¿El capitalismo se autodestruiría si ejecutara las acciones para controlar el calentamiento global?
Rómulo Pardo Silva
http://www.malpublicados.blogspot.com/
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Se ha dicho que en Copenhague se fracasó por el egoísmo de los países ricos. Tal vez la razón decisiva es que una reducción de gases de efecto invernadero como la que se requiere desorganizaría de tal modo el orden económico, social y político capitalista que sólo un sistema global nuevo podría realizarla.
Es una duda. Se ha descrito con detalles lo que pasará debido al cambio climático: sequías, inundaciones, revueltas, guerras, desaparición de países islas, migraciones masivas, desplazamiento de enfermedades, desaparición de ciudades costeras… Pero no se han explicado así las consecuencias de la reducción del consumo de combustibles fósiles. Llama la atención esa diferencia, particularmente en los medios alternativos.
Todo parece indicar que el sistema global actual no puede prescindir de los combustibles de efecto invernadero pues las energías limpias y la nuclear tardarán decenas de años en poder sustituirlos. El problema fundamental del capitalismo es que necesita un crecimiento económico constante y el mecanismo de los bonos de carbono no parece ser suficiente para crecer sin aumentar la temperatura. Por consecuencia si disminuyese la emisión de CO2 caería en una profunda crisis de decrecimiento. Menor producción de autos, camiones, aviones, neumáticos, barcos; menos calefacción, viajes, comercio lejano, construcción…
Menos fábricas y comercios en todo el mundo significan más cesantes, menos compradores, más pobreza, más hambre, más enfermedades y muertes, más deudas incobrables, quiebra del sistema financiero, más delincuencia, más odio, más gente armada contra otros y contra los gobiernos, más militares y empresarios dispuestos a imponer su orden por las armas…
El socialismo ha demostrado en Cuba que podría asumir la solidaridad con todos para una realidad así. En el capitalismo en cambio no es posible una política así. Su estructura de negocios privados, sus sistemas de seguros, rentas vitalicias, subsidios al desempleo, etc. se basan, excepto para los ricos, en el sálvese quien pueda.
Ya hay señales que la respuesta de las corporaciones en esas circunstancias sería la violencia. En USA el amenazante Tea Party de los ultra conservadores vela por huestes armadas, a nivel de estados USA-OTAN europea, China, Rusia, India, Brasil, etc., se arman.
China, India, Estados Unidos, no han firmado el débil texto de Copenhague aunque los tres lo presentaron. Parece realista adelantar que el capitalismo no podrá ni querrá detener su compleja telaraña y va a seguir hasta chocar. Que se jugará a mantener los centros de poder transformándose.
Quizás políticamente algunos en la izquierda antiimperialista prefieren decir que los gobiernos de las potencias desarrolladas no quisieron firmar. Pueden temer que al ahondar el análisis aparezca una especie de justificación de los grandes emisores históricos. En realidad profundizarlo podría esclarecer que el sistema no tiene otra salida que un brutal poscapitalismo corporativo contra la mayoría de la población.
Socialistas deben explicar si la falta de compromiso en Dinamarca se debió a un mezquino interés por la riqueza o se ha llegado al límite del sistema.
Es legítimo plantearse esta duda y sospecha. Hay personas con capacidad para pronunciarse con autoridad. Que lo hagan porque es necesario.
¿El capitalismo está en su límite estructural final?
Se ha dicho que en Copenhague se fracasó por el egoísmo de los países ricos. Tal vez la razón decisiva es que una reducción de gases de efecto invernadero como la que se requiere desorganizaría de tal modo el orden económico, social y político capitalista que sólo un sistema global nuevo podría realizarla.
Es una duda. Se ha descrito con detalles lo que pasará debido al cambio climático: sequías, inundaciones, revueltas, guerras, desaparición de países islas, migraciones masivas, desplazamiento de enfermedades, desaparición de ciudades costeras… Pero no se han explicado así las consecuencias de la reducción del consumo de combustibles fósiles. Llama la atención esa diferencia, particularmente en los medios alternativos.
Todo parece indicar que el sistema global actual no puede prescindir de los combustibles de efecto invernadero pues las energías limpias y la nuclear tardarán decenas de años en poder sustituirlos. El problema fundamental del capitalismo es que necesita un crecimiento económico constante y el mecanismo de los bonos de carbono no parece ser suficiente para crecer sin aumentar la temperatura. Por consecuencia si disminuyese la emisión de CO2 caería en una profunda crisis de decrecimiento. Menor producción de autos, camiones, aviones, neumáticos, barcos; menos calefacción, viajes, comercio lejano, construcción…
Menos fábricas y comercios en todo el mundo significan más cesantes, menos compradores, más pobreza, más hambre, más enfermedades y muertes, más deudas incobrables, quiebra del sistema financiero, más delincuencia, más odio, más gente armada contra otros y contra los gobiernos, más militares y empresarios dispuestos a imponer su orden por las armas…
El socialismo ha demostrado en Cuba que podría asumir la solidaridad con todos para una realidad así. En el capitalismo en cambio no es posible una política así. Su estructura de negocios privados, sus sistemas de seguros, rentas vitalicias, subsidios al desempleo, etc. se basan, excepto para los ricos, en el sálvese quien pueda.
Ya hay señales que la respuesta de las corporaciones en esas circunstancias sería la violencia. En USA el amenazante Tea Party de los ultra conservadores vela por huestes armadas, a nivel de estados USA-OTAN europea, China, Rusia, India, Brasil, etc., se arman.
China, India, Estados Unidos, no han firmado el débil texto de Copenhague aunque los tres lo presentaron. Parece realista adelantar que el capitalismo no podrá ni querrá detener su compleja telaraña y va a seguir hasta chocar. Que se jugará a mantener los centros de poder transformándose.
Quizás políticamente algunos en la izquierda antiimperialista prefieren decir que los gobiernos de las potencias desarrolladas no quisieron firmar. Pueden temer que al ahondar el análisis aparezca una especie de justificación de los grandes emisores históricos. En realidad profundizarlo podría esclarecer que el sistema no tiene otra salida que un brutal poscapitalismo corporativo contra la mayoría de la población.
Socialistas deben explicar si la falta de compromiso en Dinamarca se debió a un mezquino interés por la riqueza o se ha llegado al límite del sistema.
Es legítimo plantearse esta duda y sospecha. Hay personas con capacidad para pronunciarse con autoridad. Que lo hagan porque es necesario.
¿El capitalismo está en su límite estructural final?
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