Chile - Editorial de El Paskin
PARA LOS INCAUTOS
Juan Pablo Cárdenas S.
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En los últimos años, incluso el Partido Comunista se ha dejado tentar con promesas desde la Concertación y la Alianza por Chile en cuanto a abrirle algunos cupos en el Congreso Nacional que los tranquilice y los haga parte de un sistema electoral que para superar la prueba de la blancura democrática necesitaría una modificación mucho más drástica que sentar en las cámaras a dos o tres de sus representantes.
Más allá de la disposición verbal de las bancadas, comprobamos estos días que ninguna quiere sacrificar cupos en los hemiciclos y que, a lo más, están dispuestas a sumar algunos curules parlamentarios. Sin riesgo, en todo caso, de que se altere la magnífica correlación de fuerzas existentes, que ha hecho posible el cogobierno, como la perpetuación de espíritu y casi toda la letra de la constitución autoritaria y las leyes de amarre que todavía nos rigen. En el sueño de ingresar a Parlamento, los comunistas han desactivado los pactos políticos y las movilizaciones que daban vigor a los sectores extraparlamentarios que les había permitido ganar aunque fuera algunos espacios en los municipios. De todas maneras, sus dirigentes han conseguido en estos dos últimos años ser invitados a las ceremonias oficiales, subirse al avión presidencial y hasta ser indemnizados por las propiedades confiscadas durante el Régimen Castrense
Es justo reconocer, sin embargo, que a nivel social los herederos de Recabarren se han mantenido irreductibles en sus convicciones y protestas, como se aprecia en el liderazgo demostrado en las movilizaciones del cobre, la salud y el magisterio. Ciertamente que a esta altura sería ingenuo visualizar un cambio si éste no es precedido por una intensa movilización social que no se satisfaga en dádivas sino, de partida, en el término del sistema binominal, la ampliación automática de los registros electorales, el término de las inhabilidades para ser diputado y senador, como la supresión de los obstáculos para convertirse en candidato, en lo que se explica la exclusión en las últimas elecciones presidenciales del candidato proclamado por los pueblos originarios.
La situación actual, en que más de la mitad de los potenciales ciudadanos no se expresa, sirve para perpetuar a los mismos en la administración del Estado, alimentar contrasentidos autoritarios como la resolución del Tribunal Constitucional sobre la píldora del días después y desencantar a los chilenos respecto de un sistema político manipulado por las cúpulas partidarias. Que nos priva de ejercer, por ejemplo, el plebiscito ya consolidado en todas las democracias avanzadas. Nos parece una burla al país proponer, ahora, la ampliación del número de diputados cuando al mismo tiempo se quiere legislar para consagrar las órdenes de partido y convertir a los “representantes del pueblo” en autómatas digitados por entidades que, en su conjunto, cuentan como militantes a apenas un dos por ciento de la población.
Para muchos de los cuales pertenecer a un partido es condición fundamental para obtener un puesto de trabajo. Sin embargo, es en esta última propuesta donde se revelan las intenciones de la clase política. Su vocación por la democracia acotada o protegida y sus promesas sólo retóricas para distraer a los incautos y seguir en lo mismo, tal como lo dispuso Pinochet y conviene al poder detrás del trono institucional que maneja todos los hilos de la economía, los poderosos medios de comunicación y su ideario religiosamente neoliberal.
.Escrito por paskin, el Domingo, 11 de Mayo 2008
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