CHINA - POR QUÉ “OCCUPY CENTRAL” ASUSTA TANTO A PEKÍN

Posted by Correo Semanal on lunes, septiembre 22, 2014


ELI FRIEDMAN
Sábado 20 de septiembre de 2014
Tres años después de que el movimiento Occupy Wall Street ocupara las calles del centro de Manhattan, la variante más vigorosa de este tipo de movilización ya no se da en Nueva York, Oakland, Londres o Madrid, sino en Hong Kong. Ahora, una nueva fase del movimiento “Occupy Central” está a punto de desencadenar una oleada de ocupaciones del espacio público para reivindicar más democracia en la ciudad.
Desde la restitución de Hong Kong al dominio chino en 1997, la política oficial de “un país, dos sistemas” ha permitido a la ciudad seguir funcionando con sus propias instituciones políticas y jurídicas. Aunque el territorio jamás gozó de una democracia plena bajo dominación británica, el gobierno de Pekín prometió a Hong Kong el sufragio universal tras la restitución. Sin embargo, a finales del pasado mes de agosto, el Congreso Nacional Popular hizo exactamente lo que temían muchos activistas defensores de la democracia en Hong Kong, al estipular que los candidatos a la elección del jefe del ejecutivo de la ciudad, previstas para 2017, deberán ser aprobados previamente por un comité especial cuyos miembros, que forman parte de la elite política y económica, son seleccionados en su mayoría directamente por Pekín. En respuesta a esta decisión, Occupy Central se dispone ahora a hacer realidad su amenaza de organizar sentadas masivas en el distrito central de negocios de Hong Kong, en demanda de una democracia real. Benny Tai, uno de los líderes del movimiento, ha proclamado una “era de desobediencia civil” en Hong Kong.
En muchos aspectos, Occupy Central parece tener muy poco que ver con su progenitor simbólico del otro lado del Pacífico. En efecto, el movimiento reivindica una ampliación del tipo de sistema electoral que Occupy Wall Street condenó por estar irremediablemente corrompido por el dinero y la influencia de las grandes empresas. Los estudiante de Hong Kong cooperan estrechamente con partidos políticos establecidos y el movimiento incluso recibe el apoyo de algunos individuos del sector financiero. Sin embargo, más allá de estas importantes diferencias, ambos fenómenos comparten una cuestión común: la indignación ante el hecho de que nadie salvo los superricos tengan voz en la política.
Mucho tiempo ensalzada por los conservadores en Occidente como bastión del libre mercado y de la libre empresa, Hong Kong tenía en 2011 un coeficiente Gini de 0,537 [en el Estado español era del 0,345] , con lo que tal vez era la economía desarrollada con mayor desigualdad en el mundo. Hong Kong se situó hace poco a la cabeza del “índice de capitalismo clientelista” de The Economist. Al igual que sus compañeros de EE UU y Europa, los licenciados universitarios de Hong Kong se enfrentan a un mercado de trabajo desalentador. Si tienen la suerte de conseguir un empleo, ya pueden prepararse para trabajar duramente durante largas horas e intentar rascar dinero suficiente para comprar un pequeño apartamento en el segundo mercado inmobiliario más caro del mundo. Un estudio reciente señala que a una familia de clase media le cuesta en promedio 700 000 dólares estadounidenses (USD) criar un hijo o una hija. Además, Hong Kong no cuenta con un sistema universal de pensiones públicas de jubilación, condenando a los mayores a la incertidumbre.
Los trabajadores no están mejor situados. Hong Kong no tenía salario mínimo hasta 2010, cuando después de vencer la resistencia de las empresas se fijó en míseros 3,60 USD por hora. Debido a los incansables esfuerzos de los empresarios poderosos por bloquear la legislación propuesta, en la ciudad sigue sin existir el derecho a la negociación colectiva. Los trabajadores y trabajadoras inmigrantes de países como Filipinas e Indonesia están sometidos a menudo a unas condiciones de trabajo brutales y al acoso físico y sexual de sus jefes. Con un mercado de trabajo tan desregulado, el 20 % de la población de esta potencia económica vive actualmente por debajo del umbral de la pobreza.
No es extraño que las grandes empresas estén contentas con la situación y se hayan alineado con Pekín. Yiu Kai Pang, presidente de la Cámara General de Comercio de Hong Kong, ha saludado la decisión de Pekín afirmando que Occupy Central “no solo afectará al orden social y la prosperidad económica de Hong Kong, sino que minará también nuestra posición como centro internacional financiero y de negocios”. El banco HSBC advirtió asimismo que el movimiento podría afectar a la economía al degradar las perspectivas del mercado de valores de la ciudad, advertencia que tuvo que retirar de inmediato ante la indignación del público. El Partido Comunista de China (PCC) recibe el apoyo entusiasta del mundo empresarial. En un sorprendente lapsus de sinceridad, Wang Zhenmin, decano de la facultad de Derecho de la Universidad de Tsinghua y asesor del gobierno central sobre asuntos de Hong Kong, ha declarado que demasiada democracia podría ser una amenaza para los intereses de las elites económicas y el sistema capitalista de Hong Kong, sugiriendo que había que evitarlo a toda costa.
Occupy Central no es el primer movimiento de Hong Kong que se enfrenta a la poderosa alianza de la gran empresa con el Estado. El año pasado, una huelga de los trabajadores portuarios, que no habían visto subir sus salarios en 15 años, bloqueó uno de los puertos de más tráfico del mundo durante semanas. Los huelguistas recibieron un amplio apoyo de la sociedad de Hong Kong, doblemente indignada por el hecho de que la compañía que da empleo a los trabajadores pertenece al hombre más rico de Asia, Li Ka-shing. Este mismo año, un grupo de manifestantes asaltaron la sede del consejo legislativo en un intento de bloquear la financiación de un plan de desarrollo propuesto para los Nuevos Territorios del nordeste. Los pobladores que iban a ser desplazados a causa del proyecto se unieron a los estudiantes para protestar por lo que para muchos es otro ejemplo de cómo los promotores inmobiliarios influyen en las decisiones gubernamentales.
Occupy Central ha surgido en parte de este sector descontento. Igual que en el caso de Occupy Wall Street, los activistas de Hong Kong saben que necesitarán más democracia política para lograr más democracia económica. Puede que unas elecciones democráticas no basten para abordar todos los problemas de Hong Kong, pero sin duda son indispensables. Por desgracia, parece que el PCC no está dispuesto de ninguna manera a hacer concesiones en el terreno político. La visión que tiene Pekín de Hong Kong es que ha de seguir el mismo camino que otros Estados autoritarios hipercapitalistas como Singapur, los Emiratos Árabes Unidos y Catar. Puesto que muchos de los problemas de Hong Kong –creciente desigualdad, capitalismo corrupto, precios astronómicos de la vivienda y un sistema político excluyente– también están latentes al otro lado de la frontera, en China continental, no es difícil adivinar la causa del profundo temor de Pekín. Si Occupy Central ya supone un gran incordio, solo pensar en un “Occupy Tiananmen” causa tanto horror que hay que impedirlo a toda costa.
Que comience la era de la desobediencia civil.
12/09/2014
http://www.thenation.com/article/18...
Traducción: VIENTO SUR