Se viene la rebelión del hambre
Fuente: El Socialista, periodico de Izquierda Socialista, Argentina.
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Por José Castillo
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Cientos de miles de personas se movilizan en el mundo en estos días protestando por el alza del precio de los alimentos. Los países imperialistas y los organismos internacionales esbozan excusas, pero no soluciones
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“La gente se está muriendo de hambre y todo lo hecho de bueno en la última década para el desarrollo de los países, incluida la estabilidad política, podría verse afectado”. La frase pertenece nada menos que a Dominique Strauss-Kahn, director gerente del FMI. A su lado, Robert Zoellick, del Banco Mundial, enarbolando un pan y una bolsa de arroz, dijo: “hay una crisis alimentaria que requiere medidas drásticas que no pueden esperar ni siquiera hasta junio próximo, cuando se reúna el G8”. Sostuvo además que existen 33 países en riesgo de “desestabilización política” por el alza del precio de los alimentos. ¿A qué se debe este repentino interés de los organismos financieros internacionales por el hambre en el mundo?
Clamor mundial
La semana pasado asistimos a la represión de los “cascos azules” sobre masas famélicas que protestaban por el alza de los precios de los alimentos en Puerto Príncipe y otras ciudades haitianas. No se trató de un hecho aislado: en el último mes hubo saqueos en supermercados en Egipto, Senegal y Camerún. Manifestantes incendiaron edificios gubernamentales en Burkina Faso. También se registraron marchas en Indonesia, Tailandia, Pakistán, Costa de Marfil, Etiopía, Indonesia y Filipinas. En Latinoamérica hubo protestas en México, Guatemala y El Salvador por el aumento del precio del maíz.
Las protestas llegaron incluso a los países desarrollados. Los panaderos salieron a protestar en Washington por la suba de la harina. En Italia, hubo hace un mes una original protesta de consumidores, que llamaron a “un día sin pastas”, quejándose de subas que superaban el 20%.
Sucede que los precios de los alimentos se han disparado por las nubes en todo el planeta. El precio del arroz, alimento básico de 2.500 millones de personas, alcanzó su máximo histórico. El trigo también está un 25% más caro que hace un mes, alcanzando su valor más alto en 28 años. Todo esto disparó el costo de los alimentos. En los últimos tres años los precios subieron un 83%. Según datos del FMI el aumento mundial promedio durante el 2007 fue de un 25,6%. En Latinoamérica, la comida subió en Chile un 34,2%, en Brasil un 23,6% y en nuestro país, el aumento real fue de entre el 36 y el 39%.
Clamor mundial
La semana pasado asistimos a la represión de los “cascos azules” sobre masas famélicas que protestaban por el alza de los precios de los alimentos en Puerto Príncipe y otras ciudades haitianas. No se trató de un hecho aislado: en el último mes hubo saqueos en supermercados en Egipto, Senegal y Camerún. Manifestantes incendiaron edificios gubernamentales en Burkina Faso. También se registraron marchas en Indonesia, Tailandia, Pakistán, Costa de Marfil, Etiopía, Indonesia y Filipinas. En Latinoamérica hubo protestas en México, Guatemala y El Salvador por el aumento del precio del maíz.
Las protestas llegaron incluso a los países desarrollados. Los panaderos salieron a protestar en Washington por la suba de la harina. En Italia, hubo hace un mes una original protesta de consumidores, que llamaron a “un día sin pastas”, quejándose de subas que superaban el 20%.
Sucede que los precios de los alimentos se han disparado por las nubes en todo el planeta. El precio del arroz, alimento básico de 2.500 millones de personas, alcanzó su máximo histórico. El trigo también está un 25% más caro que hace un mes, alcanzando su valor más alto en 28 años. Todo esto disparó el costo de los alimentos. En los últimos tres años los precios subieron un 83%. Según datos del FMI el aumento mundial promedio durante el 2007 fue de un 25,6%. En Latinoamérica, la comida subió en Chile un 34,2%, en Brasil un 23,6% y en nuestro país, el aumento real fue de entre el 36 y el 39%.
