España - Es el capitalismo, estúpido

Posted by Correo Semanal on domingo, febrero 24, 2008

Fuente: Argenpress http://www.argenpress.info/nota.asp?num=052112&Parte=0
Por: Jaime Richart (especial para ARGENPRESS.info)
Fecha publicación: 19/02/2008

Mi crítica itinerante no sobre grandes acontecimientos dignos de mención en materia científica, de arte o de filosofía (que en este cada vez más inculto país nunca tienen lugar, dicho sea de paso), sino sobre una falta absoluta de visión de futuro de tanto necio aupado a la notoriedad por sus mezquinos y contrahechos discursos, me la ahorraría con sumo gusto. Me la ahorraría... si en la sociedad dominante se apreciase algún amor por la Naturaleza y por la justicia social, y menos apego a los legalismos y al consumo atroz.

Desde luego mi espíritu no marcha con este siglo. Sólo en una cosa va al compás: en el asunto del desengaño. Es el siglo de las grandes decepciones. Si otros fueron oscurantistas, otros irracionales y otros de las Luces, éste es, como he dicho en otras ocasiones, el siglo de la Mentira y me temo que también proscenio de abundantes catástrofes a escala planetaria.

Pese a la inestable estabilidad de los climas propia de la insegura e imprecisa 'ciencia climática', un cierto régimen envolvía a la Naturaleza como una madre arropa con su toquilla a sus hijos. Ahora, esa inestable estabilidad se desvanece y va minando, poco a poco pero vertiginosamente, lo que fue vida esplendorosa de miles de especies orgánicas. Puede decirse, sin hipérbole, que la Naturaleza agoniza. La metástasis cancerígena puede observarse por doquier. Aunque en unas áreas avanza más deprisa que en otras. Y la península ibérica, dentro de la Europa política, va a la cabeza. Por otro lado, la moral, amorfa, ni refrena ni consuela ni ayuda a mantener la vertical. El hedonismo, alentado por el capitalismo y por el señuelo de la envenenada y falsa libertad para la mayoría, se ha hecho el dueño de la psicología colectiva. Especialmente -siempre todo lo peor especialmente- en esta sociedad. Las artes y las humanidades están por los suelos, pese a tanto esfuerzo de unos pocos que acaban desmoralizados o emigran. El brillo de unos cuantos dura poco, porque o es inmerecido o la fatiga colectiva se encarga enseguida de empañarlo para suplirlo cuanto antes por otros brillos asimismo tan inmerecidos y efímeros como los suplidos...

La política, una dimensión pensada originariamente como instrumento al servicio del bienestar general, es ya un fin en sí misma o medio de enriquecimiento rápido y seguro. Es, con los medios que la propulsan, la actividad social estrella principal. Ayuno de ella este país durante casi medio siglo, se refocila en la política como ningún otro del sistema. Ninguna otra actividad humana, aparte los espectáculos que satisfacen más la excitación nerviosa que el sosiego, concita tanta atracción -que no interés- como la política. No la alta y noble política del administrador prudente, sino el ruin y cansino trapicheo de agravios, libelos y acusaciones de los hábiles, siempre con el único propósito de alcanzar el poder y, con él, muchos la riqueza.

Este marco es el habitual. Ahora se le incrustan lentejuelas electorales para mayor esplendor de la memez, al mismo tiempo que hiede la sequía. Pero ¿cuánto durará el papel estelar de la política huera y nos alzaremos en armas porque no ha sabido ni querido atajar la gran catástrofe?

¿Extraño? En absoluto. Estamos en pleno capitalismo. Nada deja de ser sometido al rodillo de sus ansias. Los propios talibanes capitalistas son sus peores enemigos, pues lo poco justificada que a su abrigo esté la pésima distribución de la riqueza, lo hacen ellos añicos con su desmedida y enfermiza voracidad del beneficio.

Así las cosas, ¿quién piensa, entre los capitanes de estas generaciones, con la prudente antelación para evitar los abusos sobre el medio ambiente cuyas consecuencias nefastas recaerán sobre sus hijos y sus nietos, e incluso éstas sufrirán también de uno u otro los efectos?

Estamos en un año de sequía pertinaz en España. Una sequía que, por el ya probado cambio climático y la deriva que año tras año viene anunciándose desde hace por lo menos dos lustros, era tan previsible como que tras este sábado viene el domingo y a febrero le sucederá marzo. Cada año se viene salvando in extremis en el azaroso juego a que la Naturaleza, que tiene en todo la última palabra, somete a pueblos y países. Esa Naturaleza cien veces más generosa con el ser humano de lo que el humano lo es con ella. Todo esto viene sucediendo en el mundo, pero zonas como la española están en la avanzadilla del caos. Y esto es consecuencia de la sinergia de muchas cosas. Pero sobre todo del necio comportamiento de unos cuantos en cada país; unidos todos ellos por la adoración de los dos becerros de oro: el coche y el dinero.

