, pero es imposible modificar el límite de extracción máxima. Por lo tanto para que coman pescado los que tienen hambre permanente la vía es otra.
La única forma de hacer justicia es y será redistribuir parte del consumo desde los que acceden a comida, agua, casa, electricidad, atención médica, educación, hacia los pobres. Lo que significa afectar la vida de miles de millones de personas.
Los ricos son los responsables de la injusticia, pero son pocos de modo que el volumen mayor de bienes para esa nueva distribución tendrá que provenir de los amplios sectores que no caben en la categoría de pobres.
La reducción del consumo será un hecho. Lo importante es decidir si ocurrirá en bien de todos o de las minorías globales egoístas. Desde ya no es arriesgado imaginar la posición mayoritaria en los países desarrollados y en los sectores relativamente acomodados del mundo en desarrollo. Pero existe la lucha, una es la ideológica y hay que hacerla.
Un religioso latinoamericano pidió ‘dar hasta que duela’. Para el humanismo consecuente algo de eso será necesario, primero como individuos y luego como totalidad social.
Contacto romulo.pardo@gmail.com
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