Chile - NO ES ‘DESASTRE NATURAL’, ES ERROR HUMANO
No es un ‘yo acuso ni un yo afirmo’… se trata solamente de un “yo sospecho”, o un “me late qué…”
Arturo Alejandro Muñoz
Lo
que usted leerá a continuación no tiene nada de amable… ni de “políticamente correcto”. Lo siento, pues me parece que ya es
hora de comenzar a exteriorizar lo que se lleva muy dentro del alma y del
hígado, independiente de que ello provoque escozor en más de alguien.
Precisamente por haber mantenido estas opiniones encerradas en mi estómago el
escozor ha sido mío durante años.
Cuando una
autoridad o la prensa hablan de “desastres naturales”, ¿a qué se están
refiriendo en verdad? Me parece que un desastre natural es aquel producido por
la madre natura y que afecta, directa y únicamente, a la misma madre natura,
entendiendo por cierto que doña Pachamama acostumbra generar de vez en cuando
algunos estropicios que, a la postre, usa como reordenadores de su propio yo,
porque al igual que el universo ella está viva, activa, se mueve y cambia.
Madre natura
ha sido muy leal con los seres vivos que pueblan sus cortezas y geografías.
Nunca ha dejado de señalarles los lugares que ella ha ocupado y que, por
supuesto, puede volver a utilizar. Alguna vez utilizó tales o cuales quebradas,
hondonadas y senderos para dar libre tránsito a las aguas cordilleranas. Y aun
en períodos de sequía esos sitios los dejó perfectamente marcados para que
ningún animal (racional o no) tuviese la estúpida ocurrencia de instalar en
ellos su hábitat, sabiendo o intuyendo que tarde o temprano las aguas de la
cordillera ocuparían ese trazado.
Ningún animal
que vive en libertad –nunca– estableció en esos lugares su nido, guarida o
cobijo. Ninguno. Salvo el ser humano.
Ah, sí, es
verdad… debo aclarar que me estoy refiriendo al ser humano pobre… a aquel que
carece de recursos para instalar su domicilio en sitios seguros. Ese animal
empobrecido vive donde puede, y no donde quiere o donde debería habitar. Su
enorme debilidad económica le obliga a instalar vivienda en la geografía más
peligrosa y económicamente barata, es decir, en los lugares menos recomendables
para esos efectos. Cerros escarpados, riberas de ríos, faldeos de volcanes
activos, quebradas donde ‘supuestamente’ nunca volvería a correr agua, bordes
costeros que son básicamente acantilados o rompeolas, etc.
Y cuando madre Natura se agita y decide reordenar su ser interno porque
le es necesario hacerlo, entonces, el mentado
‘desastre
natural’ se transforma en una desgracia humana que afecta casi exclusivamente a
los pobres, a aquellos cuya incapacidad económica les instó a sobrevivir
instalando sus precarias viviendas en geografías que la Pachamama tenía
reservada para sí misma.
Las
implicancias que tiene la consideración de los riesgos naturales en la
planificación del territorio (planificación que como bien sabemos siempre está
en manos de los dueños de la férula y del dinero), certifica una verdad
inamovible, cual es que el ordenamiento del espacio resultante de la aplicación
de criterios exclusivos de rentabilidad económica da lugar a
disparidades territoriales insostenibles en el tiempo Así entonces,
si el terreno es seguro, sólido –y se encuentra a resguardo de cualquier
pataleta de la Pachamama– tiene valor suficiente para que sea ocupado por
aquellos humanos que cuenten con poder económico y que, obviamente, estén en
condiciones de sufragar los gastos en dinero que ello amerita. Por cierto, un
terremoto de 9.8º Richter o un tsunami con olas de 20 metros de altura también
les afectaría… pero tales eventos ocurren una vez cada mil años, así que no hay
necesidad de preocuparse.
No sucede aquello
con esos terrenos depreciados por la economía, los que se encuentran sitos en
lugares donde la ocurrencia de fenómenos naturales puede provocar enormes
daños. Allí vive la mano de obra, tan barata como el terreno mismo que ella
habita, y tan depreciada como aquel. Sin embargo, y esto es imperioso decirlo,
en ciertos casos esos terrenos –depreciados y todo– cuentan con hermosa vista
hacia el mar, hacia el valle o hacia la cordillera.
Tal simple
pero efectiva realidad enciende las ambiciones de poderosos consorcios
económicos dispuestos a realizar cualquier barbaridad con tal de agenciarse
aquella geografía para levantar hostales, condominios, restoranes y hoteles de
lujo, pudiendo publicitar que ellos cuentan “con la mejor vista panorámica de
la región” y destinados a turistas ABC1, el llamado “turista dólar”, o ‘turista
euro’.
“Me late” (me ‘tinca’
o barrunto) que algunos de los incendios en los cerros de Valparaíso podrían
obedecer a los asuntos insinuados en las líneas anteriores. También “me late” que
algún porcentaje significativo de la desgracia humana acaecida en el norte
atacameño deriva del desdén propio de los adinerados socios de las empresas
mineras (encargados de destrozar glaciares, valles, aguas y poblaciones en pos
del dinero), así como de la cipaya actuación de
muchos de
nuestros representantes políticos entregados de cuerpo y ano al mejor postor.
Me late.
Entonces,
amigos míos, tengan la bondad de poner más cuidado y atención cuando decidan
referirse a “desastres naturales”. ¿Qué soy un mal pensado? Sí, oh Dios… qué
mal pensado soy.
Fuente: El Trabajo 404, Partido de los Trabajadores PT.
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