RESUMEN ANUAL INTERNACIONAL 2007

Posted by Correo Semanal on martes, enero 15, 2008


por Eduardo Dimas
Una aproximación al 2008
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La mayoría de los observadores de la política internacional coinciden en que este año que comienza será uno de los más peligrosos para la paz y la estabilidad mundial. Las razones para ese pronóstico son de variado tipo y todas visibles:
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Un proceso recesivo en Estados Unidos que puede afectar al resto del planeta; la devaluación del dólar; elecciones presidenciales en Estados Unidos; el fin del gobierno de George W. Bush y de los neoconservadores; la necesidad de W. y los neocons de tener por lo menos un éxito, aunque sea uno, en su disparatada y costosa política exterior; la necesidad de garantizar el control sobre los yacimientos de hidrocarburos del Medio Oriente, América Latina y África todavía no seguros, entre otros.
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Creo que no hay que explicar porque esos problemas, relativos exclusivamente a Estados Unidos, pueden afectarnos a todos. Es la superpotencia militar y económica que ha desarrollado desde la década del 90 del siglo pasado –no comenzó con W. Bush-- una política de imposición de sus intereses a cualquier precio.
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Existen otros problemas que pueden afectar la paz y la estabilidad mundial, pero en todos, de un modo o de otro, está la mano del gobierno de Estados Unidos. No es fijación o paranoia, es realidad. Cuando escribo este artículo se ha producido un incidente entre barcos de guerra norteamericanos, escoltas del portaviones Harry S. Truman, y lanchas rápidas iraníes en el Estrecho de Ormuz.
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A ciencia cierta no se sabe si fue fortuito o provocado por algunas de las partes
Los dos bandos se acusan. Lo primero que cabe preguntarse es qué hacen barcos de guerra estadounidenses a miles de kilómetros de las costas de su país. Sabemos que esas naves están allí como parte de los preparativos para una agresión a Irán que, según algunos, podría tener lugar durante el año 2008 y, según otros, ha sido vetada por la elite de poder que ahora ve en esa acción un peligro para sus intereses.
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Una agresión a Irán sería una especie de “huir hacia delante” –más bien tirarse de cabeza-- para tratar de resolver el grave problema de Irak, donde, a pesar de los 166 mil soldados y otros tantos mercenarios, y de los cientos de miles de millones de dólares gastados, no logran controlar la situación. Sería también buscar un mayor apoyo del pueblo norteamericano que, en más de un 60%, rechaza la ocupación de Irak y pide el regreso de las tropas.
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Lo único que las mentiras que utilizaron para justificar la agresión a Irak, ya no es posible usarlas en el caso de Irán. De ahí que W. Bush, Cheney y comparsa esgriman la tesis, sin base, de que “Irán era un peligro, es un peligro y será un peligro”. El Estimado Nacional de Inteligencia, dado a conocer a comienzos de diciembre del pasado año, desmiente esa aseveración, pues señala que Irán suspendió su programa de armas nucleares en el 2003.
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Algo que llama la atención en ese sentido es que, precisamente en el 2005, la comunidad de inteligencia norteamericana había dicho exactamente lo contrario. Cabe pensar que no desean verse envueltos en una nueva farsa como la de Irak. O, peor para Bush, que la elite de poder, como plantean algunos observadores, no está de acuerdo con una guerra contra Irán.
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Incluso, otros apuntan que los altos mandos del ejército han recibido instrucciones de la elite de no obedecer órdenes de la Casa Blanca para bombardear a Irán. Tal vez por eso, el jefe del Comando Central, Almirante William Fallon, filtró que renunciaría a su cargo si recibía la orden de agredir a la nación persa.
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Todo eso pueden ser conjeturas o inventos de cerebros calientes, pero puede ser cierto, si tenemos en cuenta el costo que supondría para Estados Unidos y sus aliados. Se calcula que la Sexta Flota, ubicada en el Golfo Arábigo-Pérsico, sería destruida por completo. El precio del petróleo podría llegar a más de 200 dólares el barril, algo que nadie desea.
