Grecia ¿Por qué Tsipras ha aceptado las salvajes condiciones de la troika?
Eduardo Garzón
Tras más de cinco meses de duras
negociaciones se ha firmado finalmente un acuerdo entre el gobierno griego y la
antigua troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario
Internacional). A decir verdad, el término “acuerdo” no es el más indicado para
referirse a lo que en toda regla es un conjunto de imposiciones de política
económica que el propio gobierno griego reconoce que son contraproducentes para
su economía. Y es que la postura del equipo de Syriza siempre ha sido clara:
aunque son conscientes de que las medidas de austeridad propugnadas por la
Troika son perjudiciales para el crecimiento económico y para las clases
populares, la única posibilidad de recibir asistencia financiera en el marco
del euro es haciendo determinadas concesiones. Sin embargo, lo que sorprende
profundamente del acuerdo recién firmado es que presenta condiciones mucho más
negativas para el pueblo griego que las que presentaban borradores de acuerdos
anteriores que no fueron firmados. Entonces, ¿qué ha pasado aquí?
Para poder entenderlo es imprescindible
atender a las declaraciones de los gobernantes griegos tras la firma del
acuerdo. Según el primer ministro, Alexis Tsipras, “durante la reunión del
Eurogrupo el gobierno heleno ha recibido serias amenazas y chantajes que de
materializarse tendrían graves consecuencias para el pueblo griego, ya que
existe un plan perfectamente detallado (que ya estaba siendo aplicado) para
lograr un aislamiento completo del país a partir del miércoles a todos los
niveles, incluyendo el colapso de los bancos y la falta de provisiones de todo
tipo. Por lo tanto, con el fin de sobrevivir y no sucumbir al Grexit, el
gobierno se ha visto obligado a aceptar compromisos muy duros, aunque también
algunas victorias”.
Las victorias a las que se refiere
Tsipras son, ciertamente, muy pocas y poco relevantes: 1) alivio de la deuda
pública (sin detallar y condicionado a la aplicación de otras medidas), 2)
fijación en Atenas y bajo control griego (y no en Luxemburgo bajo control de la
Unión Europea) de un fondo independiente destinado a privatizar los activos
públicos de Grecia, y 3) no alteración de algunas leyes como las que afectan a
los nuevos empleados del sector público.
Victorias que resultan claramente
irrisorias si se comparan con las concesiones que han tenido que firmar, entre
las cuales destacan: 1) Transferencia de activos públicos griegos a un fondo
para que se vendan al mejor postor (una cuarta parte de lo recaudado irá a los
bolsillos de la troika), 2) aumento del IVA, 3) recortes en las pensiones, 4)
mayor liberalización del mercado de bienes y productos, 5) privatización del
sector eléctrico, y 6) mayor limitación en la negociación colectiva.
Syriza no ha resistido
el pulso
Además, el gobierno griego se ha
comprometido a retirar algunas medidas que aprobó en febrero (salvo las de
carácter humanitario), así como a presentar un borrador a la troika de
cualquier medida que quiera aprobar en un futuro.
Otro argumento de Tsipras es que,
puestos a aplicar este tipo de medidas, es mejor que lo haga un gobierno como
Syriza a que lo hagan gobiernos como los del PASOK o de Nueva Democracia ya que
estos concentraron las costes sobre las clases populares mientras protegían a
los más acaudalados. Por otro lado, el primer ministro asegura que el impacto
recesivo de las medidas de austeridad podrá ser compensado por otros factores
positivos como la entrada al país de nuevas inversiones gracias a que no
sufrirán el aislamiento financiero. Por último, Tsipras recuerda que su
gobierno ha luchado mucho para obtener las mejores condiciones posibles, y que
su lucha democrática servirá de ejemplo al resto del pueblo europeo.
Es decir, lo que ha ocurrido, simple y
llanamente, es que el gobierno de Syriza no ha resistido más el pulso que le
estaba echando a la Unión Europea. Ha preferido claudicar y aceptar las
imposiciones de la troika (incluso aunque fuesen más duras que las de
borradores anteriores) antes que arriesgarse a una salida del euro. La amenaza
de la expulsión de la Eurozona ha convertido en polvo el referéndum que
supuestamente iba a dar mayor poder de negociación al gobierno heleno. Sin
conocer la existencia de este plan “perfectamente detallado” de aislamiento a
Grecia no se puede entender que el acuerdo firmado sea peor que el que
precisamente rechazó por mayoría el pueblo griego. La viceministra de Trabajo y
Seguridad Social, Rania Antonopoulos, también ha sido muy tajante: “La única
opción para nuestro gobierno es evitar un colapso económico y el aislamiento
geopolítico. Un Estado fallido no es una opción”.
