Chile - Cobre: por qué se necesita una Política Nacional de Fundiciones
OPINIÓN
Cobre: por qué se necesita una Política Nacional de Fundiciones
Al menos tres puntos negros provoca la insuficiente capacidad de Chile
para fundir y refinar todo el cobre que produce: impide desarrollar una
industria que utilice el mineral más elaborado, crear empleo y aumentar el
valor de las exportaciones. Voces sindicales ya señalan que “el futuro de
Codelco se juega en sus fundiciones y refinerías”. Por ello, las decisiones de
la comisión que nombró la Presidenta para estudiar la “actividad de fundición y
refinería del cobre” serán clave. En esta columna, Felipe Correa plantea por
qué es necesario iniciar ahora el camino para llegar a tener un tercio de la
capacidad de fundición y refinación de cobre a nivel mundial.
Los países cuando crecen, se parecen a
las personas que entran a la etapa de la adultez: se vuelven responsables de su destino. Tengo la
sensación de que un proceso de estas características se vive actualmente en
Chile, lo que se expresa en varios ámbitos: en lo político, lo social, lo
medioambiental, etc. Y también, en el hecho de que surgen voces que, respecto
de nuestro desarrollo económico, llaman al país y a las políticas públicas a
tomar las riendas del propio proceso de desarrollo.
En noviembre pasado la Presidenta
Michelle Bachelet nombró una comisión
especial encargada de estudiar la actividad de fundición y refinería del cobre en Chile, junto
a las perspectivas para el futuro del sector.
Antes de continuar, vale la pena
explicar brevemente de qué se trata la actividad de fundición y refinación del
cobre. En el proceso productivo del mineral, una de las obtenciones más básicas
se denomina concentrado de cobre, material que
contiene aproximadamente un 30% de mineral de cobre, siendo el resto 70%
escoria y otros subproductos. Sin embargo, este concentrado de cobre no sirve
para ser utilizado si no pasa por un proceso de refinación.
Así, el 100% del cobre que se extrae debe en algún momento ser refinado. De
este proceso de refinación se obtiene cobre refinado cuyo
grado de pureza puede llegar al 99,99% de cobre contenido. Sin embargo, no todo
el cobre puede ser refinado directamente, pues la parte mayoritaria actualmente
en nuestro país tiene que pasar, antes de ser refinado, por un proceso
intermedio de fundición.
La designación de esta Comisión tiene
una importancia crucial en un contexto en el que el país carece de la capacidad
para refinar todo el cobre que se produce. Que Chile no cuente con la
suficiente capacidad para fundir y refinar el
cobre en el país, significa que la exportación de cobre está compuesta cada vez
en mayor medida por concentrados, en vez de refinados. Evidentemente,
la cada vez menor proporción de cobre refinado se convierte en una barrera para
el establecimiento de una industria que utilice el mineral de formas más
elaboradas, que agregue valor a la producción, que cree empleo y aumente
también el valor de las exportaciones.
Y es por esto que la conformación de esta comisión especial es tan
relevante, pues a pesar de que tanto CODELCO como autoridades del gobierno
habían insistido en años anteriores en la necesidad de contar con mayores
definiciones en torno a la actividad de fundición y refinación, no fue sino
hasta fines del año pasado que por primera vez la Presidencia decide tomar
cartas en el asunto. Sin duda, una tremenda y positiva señal para el desarrollo
del país.
Esta columna busca explicar por qué es
fundamental contar con nuevas inversiones en instalaciones de fundición y
refinación del cobre, mismos argumentos que son presentados en un estudio
reciente publicado por la Comisión Económica
para América Latina y el Caribe (CEPAL), y que apuntan en la dirección de
fortalecer la cadena productiva de la minería en Chile.
LA MINERÍA EN CHILE
El sector minero representa el 13% de todo lo que se produce en Chile al
año (PIB). El valor de la producción minera es casi 200 veces la producción
acuícola nacional, 24 veces el sector forestal, 17 veces el sector
vitivinícola. Las exportaciones mineras son también alrededor del 60% del total
de exportaciones del país. No por nada en los años 60’s la minería del cobre
era llamada “La viga maestra de la economía chilena”, “El sueldo de Chile”. Y
de todo el sector minero, la sola minería del cobre representa el 90%.
Siendo la minería del cobre la
actividad principal, el grado de elaboración del mineral ha descendido a través
de los años (Gráfico 23). Esto se relaciona con lo ya mencionado: la producción
y las exportaciones de cobre se hacen cada vez más en forma de concentrados que
son finalmente refinados en otros países. La situación es relativamente grave
si la tendencia se proyecta en el tiempo: de materializarse los proyectos
mineros previstos, sin ningún tipo de intervención del Estado en la materia, el
porcentaje de cobre refinado que Chile produciría bajaría desde un actual 47,5%,
a solo un 12% de aquí a 10 años (COCHILCO,
2015).
