Brasil - Expoliación brutal y salida de capitales llevan a un bloqueo histórico
Entrevista con Ruy Braga
Expoliación brutal y salida de capitales
llevan a un bloqueo histórico
Valéria Nader y Gabriel Brito
Correio da Cidadania
A l´encontre
Traducción
del portugués Charles-André Udry
Traducción del francés Viento Sur
Ruy Barga, sociólogo del trabajo, es
profesor en la USP (Universidad de Sao Paulo). Está afiliado a la organización
Central Sindical y Popular-Conlutas. Ha sido redactor de la revista Octubro del
Instituto de Estudios Socialistas. Ha presentado su tesis sobre el tema La
política del precariado: del populismo y la hegemonía lulista. Ha publicado
numerosas obras, entre los cuales, en 2015, en las ediciones Alameida, Sao
Paulo: La pulsión plebeya: trabajo, precariedad y rebeliones sociales. Esta
entrevista publicada el 6 de enero de 2016 en Correo da Cidadania se inscribe
en el marco de un debate generalizado, entre otros en la izquierda “clasista”,
sobre la situación social, económica y política de Brasil. Y ello en un
contexto de pérdida enorme de credibilidad del neo-PT de Dilma Rousseff y de un
Lula que se declara, de forma desacomplejada, “un liberal”.
-Valéria Nader y Gabriel Brito: Después
de un año que parece no haber existido en la vida “útil” del país, 2016
comienza en el mismo clima de pesimismo que 2015, especialmente en lo que
concierne a la depresión económica. ¿Qué espera de este año que comienza?
Ruy Braga: A pesar de las acciones de
cambio llevadas en la política económica desde el nombramiento de Nelson
Barbosa en el Ministerio de Hacienda [en sustitución de Joaquim Lévy de la
Bradesco, dimisionario; Barbosa ha sido miembro del Consejo del Banco Regional
de Brasil y ha ejercicio numerosas funciones en el ministerio de Hacienda], se
puede esperar la continuación de la orientación general del segundo gobierno de
Dilma Roussef [en funciones desde enero de 2011]. Esta orientación consiste en
garantizar la transición desde un régimen de acumulación basado
fundamentalmente en la sobreexplotación del trabajo asalariado hacia lo que se
puede llamar un régimen de acumulación apoyado centralmente en las estrategias
de expoliación social.
En resumen, ello significa un retroceso
del derecho del trabajo y los derechos sociales. Se habla de nueva “ronda” de
reformas de la previsión social, de elevación de la edad de jubilación, de
disminución de algunos derechos constitucionales, especialmente de los ligados
a la obligación de realizar inversiones públicas en terrenos sociales y de
profundización de la orientación rentista [sacando beneficio de la deuda
interna, la externa, los tipos de cambio, las exportaciones de materias primas
o el petróleo y sus recaídas], estructurada sobre todo en el mundo de las
finanzas y de sus cambios, etc.
Desde el punto de vista de la estructura
social no veo diseñarse hasta ahora una alternativa progresista en el interior
del gobierno, que privilegie los intereses de los trabajadores. Lo más probable
es la profundización de esta estrategia de expoliación social a fin de
garantizar los intereses de los capitalistas.
De otro lado, la crisis política entra
en un momento de stand by, pero con una evidente distensión, teniendo en cuenta
el hecho de que el gran chantaje que ha marcado el año 2015, es decir la
amenaza del impeachment [destitución], ha caído con el comienzo del proceso
puesto en marcha en la Cámara de Diputados. A mi entender ello coloca al
gobierno en una posición un poco mejor puesto que va a poder reorganizarse
alrededor de una causa políticamente legítima, la reacción a una tentativa de
golpe de estado parlamentario “a la paraguaya” iniciado por un presidente de
Cámara [Eduardo Cunha del PMDB] que es de notoriedad pública que es un político
corrupto.
Yo creo que tendrá lugar una
reorganización de fuerzas “gobernistas” alrededor de la presidencia de la
República en defensa de su mandato. Ello tiende a atraer sectores que estaban
desenganchándose del gobierno o que estaban en crisis abierta con él. Muchos
militantes de izquierda serán atraídos por el polo de la legalidad. Así, la
posición “gobernista” saldrá reforzada del proceso de impeachment.
Sin embargo, diría que 2016 será un año
diferente de 2015. El gobierno federal deberá reencontrar una cierta capacidad
de iniciativa en la escena política, la tendencia es a la consolidación de un
régimen de acumulación (a través de una expoliación) que es completamente
mortífera desde el punto de vista de los trabajadores.