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El capitalismo nos deja sin comida
El FMI, el Banco Mundial, los gobiernos de Estados Unidos y Europa, y la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación) lanzaron distintas explicaciones para esta catástrofe.
Es un hecho que hoy, siguiendo datos de la propia FAO, los stocks mundiales de alimentos son los más bajos desde 1982. Los más cínicos trataron de dar excusas señalando que se trataba de un problema “coyuntural” de poca producción, basado en cuestiones climáticas, como las sequías que habían arruinado cosechas en Australia. Esto no se sostiene por sí mismo. Tampoco los que acusan al “consumo explosivo” de las nuevas clases medias urbanas de China e India. Afirman que “el problema es que en 1985 comían 20 kilos de carne por año y ahora 50”, sin detenerse a explicar que tiene eso que ver con la suba del precio del arroz o del trigo.
No es cierto que la gente se muere de hambre porque no hay capacidad de producir alimentos para todos. Un reciente panel de 400 expertos del Food Policy Research Institute sostiene que, si bien en el mundo hay más de 800 millones de personas con problemas de desnutrición (ver recuadro), hay capacidad de sobra para proveer alimentos para todos. Una triste confirmación de esto es que en Ucrania se acaban de tirar granos podridos por valor de 100 millones de dólares al Mar Negro, después que el gobierno prohibiera su exportación para que no subieran los precios locales. O el informe de la propia FAO denunciando que, sólo en la ex URSS, hay 23 millones de tierras cultivables abandonadas por “falta de rentabilidad”.
Otra explicación del alza de los precios, que apareció sobre todo en boca de Jean Ziegler (relator de Naciones Unidas), señala que el motivo principal de la suba se debe a la aparición de los biocombustibles (etanol y biodiesel). Así, desde el 2005, se están reemplazando cultivos, dejando de lado la producción de alimentos. Es evidente que esto es cierto. Pero, según el mismo Food Policy Research Institute, sólo puede explicar entre un tercio y un cuarto de los incrementos de precios.
El capitalismo nos deja sin comida
El FMI, el Banco Mundial, los gobiernos de Estados Unidos y Europa, y la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación) lanzaron distintas explicaciones para esta catástrofe.
Es un hecho que hoy, siguiendo datos de la propia FAO, los stocks mundiales de alimentos son los más bajos desde 1982. Los más cínicos trataron de dar excusas señalando que se trataba de un problema “coyuntural” de poca producción, basado en cuestiones climáticas, como las sequías que habían arruinado cosechas en Australia. Esto no se sostiene por sí mismo. Tampoco los que acusan al “consumo explosivo” de las nuevas clases medias urbanas de China e India. Afirman que “el problema es que en 1985 comían 20 kilos de carne por año y ahora 50”, sin detenerse a explicar que tiene eso que ver con la suba del precio del arroz o del trigo.
No es cierto que la gente se muere de hambre porque no hay capacidad de producir alimentos para todos. Un reciente panel de 400 expertos del Food Policy Research Institute sostiene que, si bien en el mundo hay más de 800 millones de personas con problemas de desnutrición (ver recuadro), hay capacidad de sobra para proveer alimentos para todos. Una triste confirmación de esto es que en Ucrania se acaban de tirar granos podridos por valor de 100 millones de dólares al Mar Negro, después que el gobierno prohibiera su exportación para que no subieran los precios locales. O el informe de la propia FAO denunciando que, sólo en la ex URSS, hay 23 millones de tierras cultivables abandonadas por “falta de rentabilidad”.
Otra explicación del alza de los precios, que apareció sobre todo en boca de Jean Ziegler (relator de Naciones Unidas), señala que el motivo principal de la suba se debe a la aparición de los biocombustibles (etanol y biodiesel). Así, desde el 2005, se están reemplazando cultivos, dejando de lado la producción de alimentos. Es evidente que esto es cierto. Pero, según el mismo Food Policy Research Institute, sólo puede explicar entre un tercio y un cuarto de los incrementos de precios.
