Las banderas sectoriales de los movimientos sociales
Rómulo
Pardo Silva
La
política es azarosa y no hay modo de saber que una acción es completamente
correcta. Lo que vale para los movimientos sociales.
Hay
una tendencia en la izquierda para considerarlos infalibles. Pero no siempre
suman para avanzar en lo estructural.
A
veces aciertan, otras se equivocan y algunas empujan a favor de lo más desastroso.
Movimientos
sociales luchan contra el racismo en Estados Unidos.
Movimientos
sociales desestabilizan al gobierno soberano venezolano.
Los
terroristas islamistas se nutren de un movimiento social arraigado.
El
pensamiento crítico también debe aplicárseles. Participar si corresponde sin
perder la independencia.
Sus
líderes no necesariamente son conductores de mirada amplia que supera los
intereses locales.
Escribe
un arzobispo católico: “Lo
primero que se percibe es la ausencia de un proyecto homogéneo de sociedad que
las personas en su conjunto quieran construir. (…) Ha sido reemplazado por
múltiples causas, demandas y exigencias sectoriales que encuentran eco en un
grupo de personas que se reúnen en torno a él, utilizan los medios de
comunicación social para visibilizarlas y no tienen otra aspiración que lograr
sus objetivos en el menor plazo posible”.
No pocas veces lo que dice es cierto.
No
sirve agitar y terminar en descréditos y retrocesos que pudieron evitarse. Una
cosa hizo el pastor Martin Luther King y otra distinta el sindicalista Lech Walesa.
La
oposición social a Gadafi y Asad terminó en el asesinato de cientos de miles de
sirios y libios, la migración de millones, la destrucción de sus países.
Lo
definitorio es si la lucha sigue un camino hacia la construcción de la sociedad
global del futuro. O levanta demandas en línea con el sistema que son
conservadoras.
En
Brasil, Chile, Ecuador, hay demandas masivas. En cada caso hay que ver qué
favorecen.
Los
movimientos sociales consecuentes sirven al presente y al futuro.
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