-En lo concerniente al proceso de
impeachment de Dilma, vemos que continúa el vaivén, que hay una alternancia
entre fuertes tensiones y apaciguamientos aparentes. Más allá de ello, la
posible caída de Eduardo Cunha ha sido atrasada a febrero, lo que puede crear
una dinámica semejante de alianzas y de rupturas entre los grupos políticos
dominantes. ¿Qué espera de todo este escenario lleno de piezas en movimiento?
¿Creéis en un gran acuerdo nacional a favor de la estabilidad, en la forma
propuesta por el científico y político André Singer en un artículo publicado
recientemente?
Yo diría lo mismo que Florestan
Fernandez: el pacto conservador brasileño es implacable. En una coyuntura
política marcada políticamente por la polaridad Dilma-Cunha, tenemos una
comparación grotesca: Eduardo Cunha no corresponde absolutamente a ninguna
alternativa posible y es muy probable que veamos a la presidencia salir
reforzada de todo eso.
Incluso yo, que he sostenido siempre una
posición de oposición de izquierda a Dilma y he votado nulo en la segunda
vuelta de las últimas elecciones presidenciales, debo admitir que no hay la más
pequeña comparación entre las dos figuras. Un gobierno PSDR-PMDB [Partido de
socialdemocracia brasileña-Partido del Movimiento Democrático Brasileño] sería
un inmenso desastre para los trabajadores, peor todavía que el gobierno de
Dilma. Y como tampoco sería un gobierno capaz de volver al clima de
pacificación social de la era de Lula, no sería tampoco útil para los numerosos
sectores burgueses que dependen de los mercados internos. Seamos claros, con
Cunha no hay solución. Por ello me parece que el proceso de impeachment está
condenado al fracaso y que este fracaso fortifica al polo vencedor, que es el
del gobierno federal.
En este sentido, 2016 será probablemente
un año marcado por la recuperación de una cierta capacidad de acción política
del gobierno. Este es mi principal pronóstico. Será un año marcado por la tentativa
del gobierno de reencontrar un cierto margen de acción política. Y es muy
probable que Cunha caiga en los próximos meses, teniendo en cuenta la situación
absolutamente grotesca que a la cabeza de la Cámara federal esté un notorio
corrupto.
-Después de un fuerte ajuste
presupuestario, el ministro Joaquim Ley acaba de abandonar el gobierno,
reemplazado por Nelson Barbosa. Sin embargo, después de lo que habéis dicho al
comienzo, ¿no se puede esperar una orientación macroeconómica claramente
distinta para 2016?
No, fundamentalmente porque ningún
proyecto alternativo ha sido construido. Lo que tenemos hoy es el agotamiento
completo del modelo de desarrollo basado en un cierto ritmo de acumulación de
los motores tradicionales de la economía brasileña, como la producción de
materias primas, las inversiones de construcción pesada, la expansión del
agronegocio, las inversiones en energía y petróleo y, principalmente, el
consumo popular, con el acceso al crédito de una parte creciente de la
población, lo que ha provocado un aumento exponencial del endeudamiento de las
familias, que alcanza ahora records en el país.
Esta fórmula no va a repetirse en los
próximos diez años. En la escena internacional no existe perspectiva de
recuperación en China, en India, ni tampoco en los países de Europa. Al
contrario, la desaceleración china es peor todavía que lo que se imaginaba el
año pasado. La recuperación norteamericana es notable, pero todavía muy
modesta. Más ella de ello la evolución económica de los Estados Unidos está
fuertemente ligada con el crecimiento chino… Todo ello hace que muy
probablemente, en el próximo período, el mercado mundial va a crecer a tasas
muy moderadas, diferentemente de los catorce últimos años.
La economía brasileña, que se ha
especializado en la exportación de materias primas, sigue naturalmente en una
situación delicada. De otro lado, la estructura social brasileña está marcada
por una enorme sobrecapacidad productiva. Los principales sectores de la
economía tienen muchos stocks y demasiados stocks “durmientes”. Los empresarios
miran pues hacia sus empresas y se preguntan: “¿Por qué invertiría si en mi
propia empresa tengo una enorme capacidad “durmiente” que no está efectivamente
absorbida por la demanda?”. Ésta es una cuestión clásica del marxismo: el
problema de la contracción cíclica.