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Afganistán se les complica y Pakistán, país poseedor de armas nucleares, se vuelve cada vez más inestable después del asesinato de Benazir Bhutto. Algunos analistas neoconservadores han planteado la necesidad de invadir Pakistán, en vez de Irán, a los efectos de controlar las bombas atómicas que tiene ese país, en caso de que puedan caer en manos de fundamentalistas islámicos.
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En el 2008 no es posible descartar, pues, que se produzca algún tipo de operación norteamericana contra uno u otro país, aunque, el ejército, sometido a la presión de Irak y a la falta cada vez mayor de soldados no está en condiciones de abrir un nuevo frente de guerra. Según el Estado Mayor del Ejército, las fuerzas que sean retiradas de Irak durante este año, serán enviadas a Afganistán, donde los 26 mil soldados estadounidenses y los 41 mil de la OTAN han sido incapaces controlar al movimiento talibán y a las fuerzas que se oponen a la ocupación.
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Una invasión, o una operación comando para controlar las armas nucleares de Pakistán, podría provocar una reacción de las organizaciones islámicas pakistaníes y afganas, dados los vínculos tribales, culturales y de todo tipo que existen entre ellas, especialmente en la frontera de los dos países. O sea, que la Casa Blanca tiene que meditar muy bien las consecuencias.
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En definitiva, la política norteamericana cosecha ahora lo que sembró durante los años de la guerra fría y de la ocupación soviética de Afganistán, pues ellos ayudaron a que Pakistán tuviera armas nucleares, al desarrollo de los grupos fundamentalistas islámicos y a la formación de los talibanes. Las políticas absurdas siempre generan resultados nefastos.
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También este año, el conflicto que afecta al Líbano pudiera tener un desenlace que, ojalá, sea pacífico, pues están dadas todas las condiciones para una nueva guerra civil. Ni siquiera las diferentes fuerzas confesionales han podido ponerse de acuerdo para la elección de un nuevo presidente. Las presiones norteamericanas, francesas, israelíes y, en sentido contrario, las de Siria e Irán, no auguran una solución pacífica.
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En caso de producirse una operación norteamericana contra Irán o Pakistán, no sería absurdo pensar en una acción israelí contra el Líbano y Siria, a los efectos de neutralizar a la organización Hezbollah, en el primero, y al ejército sirio, pues existe un pacto de defensa mutua entre Irán y Siria.
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Otro elemento a tener en cuenta es la reacción que podrían tener Rusia y China, en caso de una agresión a cualquiera de los dos países. Rusia y China tienen grandes intereses en la región, y el Kremlin anunció el pasado año que colocaría fuerzas de despliegue rápido en la frontera con Azerbaiyán, fronterizo con Irán. En cuanto a China, es difícil precisar lo que hará. Su desarrollo económico podría verse afectado.
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Tampoco es posible dejar de tener en cuenta que, aprovechando la celebración de los Juegos Olímpicos en julio, Taiwan declare unilateralmente su independencia, lo que podría crear una situación sumamente peligrosa en esa región del mundo. China considera a Taiwan parte inalienable de su territorio.
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De otra parte, es de esperar que este año se fortalezca el papel del Grupo de Cooperación de Shangai, de los que Rusia y China son las principales potencias. El ingreso como observadores de India e Irán –la primera, nación poseedora de armas nucleares-- le añade un elemento de fuerza más. Al mismo tiempo, la invitación a Irán es una forma de apoyar la posición del gobierno de ese país en su diferendo con Estados Unidos.
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Rusia y China han logrado limitar la capacidad de influencia de Estados Unidos en Asia Central. Moscú hasta consiguió que los presidentes de Kazajistán y Turkmenistán firmaran un acuerdo para la construcción de un gasoducto por terrirorio ruso. Estados Unidos y algunos países europeos, interesados en su construcción, querían evitar a Rusia, que se ha convertido en el principal abastecedor de gas a Europa, lo que le da un enorme poder.