La cada vez menor elaboración del cobre en Chile tiene una serie de
consecuencias que explicaremos a continuación en seis puntos:
1) Si el cobre no se
refina en Chile, es muy difícil que se desarrolle una industria manufacturera. Y la historia muestra que los
países desarrollados han llegado a ser lo que son en parte gracias al establecimiento
de una fuerte industria manufacturera al interior de esos países(Chang,
2004). Desestimar la industria manufacturera
significa, por tanto, hipotecar el desarrollo futuro.
2) La creciente
exportación de concentrados de cobre, en desmedro de la exportación de cobre
refinado, implica que en la “escoria” que se exporta junto al mineral, van
valiosos subproductos(como oro, plata, molibdeno, renio,
sulfuro, etc.) que las mineras no necesariamente declaran como ventas. Al
contrario, de exportar cobre refinado, el contenido mineral de las
exportaciones es conocido pues los cátodos de cobre refinado que se exportan
están compuestos en más de un 99% de cobre fino (el contenido es conocido).
Para no ir más lejos, hace solo un par de semanas un reportaje de Ciper
denunciaba las fallas de Aduanas en la fiscalización de las exportaciones
minerales (ver nota). Producir
y exportar cobre refinado permite aprovechar los valiosos subproductos que van
junto al cobre, tanto para su transformación, como para que las empresas
mineras tributen lo que corresponde por el hecho de vender minerales que son en
realidad propiedad de todos.
3) Los concentrados
de cobre que exporta Chile están teniendo crecientes contenidos dearsénico. La alta presencia de esta sustancia tóxica
determinó, por ejemplo, que el año pasado el
gobierno de Zambia hiciera devolver un cargamento de concentrado de cobre
chileno por superar el límite aceptado de
arsénico contenido en ellos. El creciente contenido de arsénico hace difícil la
aceptación de los concentrados de cobre por parte de los países a los cuales se
dirigen las exportaciones. Refinar el cobre en Chile y exportarlo en su forma
más pura plantea una solución eficiente al problema de aceptación de
concentrados “sucios”. Y abre la puerta también para desarrollar una industria
que aproveche el arsénico para usos productivos.
1) Una de las
principales preocupaciones (incluso de los gerentes de la minería) es el
crecientepodermonopsónico de China en materia de
fundiciones y refinerías. Debido a que el 35% de la capacidad de fundición a
nivel mundial se ubica en China (Gráfico 29), estos pueden cobrar altos cargos
por fundir y refinar el cobre en sus instalaciones, pues sus fundiciones son
altamente superiores en eficiencia, además de tener la capacidad suficiente
para absorber la producción de cobre concentrado proveniente de Chile
(capacidad que Chile actualmente no tiene). Así, la construcción de nueva
capacidad en fundiciones en Chile implicaría incluso un beneficio para las
empresas mineras que operan acá, por la posibilidad que tendrían de elegir el
lugar de fundición que les ofrezca mejores condiciones en términos de costos
(mayor competencia).
2) Crecientes
pérdidas por deducciones metalúrgicas (o pérdidas metalúrgicas). Las deducciones
metalúrgicas son parte de los ingresos de la actividad de fundición, pues las
fundiciones no pagan a las mineras el 100% del cobre recibido, sino un
porcentaje menor pues se asume que durante el proceso existe cierta pérdida del
mineral. Estas deducciones son estándares internacionales y no necesariamente
se relacionan con la capacidad real de la fundición para capturar mayores
proporciones del metal. Algunas estimaciones sugieren que estas pérdidas
representarían para CODELCO en torno a US$175 millones (Valdés,
2012) lo que lógicamente se
transformaría en un ingreso extra para CODELCO si se decidiera a expandir la
fundición y refinación de cobre en el país.
3) La falta de
capacidad en infraestructura de puertos y carreteras para
el transporte de grandes cantidades de concentrado de cobre, lo que se
transformaría eventualmente en inversiones sustanciales –que asumiría el
Estado, por cierto- para adecuar la capacidad de los puertos nacionales. Esto
se produce esencialmente porque para trasladar el concentrado de cobre el
espacio utilizado es tres veces mayor al
utilizado en el traslado de cobre refinado (el cobre concentrado solo tiene
alrededor de un 30% de contenido de cobre, siendo el resto escoria). Según afirmó
el año pasado un gerente de Anglo American en la Comisión
de Energía y Minería del Senado, solo el
puerto de Mejillones estaría habilitado para recibir barcos de mayor tamaño, lo
que se convierte en un serio problema de infraestructura. Transitar hacia la
producción de cobre refinado implicaría un ahorro en las inversiones que el
Estado tendría que asumir para permitir la salida de los futuros concentrados.
Estas son solo algunas de las razones
por las cuales es beneficioso y necesario que el Estado asuma en plenitud su
rol conductor de la economía, y se decida a proponer una Política Nacional de
Fundiciones (para más profundidad sobre cada uno de los puntos anteriores,
ver estudio).