Las familias están endeudas, deben pues
preocuparse en primer lugar de la realidad muy insegura del mercado de trabajo
y del aumento del paro y del subempleo, lo que significa fundamentalmente la
compresión de su renta. Cuando están muy endeudadas, las familias adoptan otras
estrategias. No consumen, pagan sus deudas como pueden. Es decir que al día y
los únicos sectores que han sido los menos tocados por la caída del consumo son
los de los bienes de subsistencia más elementales. Todo ello hace que se ha
agotado el modelo lulista –el régimen de acumulación del último período–.Y no
hay nada en lugar del mismo, nada esbozado, no hay alternativa creíble al
colapso del actual modelo.
Es importante comprender que el capitalismo
funciona así: cuando hay momentos en que la economía está marcada por la
expansión hay un cierto margen de maniobra en términos de concesiones,
especialmente sobre los derechos ligados al trabajo y los derechos sociales.
Normalmente, tales períodos de expansión están apoyados, no exclusiva pero si
principalmente, sobre los sectores asalariados de la clase obrera, es decir,
sobre la explotación del trabajo asalariado. Agregaría que en el caso de una
estructura social semi-periférica y tardía como es la brasileña, sobre la
explotación del trabajo asalariado a precio barato.
Los momentos de contracción cíclica,
como el que vivimos hoy, imponen una serie de desafíos que tienden a hacer que
las empresas dependan cada día más de lo que yo llamaría, siguiendo a Rosa
Luxemburgo, una “acumulación política de capital”. Es decir que las empresas
dependen de la violencia política de los gobiernos. Ellas dependen incluso de
que tal o cual gobierno desplace sus estrategias de acumulación hacia lo que
constituye muy exactamente la expoliación de las concesiones hechas en el
momento anterior, es decir durante la expansión del ciclo económico. Si ha
habido en el ciclo anterior un aumento de la masa salarial, entonces tendremos
ahora un ataque contra la masa salarial. Si en el período anterior se ha podido
observar un cierto avance, incluso moderado, en términos de derechos, entonces
se va a atacar a esos derechos en el período siguiente, etc.
En estos momentos de contracción
cíclica, la política y sus decisiones tienden a ensanchar los espacios para la
expoliación social: expoliación de los derechos sociales, de los salarios, del
tiempo de trabajo de la gente, de los recursos naturales, es una expoliación de
todo lo que es público y que se encontraba hasta entonces al margen, o
relativamente al exterior del modelo de explotación anterior.
Mi previsión es que vamos a asistir a
una profundización de la mercantilización del trabajo, del dinero y del medio
ambiente a una escala todavía mayor que en el curso de los últimos catorce
años. En suma, tendremos enfrente, bajo disfraces muy diversos, una intensificación
de los ataques contra los intereses de los trabajadores. Y ello también tanto
desde el punto de vista de los derechos como del salario o del empleo. La
tendencia es a la profundización de la degradación de las condiciones de
trabajo, con el aumento del subempleo, la disminución de los salarios…
No podemos olvidar que a pesar de todas
las dificultades, el último período ha estado marcado por un aumento real de la
masa salarial. Ésta ha crecido, lo que significa que hay más dinero a
disposición de las familias obreras. Eso ya está ya siendo atacado. El aumento
del desempleo es el medio más típico para disciplinar a la clase obrera y
profundizar sus condiciones de explotación. No hay ninguna duda en ello.
Y no hay planes B. No existe tendencia
generalizada que vaya en dirección de una alternativa económica diferente, con
una inversión masiva en sectores de alta intensidad de capitales, etc. En el
mejor de los casos, vamos a exportar más coches debido al nuevo nivel del
dólar. Pero no hay nada innovador en el horizonte en términos de alternativas.
La única cosa que se ve en el horizonte es el ataque contra las ganancias,
pequeñas o moderadas, obtenidas por la clase obrera durante el período
anterior, con el objetivo de intentar un proceso más acentuado de acumulación.
La izquierda socialista debe comprender
que, en el capitalismo, el desarrollo significa acumulación, es decir la
profundización de la explotación. De nuevo: desarrollo=acumulación. Y la
acumulación implica bases sociales, implica bases económicas e implica bases de
intervención en la vida política. Para garantizar la acumulación creciente será
necesario atacar a los trabajadores. No hay alternativa, no hay conciliación
posible en la situación actual. Si los sectores “gobernistas” esperan una
reedición del arbitraje lulista entre las clases, ¡deberán esperar mucho
tiempo!
-En una entrevista acordada al Correio
en marzo de 2015, decíais que la “gangrena” del modelo económico podría
arrastrar también al “lulismo”. ¿Qué piensa de este proceso histórico en
relación con este comienzo de año?