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Si ustedes están pensando en una nueva guerra fría entre Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, de una parte, y, de la otra, Rusia, China y sus aliados más cercanos, creo que no están lejos de la realidad. La forma en que se va gestando el diferendo, las contradicciones de intereses y –siempre hay que tenerlo en cuenta--, el negocio que representa para los complejos militares industriales la guerra fría, hace pensar en esa posibilidad.
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Recientemente, Rusia, que ha mejorado sustancialmente su situación económica, gracias a los altos precios del petróleo, y su capacidad militar, denunció el Tratado de Armas Convencionales que tenía con Europa. En realidad era el único de los firmantes que había cumplido con el acuerdo. La posible instalación por Estados Unidos de sistemas antimisiles en la República Checa y Polonia, supuestamente para impedir lanzamientos de cohetes desde Irán, pero evidentemente dirigidos contra Rusia, es un elemento de discordia que obligaría a Rusia a volver a colocar sus cohetes de alcance medio, dirigidos contra esas antiguas repúblicas socialistas.
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En los últimos años, Rusia ha mejorado sistemáticamente sus cohetes portadores de largo alcance, su flota, así como su aviación de guerra y sistemas de defensa antimisiles. Estados Unidos, por su parte, tiene cada vez mayores presupuestos militares (696 mil millones de dólares en este año fiscal), a pesar de la situación de su economía. Una buena parte de ese dinero está dedicada a la investigación y la fabricación de nuevas armas. La guerra fría parece haber comenzado nuevamente.
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Europa vivirá este año bajo la presión de los precios del petróleo, el alza del euro y, por extensión, el aumento del precio de sus productos de exportación, así como la posibilidad de una recesión en Estados Unidos que disminuiría su crecimiento, calculado ya a la baja por el Fondo Monetario Internacional. Es posible el estallido de grandes huelgas, como resultado de las medidas neoliberales que van tomando los gobiernos de los países miembros de la Unión Europea y la eliminación de la sociedad de bienestar general.
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El conflicto entre valones y flamencos en Bélgica, puede contribuir a la falta de estabilidad en el Viejo Continente. Es un problema de vieja data, que hizo crisis, a pesar de las gestiones del rey belga. En diciembre se creó un gobierno provisional que no podrá durar mucho. Algunos analistas de la política europea plantean la inevitabilidad de la división del país. Eso sería muy poco conveniente para la Unión Europea. Bruselas es la sede de la OTAN y de otros organismos internacionales.
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Los intentos norteamericano-europeos de separar la región de Kosovo de Serbia, podría crear nuevas tensiones. Hasta el presente ha sido imposible conseguir una resolución del Consejo de Seguridad, pues Rusia y China se niegan a aceptar semejante paso al que se comprometió públicamente el presidente W. Bush.
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Separar Kosovo de Serbia, ya sea para convertirlo en una nación independiente o anexada a Albania, establecería un precedente cuya repercusión tendría efectos negativos en varias naciones europeas que enfrentan corrientes separatistas de diferente grado. Kosovo ha sido, históricamente territorio serbio. Eso no se puede borrar de un plumazo.
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Por lo demás, sería casi oportunista decir que Europa, por más que le pese, seguirá la línea trazada por la Casa Blanca, tanto en el orden político y, no sin reticencias, en el militar. Son los dos principales centros de poder económico mundial, tienen intereses comunes, y su posición privilegiada en el concierto de naciones depende hoy de que se mantenga la actual división del planeta y de que el modelo neoliberal prevalezca aunque esté totalmente agotado.
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De Africa queda muy poco por decir. Tanto Estados Unidos como la Unión Europea tratarán de detener y revertir la ofensiva china en esa región. La batalla será por las riquezas minerales, en especial el petróleo, que todos necesitan y se agota. Esa puede conducir a la desestabilización de gobiernos y a la creación de conflictos tribales. Africa seguirá siendo el Continente de mayor pobreza.
