Francia - Escalada de la lucha contra las “reformas” de Sarkozy
Cedric Gerome, CIT, y Alex Rouillard, Izquierda Revolucionaria (CIT en Francia)
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La movilización de la clase trabajadora francesa ha alcanzado una fase crucial. Las huelgas y manifestaciones masivas del 19 de octubre, de acuerdo con la confederación sindical CGT, de nuevo llevaron a las calles el increíble número de 3,5 millones de personas. Empezando con una firme oposición a la reforma de las pensiones, el movimiento ha tomado un carácter más amplio, profundo y radical. Este aguerrido movimiento de trabajadores y jóvenes franceses, se ha convertido en una oportunidad para mostrar la enorme cólera contra el estado general de las cosas, y su rechazo al gobierno de derechas de Sarkozy.
Es la frustración acumulada por el deterioro de las condiciones de trabajo y salarios, el creciente desempleo, la arrogancia de Sarkozy y su círculo de amigos super-ricos, la creciente pobreza vinculada a los miles de millones concedidos a los ricos, lo que está ahora estallando en la superficie de todas las esquinas del país.
Cécile Rimboud, miembro de Gauche Revolutionnaire (Izquierda Revolucionaria, CIT en Francia), declaró para el diario inglés “The Observer”: “Para nosotros, ésta es una protesta no solamente contra la reforma de las pensiones, sino contra políticas más amplias de este gobierno – políticas que favorecen a aquellos que ya han sido favorecidos por la sociedad”.
El apoyo al movimiento social aún se mantiene firme, incluso tendiendo a subir, en las encuestas de opinión. En una encuesta publicada el lunes, incluso el 34% de los “simpatizantes de la derecha” apoyaban el movimiento, con un 88% de apoyo desde la izquierda. Las impresionantes cifras de los 7 días de acciones que han tenido lugar desde junio muestran la determinación de los trabajadores para no rendirse.
El ambiente es de una radicalización continua, y muchos trabajadores que no están aún en huelga, o que no pueden ir a la huelga fácilmente por diferentes razones, ven con simpatía el movimiento, y podrían unirse a él muy pronto.
Por otra parte, Sarzoky tampoco ha decidido rendirse. Las implicaciones de una retirada del gobierno son demasiado importantes. Una retirada de este tipo daría un nuevo impulso y confianza a los trabajadores que, notando su fuerza, podrían iniciar una nueva y más numerosa ola de lucha que podría tener nuevas repercusiones, incluyendo más allá de las fronteras francesas.
Los trabajadores sentirán cada vez más la necesidad de, no solamente derrotar la reforma de las pensiones, sino también empujar la lucha más allá y usar el presente movimiento para alcanzar sus reivindicaciones en un ámbito más amplio. Sarkozy, por lo tanto, decidió asestar a los trabajadores una dura derrota – de una escala similar a la que Thatcher infligió a los mineros en los años 1980 – con la esperanza de abrir las puertas para una variedad de severos ataques neoliberales. La actitud inflexible del gobierno francés es en sí mismo un factor de la radicalización de las masas.
Desde la semana pasada, la entrada decisiva de los jóvenes, especialmente de los escolares en el movimiento, ha dado un nuevo carácter, y ha quebrado las esperanzas del gobierno de que el fin de la movilización se esté acercando. Recientemente, en el 2006, los jóvenes franceses tomaron las calles durante su lucha contra el CPE, el “Contrato de Primer Empleo”, que hubiera permitido despedir a los trabajadores menores de 26 años sin ninguna razón o aviso durante sus primeros 24 meses en la empresa.
Un comentarista francés dijo entonces: “Los escolares franceses son como la pasta de dientes, una vez que salen a la calle, es imposible volver a guardarlos.” Esta lección está siendo de nuevo aprendida por el poder establecido francés, el cual, a través de una multiplicación de provocaciones contra los jóvenes para evitar que participaran en el movimiento, han tenido éxito solamente en convencer a más para que se unan.
Y los estudiantes universitarios, que hasta ahora han permanecido mayormente en la fase de arranque, están también expresando signos creciente de que se unirán a la lucha. Significativamente, en una encuesta reciente publicada por “Le Monde”, un cuarto de los jóvenes franceses “quieren una transformación radical de la sociedad a través de un cambio revolucionario.”
Falta de liderazgo
Una característica chocante del movimiento es su falta de un liderazgo central, que proporcione respuestas claras y una estrategia para organizar la lucha. Los líderes nacionales de las grandes confederaciones de sindicatos están estancados en un estado de confusión, sin saber realmente como actuar para conseguir un “aterrizaje suave” de las actuales movilizaciones.