A mi entender, el lulismo está acabado
porque el consenso ha acabado. El lulismo ha sido fundamentalmente una
estrategia política de pacificación social, apoyada sobre dos tipos de
consentimientos, distintos pero complementarios. Uno, más pasivo, es el de las
masas que adhieren al gobierno porque están seducidas por la relativa difusión
de la riqueza entre sectores del mundo del trabajo, el aumento de la
formalización en el mercado de trabajo, el crédito popular y las políticas
públicas de asistencia que han sacado a millones de trabajadores de la miseria
(entre otros en el Nordeste). Hay en efecto un pequeño margen de concesión a
los trabajadores y ahora ese margen está siendo atacado.
El otro consentimiento es un
consentimiento activo por parte de las direcciones de los movimientos sociales
del país que han nacido después de la redemocratización, una época que ha visto
nacer a dos grandes movimientos, uno sindical, hegemonizado por la CUT (Central
sindical) y otro el MST (Movimiento Socialista de los Trabajadores). Las
direcciones de los años 1980 y 1990 han sido seducidas por los miles de cargos
existentes en el aparato de Estado y por las posibilidades de enriquecimiento
ofrecidas por las posiciones ocupadas en los consejos de gestión de los fondos
de pensiones.
En resumen, los dos, como por otra parte
la mayor parte de los movimientos, han sido seducidos por el gobierno federal,
lo que significa una pacificación a lo largo de los últimos doce años del polo
de resistencia a ciertas políticas, incluso a ciertas políticas muy
antipopulares. El momento actual significa que el lulismo en tanto que
estrategia de pacificación está en su final, ya que no hay consenso capaz de
garantizar la reproducción de las bases sociales de esta estrategia de
pacificación. Desde el punto de vista de las masas populares, se asiste a un
distanciamiento progresivo de la orientación general del gobierno y, desde el
punto de vista de la orientación general de los movimientos, tiene lugar una
profundización de esta crisis, puesto que las direcciones no se sienten cómodas
con los ataques del gobierno contra los trabajadores.
Hay una crisis de representación basada
en el aumento de las tensiones entre las direcciones de los movimientos y el gobierno.
Ello ha sido visible durante el último período, con las críticas de la CUT
contra el Ministerio de Economía y las políticas adoptadas por Joaquim Levy.
Eso es normal y confirma las características del poder sindical, que a un
cierto nivel debe ofrecer contrapartidas a sus bases, puesto que trabaja sin la
estabilidad de la forma de dominación apoyada en la propiedad, algo típicamente
capitalista. Así, el poder sindical es más permeable a la presión de los de
abajo.
Sin embargo, por decirlo de alguna
manera, como no hay consenso no hay lulismo. El lulismo, como modelo de
regulación entre el capital y el trabajo, ha muerto. Y ninguna alternativa
políticamente estable ha aparecido en su lugar. Hay una gran confusión, no se
sabe efectivamente cual será el nuevo modo de regulación y si de hecho existirá
un modo de regulación capaz de estabilizar el conflicto capital/trabajo en el
país. Pienso que no. Creo que este modo de regulación va a alimentarse de la
destrucción del modo anterior.
Yo pienso que de un lado las clases
populares continuarán estando bastante distancias del gobierno y, del otro, las
bases “gobernistas”, principalmente el movimiento sindical, continuarán
gravitando alrededor del gobierno, haciendo todo tipo de presiones. Sin duda
que una parte de las bases será atraída por toda migaja que ofrecerá el
gobierno, por cualquier concesión. Y que otra, principalmente en los sectores
del movimiento social y sindical más próximos de sus bases, se sentirá
progresivamente más “presionada” por el activismo esporádico de las clases
subalternas.
Me parece que en el día de hoy no es
posible hablar de regulación en el país, ya que no hay bases sociales capaces
de garantizar la estabilidad del modelo de desarrollo que, fundamentalmente,
pasa por concesiones a las masas. Vivimos en una inmensa confusión con un
horizonte que muy probablemente seguirá estando marcado por los ataques
directos contra los trabajadores, que por su parte tratarán de defender sus
derechos.
-¿Qué piensa de los movimientos
aparecidos en 2015 a la izquierda del espectro político y qué se podría, o se
debería, esperar de estos grupos, movimientos y partidos que todavía pretenden
asumir otro proyecto de país?