La construcción de nuevas instalaciones de este tipo en Chile es también
rentable desde un punto de vista económico-comercial, bajo ciertas condiciones:
una escala de producción suficientemente grande -por los altos costos fijos que
requieren este tipo de construcciones-, y una tecnología de última generación
–como la que se utiliza actualmente en China.
Algunos han argumentado en el pasado
que si esta actividad fuera rentable, las mineras ya habrían invertido en sus
propias fundiciones. La razón por la que no lo han hecho cabalmente es
sencilla: la industria de fundiciones es esencialmente distinta a la de
extracción minera. Las rentabilidades de la fundición, aunque positivas, son
sustancialmente menores a las de la minería. Además no es el negocio de las
mineras, no es lo que saben hacer. Tampoco es un negocio muy atractivo para los
privados no mineros. La inversión necesaria es muy grande y no existe seguridad
de contar con los minerales necesarios para mantener la actividad (pues los
privados no-mineros no poseen explotación directa de yacimientos). Y es por
esto justamente que se justifica la acción del Estado en esta materia, pues
entre otras cosas, CODELCO y ENAMI tienen asegurada la provisión de mineral. Y
Chile no estaría inventando nada nuevo: los países que han tenido éxito en la
actividad de fundición y refinaría, históricamente han tenido una acción muy
fuerte de parte del Estado. Aunque con diferentes estilos, los recientes casos
exitosos de China e Indonesia ilustran
el punto.
POR UNA POLÍTICA NACIONAL DE FUNDICIONES
Ya en la Expomin del
2014 se llamaba a una “política de fundiciones a nivel nacional”. En 2015 elvicepresidente
de Enami enfatizaba que hacía falta una “política de Estado” respecto a la fundición del cobre
en el país. A fines del año pasado el Instituto
de Ingenieros de Minas de Chile realizaba
un seminario para tratar específicamente el tema del futuro de las fundiciones
en el país, y este año incluso el Sindicato
N°1 de Chuquicamata señalaba que “el futuro de Codelco se juega en sus fundiciones y refinerías”.
Así, pareciera ser que existe una preocupación transversal entre los actores de
la minería por el tema de la fundición y refinación del cobre.
Felizmente, el tema también se está
instalando en los diseñadores de las políticas de desarrollo minero. En el
recientemente lanzado Roadmap Tecnológico del
Programa Minería Alta Ley de CORFO se considera la actividad de Fundición y
Refinería como uno de los “núcleos traccionantes”
(desafíos actuales) señalando que “Chile, como primer productor
mundial de cobre, debe defender su posición en el mercado global a través de la
venta de cátodos”. Este Roadmap señala
también que “se requiere sacar las actuales operaciones del nivel de
obsolescencia tecnológica en que se encuentran, actualizando y/o reemplazando
dichas instalaciones”.
Así las cosas, en términos estratégicos
parecen ser dos las opciones sobre las que una Política Nacional de Fundiciones
se debería definir: 1) actualizar las instalaciones que existen actualmente,
y/o 2) crear nueva capacidad de fundición. Nuestro análisis apunta hacia la
conveniencia económica y social de la segunda opción: construir nueva capacidad en
fundición y refinería que sea capaz de refinar el 100% del cobre concentrado
producido en Chile (para más detalles, ver estudio). De esta
manera nuestro país contaría con un tercio de las reservas mundiales, un tercio
de la producción de cobre de mina, y además un tercio de la capacidad de
fundición y refinación de cobre a nivel mundial. Estos tres tercios determinarían un liderazgo
indiscutido de Chile en cuanto al cobre, incluyendo un impulso a la posibilidad
de construir una industria manufacturera de productos de cobre de clase
mundial.
Chile tiene todo lo necesario para avanzar. Existen profesionales
altamente capacitados para poner en marcha paulatinamente las inversiones
necesarias contenidas en una Política Nacional de Fundiciones. Al ser esta una
actividad comercialmente rentable, y sumado a las bajas tasas de interés a las
cuales son capaces de acceder las empresas del Estado, existen posibilidades
ciertas de financiamiento. La provisión de concentrados está también asegurada
por la aplicación de la Ley de Reserva del Cobre (y una redefinición del
Decreto que regula esta Ley).
Es de esperar que la Comisión especial
nombrada por la Presidencia se pronuncie en los próximos días de forma
favorable sobre la necesidad de una Política Nacional de Fundiciones que aborde
los elementos antes descritos, abandonando así lo que ha sido descrito como una
posición cobarde por
parte del Estado para desarrollarse en ámbitos productivos de carácter
estratégico. Habrá que ver entonces si los técnicos, especialistas y políticos
convocados en esta Comisión son capaces de seguirle el ritmo al proceso de
maduración que el país ha mostrado en otros ámbitos, para dar por fin el salto
y proponer lo que ya hace muchos años se había hecho necesario.
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