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Es de esperar, pues, un aumento de la presencia militar norteamericana y, como complemento –si bien en igualdad de condiciones en este caso--, un incremento de la “ayuda” europea al desarrollo, en especial en aquellos países cuyas riquezas mineras y petroleras interesan a los dos centros de poder económico mundial. Recordemos que la ayuda europea tiene también un alto componente militar.
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El 2007 fue, para América Latina, un año donde no hubo definiciones. No por gusto el conocido periodista uruguayo Raúl Zibechi le llamó “el año bisagra”. Sin embargo, el 2008 apunta hacia momentos importantes en la vida política y económica de la región. Por un lado, la consolidación de algunos aspectos del proceso de integración, como el Banco del Sur, PetroAndina, PetroSur, PetroCaribe, y el fortalecimiento del Mercado Común del Sur (MERCOSUR) con el posible ingreso de Venezuela, Ecuador y Bolivia.
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Por el otro, definiciones políticas, sobre todo en el caso de Bolivia, donde existe el peligro de secesión de la llamada Media Luna (Santa Cruz, Tarija, Pando y Benin), a la que se han unido los departamentos de Cochabamba y Chuquisaca.
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Las conversaciones que tienen lugar entre el presidente Evo Morales y los prefectos de esos departamentos tienen pocas posibilidades de éxito. Están enfrentadas dos posiciones totalmente contrapuestas. La del gobierno, encaminada a la búsqueda de la justicia social. La de los gobernadores, dirigida a preservar los privilegios de la oligarquía.
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No es posible descartar tampoco la participación del ejército que inclinaría la balanza hacia uno u otro lado. Hasta el presente, la fuerza armada ha declarado su absoluto apego a la Constitución y su decisión de mantener la unidad del país a toda costa. Pero esa posición puede cambiar. Bolivia es el país que más golpes de estado tiene en su historia.
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Parece que será el pueblo boliviano el que tenga la última palabra. Un pueblo que hizo huir del poder a Gonzalo Sánchez de Losada, a su sustituto, Carlos Mesa, y llevar a Evo Morales, un indio aymara, a la presidencia del país. Solo la movilización popular podrá detener a las fuerzas de la oligarquía, que cuentan con el apoyo de Estados Unidos.
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Otro país, Ecuador, también objeto de una campaña de la oligarquía local y el imperio, entra ahora en un proceso de marcada lucha de clases con el trabajo de la Asamblea Constituyente que elabora una nueva Carta Magna más justa y equitativa para todos sus habitantes. Su presidente, Rafael Correa, ha dado muestras de estar dispuesto a realizar los cambios necesarios para una revolución social. A lo largo del 2008, la situación debe hacerse cada vez más tensa.
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En cuanto a Venezuela, la Revolución Bolivariana de Hugo Chávez debe continuar su camino con los mismos problemas que hasta el presente, en especial la política desestabilizadora de Estados Unidos y la oligarquía. A pesar de la derrota del pasado 2 de diciembre en el referéndum para reformar la Constitución de 1999, es indudable que Chávez tiene el apoyo de la mayoría de la población y eso lo hace fuerte. Cuenta, además, con el apoyo mayoritario de las fuerzas armadas.
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No obstante, parece evidente que el proceso necesita de más organización y trazarse metas realistas, no aquellas que están por encima de las posibilidades del momento. En el plano regional, Chávez es el mandatario que más ha contribuido al proceso de integración latinoamericana, a pesar de los desencuentros con otros gobiernos, representantes de las oligarquías y aliados incondicionales de Estados Unidos.
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Los gobiernos de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua son los que mantienen las posiciones más progresistas y unitarias en la región. Junto a Cuba integran la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), un verdadero ejemplo de cooperación y complementación en beneficio de sus pueblos. La Operación Milagro, las campañas de alfabetización, los planes de desarrollo económico, la ayuda mutua, son expresión de lo que puede hacerse cuando existe la voluntad política.