Desde el punto de vista de tales
movilizaciones, el año 2015 ha estado marcado por dos polos. De un lado ha
habido un aumento de la escala y la intensidad de la movilización de los
sectores medios tradicionales, lo que ha hecho que los sectores populares han
vivido de alguna forma a la defensiva a lo largo del año. Y una tal actitud ha sido
marcada por una desorientación de las direcciones tradicionales de los
movimientos populares de Brasil, debido a la inflexión reaccionaria y
conservadora del gobierno Dilma, en primer lugar con el exministro de economía
Joaquim Levy. Y en el último trimestre del año 2015 hemos vivido una relativa
reorganización de las fuerzas de “izquierda” alrededor de la defensa de la
legalidad, debido al proceso de impeachment lanzado por el presidente de la
Cámara de los Diputados, lo que ha permitido al gobierno respirar un poco.
Así han coexistido en las calles los que
defendían el gobierno (teniendo en cuenta la ausencia de alternativas creíbles
capaces de resolver la crisis) y los sectores populares, movimientos sociales y
sindicatos a la defensiva, que se posicionaban de forma crítica contra las
medidas de austeridad del gobierno federal y contra el impeachment. A fin de
año, hemos visto una “reaglutinación” de los sectores “gobernistas” en defensa
de la legalidad, que evidentemente ha atraído a una parte importante del
movimiento crítico, incluido de la oposición de izquierda, frente a la
situación grotesca de un proceso de impeachment lanzado de esa forma.
Por lo que concierne a los movimientos
sociales, las cosas han pasado de forma más pendular. Hasta el mes de
septiembre se ha asistido a una actitud relativamente a la defensiva, con una
intensificación de la crítica al gobierno y, hacia el fin de año, ha habido un
aumento de la movilización que ha desembocado en la manifestación del 16 de
diciembre, estructurada alrededor de la legalidad y que ha conocido un relativo
éxito.
Sin embargo, yo subrayo que las
condiciones socioeconómicas más profundas, es decir una reestructuración de los
pilares del último período y el aumento del paro, han minado la fuerza que había
acumulado la clase obrera hasta 2014. El sistema de acompañamiento de las
huelgas del DIEESE [Departamento intersindical de estadísticas y estudios
socioeconómicos] acaba de publicar los datos de 2013. Éstos son impresionantes:
ha habido más de dos mil huelgas, con una flagrante recuperación de la
actividad huelguista en todo el país, principalmente en los sectores privados y
empresariales, igualmente con una participación de los funcionarios públicos y
una fuerte presencia de los sectores clave de la economía brasileña, como la
metalurgia y el petróleo. Ello ha hecho que se han acumulado fuerzas en
términos de masa salarial y de poder político.
Pero a partir de 2014, con el deterioro
del mercado de trabajo y el aumento del paro en 2015, la tendencia de una parte
de esta fuerza acumulada es la erosión y el debilitamiento de la capacidad de
movilización. Me parece sin embargo que esta fuerza que ha estallado a
izquierda de los movimientos, en particular del movimiento sindical, está
relativamente disociada del proceso de erosión de la fuerza social de la clase
obrera.
El escenario es bastante contradictorio.
Pienso que tendremos un período marcado por una actitud más bien defensiva
adoptada por las clases obreras debida al aumento del paro, pero que habrá una
recuperación de la capacidad de organización de los sectores “gobernistas”
alrededor de la presidencia de la República. De otro lado comprendo que,
teniendo en cuenta el deterioro económico, los sectores más explotados y más
dominados deberán jugar un papel central en la lucha política futura, lucha que
será superior al momento anterior. En suma, pienso que los sectores de la clase
obrera sindicalmente organizados retrocederán, si se consideran las cosas de
forma comparativa, y que los movimientos sociales tales como el MTST
(Movimiento de los Trabajadores sin Techo) avanzarán.
-¿Es posible concebir otro modelo que
cohabite con los sectores “gobernistas” o solo la ruptura total con el lulismo
y el petismo puede crear una credibilidad suficiente en el interior de la
población para esta finalidad?
No hay duda que tenemos necesidad de una
alternativa radicalmente diferente de lo que existe en la actualidad, porque el
lulismo en tanto que forma de regulación ha terminado y en tanto que régimen de
acumulación ha colapsado. No hay espacio en el horizonte para aumentar las
concesiones a favor de los trabajadores, pero hay espacio para lanzar ataques
siempre más profundos contra los trabajadores. Las fuerzas “gobernistas” son
incapaces de imaginar una alternativa ya que están incrustadas en el Estado y
harán cualquier cosa para garantizar esta posición privilegiada, incluso si
deben actuar contra los intereses de los trabajadores.