Controlar sus tropas y llevar a la ola de radicalización a su fin se ha convertido en su principal preocupación. El diario “Le Figaro” ha citado a Maurice Thorez, secretario general del Partido Comunista Francés durante las huelgas masivas de junio de 1936: “Es necesario saber cómo terminar una huelga”.
Este es el dilema al que se enfrentan los altos cargos del movimiento sindical. Desde el comienzo han jugado con la esperanza de que Sarkozy abriera las negociaciones y concediera enmiendas a la reforma que les permitiera comprar una paz social temporal.
Sin embargo, el periodo actual no es el de una paz social y crecimiento económico sostenido, donde la clase dominante se puede “permitir” dar estas concesiones; es un periodo de crisis económica, elevada competencia económica entre los países capitalistas, y decisivas luchas sociales, que la clase dirigente, en Francia y en toda Europa, están liderando contra las conquistas sociales que la clase trabajadora ganó en el pasado.
Algunos de los líderes sindicales de derechas aún están esperando que el voto en el senado sobre la reforma de las pensiones del miércoles, pueda representar una “coartada” para una retirada “justa”, argumentando que “la lucha ya se ha acabado, hemos hecho todo lo que podíamos hacer”. Sin embargo, esto no tiene en cuenta el hecho de que los trabajadores y los jóvenes no están dispuestos a abandonar la lucha tan fácilmente. La idea de que “necesitamos continuar la lucha hasta la victoria” – incluso si el significado de “victoria” es aún demasiado confuso entre amplias capas de los trabajadores – está muy extendida.
Bernard Thibault, secretario general de la CGT, la confederación sindical más grande en Francia, declaró que el voto en el senado no impediría la continuación del movimiento. Esto refleja que todo el aparato burocrático de los sindicatos puede ser empujado por un movimiento poderoso y que ellos temen perder el control.
Hasta cierto punto, éste ya es el caso. En una reciente encuesta el 54% dijo que quería “una huelga general como la de 1995”. Se refiere al movimiento de huelga masivo en 1995 que detuvo el “Plan Juppé”, un programa extenso de recortes a prestaciones sociales. Ahora, cada día, nuevos sectores están anunciando acciones. Las valientes huelgas y bloqueos por parte de los trabajadores de las refinerías y de los muelles han dado como resultado un pequeño estado de pánico en el gobierno y la patronal. A estas acciones se han unido muchas otras, en el sector público y privado, como la huelga de conductores de camión.
En cientos de centros de trabajo se vota por la huelga renovable cada 24 horas. Todo esto es hecho, la mayoría de las veces, de una manera espontánea con iniciativas desde abajo ya que los líderes sindicales negaron siempre la necesidad de una huelga general. La cuestión decisiva que ahora se plantea es cómo esta energía liberada se desarrollará en el siguiente periodo.
¿Cuáles son las perspectivas?
Indiscutiblemente, la situación actual en Francia presenta elementos pre-revolucionarios. La clase dirigente está cada vez más dividida, el gobierno es extremadamente impopular, las clases medias sienten cómo socavan su economía, y la clase trabajadora, al menos los sectores más avanzados, están mostrando una tremenda determinación para la lucha, al haber dado nacimiento a un movimiento que está sorprendiendo incluso a los comentaristas más previsores.
Por otra parte, el grado de organización y la experiencia de la clase trabajadora ha sufrido importantes retrocesos en las últimas décadas, cuando las ideas neoliberales han estado en el primer plano. Esto pesa negativamente en esta situación. El entendimiento político no es el del mismo nivel que el de mayo de 1968, un periodo durante el cual el socialismo era visto por amplias capas de los trabajadores y los jóvenes como una alternativa al capitalismo.
Hoy en Francia están floreciendo discusiones sobre cómo organizar la lucha. La voluntad de librarse del gobierno de Sarkozy está muy extendida, pero las discusiones no están generalmente aún alcanzando la fase de “¿cuál es la política alternativa al sistema actual?
Hay muchas incertidumbres y complicaciones en relación con el resultado y las consecuencias de los desarrollos de Francia en estos momentos. La situación es tan volátil y la atmósfera está tan cargada, que un pequeño elemento puede hacer estallar la situación.
Lo que está claro es que Francia está entrando un nuevo periodo, en el que los jóvenes y trabajadores franceses han tomado unos pasos muy significativos, pero aún están buscando una expresión política clara para su cólera contra un sistema que está hecho solamente para los ricos. Los próximos días verán nuevos desarrollos, nuevas acciones, y oportunidades para plantear la necesidad de cambiar esta sociedad.
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