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Otros, como los de Brasil, Argentina y Uruguay, mantienen posiciones relativamente nacionalistas dentro de los principios de libre mercado. No aspiran a cambios sustanciales en sus países, pero el solo hecho de defender los intereses nacionales y apoyar la integración hace que contribuyan al proceso de cambio que vive hoy América Latina. Ser nacionalista hoy en la región, luego de la ola neoliberal, es un paso de avance.
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El resto ha firmado tratados de libre comercio con Estados Unidos. Es el caso de Colombia, Perú, Chile, México y casi toda Centroamérica, con la excepción de Nicaragua, que ha denunciado el acuerdo firmado por el gobierno anterior. Es obvio que estos gobiernos van a mantener la misma posición y, quieran o no, entorpecen el proceso de integración latinoamericana. La región del Caribe, por su parte, no debe sufrir cambios sustanciales en el 2008.
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Por último, durante el 2007 y años anteriores, América Latina tuvo crecimientos del producto interno bruto apreciables, debido a los altos precios de las materias primas, impulsados por las compras de China y la India. Eso le ha permitido a varios países independizarse del Fondo Monetario Internacional y tener fondos de reserva de miles de millones de dólares. Ese crecimiento, sobra decirlo, no se ha reflejado en los sectores más pobres de la población, aunque CEPAL ha anunciado en su último informe una ligera disminución del número de indigentes que viven en la región.
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De producirse una recesión grave en Estados Unidos, que afecte al resto de las naciones desarrolladas, ese auge económico se vendría abajo, con la consiguiente pérdida de valor de las materias primas, lo que llevaría a la mayoría de las naciones latinoamericanas a perder los ingresos adicionales de que han disfrutado en los últimos años.
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Hasta aquí he tratado de darles una aproximación a lo que puede suceder en el 2008. Hacer pronósticos sería sumamente presuntuoso, pues en los vaivenes actuales de la política mundial hay muy pocas cosas seguras. Solo una consideración final:
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Por razones obvias, la Casa Blanca va a tratar de seguir imponiendo su agenda al resto del mundo en un año de elecciones, cuando el fracaso de la política de la actual administración neoconservadora se hace cada vez más evidente. Esa coyuntura podría llevar, como apuntan algunos analistas, a que pretendan acabar con algunos impedimentos para su política, sea en América Latina o en cualquier otro lugar del mundo. En una situación así, todo sería posible, hasta –como han denunciado varios intelectuales y políticos norteamericanos-- un golpe de estado en Estados Unidos.
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A lo largo de los 7 años del gobierno de W. Bush, sobre todo después del 11 de septiembre del 2001, los neoconservadores se han encargado de crear las condiciones para ello: Acta Patriótica, Ley de Comisiones Militares, abolición de la Posse-Comitatus de 1878, que prohibía el uso del ejército dentro de territorio estadounidense, aumento de las prerrogativas presidenciales para decretar la Ley Marcial si lo considera necesario, construcción de campos de concentración, etc, etc.
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Todas estas leyes facilitan la declaración de la Ley Marcial por parte de W. Bush, si lo estima “necesario”, y la suspensión de los poderes legislativo y judicial. Hay sectores importantes de la elite de poder norteamericana que se oponen a semejante cosa y prefieren mantener el sistema de democracia representativa, que tan buen resultado les ha dado.
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Pero hay otros que la apoyan. Dentro de la teoría política, basada en la experiencia histórica, existe el criterio de que las naciones imperiales no pueden ser democráticas, pues necesitan gobiernos dictatoriales para poder sacrificar al pueblo en aras de los intereses imperiales. Estados Unidos es un imperio en decadencia. Por tanto, no es posible descartar ninguna posibilidad, porque la caída los hace más peligrosos. Como siempre, el tiempo dirá.
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Fuente: Cubarte