En cuanto a los sectores de oposición,
parece que son todavía demasiado frágiles para presentar una propuesta creíble,
incluso si se ha asistido a un relativo reforzamiento de estos sectores durante
el último período. En cualquier caso la única alternativa a medio plazo es
apostar por los sectores de izquierda intransigentes respecto al gobierno
federal y por la formación de un polo alternativo al bipartidismo PT-PSDB que
se ha establecido en los últimos veinticinco años. Es la apuesta que hago.
No hay alternativa posible en el
interior del “gobernismo”. Será preciso que se construya fuera del
“gobernismo”, en lo que llamo un tercer campo, capaz de organizar la lucha de
clases en el país de forma progresista para los trabajadores. Creo que el
próximo período está marcada por agudas luchas de clases: políticamente,
económicamente, culturalmente e ideológicamente.
No hay pues más espacio para las
mediaciones construidas por el lulismo en sus campos políticos intermedios y
sus hibridismos políticos. Ya no hay un tal espacio. Lo que existe en realidad
es la necesidad de una actitud más radical. En este sentido, los sectores de la
izquierda llamada “extrema” tienen un amplio campo para trabajar. Queda por
saber si serán capaces de organizar la indignación que crece en el interior de
las clases trabajadoras y subalternas en el país.
-Escándalo del Lava Jato, crisis en
Petrobrás, tragedia de la Samarco (dos presas que ceden e inundaciones masivas
por lodos contaminados de metales diversos), desempleo al nivel más alto,
crisis hídricas y energéticas en aumento, ataques contra la educación pública,
militarización bárbara de lo cotidiano… ¿Hacia dónde parece caminar Brasil?
Apuesto todos mis acervos y todas mis
esperanzas sobre los sectores jóvenes, sobre los hijos de la clase obrera que
están hoy en las escuelas, en la enseñanza media, estos estudiantes que han
inundado el mercado de trabajo durante el último período, sobre los jóvenes que
están a la búsqueda de un primer empleo y sobre los sectores más alcanzados por
el subempleo. Sobre todo lo que tiene que ver con los sectores de la clase
obrera que viven entre estos dos polos: de un lado la profundización de la
explotación económica y de otro la posibilidad real de exclusión social. Y
tales sectores coinciden con los sectores jóvenes, negros y femeninos de la
clase obrera brasileña, que han mostrado una enorme capacidad de movilización.
Hemos visto claramente esto en junio de 2013 y estamos viéndolo hoy con el
aumento de la movilización de los estudiantes de la enseñanza media pública y
la ola de ocupaciones de escuelas en el Estado de Sao Paulo, de Goiás, etc.
El gran desafío para una salida
progresista de la crisis brasileña pasa necesariamente por la construcción de
puentes entre estos sectores jóvenes y movilizados, que tienen mucha vitalidad
combativa y que han sido igualmente los mejor formados, puesto que se han
beneficiado de más escolaridad que la generación anterior. Y al mismo tiempo
ellos se encuentran sumergidos en condiciones muy malas de contratación, de
ingreso y de trabajo, haciendo la experiencia en su propia carne de las
contradicciones del modelo de desarrollo brasileño, cuya capacidad expansiva se
ha agotado. Una salida progresista para la crisis brasileña pasa necesariamente
por una movilización de este joven precariado urbano.
El desafío es el siguiente: articular
los sectores combativos que encarnan un programa de defensa de los derechos
sociales, de la salud, de la educación, del transporte público de calidad, de
los ingresos, del mercado de trabajo formal y de los derechos a la protección
social. Esta generación es la que encarna tales condiciones, al lado de los
sectores más desorganizados de la clase obrera. El gran desafío consiste en
llegar a politizar el conjunto de la lucha (que evidentemente es política, como
lo es toda lucha social), pero igualmente en lograr construir proyectos alternativos
a lo visto hasta la fecha. Es decir, un proyecto alternativo al lulismo.
En este sentido, a pesar del hecho de
que 2015 ha sido un muy mal año en términos de economía, de desempleo y de
crisis hídrica (con esta enorme tragedia de la Mariana que muestra la
significación de la acumulación por expoliación del medio ambiente) y que ha
terminado simbólicamente por un incendio en el Museo de la lengua portuguesa,
en resumen, que ha sido un año horrible para las clases populares brasileñas,
hemos asistido igualmente a la emergencia política de una generación de la que
se va a hablar. Y es exactamente sobre esta nueva generación sobre la que yo
apuesto.
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