Represión contra activistas laboralistas en China

Posted by Correo Semanal on domingo, enero 10, 2016

Entrevista a Ellen David Friedman
Represión contra activistas laboralistas en China

Ashley Smith
Socialist Worker
Traducción de Viento Sur

El pasado 3 de diciembre, las autoridades chinas detuvieron a más de 20 personas relacionadas con varias organizaciones de solidaridad obrera en la provincia de Guangdong. Los detenidos habían participado en el movimiento obrero de la zona, prestando diversos servicios e impartiendo formación. La represión del régimen se produce en medio de una ola creciente de huelgas y manifestaciones en Guangdong.

Ellen David Friedman, veterana sindicalista de la Asociación Nacional de la Enseñanza en Vermont, EE UU, miembra fundadora del Partido Progresista de ese Estado y miembra, también, del Comité Político de la revista Labor Notes, ha trabajado durante la última década con activistas sindicales en Hong Kong y en la China continental. Durante su reciente estancia en China, fue detenida brevemente e interrogada por las autoridades. Ha hablado con Ashley Smith sobre la represión, sus causas y lo que pueden hacer los sindicalistas para ayudar a los activistas chinos a conquistar la libertad y la justicia.

-Durante tu último viaje te detuvieron con motivo de la acción represiva contra ONG laboralistas. ¿Puedes contarnos qué ocurrió?
Llevo trabajando en China desde hace unos diez años, impartiendo clases sobre sindicalismo y participando en diversos sectores del movimiento obrero. He recibido muchas advertencias en ese periodo, pero siempre fueron indirectas, a través de otros colegas. Esta ha sido la primera vez que ha venido la policía a interrogarme en persona. Acudieron a mi hotel y me hicieron preguntas durante dos horas; fueron bastante amables, pero me avisaron de que dejara de “reunirme con gente” si no quería exponerme a las consecuencias legales. Dijeron que yo estaba violando las condiciones de mi visado. Es difícil saber si me retuvieron en el marco de la represión contra los activistas. Ocurrió en el mismo periodo, pero una nunca sabe por qué ocurren estas cosas en China. El caso es que cuando me retuvieron, no me dieron ninguna explicación. Así que me parece que no nos queda otra que hacer conjeturas.
El contexto de todo esto es que, desde el comienzo de la presidencia de Xi Jinping en China hace tres años, el Estado se ha apartado definitivamente de toda actitud de tolerancia hacia cualquier clase de activismo y de organización en el seno de la sociedad civil. Durante la presidencia anterior de Hu Jintao, parecía haber bastante más espacio para el desarrollo de ONG y para un discurso crítico y la investigación. Bajo el mandato de Xi Jinping, este espacio ha quedado fuertemente reducido. Desde que Xi asumió el poder, el Estado ha acosado a las ONG laboralistas, ha criminalizado la resistencia de los trabajadores y ha detenido y llevado a juicio a activistas obreros. El gobierno ha lanzado asimismo una campaña “contra la influencia extranjera”. Por tanto, puesto que he participado en el movimiento obrero en China durante este periodo y dado que soy extranjera, lo único que podemos decir es que mi detención es coherente con su política.
-¿Qué alcance tiene la represión? ¿Contra quién se dirige?
El dato más reciente es la espectacular detención de una veintena de activistas el pasado tres de diciembre. Todos ellos fueron detenidos en Guangzhou, una de las ciudades más grandes de China, que se halla en la costa, en el sudeste del país, justo enfrente de Hong Kong. Es la capital de la provincia de Guangdong, donde nacieron los mercados de capitales y de trabajo a comienzos de la década de 1980. Desde entonces, ha experimentado muchos cambios: decenas de millones de trabajadores inmigrantes se han instalado allí en busca de trabajo. La zona también ha sido testigo del auge de la resistencia obrera. En este ambiente de activismo obrero han estado operando alrededor de una docena de ONG laboralistas.