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¿Cuál es, entonces, la causa principal?
¿Cuál es, entonces, la causa principal?
En el sistema capitalista, la producción de alimentos esta en manos de los grandes empresarios, de las multinacionales, que embolsan colosales ganancias gracias al hambre de la mayoría de la población. Esto es permanente, y ahora se han sumando las maniobras de los mercados especulativos: según la consultora de Wall Street Lehman Brothers, entre 150.000 y 270.000 millones de dólares se lanzaron a “especular” con los precios a futuro de las materias primas agrícolas, haciéndolas subir artificialmente. Otra consultora, Standard & Poors, afirma que sólo en el primer bimestre de 2008 entraron a ese negocio 40.000 millones de dólares. Es lo que se denomina la inversión en “commodities”. Para ver que todo es pura especulación, basta señalar que el mes pasado, en sólo dos días, cayeron los precios de la soja, el trigo y el maíz entre un 8 y un 17%, debido a una leve recuperación del dólar. Y después volvieron a subir, todo sin que tuvieran nada que ver las cosechas ni ningún otro factor real.
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La salida es el socialismo
Los gobiernos de los países en desarrollo toman medidas absolutamente ineficaces, que a lo sumo terminan beneficiando a los grandes pulpos exportadores de alimentos a costa de los precios y las cantidades que ponen a disposición del mercado mundial. Egipto prohibió la venta a otros países para mantener bajo el precio. Filipinas compró 500.000 toneladas para asegurarse stock. Tailandia, Vietnam, India, Rusia y Ucrania, grandes exportadores, también fijaron restricciones.
Los países imperialistas, por su parte, ofrecen cínicamente “aumentar” las migajas que ponen para los programas de alimentación de Naciones Unidas, mientras siguen exigiendo a los países del Tercer Mundo que abran sus mercados para así liquidarlos y hacerlos depender de sus propias exportaciones.
Los pueblos del mundo nos debemos una discusión acerca de si los biocombustibles son salida para reemplazar los combustibles fósiles que se están agotando y que, además, contaminan a niveles intolerables el planeta. Así como un debate serio y científico sobre las reales consecuencias de los transgénicos. Pero nada de esto será posible mientras quienes manejen y manipulen estos productos sean las grandes transnacionales. A ellas nada le importa la seguridad alimentaria del planeta, sino sus superganancias.
El capitalismo, en su actual fase imperialista, nos muestra la horrible cara, en pleno siglo XXI, de no poder garantizarle un plato de comida a casi la mitad de la población del planeta. Por eso hoy el socialismo no es una utopía, sino una necesidad. La revolución rusa tuvo como consigna “paz, pan y tierra”. Y la china se hizo por un tazón de arroz. Este es el motivo, político, científico, pero también ético, que transforma en más urgente que nunca para los trabajadores y pueblos del mundo luchar por una economía planificada democráticamente, donde no se produzca para las ganancias de una minoría de supermultimillonarios.
La salida es el socialismo
Los gobiernos de los países en desarrollo toman medidas absolutamente ineficaces, que a lo sumo terminan beneficiando a los grandes pulpos exportadores de alimentos a costa de los precios y las cantidades que ponen a disposición del mercado mundial. Egipto prohibió la venta a otros países para mantener bajo el precio. Filipinas compró 500.000 toneladas para asegurarse stock. Tailandia, Vietnam, India, Rusia y Ucrania, grandes exportadores, también fijaron restricciones.
Los países imperialistas, por su parte, ofrecen cínicamente “aumentar” las migajas que ponen para los programas de alimentación de Naciones Unidas, mientras siguen exigiendo a los países del Tercer Mundo que abran sus mercados para así liquidarlos y hacerlos depender de sus propias exportaciones.
