La política como forma ideal para pasar de pobrete a riquete sin rendir cuenta a nadie
Que
el dinero sea el dueño de la política no es nuevo, pues ha ocurrido a través de
la historia de Chile y del resto de los
países del mundo. Quizás, lo que sí podría llamar la atención se refiere a la
rapidez en que una persona de clase media, con una vida “reguleque”, bastante
inculto y vulgar, se transforma, de la noche a la mañana en millonario, sólo
por el hecho de haber ocupado un cargo fiscal, o bien de parlamentario. Casos
emblemáticos - como el del famoso matrimonio Dávalos-Compagnon – se ven a
diario en La Moneda y en el Congreso, pues están colmados de arribistas y
nuevos ricos quienes, por el solo hecho de ser el predilecto servidor de los
jefes de partido, ha podido integrar las filas de la mafia del enriquecimiento
rápido que es, por desgracia, el espectáculo de la política de hoy.
La
democracia actual se ha convertido en bancaria: los ciudadanos, verdaderos
detentores del poder, no cuentan para nada, pues los procesos electorales son
una verdadera burla, y ni siquiera pueden elegir entre los malos productos que
ofrece el mercado, previamente coludido
¡y aún se quejan de la alta abstención en las elecciones! Los únicos que
verdaderamente deciden son los bancos – por ejemplo, en el caso europeo, es la
Troika -. Los pueblos están obligados a decidir, si es que pueden, entre
someterse al dictado de la Banca o bien, rebelarse - está ocurriendo en Grecia y, posiblemente, en
España, si ganara el PODEMOS -, pues la sola condición para permanecer en la
Comunidad Europea es obedecer las políticas trazadas por Ángela Merkel, el
Banco Europeo y el Fondo Monetario Internacional.
En
el caso de nuestro país, el Banco de Chile ha sido, a través de los años, el
dueño del Estado: antaño, la mayoría de los políticos, o bien eran abogados o
bien, directivos del Banco, por ejemplo, Germán Riesco, ex Presidente de la
República; Eduardo Matte, Maximiliano Ibáñez, Marcial Martínez…, otros eran
propietarios de bancos, como los Edwards, los Matte, los Subercaseux… Alfredo Irarrázabal, en 1901, decía: “Es
preciso decirlo fríamente. Son los bancos los que en Chile tienen la dirección
de la política”. (Víal, 1996:603).
Cuenta
Manuel Rivas Vicuña que el ex Presidente Germán Riesco intentó presionar a su
sucesor, Ramón Barros Luco, para que el Estado salvara de la bancarrota a un
banco de su propiedad; afortunadamente, el anciano mandatario se negó a llevar
a cabo ese acto, que rayaba en la corrupción.
En
el Chile de hoy, la corrupción es más refinada, pero en esencia igual que en la
República Parlamentaria. Es posible que los apellidos antes “vinosos”, hubiesen
sido reemplazados por los “bancosos” y que a los Matte y los Edwards se les
haya sumado ahora los Luksic y los Saieh, con la diferencia de que los cargos
de elección popular los compran para sus subalternos, pero no figuran ellos
mismos – es mucho más rentable usar un palo blanco que dar directamente la cara
-.
Cada sillón,
al igual que en la época parlamentaria, tiene su propio valor monetario, por
ejemplo, la presidencia de la república importa unos buenos millones de dólares
y así, va descendiendo la escala hasta llegar a concejal. Nada más fácil que
engañar a los ingenuos ciudadanos haciéndoles creer que parlamentarios y altos
funcionarios del gobierno los representan y que siempre persiguen el bien común
cuando, en fondo, no son más que marionetas que se mueven con la música que les
toca los banqueros.
La corrupción
es consubstancial a la democracia bancaria que vivimos hoy, por consiguiente,
mientras los ciudadanos no tomen en sus manos las riendas de la sociedad y se
manifiesten organizadamente, los políticos seguirán siendo considerados como
ladrones y, esta noble actividad que debiera estar al servicio del bien común, se
ha convertido en una manera fácil de enriquecimiento ilícito.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El
Viejo)
14/03/2015
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