El gobierno ha centrado la represión en los activistas relacionados con cuatro de estas ONG laboralistas. Algunas de ellas son organizaciones bastante inocuas que prestan servicios como ayudar a trabajadores accidentados a reclamar la indemnización del seguro. Otras participan más activamente y ayudan a los trabajadores a desarrollar aptitudes de liderazgo y de negociación colectiva entre los que han encabezado huelgas y otras acciones. La mayoría de los detenidos fueron interrogados y después puestos en libertad el mismo día, pero siete de ellos siguen detenidos y se enfrentan a sendos juicios penales. La persona más destacada entre los detenidos es ZengFeiyang, fundador y director de la ONG laboralista más antigua y conocida en China, el Centro ObreroPanyu.
El gobierno ha acusado a la mayoría de detenidos de alterar el orden público, que es la acusación habitual formulada contra los activistas del mundo laboral. A uno de ellos lo han acusado de malversación de fondos. El movimiento de solidaridad ha contratado abogados que los defiendan –de hecho, existe actualmente un equipo de abogados de 60 miembros que se han mostrado dispuestos a representarlos–, pero hasta ahora no han podido ponerse en contacto con los detenidos, de modo que todavía desconocemos de qué exactamente se les acusa.
-¿Es esta acción represiva una respuesta a la proliferación de las huelgas en China?
Eso creo. Sin duda ha habido un aumento notable de las huelgas, que en gran parte se debe tal vez a la desaceleración económica en China, que ha provocado una oleada de cierres y traslados de fábricas con la consiguiente pérdida de puestos de trabajo. Los empresarios también han incumplido su obligación legal de pagar la indemnización por despido en el momento de cerrar las fábricas. Además, los trabajadores que han perdido su empleo se han percatado de que sus patronos no habían pagado la cuota patronal, es decir, la seguridad social y el seguro de pensiones. Muchos de estos trabajadores están en su treintena o cuarentena y ahora se ven ante la tesitura de tener que volver a sus provincias, ciudades y aldeas de origen, sin derecho a ninguna pensión. Todo ello ha propiciado numerosas manifestaciones y huelgas recientes.
Pero también forma parte de un proceso más prolongado de creciente combatividad obrera a lo largo de los últimos 15 años. Todas estas huelgas y manifestaciones han permanecido relativamente aisladas. Los trabajadores no han conseguido hacer confluir sus luchas, pero la gente, por supuesto, ha empezado a aprender de su experiencia. A resultas de ello, las huelgas han cambiado de naturaleza: están mejor organizadas y se han vuelto más estratégicas. Los trabajadores están aprendiendo más cosas sobre la negociación colectiva. Están aprendiendo a interactuar tanto con el capital como con el Estado. Esto supone sin duda una amenaza para el gobierno.
También ha afectado al sindicato oficial, la Confederación Sindical China. En realidad, no es un sindicato, sino más bien un instrumento utilizado por el gobierno para controlar a los trabajadores. No representa a estos últimos, sino principalmente a los patronos. Los obreros no confían en él, de manera que ahora entienden realmente, sobre todo los inmigrantes, que han de construir sus propias organizaciones. Así, actualmente se habla más que en el pasado de la necesidad de construir algo así como un sindicato independiente. Claro que esto supone cruzar una línea roja en China. El gobierno no lo tolerará, de modo que esto también puede ser una razón del recrudecimiento de la represión.
-¿En qué estado se encuentra la economía china, y cómo afecta esto a las luchas obreras y a su nivel de conciencia?
La economía del país es muy grande y compleja. No cabe duda de que el colapso de las exportaciones en 2008 dio pie a una recesión inmediata y muy, muy profunda. Se dijo que habían cerrado algo así como 75 000 fábricas en un periodo de dos meses en 2008, y eso solo en la provincia de Guangdong. Gracias al vasto plan de estímulo del gobierno, la economía china se recuperó. El Estado invirtió mucho dinero en el desarrollo de infraestructuras, especialmente en las provincias del interior. Se construyeron numerosas carreteras y presas, centrales eléctricas, puertos, centros logísticos, etc. Sin embargo, todo esto se hizo con la esperanza de que se recuperaría el sector exportador del país, y esto no ocurrió. Por consiguiente, todas estas infraestructuras, concebidas para seguir fabricando para la exportación, representan ahora un exceso de capacidad. China ya tenía un problema de sobreinversión, sobreproducción y sobrecapacidad, y después del estímulo, todo esto ha empeorado.
