Chile - Bachelet: ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario
11 de marzo de 2015
EL MOSTRADOR. PEDRO SANTANDER
Profesor titular de la Escuela de
Periodismo y director del Observatorio de Comunicacion y Medios de la PUCV
Pocas dudas caben de que en política el lenguaje y
su empleo asertivo juegan un rol de primer orden. En la dinámica política hay
que reconocer la centralidad que tienen los procesos discursivos en la
construcción de vínculos sociales, de afectos, de creencias, de lealtades. Y,
en momentos de crisis, una de las maneras en que se ponen a prueba, se evalúan
y consolidan los liderazgos es por aquello que los líderes dicen, tanto a
seguidores como a adversarios, incluso a los indiferentes, pues en situaciones
críticas todos esperan, de manera más o menos consciente, coordenadas que les
permitan entender lo que ocurre en el país. Tratar de comprender la situación
delicada que se vive es una conducta natural de las personas cuando sienten que
dicha situación puede tener algo que ver con ellas, incluso afectarlas, aunque
sea levemente.
Y qué duda cabe después de los casos Penta,
Soquimich, Dávalos y Lucksic que nuestra institucionalidad atraviesa por un
momento crítico o, como sostuvo el senador Andrés Zaldívar, “está en juego todo
el sistema”.
¿Y qué nos dice a nosotros, simples ciudadanos, en
estos días la Presidenta de la República? ¿Cuál es el discurso por el que
apuesta para facilitarnos la comprensión del contexto? ¿Por cuál retórica opta
para orientar a quienes la escuchan? Veamos. Consultada acerca de la agenda
legislativa que prevé para hacer frente a este contexto de crisis, señaló en
Cerro Castillo que se intensificará el trabajo para la creación de una nueva
Constitución: “Este año vamos a partir con un proceso de participación
ciudadana, pero nos parece que para una nueva Constitución necesitaremos
expertos, pero lo más importante es que la ciudadanía también se pueda
expresar”.
Estas breves intervenciones de la
Presidenta en momentos cruciales de la República muestran que, a ratos, ella
opta por decir ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario o, cuando hay
coherencia, se opta por emplear sustantivos débiles para responder a
situaciones fuertes, algo propio, como dice Boaventura de Sousa Santos, del
discurso neoliberal.
Tómese nota de esta rara joya lingüística: contiene
dos “pero” que se anulan mutuamente, dejando sin sentido preciso la oración. El
primer “pero” se refiere (semánticamente) al proceso de participación
ciudadana. Al emplear de ese modo la conjunción, la Presidenta minimiza la
importancia de la participación ciudadana y, en comparación, destaca el rol de
los expertos. Sin embargo, el segundo “pero” que emplea Bachelet hace
exactamente lo contrario, mitiga la importancia de los expertos y releva la de
la ciudadanía. Es decir, estamos ante una oración cuyas afirmaciones se
autoanulan mutuamente en un sentido semántico. Se obtiene así como resultado un
anuncio sin significado. Es un raro caso de una perfecta proposición en la cual
verdaderamente no se dice ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario.
Segundo ejemplo, dicho el mismo día y en la misma
oportunidad: “Nuestros ciudadanos hoy día exigen un estándar ético mucho más
elevado y yo como Presidenta me voy a hacer cargo, porque el país conoce mi
conducta de vida”. El uso del adjetivo comparativo con valor aumentativo
(“mucho más”) exige lingüísticamente en pos de la coherencia de la oración, y,
lo que es más importante, en pos de ser comprensible, una comparación: ¿más
elevado que qué?, ¿más elevado que cuánto? Si no obtenemos esas referencias, si
no se compara, no podemos saber a qué nivel de estándar ético hace alusión la
Presidenta, ni cuánto se debería elevar dicho estándar en Chile, cuál debería
ser, etc. Ese es el desafío de usar adjetivos comparativos: demandan que se
explicite aquello con lo cual se compara, de lo contrario la oración resulta
semánticamente incoherente. Pero en este caso explicitar la comparación
implicaría para la Presidenta ubicarse, situarse en coordenadas éticas, tanto a
las que se aspira como las que se adversa, diferenciarse. Y eso que para
un líder debería resultar natural, para Bachelet parece un imposible.
Entonces, como nada de ello se explica, la
Mandataria realiza algo nada fácil de lograr si se intentara hacerlo a
propósito: decir varias oraciones seguidas aparentemente coherentes que, sin
embargo, carecen de sentido.
Veamos, finalmente, otra oración dicha el mismo día
por ella, en relación con el caso Penta. Hay que admitir que ésta, a diferencia
de las anteriores, sí dice algo y permite ser comprendida: “Creo que lo que se
demuestra es que las instituciones funcionan, y funcionan para todos, y eso
creo que es algo que los chilenos tendrán su propia valoración de eso”. En este
caso, cuando Bachelet estructura una oración inteligible podemos observar lo
siguiente: la Presidenta emplea una frase que remite al pasado, específicamente
a la discursividad de Ricardo Lagos y a su conocido lema “que las instituciones
funcionen”. Si bien observamos sentido textual en los dichos, el sentido
contextual de los mismos merecen dudas. Por un lado, porque esto de recurrir y
citar doctrinas pasadas es contradictorio con lo que se dijo poco antes cuando
se enfatizó el presente: “Hoy los ciudadanos exigen un estándar ético mucho más
elevado”, y, por otro, porque se trata de una expresión que suele ser empleada
para destacar la fortaleza de la institucionalidad, que es lo que hoy
justamente está en crisis; como dice Zaldívar, asistimos hoy a la “culminación
de un proceso de crisis de la confianza en las instituciones”.
Así las cosas, estas breves intervenciones de la
Presidenta en momentos cruciales de la República muestran que, a ratos, ella
opta por decir ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario o, cuando hay
coherencia, se opta por emplear sustantivos débiles para responder a situaciones
fuertes, algo propio, como dice Boaventura de Sousa Santos, del discurso
neoliberal.
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