Es evidente que la congelación del flujo
de liquidez que estableció el Banco Central Europeo justo después de la
convocatoria de referéndum y que obligó a imponer el control de capitales fue
el punto de inflexión en las negociaciones. En ese momento el gobierno heleno
comprobó que las amenazas de la troika no eran simples movimientos estratégicos
con los cuales ganar poder de negociación, sino que la troika estaba plenamente
dispuesta a ejecutarlas si era necesario. Llegados a ese punto, el hecho de que
ya se hubiese convocado un referéndum para conocer si la población quería o no
políticas de austeridad poco le iba a importar al equipo de Syriza, porque el
miedo ya los había invadido.
Salir del euro no es
el fin del mundo
Lo cierto es que Syriza siempre estuvo
en contra de salir del euro, y de ahí que algunos encuentren motivos para
defender su actuación: frente a la alternativa de ser expulsado del euro o
aplicar austeridad dentro de él, Syriza ha elegido la segunda opción. Ahora
bien, lo que es tremendamente difícil de defender (por no decir imposible) es
que el gobierno haya firmado un acuerdo que es bastante más nocivo para la
ciudadanía griega que el acuerdo que esa misma ciudadanía rechazó
mayoritariamente en referéndum. Ello supone un completo desprecio de la
voluntad del pueblo, y eso es lo que es absolutamente deplorable. El gobierno
griego ha antepuesto sus miedos a la opinión de la gente, y ha convertido la
consulta popular en papel mojado.
Si nunca hubiese habido una consulta
popular y el gobierno griego hubiese aceptado alguno de los acuerdos
anteriores, sería más difícil criticar su actuación. Pero el hecho de que el
pueblo griego se haya posicionado en contra de las políticas de austeridad
debería haber obligado al gobierno a mantener su posición frente a la troika,
independientemente de que el país hubiese sido expulsado del euro por ello. Al
fin y al cabo la población ha sido valiente y ha mostrado estar dispuesta a
rebelarse frente a los recortes a pesar del probable escenario de salida del euro.
Los argumentos de Tsipras de que se quiere evitar un aislamiento financiero y
geopolítico pierden toda validez cuando uno mira alrededor y comprueba que ese
aislamiento ya existe: los inversores financieros internacionales llevan años
sin comprar deuda pública y sin invertir en el país, la fuga de capitales lleva
produciéndose más de un año y ha secado los bancos griegos, las empresas y
familias griegas no pueden comprar productos del extranjero y tienen limitadas
las retiradas de sus depósitos, etc. ¡Y todo ello ha ocurrido dentro del euro!
Defender la permanencia en el euro para evitar el aislamiento financiero suena
a broma.
Además, recordemos que la salida del
euro no es el fin del mundo. Es cierto que cambiar súbitamente y de forma
caótica a una moneda de menor valor tiene un coste económico y social
elevadísimo a corto plazo para la economía afectada, pero también son ciertas
dos apreciaciones: 1) el coste económico y social ya existe dentro del euro
desde hace años y se intensificará debido al nuevo acuerdo, y 2) a medio y
largo plazo salir del euro puede ser muy beneficioso para la población (si las
cosas se hacen bien). Además, una salida de Grecia de la Eurozona tiene
importantes costes también para el resto de economías de la zona monetaria, e incluso
para otras economías vecinas y que no poseen el euro. Ello es un elemento que
todavía podría haberle dado mayor poder de negociación al gobierno griego,
además de que si vas a ser derrotado al menos intenta que tu contrincante no se
vaya sin despeinarse, como ha ocurrido con el acuerdo firmado ya que no supone
ningún coste para la élite europea.
Sí, salir del euro supone entrar en un
terreno pantanoso, repleto de incertidumbres y de miedos, en el que nadie
querría adentrarse si tuviese otra alternativa mejor. Pero cuando la única
alternativa supone plegarte a las exigencias de una élite avasalladora,
traicionar el voto de tu pueblo y seguir provocándole más dolor, lo cierto es
que la salida del euro debe considerarse como un mal menor.
Ahora bien, que nadie piense que el
drama griego ha acabado. Ya han sido convocadas importantes manifestaciones y
huelgas en contra del acuerdo firmado con la troika, y en el interior de Syriza
la oposición es tan grande que ya ha dimitido uno de sus diputados, siendo previsible
que no sea el único en los próximos días. Los posibles escenarios que se
manejan hablan de un nuevo gobierno de “unidad nacional” conformado por el ala
más moderada de Syriza y diputados del PASOK y Nueva Democracia, o incluso de
nuevas elecciones generales. Permanezcan
atentos porque esto no ha acabado.
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