Ese comportamiento pone la impronta a las sociedades occidentales que todo lo dominan y todo lo pueden. Todo lo pueden... a excepción precisamente de la Naturaleza que escapa burlonamente a sus dictados devolviendo el correspondiente castigo a sus abusos.

Las sequías extremas, alternadas con devastadoras lluvias torrenciales donde menos se esperan y más daño hacen, no son un fenómeno global que irrumpa repentinamente en la escena mundial y menos en la 'nacional'. Es una tendencia muy marcada que viene anunciándose en el horizonte desde hace muchos años. Pero no han hecho caso, ni políticos, ni las industrias contaminantes, ni las encargadas de laminar las selvas para allegar más madera y celulosa aunque la informática ofrecía la esperanza del considerable ahorro... No obstante, los intentos de concienciación llegan muy tarde. Muy pocos, y mucho menos los patricios cambiarán el baño por la ducha... Hasta que el agua no salga por el grifo, todo seguirá o menos igual. Y esos del baño y del golf, se irán a otras tierras en su jet privado para seguir con su, hoy, inescrupulosa costumbre.

Y es que los dirigentes no necesitan propiamente ser muy avispados. Basta que fuesen previsores. Y cuanto más se anticipen, más lúcidos. Y no necesitan serlo, pues tienen a su lado suficientes staff, asesores, 'genios' que les aconsejan en todas las materias. Un dirigente o un empresario o un director no tiene que ser especialmente luminoso. Basta que sepa rodearse de 'inteligentes'. Pero resulta que si en conjunto aquéllos son mediocres, sus staff lo son aún más. No sólo mediocres: están, tanto en la Ciencia como en la Economía -las dos paredes maestras del sistema- al servicio de lo de siempre: a favor de la ventaja de unos pocos y de las clases dominantes. Clases a las que en estas democracias burguesas no pertenecen los trabajadores que mayoritariamente constituyen el grueso de la población... ¡Qué sarcasmo, qué paradoja, qué descomunal disparate!

Pues bien, en medio de esta barahúnda de colisiones entre el interés de unos pocos y el sacrificio o la renuncia de la mayoría mileurista o casi, del amparado por su familia o del mendigo se hace la sequía que vienen despreciando dirigentes centrales, territoriales y locales desde hace mucho, hasta que ven el lodo del embalse. Sabido es hasta qué punto la Ciencia solapa el acuciante problema para tierras, pueblos y humanidad desde hace años, para no degollar a las grandes estructuras de poder. Pero como estamos en el capitalismo puro y duro, cuando el nivel del agua embalsada alcance cotas de desesperación aún seguirán los constructores de campos de golf y los ingenios lavacoches funcionando. Y aún líderes y lideresas seguirán segando ecosistemas para hacer sus personales autopistas...

Ahora viene, en efecto, la sequía y los dramáticos actos en el escenario del reparto del agua que, a ojos vista, decrece. Pero la “alta” sociedad sigue despilfarrando el agua, construyendo, destrozando bosques y arramplando agua de acuíferos a punto de secarse. (Son incontables las advertencias de Bruselas sobre los desafueros ecológicos en España. pero se ríen en sus narices dirigentes y transguesores). Y, lo que es peor, no está concienzada España para la restricción. Lo que hace temer que no estando mentalizada la colectividad para las vacas flacas, la estabilidad emocional, ya de por sí deteriorada, alcance niveles de preguerra.

Para reponerse el nivel de los embalses al del pasado año pluviométrico tendría que estar quince días lloviendo. ¿Y qué más da que llueva dos semanas si el alivio sólo puede venir de una educación en frugalidad que nunca llega; si el consumo de agua crece en proporción directa a la tala de árboles, al aumento del cemento, del ladrillo, de las piscinas privadas y del consumo de papel y celulosa? Siempre, como en la parábola de Aquiles y la tortuga, nunca Aquiles alcanzará a la tortuga...

Sí, estamos en pleno capitalismo, en el supercapitalismo, estúpido. Ciudadano: no confíes ya en nada y en nadie. Sálvate por tu cuenta y empieza a pensar en tu mísera supervivencia. El capitalismo no quiere saber nada de los pobres, de los débiles y de los escrupulosos.

Así es que ¡que se preocupen ellos! Si tienes agua, consúmela a espuertas, y si te atosiga la basura, tírala por la ventana, como se hacía con las aguas mayores hasta hace bien poco: ¡que reciclen ellos! Aunque no hayamos sido consumistas, consumamos como ellos. Así reventará este sistema del demonio llamado capitalismo neocons.