Y por encima de todo, el Estado ha sido en gran medida incapaz de estimular la demanda de consumo interna para compensar la caída de las exportaciones. Se ha desarrollado una clase media que compra coches y pisos de lujo, pero no es muy amplia y sin duda no lo bastante para compensar la caída de la demanda internacional. Así, ante el frenazo económico, la gente, incluso buena parte de la clase media, tiene miedo de gastar dinero, si lo tienen. En vez de ello, lo guardan para cubrir necesidades como la vivienda, la atención médica y las pensiones, de las que el Estado no se hace cargo. Debido a ello, el Estado ha sido incapaz de estimular el consumo interior para compensar la caída de las exportaciones. Finalmente, el Estado ha desarrollado un plan a largo plazo para fomentar la inversión y el desarrollo en las regiones del interior, fuera de las ciudades de la costa este, con la esperanza de que los inmigrantes vuelvan a sus lugares de origen. Sin embargo, puesto que el gobierno también ha fijado requisitos menos estrictos parta el registro de hogares, son muchos los inmigrantes que no vuelven. Se quedan en las ciudades de la costa, por lo que el impulso estatal al desarrollo de las regiones del interior ha llevado a crear ciudades fantasma, con enormes complejos residenciales que permanecen vacíos y sin utilizar.
-¿Han comenzado los trabajadores a crear nuevas organizaciones para ofrecer resistencia al deterioro económico y a la represión?
Sí, pero es un proceso muy incipiente. Los trabajadores lo tienen muy difícil para coordinarse, al igual que los activistas y los estudiantes. El Estado está al acecho para desbaratar cualquier intento en este sentido. He aquí un ejemplo: yo he estado colaborando con la Universidad Sun Yat-sen, en Guangzhou, durante los últimos diez años. Durante la presidencia relativamente liberal de Hu Jintao conseguimos poner en marcha un centro internacional de estudios sindicales en la Escuela de Gobierno. Realizamos investigaciones con la participación de académicos de derecho laboral, sindicalistas, economistas, historiadores y abogados laboralistas, tanto chinos como extranjeros. Esto permitió realizar una labor maravillosa de investigación, enseñanza y trabajos prácticos. Pues bien, las autoridades cerraron el centro el año pasado. No explicaron el motivo, simplemente lo cerraron de golpe y porrazo. Los académicos, estudiantes, activistas y trabajadores que se habían relacionado al amparo del programa intentan mantenerse en contacto y continuar con la labor, pero ya no podemos llevarla a cabo de una manera formal.
El centro de estudios sindicales había pasado a ser un motivo de preocupación para las autoridades. Cuando me detuvieron e interrogaron, me preguntaron por el centro, como si todavía estuviera funcionando. Les dije: “Ustedes ya saben que el año pasado lo cerraron. Ya no existe un centro de estudios sindicales.” Pero insistieron. Me preguntaron: “Cuando estuvo usted en Guangzhou, ¿con quién habló? ¿Se reunió usted con sus colegas? ¿Por qué se reunió usted con antiguos estudiantes?” Esto nos da una idea del grado de vigilancia a que están sometidos los activistas. Los correos electrónicos de la gente, los teléfonos y las reuniones, todo es objeto de vigilancia. Incluso cuando se utilizan las redes sociales, lo que sucede muy a menudo, la censura es casi inmediata. Así, mientras se desarrolla una potente campaña internacional de solidaridad en defensa de los activistas detenidos, no hay nada parecido en el interior de China. Es prácticamente imposible obtener información sobre las detenciones en el interior del propio país.