Los pueblos del mundo nos debemos una discusión acerca de si los biocombustibles son salida para reemplazar los combustibles fósiles que se están agotando y que, además, contaminan a niveles intolerables el planeta. Así como un debate serio y científico sobre las reales consecuencias de los transgénicos. Pero nada de esto será posible mientras quienes manejen y manipulen estos productos sean las grandes transnacionales. A ellas nada le importa la seguridad alimentaria del planeta, sino sus superganancias.
El capitalismo, en su actual fase imperialista, nos muestra la horrible cara, en pleno siglo XXI, de no poder garantizarle un plato de comida a casi la mitad de la población del planeta. Por eso hoy el socialismo no es una utopía, sino una necesidad. La revolución rusa tuvo como consigna “paz, pan y tierra”. Y la china se hizo por un tazón de arroz. Este es el motivo, político, científico, pero también ético, que transforma en más urgente que nunca para los trabajadores y pueblos del mundo luchar por una economía planificada democráticamente, donde no se produzca para las ganancias de una minoría de supermultimillonarios.
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Mil millones de desnutridos
• 3.000 millones de personas (la mitad de la población mundial) viven con menos de 2 dólares diarios.
• De ellos, 1.300 millones viven con menos de un dólar diario (el mínimo estipulado por el propio Banco Mundial como límite de pobreza).
• Asia Meridional, por ejemplo, concentra la mayor cantidad de población que subsiste con 1 dólar, es decir 515 millones de personas.
• Le sigue Asia Oriental y Suboriental y el Pacífico, donde 446 millones de personas viven en estas condiciones. 219 millones en África al Sur del Sahara. Y 11 millones en los Estados Árabes.
• En América Latina y el Caribe, 110 millones de personas viven con 2 dólares diarios. En Europa Oriental y en los países de Asia Central 120 millones de personas viven con 4 dólares al día.
• En el mundo hay 1.000 millones de personas con desnutrición crónica, de los cuales 158 millones son niños. De esos mil millones, 854 están subalimentadas, recibiendo menos de 1.900 calorías diarias, pasando literalmente hambre. 820 millones de ellas viven en países en desarrollo (52 millones en Latinoamérica), e increíblemente, hay incluso 34 millones de subalimentados en el mundo desarrollado.
• Estos números aumentan en la población que vive en las grandes ciudades, de las cuales son desnutridos crónicos el 50% de la población urbana de África y el 40% de América Latina. En ciudades como Calcuta, en la India, este porcentaje llega al 70%.
Mil millones de desnutridos
• 3.000 millones de personas (la mitad de la población mundial) viven con menos de 2 dólares diarios.
• De ellos, 1.300 millones viven con menos de un dólar diario (el mínimo estipulado por el propio Banco Mundial como límite de pobreza).
• Asia Meridional, por ejemplo, concentra la mayor cantidad de población que subsiste con 1 dólar, es decir 515 millones de personas.
• Le sigue Asia Oriental y Suboriental y el Pacífico, donde 446 millones de personas viven en estas condiciones. 219 millones en África al Sur del Sahara. Y 11 millones en los Estados Árabes.
• En América Latina y el Caribe, 110 millones de personas viven con 2 dólares diarios. En Europa Oriental y en los países de Asia Central 120 millones de personas viven con 4 dólares al día.
• En el mundo hay 1.000 millones de personas con desnutrición crónica, de los cuales 158 millones son niños. De esos mil millones, 854 están subalimentadas, recibiendo menos de 1.900 calorías diarias, pasando literalmente hambre. 820 millones de ellas viven en países en desarrollo (52 millones en Latinoamérica), e increíblemente, hay incluso 34 millones de subalimentados en el mundo desarrollado.
• Estos números aumentan en la población que vive en las grandes ciudades, de las cuales son desnutridos crónicos el 50% de la población urbana de África y el 40% de América Latina. En ciudades como Calcuta, en la India, este porcentaje llega al 70%.
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