Pese a los torrentes de dinero de su banco central Japón entra en una nueva recesión
Marco Antonio Moreno
El Blog Salmón
18 de noviembre de 2014
La inesperada contracción en el PIB trimestral de Japón muestra que el fracaso de las políticas monetarias no es algo exclusivo de Europa. El país del sol naciente ha vuelto a entrar en recesión (una vez más) echando por tierra los planes de recuperación que se urdían en torno a las propuestas de Shinzo Abe, el Primer Ministro nipón que se alzó hace dos años prometiendo un cambio radical en las políticas económicas asegurando que sacaría al país de sus dos décadas de mala racha. La estrategia poco ortodoxa de disciplina fiscal y flexibilización cuantitativa era mirada con interés por Europa dado que podía convertirse en la hoja de ruta para los países europeos que buscan subir impuestos para escapar a la pandemia de los desequilibrios fiscales. Sin embargo, la fórmula de aumentar los impuestos e inyectar dinero a la banca ha fracasado al no lograr impulsar una recuperación significativa. Esto ha generado más incertidumbre en las economías europeas que se quedan ahora sin un modelo a seguir. Queda claro que la inyección de dinero de los bancos centrales no es una práctica que genere impulso económico dado que solo aumenta la desigualdad porque ese dinero llega a los banqueros y a los más ricos.
La economía de Japón se contrajo un 1,6 por ciento en el tercer trimestre, iniciando la cuarta recesión desde 2008. La cifra sorprendió porque fue mucho peor a todas las previsiones y acentuó la desastrosa contracción del trimestre anterior cuando la economía se desplomó -7,3 por ciento. Se especula que Shinzo Abe, que asumió el poder hace dos años con la promesa de sacar a Japón del letargo económico, llamará a elecciones anticipadas.
La situación de Japón interesa porque la economía nipona sigue siendo la tercera más grande del mundo, después de Estados Unidos y China, y se esperaba que las propuestas de abenomics (llamadas así por el entusiasmo económico con que Shinzo Abe inició su mandado hace dos años) proporcionaran una luz de ideas que iluminaría la oscuridad de la economía mundial. Sin embargo el plan fracasó porque el aumento de impuestos en plena crisis nunca ha sido una buena idea.
Una receta de corto alcance
La idea detrás de Abenomics para impulsar la economía era con estímulos masivos del Banco de Japón y un programa de reformas estructurales del gobierno. Se pretendía mejorar los salarios y disminuir el valor del yen con una portentosa guerra de divisas para mejorar la competitividad nipona en los mercados mundiales. La receta resultó en los primeros meses de 2013 mientras los precios de las acciones se dispararon.
La agresividad de las propuestas de Shinzo Abe acusa fatiga y la recuperación económica ha perdido impulso. El resultado es que el potencial real de la economía no ha mejorado, como tampoco ha mejorado el bienestar de la familia japonesa promedio. Tampoco han avanzado los salarios, mientras que los precios han aumentado.
Si algo confirma la situación actual de Japón, es el nulo efecto que tienen las políticas de los bancos centrales para impulsar la economía. A pesar del torrente de dinero inyectado al sistema financiero la economía de Japón sigue en la senda del estancamiento dada la brutal desconexión que existe entre el sistema financiero y la economía real. Lo de Japón es un claro antecedente de lo que espera a Europa, que ha dejado la resolución de la crisis en manos de los banqueros centrales. La fatiga de estas políticas y su erosíón en los engranajes de la economía productiva comienza a verse también en Estados Unidos.
Dejar la tarea de la crisis a un sistema financiero que cohabita con la corrupción y la banca en la sombra solo ha alimentado el estancamiento de larga data. La lección es que ningún plan de políticas monetarias puede funcionar si no se aplican antes profundas reformas al sistema financiero. La experiencia de Japón obligará a los líderes europeos a acelerar las reformas al sistema financiero (debe servir a la economía real y no servirse a sí mismo), si es que no desean que Europa siga nuevamente la senda de Japón, con dos décadas perdidas.
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